Historia del antiguo regimen

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TEMA 1. El Antiguo Régimen y el principio de su fin

Llamamos Antiguo Régimen a la forma de organización imperante en Europa y sus colonias en los siglos XVII y XVIII. El término lo inventaron los revolucionarios de fines del siglo XVIII que querían acabar con este sistema.

En esta época el mapa de Europa era muy distinto al actual. Los territorios dominados por la familia Habsburgo, en su rama española y austriaca, ocupaban la mayor parte del territorio, aunque el reino de Francia acabó por convertirse en la gran potencia del continente a finales del siglo XVII.

En cuanto a la forma de gobierno, en el Antiguo Régimen predominaban las monarquías absolutistas, en las que la persona del rey controlaba todos los poderes del Estado y su autoridad no tenía límite. Este sistema se justificaba, según sus defensores, porque era el deseado por Dios.

La sociedad del Antiguo Régimen se organizaba en estamentos, tres grupos con distintos derechos y obligaciones. La nobleza y el clero eran los estamentos privilegiados. No pagaban impuestos, dirigían los asuntos del Estado junto al rey y algunos tenían incluso derechos sobre los campesinos de sus tierras, heredados de la Edad Media. El resto de la población pertenecía al tercer estado, que también podemos llamar pueblo. Aunque en este grupo había gente adinerada (la burguesía) sus integrantes no tenían derecho a participar en los asuntos del Estado, estaban sometidos a fuertes impuestos y las condiciones de vida de la mayoría eran muy malas.

La economía del Antiguo Régimen había evolucionado muy poco respecto a la Edad Media. La agricultura era la base de la economía y ocupaba a la mayor parte de la población. Aun así, la producción era irregular y periódicamente se perdían las cosechas y se producían crisis de subsistencias (hambre y muerte). La artesanía tampoco había evolucionado mucho. Los gremios imponían normas muy estrictas y evitaban la competencia y el desarrollo de nuevas técnicas. El comercio, por su parte, estaba dificultado por las malas comunicaciones por tierra, y sólo el comercio marítimo empezaba a desarrollarse a gran escala con las colonias y podía aportar beneficios cuantiosos.

En el siglo XVIII surge en Europa, con centro en Francia, un movimiento filosófico que comienza a criticar la forma de organización típica del antiguo Régimen. Lo conocemos con el nombre de Ilustración. Se basa en la razón humana y propone cambios tanto en la forma de gobierno, como en la manera de organizar la sociedad y la economía. Sus representantes más famosos son Voltaire, Montesquieu y Roussea. Difundieron sus ideas críticas mediante una publicación, La Enciclopedia, que intentaba recopilar el saber de la época.

Basándose en las ideas ilustradas, en la segunda mitad del siglo XVIII los colonos ingleses de América del Norte se sublevaron contra su rey y se inició una guerra de independencia. El triunfo de estos colonos motivó el nacimiento de los Estados Unidos, el primer país del mundo en el que las ideas ilustradas se ponían en práctica para organizar el Estado, la sociedad y la economía.

TEMA 2. La Revolución Francesa. 1789-1799.

La Revolución Francesa es un acontecimiento destacado de la Historia de la humanidad porque marca el fin de una época (el Antiguo Régimen) y abre el inicio de una nueva etapa, el mundo contemporáneo. Muchos de sus principios fundamentales están hoy vigentes en las sociedades democráticas, por lo que nuestro tiempo es sin duda heredero de sus ideas.

La Revolución Francesa no puso punto y final al Antiguo Régimen de modo fulminante, pero abrió un proceso de nuevas revoluciones que a lo largo del siglo XIX acabarían con el viejo sistema de organización.

Las causas de la revolución Francesa son múltiples. Tal vez la más importante fue la gran crisis económica que vivía Francia en 1789, que tenía a la mayor parte de la población sumida en la miseria y el hambre, y por tanto descontenta. Sin embargo, esto no habría bastado si no hubiera existido una ideología que proponía el cambio de sistema, y eso lo aportó la Ilustración, que a fines del siglo XIX se había popularizado entre la burguesía francesa, que fue el grupo social que dirigió el proceso revolucionario.

El proceso revolucionario se fue desarrollando en varias etapas.

1. 1789-1791. La convocatoria de los Estados Generales por el rey para pedir consejo a los representantes de los estamentos derivó en la creación de una Asamblea Constituyente, que obligó al rey a aceptar compartir su poder absoluto. Cuando el rey intentó reaccionar mandando al ejército, el pueblo de París tomó las armas y se inició la verdadera revolución. La Asamblea Constituyente, por su parte, mediante una serie de decretos acabó con el Antiguo Régimen en lo social (ya no habría privilegios para la nobleza y el clero) y en lo político (los poderes del Estado estarán repartidos entre el rey y los representantes de la nación).

2. 1791-1792. El intento de poner en práctica una monarquía constitucional fracasó cuando el rey intentó huir de Francia para buscar apoyo extranjero y acabar con el proceso revolucionario. Su detención calentó los ánimos del pueblo, que pedía reformas más drásticas. Para calmarlo se convocaron elecciones por sufragio universal (masculino), en la que por primera vez votaron todos los hombres independientemente de su riqueza.

3. 1792-1795. Suprimida la monarquía, Francia se convirtió en una República. La máxima autoridad recayó en una nueva asamblea elegida por sufragio universal (la Convención Nacional) una de cuyas primeras medidas fue juzgar y condenar a muerte al rey. En la Convención Nacional dos grupos políticos se disputaron el poder: los girondinos, burgueses acomodados de ideas moderadas, y los jacobinos, representantes de las clases medias y aliados con los sectores más radicales del pueblo, los sans-culottes. Durante el mandato jacobino, el gobierno de la Convención se convirtió en una tiranía de su jefe, Robespierre, y muchos revolucionarios fueron condenados a muerte por no compartir sus ideas. Finalmente, un golpe de estado acabó con el gobierno jacobino y volvió a poner el poder en manos de los sectores más moderados de la burguesía.

4.1795-1799. Tras la caída de la Convención, se intenta instaurar un nuevo régimen más moderado, apoyado en una nueva Constitución. Ahora el poder estaría compartido entre dos cámaras de representantes, elegidos por sufragio censitario (sólo votaban las personas con unos ingresos mínimos). A la cabeza del gobierno estaría un grupo de cinco personas elegido por esas cámaras, el Directorio. Este régimen no contó con el apoyo popular, y además tuvo que enfrentarse a una guerra contra todas las potencias absolutistas de Europa.

En medio de un panorama de crisis, y ante el temor de que los partidarios del Antiguo Régimen volvieran a recuperar el poder, el pueblo francés y gran parte de la burguesía revolucionaria apoyaron un golpe de estado de Napoleón Bonaparte, que instauró un gobierno personal pero manteniendo los principios básicos de la revolución. 

 

TEMA 3. ¿La Revolución derrotada? De Napoleón a la Restauración.

 

 En el tema anterior dejamos la Revolución Francesa en manos de Napoleón Bonaparte, un militar que tras un golpe de estado se puso a la cabeza del gobierno de Francia. En su golpe de estado Napoleón contó con el apoyo de la alta burguesía de Francia, que veía necesario un poco de orden en el país para el desarrollo de sus negocios. Pero también le apoyaron los sectores populares más humildes, que lo consideraban como uno de los suyos por su origen social. Tanto unos como otros veían que todo lo que habían conseguido con la Revolución podía perderse por los ataques exteriores (países en guerra contra Francia) y por las conspiraciones interiores (tanto de los grupos más radicales que querían imponer una sociedad igualitaria como de los partidarios de volver al Antiguo Régimen).

Para alguna gente el golpe de estado de Napoleón supone el fin de la Revolución Francesa, porque acabó con algunos de sus principios fundamentales, como veremos más adelante. Pero en su momento Napoleón se presentó ante la sociedad francesa y ante la Europa absolutista como el salvador de la Revolución y el gran impulsor de que la mayor parte de sus ideales se extendieran por toda Europa. Tú deberás sacar tus propias conclusiones en función de lo que aprenderás sobre su obra y sobre sus ideas. A fin de cuentas, todo es susceptible de interpretarse de diversas formas.

 

 Napoleón consiguió dar estabilidad al gobierno de Francia al acabar con las conspiraciones interiores, y al mismo tiempo consiguió durante algunos años mantener a raya a todos los países enemigos de la Revolución. Su gobierno fue del agrado del pueblo, que, aunque no tuvo plena participación en la política, vio mejorar su situación económica y tuvo garantizados los derechos fundamentales que le había dado la Revolución.

Sin embargo, el empeño de Napoleón de enfrentarse a toda Europa, imponiendo el modelo político y social de la Revolución Francesa, estaba condenado al fracaso. Eran demasiados enemigos, y la guerra a una escala casi mundial demasiado costosa y complicada con los medios de la época. Napoleón se enfrentó contra todas las potencias absolutistas de Europa, y fue derrotado definitivamente en 1815. Tras su derrota, la Revolución parece haberse acabado en Francia y en Europa, y por unos años sus vencedores intentaron volver a imponer el Antiguo Régimen y el absolutismo como forma de gobierno. Sin duda, la derrota de Napoleón significó la derrota de los pueblos. Entre 1815 y 1830, en Europa se vivió un período que conocemos como la Restauración, caracterizado por el intento de volver a recuperar todos los aspectos del Antiguo Régimen que habían sido desmantelados durante los años de la Revolución en Francia y en los territorios conquistados por Napoleón.

Normalmente tendemos a ver la historia pasada desde una óptica de buenos y malos, y la figura de Napoleón nos cuesta situarla. Sobre todo en muchos países europeos que fueron invadidos por sus tropas. En España se le ha visto tradicionalmente como el prepotente francés que nos invadió con un gran ejército y al que el pueblo español consiguió derrotar con su valentía y arrojo tradicionales. Así me lo enseñaron a mí más o menos en la escuela, y no hace tanto tiempo. Espero que ahora, con una información más neutral y viendo el tema sin "fervor patriótico", descubras una imagen más real y compleja de este pequeño gran hombre.

  • Napoleón extiende la Revolución por Europa. 1789-1815

Vamos a comenzar con algo sencillo pero que merece la pena saber. ¿Cómo llegó Napoleón al poder en Francia? ¿En calidad de qué gobernó el país? Recuerda la mala situación que atravesaba la Revolución Francesa en 1799. El gobierno del Directorio era visto por gran parte del pueblo como un gobierno sólo de los burgueses más ricos, y había conspiraciones contra él por parte de elementos revolucionarios radicales (ya sabes, los que habían apoyado a los jacobinos) y también por parte de los viejos defensores del Antiguo Régimen, que querían volver a una monarquía absolutista.

A la crisis interna había que sumar que Francia estaba en guerra contra media Europa, por lo que las cosas no podían pintar peor para la Revolución. En este estado de cosas, empezó a notarse que la suerte de la Revolución estaba en manos del ejército, y así lo percibió el pueblo, que comenzó a admirar a los jóvenes generales que estaban manteniendo a raya a los austriacos, españoles, prusianos, daneses y otros enemigos de Francia.

Esta es la situación en la que un joven militar que se había hecho famoso por sus victorias en Europa, Napoleón Bonaparte, con el consejo de algunos políticos decide dar un golpe de estado. Entra con sus tropas en la sala de la asamblea, la declara disuelta, entre aplausos de unos y abucheos de otros, y asume el poder en Francia ante el clamor y el apoyo del pueblo, que consideraba que venía para recuperar y defender los verdaderos valores de la Revolución.

De 1799 a 1815 Napoleón gobernó Francia cambiando varias veces de sistema político y de título. A la larga, el gobierno de Napoleón supuso la creación de un nuevo modelo de Estado, que mantenía los principales avances sociales de la Revolución, pero acabó basándose en el poder casi absoluto de una persona. Vamos, como Fidel Castro en Cuba.

Entre 1799 y 1802, Napoleón asumió el gobierno de Francia con el título de Cónsul, el mismo que habían usado los gobernantes de la vieja Roma, como Julio César. La elección de este título, como te puedes imaginar, no fue casual. En sus primeros años de Consulado, Napoleón compartía el poder con otros dos cónsules, y los cargos se consideraban electivos y temporales.

A partir de 1802, y hasta 1804, Napoleón adoptó el título de Cónsul vitalicio, introduciendo una modificación en la forma de gobierno. Ahora sólo habría un cónsul, por supuesto, él, y ocuparía el cargo de por vida.

En 1804 el poder personal de Napoleón aumentó, al igual que su ostentación, y se proclamó Emperador de la República de Francia. Ya sé que suena raro el título de Emperador, que recuerda al Antiguo Régimen y a formas de poder despóticas, asociado a una República, que suele identificarse con democracia y libertad. Cada uno de estos cambios fue apoyado mayoritariamente por el pueblo francés, ya que se convocaron votaciones para aprobarlos y siempre ganó la propuesta de Napoleón.

  • Un hombre de Estado. El gobierno de Francia bajo Napoleón.

La figura de Napoleón Bonaparte es más conocida en su faceta militar que en la de hombre de Estado. Sin embargo, vamos a mencionar algunos aspectos de obra al frente del gobierno de Francia que pueden darte una visión más completa de este personaje histórico.

Lo primero que hay que destacar de la obra de Napoleón es que durante su gobierno consiguió algo que hacía muchos años que se echaba en falta en Francia: estabilidad y orden. Eso fue posible gracias a que contó con el apoyo de amplios sectores sociales, desde el pueblo más humilde, que admiraba su figura y confiaba en él, hasta la alta burguesía de los negocios, que lo necesitaba para poner orden en Francia y poder desarrollar sus actividades.

En líneas generales, Napoleón afianzó los principios fundamentales de la Revolución Francesa en sus aspectos más moderados: la igualdad entre los hombres, la defensa de la propiedad privada y la libertad económica, la libertad religiosa...

También avanzó en el desarrollo de un Estado moderno, que pudiera gestionar más eficazmente los asuntos y llegara a todos los rincones del país. Para ello reorganizó totalmente la administración pública y aumentó considerablemente el número de funcionarios.

Tal vez la mayor aportación de Napoleón a la modernización del Estado fue la unificación legal. En el Antiguo Régimen cada región, a veces cada ciudad, tenía leyes y costumbres propias. No existían códigos legales unificados para todo el país. Napoleón dio un paso de gigante al recopilar, ordenar y actualizar las leyes vigentes, tanto en el Derecho Civil (herencias, matrimonios, contratos, compra-ventas, relaciones laborales...) como en el Derecho Penal (unificación de las penas aplicables a cada delito).

En 1804 se promulgó el Código Civil de Francia, conocido como Código Napoleónico, y en 1807 el Código de procedimiento Criminal. Con ambos textos, las leyes pasaban a ser las mismas para todos los hombres y mujeres de Francia. Un aspecto muy interesante del gobierno de Napoleón fue la notable mejora de las infraestructuras de Francia, ya que acometió numerosas obras públicas que modernizaron los caminos, puentes, puertos, etc. Esto permitía unas mejores comunicaciones, lo que favorecía el funcionamiento del Estado y de la economía. También consiguió Napoleón poner paz entre la Revolución y la Iglesia Católica, al firmar un tratado con el Papa por el que la Iglesia renunciaba a reclamar las tierras y bienes que la Revolución le había confiscado en Francia. También renunciaba a volver a imponer el catolicismo como religión oficial del Estado. A cambio, el gobierno de Francia reconocía que la Iglesia católica debía recibir un trato especial, por ser la mayoritaria en el país, y se hacía cargo del pago de un salario a los sacerdotes. Finalmente, un aspecto importantísimo de la obra de Napoleón en Francia fue la creación de un sistema público, gratuito y laico de enseñanza, tratando de que la educación y la formación permitieran llegar a los puestos más altos del Estado a las personas mejor preparadas, independientemente de sus medios económicos.

  • Un militar brillante. Napoleón contra Europa.

 

Vamos a tratar ahora uno de los aspectos más conocidos de Napoleón, su política internacional. Aunque la guerra marcó la mayor parte de su mandato, cabe señalar que en muchas ocasiones manifestó que lo hacía por la necesidad de defender los avances sociales que la Revolución había traído a Francia y por extenderlos a los pueblos del resto de Europa.

Napoleón se enfrentó de manera permanente a las principales monarquías absolutistas de Europa (Austria, Prusia, España, Rusia, Dinamarca...) que junto a Inglaterra organizaron coaliciones para intentar unirse y derrotarlo. Consiguió derrotarlas en numerosas batallas, y obligar a sus reyes a firmar tratados de paz que, sin embargo, duraban poco. Al menor signo de debilidad en Francia, sus enemigos rompían los tratados y volvían a atacar a Napoleón.

En su momento de mayor esplendor, Napoleón consiguió tener prácticamente toda Europa bajo su control. En algunos casos incorporó al Estado francés territorios conquistados a los reyes vecinos. Cataluña, Saboya, el Norte de Italia y Holanda, por ejemplo, se convirtieron en provincias de Francia. También impuso cambios de gobierno en algunos países ocupados por sus tropas, como en España, donde situó como rey a su hermano José para tratar de imponer un sistema político basado en las ideas revolucionarias.

Finalmente, reorganizó el mapa de Europa creando dos nuevos estados:

La Confederación del Rhin, que agrupaba a la mayor parte de los territorios del antiguo Imperio Germánico bajo un gobierno de ideas liberales.

El reino de Italia, que unificaba gran parte de los territorios independientes italianos bajo el mandato de Napoleón.

Sólo escaparon al control de Napoleón Inglaterra, protegida por el mar y por su superioridad naval frente a Francia, y Rusia, demasiado alejada y grande como para que Napoleón pudiera dominarla, aunque veremos que lo intentó. Napoleón basó su dominio de Europa en la superioridad táctica del ejército francés y en su buena estrategia militar, que le permitió obtener numerosas victorias en batallas en las que se enfrentaba a tropas muy superiores en número. Además, contó con la simpatía de los sectores ilustrados de los territorios que conquistó, que veían el triunfo de Napoleón como una oportunidad de acabar con el Antiguo Régimen en sus respectivos países.

  • La caída de Napoleón.

La derrota de Napoleón se debió en gran parte a que Inglaterra, que dominaba los mares, nunca pudo ser sometida por Francia y se mantuvo en guerra permanente. Precisamente fue el intento de Napoleón de asegurarse el control de toda Europa para dejar aislada a Inglaterra lo que provocó que interviniera en demasiados frentes, desde España hasta Rusia, siendo imposible salir victorioso de todos ellos.

Las dificultades militares para Napoleón comenzaron en España, país en el que había impuesto a su hermano José Bonaparte como monarca constitucional. El pueblo español se negó a aceptar esta imposición y se inició una guerra de guerrillas, que supuso para Francia una sangría continua de hombres y recursos. Además, en España desembarcaron tropas inglesas que ayudaron a los españoles a derrotar a los ejércitos de Napoleón.

Al tiempo que la situación en España empeoraba, Napoleón se embarcó en la locura de invadir Rusia para obtener su rendición y conseguir que no comerciara con Inglaterra. Aunque llegó hasta Moscú, tuvo que iniciar una retirada en pleno invierno que acabó con enormes bajas. Se estima que en la campaña de Rusia murieron 570.000 soldados franceses, y más por frío y falta de material adecuado que por el enemigo.

Las dificultades y bajas en España y Rusia fueron aprovechadas por el resto de países, que se unieron para volver a declarar la guerra a Napoleón. Finalmente no pudo hacer frente a tantos enemigos y fue derrotado en la batalla de Leipzig (Alemania) en 1813.

El 11 de abril de 1814 Napoleón firmó su rendición y su renuncia al gobierno de Francia, tras lo cual fue desterrado a la isla de Elba, en el Mediterráneo. Las potencias aliadas que habían derrotado a Napoleón pusieron en el trono de Francia a Luis XVIII, hermano del asesinado Luis XVI.

Sin embargo, Napoleón consiguió escapar de Elba y recuperar el poder por un breve plazo de tiempo, que se conoce como el Imperio de los Cien días. Volvió a reunir un potente ejército, pero tuvo que enfrentarse en la batalla de Waterloo (1815) a una coalición de tropas que doblaban en número a las suyas y fue derrotado definitivamente.

Tras esta nueva derrota, Napoleón fue desterrado por los ingleses a la lejana isla de Santa Elena, en el Atlántico, donde murió en 1821 a la edad de 51 años. El sueño de una Europa unificada en los principios revolucionarios bajo el mandato de Francia había acabado. Los defensores del Antiguo Régimen, momentáneamente, volvían a tener el control de la situación.

  • El Antiguo Régimen se resiste a morir. La Restauración. 1815-1830

Derrotado Napoleón, y con él la Revolución Francesa, las potencias europeas vencedoras procedieron a tratar de restaurar el orden político y territorial que existía en Europa antes de la Revolución. Este proceso y este período se conocen con el nombre de la Restauración. En líneas generales, la Restauración supuso:

 Volver a imponer el Antiguo Régimen en todos los territorios europeos. Esto quiere decir que se restauró la monarquía absoluta y la sociedad estamental. Establecer un equilibrio territorial entre las principales potencias europeas para que ninguna destacara mucho sobre las otras. Imponer medidas de control y de represión para que las ideas liberales propagadas por la Revolución Francesa no pudieran difundirse. Aunque el retorno al Antiguo Régimen era ya complicado, porque los pueblos de Europa se habían impregnado de las ideas liberales de la Revolución Francesa, durante 15 años los principales reyes absolutistas mantuvieron el control de la situación, apoyándose en un tratado de paz que regulaba las relaciones internacionales (suscrito en el Congreso de Viena de 1814 y renovado varias veces) y en una alianza militar de apoyo mutuo contra los intentos revolucionarios: la Santa Alianza.

  • Una Europa organizada por las potencias absolutistas. El Congreso de Viena.

El sistema de la Restauración se organizó en el Congreso de Viena, una reunión en la que los embajadores de los países vencedores de Napoleón se pusieron de acuerdo para sentar las bases del nuevo orden internacional. Los aspectos más destacados que se acordaron en el Congreso de Viena fueron:

La restauración en sus tronos de las monarquías legítimas que habían sido destronadas por la Revolución Francesa y Napoleón. En caso de haber fallecido los reyes depuestos, se pondría en el trono a sus herederos legítimos. Por este acuerdo la dinastía de los Borbones volvió al trono en Francia (con Luis XVIII, hermano de Luis XVI, ejecutado durante la Revolución) y en España (con Fernando VII, hijo de Carlos IV, a quien Napoleón arrebató el trono de España).

El poder de los monarcas sería absolutista, como antes de la Revolución. Y si algún monarca tuviera problemas en su país para mantener el gobierno absolutista, el resto de reyes le apoyarían de forma inmediata. El mapa de Europa se intentó devolver al estado anterior a las guerras napoleónicas, deshaciendo algunos países que habían nacido bajo la protección de Napoleón (como Italia y la Confederación del Rhin) y despojando a Francia de todos los territorios que había conquistado a sus vecinos. Bueno, y ya de paso de algunos más. En general, las potencias vencedoras intentaron establecer un equilibrio territorial entre ellas para que ninguna destacara por encima de las otras y tuviera la tentación de intentar imponerse al resto de Europa, como había hecho Francia con Napoleón.

  • Un pacto para la defensa del absolutismo. La Santa Alianza.

Para afianzar los acuerdos del Congreso de Viena, los principales reyes absolutistas de Europa firmaron una alianza militar, llamada la Santa Alianza. Una especie de OTAN del siglo XIX para la defensa del absolutismo. Los monarcas de Austria, Rusia y Prusia, fueron los impulsores, aunque luego fueron sumándose otros monarcas absolutistas, como Luis XVIII de Francia y Fernando VII de España. Todos éstos se consideraban a sí mismos reyes por la Gracia de Dios, por lo que su pacto no era sólo en defensa del absolutismo, sino también de la religión. Por eso lo de Santa...

Los principales acuerdos firmados por los integrantes de la Santa Alianza fueron, entre otros:

Respetar el reparto de territorios que se había hecho en el Congreso de Viena y no hacerse reclamaciones territoriales entre ellos (que en unos años se olvidaría). Mantener la vigilancia para impedir las iniciativas revolucionarias liberales en cualquier país de Europa (que se lo tomaron muy a pecho en los primeros tiempos). Celebrar periódicamente congresos o reuniones con el fin de adoptar nuevas medidas si fuese necesario (que lo fue). De esta manera, el dialogo y la negociación debían sustituir a la guerra entre las potencias europeas. Crear una fuerza armada conjunta lista para intervenir en cualquier país en el que surgiera un intento de revolución liberal contra el absolutismo (que surgió). Se quería evitar con este cuerpo de intervención que se repitiera el caso de la revolución Francesa y aplastar a los revolucionarios antes de que se hicieran fuertes en un país.

La Santa Alianza intervino con éxito en los años 20, ayudando a los reyes de Nápoles, Piamonte y España a sofocar intentos revolucionarios para acabar con su poder absoluto. En el caso de España, ha quedado grabado en la memoria histórica el nombre que se dio a las tropas francesas de la Santa Alianza que en 1823 entraron en España para ayudar a Fernando VII a imponer su gobierno absolutista. Tal vez hayas oído alguna vez nombrar a este ejército, conocido como los Cien mil hijos de San Luis, aunque, por supuesto, ni eran 100.000 ni eran tan hijos de santo... Después de la intervención en España en 1823, la Santa Alianza fue perdiendo fuerza, porque pronto sus integrantes empezaron a tener disputas entre ellos y las nuevas oleadas revolucionarias por Europa se hicieron demasiado numerosas como para poder frenarlas.

TEMA 4: Liberalismo y nacionalismo se extienden por Europa: Las ideas.

Vimos en el tema anterior cómo derrotado Napoleón el Antiguo Régimen volvió a imponerse por toda Europa en la época de la Restauración. Su caída definitiva no fue fácil, ya que hizo falta casi un siglo de revoluciones para que podamos darlo por desaparecido de la mayor parte de los países europeos. El siglo XIX es el siglo de las revoluciones, y acabará con la imposición en la mayor parte de Europa de un nuevo régimen, el liberalismo, basado en las ideas de la Ilustración, pero actualizadas y más desarrolladas gracias a los aprendizajes obtenidos en la Revolución Francesa. Por otra parte, el siglo XIX es también el siglo de los nacionalismos. El mapa de Europa experimentará importantes cambios porque las ideologías nacionalistas van a proponer que cada pueblo o nación tenga su propio Estado. Eso suponía en algunos casos, como el de Italia o Alemania, acabar con la división de estos territorios en varios estados enfrentados entre sí y conseguir la unidad nacional. En otros casos, el nacionalismo va a consistir en la lucha de algunos pueblos por separarse de los imperios que los tenían sometidos y crear sus propios estados independientes.

 Hacia el final del siglo XIX, tras años de revoluciones liberales y nacionalistas, la Europa que se prepara para dar la bienvenida al siglo XX es ya muy distinta a la del Antiguo Régimen. Un régimen nuevo se está imponiendo, el liberalismo, y con él una forma nueva de organizar el gobierno de los estados, la sociedad y la economía. El siglo XIX es el origen de un nuevo mundo, pero no supone el fin de las injusticias, de las guerras, ni de los conflictos entre potencias por imponer su autoridad.

  • El liberalismo del siglo XIX.

El liberalismo es una ideología que tiene sus bases y principios en la Ilustración, y que propone una nueva forma de organización que afecta al terreno político, social y económico. Sus principales precursores fueron filósofos y pensadores del siglo XVIII, anteriores a la Revolución Francesa. Las revoluciones americana y francesa intentaron llevar a la práctica las ideas liberales, que se afirmaron en los Estados Unidos pero fracasaron en el primer momento en Europa. A lo largo del siglo XIX, serán muchos los pensadores que desarrollen la ideología liberal y la hagan más adecuada para su triunfo definitivo en Europa. El grupo social que mejor se identificó con esta nueva ideología fue la burguesía, que aunque inició su lucha por el cambio unida al resto de elementos del Tercer Estado, con el tiempo acabó comprendiendo que sus intereses no coincidían con los de las clases bajas, que pronto comenzaron a tener sus propias ideas y entraron en conflicto con la burguesía liberal. Pero eso lo veremos en el próximo bloque.

  • El liberalismo en la política.

La idea central del liberalismo en la política es garantizar la libertad del individuo frente al Estado y evitar que éste tenga un excesivo poder, como sucedía en el Antiguo Régimen con el poder absoluto de los monarcas.

La ideología liberal encuentra sus bases en Montesquieu. Parte de la idea de que el Estado debe basarse en la separación de sus distintos poderes para evitar que ninguna persona o institución pueda acumular un poder excesivo y convertirse en tiranía. Por ello, los poderes legislativo, ejecutivo y judicial deben estar a cargo de instituciones distintas.

Según la teoría liberal, el Estado debe seguir una política de mínima intervención, o laissez faire (en francés, «dejar hacer»). Esto se basa en la convicción de que cada individuo buscará lo mejor para sí mismo y eso a la larga beneficia al conjunto de la sociedad, siendo la labor del Estado corregir los casos en que esto último no se cumpla.

El liberalismo defiende una organización política orientada hacia la libertad del individuo. Esta libertad no depende de la decisión del rey; porque el titular último del poder es el pueblo. Este poder, o soberanía popular, implica la limitación de la autoridad de los reyes mediante Constituciones, en las cuales se establecen los derechos de los ciudadanos: integridad personal y familiar, libertad religiosa, protección de la propiedad privada... Muy importante es también la libertad de prensa, porque sólo a través de una prensa libre se pueden expresar los partidos y decidir los ciudadanos entre las diferentes opciones que se ofrecen.

El derecho a legislar corresponde únicamente a los parlamentos elegidos por la ciudadanía, y los ciudadanos no están obligados a cumplir más que lo que las leyes disponen, conforme a la interpretación que de ellas hacen los jueces independientes. En resumen, como puedes comprobar, la ideología liberal es la que impregna nuestro actual sistema democrático en cuanto a la organización y funcionamiento del Estado, aunque algunos de sus principios, como veremos, se han suavizado.

  • El liberalismo en el terreno social.

La idea de la igualdad de derechos de todos los hombres (en principio las mujeres quedaban excluidas) había sido básica para los ilustrados y fue establecida como principio fundamental de los primeros estados liberales: los Estados Unidos de América y la Francia revolucionaria.

Esta idea se oponía frontalmente a la sociedad estamental, en la que obligaciones y privilegios se repartían de un modo muy desigual entre los tres estamentos sociales. En principio, la idea de igualdad social para los ilustrados no iba más allá de la igualdad ante la ley, de establecer que todos los hombres tuvieran el mismo trato, los mismos derechos y las mismas obligaciones. Dirás que soy pesado, pero repito de nuevo que ni para los ilustrados ni para los primeros liberales las mujeres se incluían en su concepto de igualdad, aunque ya desde finales del siglo XVIII algunas mujeres y hombres empezaron a reclamar que la igualdad de derechos debía extenderse al sexo femenino. Tal vez una de las expresiones más claras del concepto de igualdad que tenía el liberalismo del siglo XIX fue la que se puso por escrito en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano que, como vimos, hizo la Asamblea Nacional francesa en 1789, apenas iniciada la Revolución.

A continuación vamos a mencionar las principales ideas del liberalismo del siglo XIX en cuanto a la organización de la sociedad, y comprobarás que muchas de ellas siguen vigentes en nuestra sociedad actual.

El liberalismo defiende la no intromisión del Estado en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales, admitiendo grandes cotas de libertad de expresión y religiosa.

La igualdad jurídica de los individuos es la base de la nueva sociedad, en la que no deben existir privilegios ante la ley, ya que cada cual, según sus méritos, puede progresar en la vida.

Sin embargo, la igualdad económica no es una meta del liberalismo, ya que se considera que la riqueza de cada persona está en función de sus méritos y es inevitable que existan pobres y gente con escaso poder adquisitivo.

Aunque el liberalismo acaba con los privilegios de la sociedad estamental, los antiguos nobles terminaron integrándose en la nueva división social dentro del grupo dominante, formado por las personas más ricas. Los antiguos nobles, junto a los burgueses más ricos, formaron la nueva clase alta que aspiraba a controlar la sociedad, la economía y el Estado según sus intereses.

Bien, cuando se imponga el liberalismo ya no habrá privilegios para los nobles y los clérigos, ni tres estamentos legales con distinto trato ante la ley. Todos los hombres serán iguales en derechos, aunque no lo serán en sus condiciones de vida. Se acabaron los estamentos, pero nacieron las clases sociales, porque la vida y las oportunidades serán muy distintas para la gente de clase alta, clase media y clase baja, las nuevas etiquetas que servirán a partir del triunfo del liberalismo para encuadrar a las personas. Eso sí, reconociendo que ante la ley el poder adquisitivo no debería establecer diferencias. Qué distinta la teoría de la realidad.

  • El liberalismo económico del siglo XIX.

Las ideas económicas del liberalismo tienen su origen en una serie de pensadores del siglo XVIII, sobre todo ingleses, que opinaban que la falta de libertad de las personas para gestionar sus haciendas y su capital (ante tantas normas impuestas por el Estado y por la tradición) frenaba el desarrollo de la economía.

Probablemente, es en el terreno de sus ideas económicas en el que podemos sentirnos más críticos hacia la ideología liberal del siglo XIX. La libertad económica sin cortapisas ni intervención del Estado, que defendían los liberales, dejaba la economía bajo el control total de las clases adineradas, que aprovechaban su libertad para explotar salvajemente a las clases trabajadoras, como veremos en el próximo bloque. Es también en el terreno económico en el que el liberalismo ha evolucionado más, ya que en nuestros días, aunque vivimos en una economía liberal, el Estado interviene bastante, o puede intervenir, para evitar los abusos de los más poderosos y ayudar a los más débiles, aunque no sé por qué, a veces parece que las cosas no sean exactamente así. Oigamos de nuevo la voz de uno de los padres del liberalismo, Adam Smith, que justificaba de esta forma que la libertad económica de los individuos beneficiaba a toda la sociedad, y no sólo a los ricos.

El liberalismo defiende la no intromisión del Estado en las relaciones económicas entre los ciudadanos (reduciendo los impuestos a su mínima expresión y eliminando cualquier regulación sobre comercio, producción, etc.).

Para el liberalismo como mejor se regula la economía es por sí sola. La única ley reguladora, según sus defensores, debe ser la ley de la oferta y la demanda, que por supuesto no es una ley que haga el Estado.

La libre competencia entre los individuos que actúan en la economía, y el deseo de cada uno de prosperar, acaba traduciéndose, según el liberalismo, en el progreso económico de toda la sociedad. El papel que debe jugar el Estado en la economía, según el liberalismo, es garantizar la ley y el orden para que la economía pueda desarrollarse en paz y libertad. Aunque quien mejor explica esto es, una vez más, Adam Smith.

  • El nacionalismo en el siglo XIX.

La ideología nacionalista surgió en el siglo XIX, y como debes saber si estás al tanto de la política actual, ha llegado hasta nuestros días con gran fuerza. Esta ideología se basa en el concepto de nación, y pretende que cada pueblo que se considera a sí mismo una nación debe tener derecho a crear un Estado propio e independiente. A lo largo del siglo XIX el nacionalismo fue sinónimo de la libertad de pueblos oprimidos y sin derechos bajo el yugo de imperios absolutistas. Sin embargo, con el tiempo las ideas nacionalistas dieron lugar a odios y enfrentamientos entre pueblos vecinos, por lo que el balance que puede hacerse de esta ideología es muy distinto según quien lo haga. Fíjate, por ejemplo, en las palabras de Charles Degaulle, que fue presidente de la República de Francia a mediados del siglo XX.

Desde este punto de vista, una nación es un conjunto de personas que comparten una misma lengua, una misma cultura, una historia común y que, por lo tanto, debe tener derecho a constituirse en un Estado nacional (todos los miembros de la nación deben pertenecer a él) e independiente (el Estado nacional no puede depender del Estado de otra nación). Si el liberalismo tiene como base la libertad de los individuos frente al Estado, el nacionalismo aspira a la libertad de cada pueblo o nación para organizar su propio Estado y no depender de poderes externos.

  • ¿Cómo se extendieron las ideas nacionalistas por Europa?

En el sistema político del Antiguo Régimen, las diferentes monarquías absolutistas e imperios estaban integrados por diversas naciones bajo la autoridad de un mismo soberano. Pongamos el ejemplo de los reyes de España, que habían integrado bajo su corona un conglomerado de nacionalidades con distintas lenguas, tradiciones y cultura: Castilla, Aragón, Cataluña, Flandes, Nápoles... Otro ejemplo de Estado plurinacional del siglo XIX es el Imperio Austro-Húngaro, que a mediados del siglo XIX incluía numerosas nacionalidades: austriacos, alemanes, húngaros, checos, eslovacos, polacos, italianos...

La Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico ayudaron a difundir por Europa las ideas nacionalistas. Como recuerdas, el mapa de Europa fue alterado por Napoleón, que apoyó la creación de Estados nacionales que fueran aliados de Francia y restaran poder a los monarcas y emperadores que se le oponían. Con la Restauración se trató de volver al antiguo mapa de Europa y de acabar con las ideas nacionalistas. Diversos pueblos que se consideraban a sí mismos como nación fueron divididos y repartidos entre las potencias vencedoras (Italia, por ejemplo) o incorporados a los imperios vencedores. Sin embargo, el nacionalismo se extendió pronto en esos territorios: los belgas aspirarán a separarse de Holanda; los polacos no querían estar divididos entre varios imperios; los checos y húngaros rechazarán formar parte del Imperio Austríaco, etc. Durante la primera mitad del siglo XIX el nacionalismo fue un movimiento de carácter liberal y progresista, enfrentado a la Restauración y al Antiguo Régimen y promotor de movimientos de liberación nacional.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX el nacionalismo fue transformándose en ciertos casos en una ideología conservadora y agresiva, que despreciaba la libertad y dignidad del individuo (características de la primera etapa) y defendía los intereses de los grupos sociales que controlaban el poder en cada nación. Desde entonces contribuyó a provocar conflictos que desembocaron en el siglo XX en la Primera Guerra Mundial, pero eso lo veremos más delante.

  • Separarse y unirse. Dos tipos de nacionalismo.

Según el objetivo que se persiga, podemos distinguir dos tipos de nacionalismos en el siglo XIX, que podríamos decir que llegan hasta nuestros días.

El nacionalismo separatista (o centrífugo).

Es el que pretende la independencia política de una nación que se encuentra integrada dentro de un Estado más grande. Como ejemplos podrían considerarse la lucha de los griegos por separarse del Imperio Otomano, de los checos por separarse del imperio austro-húngaro o de los polacos por separarse del imperio ruso. En nuestros días, podemos considerar ejemplo de este tipo de nacionalismo el que representan algunos partidos nacionalistas vascos y catalanes en España.

El nacionalismo unificador (o centrípeto).

Es el que pretende la unificación en un solo Estado de naciones que se dividen en distintos Estados independientes. Como ejemplos de esta tendencia podrían considerarse los intentos de los nacionalistas italianos y alemanes por crear Estados que unieran a sus respectivas naciones bajo un mismo gobierno.

TEMA 5: Liberalismo y nacionalismo se extienden por Europa: Los hechos.

 Ahora que ya conoces las bases de las ideologías liberal y nacionalista, llega el momento de analizar cómo fueron propagándose y triunfando en la Europa del siglo XIX. Te advierto que este tema es bastante complicado, y no es por nada, es que realmente la propagación de estas ideas fue de por sí bastante complicada. En cualquier caso, no intentes memorizar cada fecha y lo que pasó en cada país, no es tu objetivo. Conviene que tengas en cuenta esta información, pero lo principal es que tomes conciencia de lo complicado que resultó conseguir que el liberalismo, finalmente, se impusiera al Antiguo Régimen. El liberalismo y el nacionalismo fueron ganando terreno muy lenta y costosamente. Más que de una revolución puntual en cada país, podemos hablar de oleadas revolucionarias que estallaban en diversos países de Europa simultáneamente, tal vez por imitación. Las tres principales oleadas revolucionarias se produjeron en 1820, 1830 y 1848. En algunos países los intentos revolucionarios eran solamente liberales: trataban de sustituir una monarquía absoluta por un gobierno constitucional. En otros casos los revolucionarios luchaban a la vez por conseguir la independencia y unidad de sus naciones y un régimen liberal. Por ello, no podemos separar fácilmente las revoluciones liberales y nacionalistas. Observarás en los siguientes apartados que en muchos territorios europeos los intentos revolucionarios liberales y nacionalistas fracasaban una y otra vez. Pero en cada oleada el liberalismo conseguía triunfar en algún país, y poco a poco esto ayudaba a que sus ideas se extendieran y se intentaran imitar.

Desde el punto vista de las relaciones internacionales, el gran acontecimiento de este siglo XIX en Europa será el nacimiento de dos nuevos países que jugarán un papel decisivo en los grandes conflictos internacionales: Italia y Alemania. Si en el siglo XIX la ideología nacionalista en estos países tuvo como meta conseguir la unificación de sus pueblos en un solo Estado Nacional, una vez conseguido esto, el nacionalismo se hizo agresivo y lanzó a estos países a una carrera por imponerse y someter a las naciones vecinas.

  • El siglo de las revoluciones. 1820 a 1848.

El famoso cuadro de Delacroix que abre este apartado simboliza perfectamente lo que fueron las revoluciones liberales de la primera mitad del siglo XIX. Un pueblo de todas condiciones lucha junto en una barricada contra el Antiguo Régimen. El símbolo femenino que une a burgueses, obreros, desempleados, soldados... es la Libertad, que con su impulso marca la senda que hay que seguir. Una libertad que no es un regalo del cielo, ni una concesión de los monarcas absolutistas, hay que ganarla con las armas, como la que lleva la mujer en su mano izquierda. Y la libertad tiene sus mártires, los caídos en las barricadas. El siglo XIX se conoce en la historia con dos motes, y los dos vamos a verlos en este tema. Uno de ellos es el siglo de las revoluciones, y es que el Antiguo Régimen no cayó en Europa de una manera puntual. Hicieron falta oleadas revolucionarias en muchos países, y bastantes intentos fracasados para que, finalmente, el liberalismo se impusiera como nueva forma de organización en la mayor parte de los países europeos. Pero comencemos por el principio. Recordarás que en 1815 habíamos dejado una Europa muy tranquila, en la que las fuerzas del Antiguo Régimen habían derrotado a Napoleón y a los partidarios de la Revolución. Se había reorganizado el mapa de Europa en el Congreso de Viena y se había creado la Santa Alianza para defender los tronos absolutistas de Europa de las tendencias revolucionarias. Todo parecía en calma, pero en algunos territorios muchos añoraban la libertad que se había vivido en los años anteriores y no soportaban la vuelta al absolutismo.

A comienzos de los años 20 se produjeron i simultáneamente episodios revolucionarios en varios países, casi todos de la Europa mediterránea. En Portugal, en España, en Piamonte y en Nápoles movimientos populares apoyados por la burguesía y, como en el caso de España, por parte del ejército, intentan obligar a sus reyes absolutistas a que acepten un liberalismo moderado y gobiernen bajo una Constitución. Momentáneamente triunfan en algunos países, como en España, donde el rey Fernando VII es obligado a aceptar la Constitución de 1812.

Sin embargo, en los años 20 la Santa Alianza estaba en su apogeo y los monarcas absolutistas del resto de Europa enviaron tropas que ayudaron a los reyes en apuros a someter a los rebeldes y recuperar su poder absoluto. También en Rusia su emperador consiguió abortar un intento de revolución liberal. La primera oleada revolucionaria contra el absolutismo fue liquidada sin que se consiguieran avances en ninguno de los territorios donde estalló. Pero era sólo la primera batalla de una guerra que iba a ser larga.

También se puede incluir en la oleada revolucionaria de los años 20 el movimiento de independencia de las colonias americanas de España. En ellas los colonos se negaron a reconocer el poder absoluto de Fernando VII e iniciaron su propio proceso de independencia, muy inspirado en el de los colonos ingleses de Norteamérica. Aunque durante años España no reconoció la independencia de sus colonias americanas, las victorias militares de los rebeldes fueron proclamando distintos estados en Sudamérica, que se organizaron como repúblicas liberales.

  • La oleada revolucionaria de 1830.

En 1830 se vuelve a producir por Europa una oleada de intentos revolucionarios liberales. Esta vez el ataque al Antiguo Régimen tuvo mayor seriedad, entre otras cosas porque se produjo en más lugares y de forma más organizada. Como en 1789, Francia fue el corazón de la revuelta, que luego se extendió a otros países. Al mismo tiempo que en Francia se alzaban los liberales, en diversas partes de Europa estallaron revoluciones nacionalistas, aunque impregnadas también de ideas liberales (Bélgica, Polonia, Italia, Alemania...). Éstas las comentaremos en el próximo apartado, pero debes tener en cuenta que al producirse estallidos revolucionarios en tantos sitios a la vez, esta vez fue imposible que los monarcas absolutistas se ayudaran mutuamente. Por otra parte, el pacto de la Santa Alianza había dejado de funcionar oficialmente en 1825. En esta ocasión los liberales tenían más oportunidades, y supieron aprovecharlas, al menos en Francia.

En París estalló una revuelta popular contra el rey absolutista Carlos X y pronto se extendió por todo el país. Ante la derrota de las tropas monárquicas, Carlos X abandonó Francia y se proclamó a su pariente Luis Felipe de Orleans rey constitucional. La burguesía moderada tomó el control de los acontecimientos para impedir que el pueblo más humilde se saliera del tiesto, como había pasado en la primera Revolución.

Según la nueva Constitución, el rey tendría el poder ejecutivo (dirigir el gobierno), mientras que el poder legislativo (hacer las leyes) residiría en una Asamblea de diputados elegidos por sufragio censitario (sólo votarían en las elecciones los hombres con un determinado nivel de riqueza). El liberalismo que triunfó en Francia en 1830 era el más moderado, el que interesaba a los sectores más ricos de la burguesía. El pueblo que había luchado en las calles por la libertad, una vez más, se vio apartado de la toma de decisiones, por lo que muchos liberales no quedaron contentos con el nuevo régimen y siguieron conspirando para conseguir un régimen liberal más democrático. Con el triunfo de la revolución de 1830 el liberalismo quedó afianzado en Francia, donde ya nunca se volvería al absolutismo y al Antiguo Régimen. Sin embargo, los estallidos revolucionarios en otras partes de Europa (Polonia, territorios alemanes e italianos) fueron aplastados por sus respectivos gobiernos absolutistas. Habría que prepararse mejor para el próximo intento.

  • La oleada revolucionaria de 1848.

Como habrás observado, esto de las revoluciones liberales funcionaba a base de oleadas. Cada cierto tiempo surgía la chispa revolucionaria en un país y se imitaba por toda Europa, aunque con distintos resultados. En 1848, por ejemplo, se produjo la oleada revolucionaria más intensa del siglo XIX, y la última que vamos a comentar. Una vez más, y van tres, la revolución tuvo su origen en Francia y luego se extendió por gran parte de Europa. Aunque en Francia existía una monarquía constitucional desde 1830, muchos liberales estaban descontentos porque se había creado un sistema que sólo beneficiaba a los sectores más ricos de la sociedad. A este descontento se sumó una fuerte crisis económica en 1847. Afectó al sector agrario tras una serie de malas cosechas, en especial de patatas, alimento básico para las clases populares, que comenzaron a pasar hambre ante la carestía de los alimentos. La mala situación del campo influyó en los sectores industrial y financiero, llevando al paro a muchos obreros.

La monarquía de Luis Felipe de Orleans, por otra parte, sólo satisfacía los intereses de la alta burguesía, mientras que la pequeña burguesía y las clases trabajadoras quedaban política y económicamente desatendidas.

Ante la mala situación del pueblo, se produjo en París un levantamiento de obreros, pequeños burgueses y estudiantes, protestando por las malas condiciones de vida de las clases bajas. De nuevo barricadas por las calles, enfrentamientos armados contra las tropas del rey, muchos soldados se pasan a los sublevados y... victoria de la revolución. El control de las calles por el pueblo armado obligó a dimitir al rey Luis Felipe de Orleans, que abandonó el país.

Ante el vacío de poder, se proclamó la República y se nombró un gobierno provisional, mientras se preparaba una nueva Constitución más democrática y se convocaban elecciones. Este gobierno provisional tomó medidas de avanzado carácter social a favor de los más débiles, concediendo mayores libertades y más igualdad. Fíjate en algunas de estas medidas:

Las elecciones convocadas se harían por sufragio universal (masculino), con participación de todos los hombres sin tener en cuenta sus ingresos económicos.

Se decretó una total libertad de prensa y de asociación.

En medio de una situación de enorme paro, se incluyó el Derecho al trabajo como derecho fundamental de las personas.

Se estableció por primera vez un límite a la jornada laboral de obreros y campesinos, fijando un máximo diario de 10 horas.

El gobierno decidió crear talleres nacionales para dar empleo a los parados.

Todo esto hacía pensar que esta revolución iba a dar el verdadero poder a las clases bajas, pero la burguesía tuvo miedo de que la situación se descontrolara, como pasó con los jacobinos años atrás, y se pasara de una libertad moderada a un control del Estado por los elementos más radicales. Los pequeños burgueses se unieron a la alta burguesía y consiguieron que la República volviera a estar controlada por las clases altas y se diera marcha atrás a muchas medidas de carácter social igualitario.

No sólo eso, sino que además se convirtió en Presidente de la República, ganando las elecciones, un sobrino de Napoleón Bonaparte, que imitando a su tío pronto se proclamó Emperador de Francia, con el nombre de Napoleón III. El recuerdo de Napoleón seguía siendo la mejor forma de calmar al pueblo manteniendo las clases altas el control de la situación.

El estallido revolucionario en Francia de 1848 se imitó por muchos países de Europa casi inmediatamente, con resultados en gran parte favorables para las ideas liberales moderadas.

En los territorios alemanes las revoluciones de 1848 tuvieron un fuerte carácter nacionalista, buscando la unidad nacional. Aunque eso no se consiguió, al menos el rey de Prusia se vio obligado a aceptar gobernar con una Constitución.

En el Imperio Austro-Húngaro el emperador Fernando I tuvo que aceptar la formación de una Asamblea Constituyente. Las protestas nacionalistas se unieron a las liberales, especialmente en Hungría y Chequia, que lograron cierta autonomía dentro del Imperio. En los territorios italianos los estallidos revolucionarios consiguieron que la monarquía constitucional y el liberalismo moderado se impusieran en Nápoles y en el Reino de Piamonte. Al mismo tiempo, los territorios del Norte de Italia, que estaban en poder del Imperio Austriaco, se rebelaron pidiendo su independencia, aunque sin éxito. La oleada revolucionaria del 48 había llevado al poder en muchos países a un liberalismo moderado, pero también había mostrado el peligro que suponía para la burguesía liberal el desarrollo de ideas de igualitarismo y democracia entre las clases bajas.

  • La primavera de los pueblos. Movimientos nacionalistas. 1820 a 1871

Mencionamos anteriormente que el siglo XIX se conoce con dos motes. Uno ya lo hemos visto, el siglo de las revoluciones, y otro lo vamos a ver ahora, la primavera de los pueblos. Este segundo apodo del siglo XIX, como te puedes imaginar, hace referencia a la extensión de los movimientos nacionalistas por Europa, que provocarán el nacimiento de nuevos países y cambiarán profundamente el mapa del continente. También mencionamos anteriormente que las ideas nacionalistas se mezclaron con las liberales en las grandes oleadas revolucionarias que hemos visto. Por eso, antes de pasar a analizar los dos grandes acontecimientos que más van a marcar la posterior historia de Europa, las unificaciones de Italia y Alemania, vamos a repasar los estallidos nacionalistas que se produjeron durante esas oleadas revolucionarias.

En la oleada revolucionaria de 1820, se produjo un estallido nacionalista en Grecia, que en esa época estaba incluida en el Imperio Turco Otomano. En Grecia la revolución fue nacionalista y liberal al mismo tiempo, como puedes observar en el documento de la Declaración de Independencia griega.

Por una parte, el pueblo griego se sublevó contra la dominación del Imperio Otomano y proclamó su independencia, pero al mismo tiempo la ideología que trataba de establecer el nuevo estado era de tipo liberal.

La revolución liberal-nacionalista griega acabó triunfando, aunque tras una guerra de nueve años que se cobró muchas vidas. Grecia contó en su lucha con el apoyo de Gran Bretaña, que envió armas y dinero a los sublevados. Finalmente, en 1829 el emperador Otomano reconoció la independencia de Grecia y, tras un gobierno provisional, este país se convirtió en una monarquía constitucional en 1831. Como puedes observar en la declaración de independencia griega, se daba mucha importancia a obtener libertades fundamentales, además de conseguir un estado independiente.

En la oleada revolucionaria de 1830 hubo revueltas nacionalistas en varios territorios. Polacos, italianos y alemanes se sublevaron contra sus gobernantes absolutistas, pero también intentaban unir sus patrias bajo un único Estado. Ya vimos que estas revueltas fueron aplastadas, pero hubo un territorio que en 1830 sí consiguió su independencia: Bélgica.

La historia de la actual Bélgica es muy complicada. Desde la Edad Media este territorio había estado dominado por monarcas extranjeros, y había ido cambiando de manos según la evolución de la política internacional: Entre el siglo XV y el siglo XVIII Bélgica fue patrimonio de la familia Habsburgo, en ocasiones de su rama española y en otras de su rama austriaca. Durante las guerras de la Revolución Francesa el territorio fue conquistado por Francia y convertido por Napoleón en una provincia francesa. Tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena acordó unir Bélgica con Holanda y dejarla bajo el dominio del Reino de los Países Bajos.

Los belgas se sumaron a la oleada revolucionaria de 1830 para luchar por su independencia frente a Holanda y consiguieron triunfar. Al tiempo que Bélgica se convertía en un país independiente, se impuso como forma de gobierno la monarquía constitucional, por lo que en el nuevo Estado iban a dominar las ideas liberales de separación de poderes y derechos constitucionales.

En la oleada revolucionaria de 1848 las revueltas nacionalistas fueron importantes en muchos territorios del Imperio Austro-húngaro, que intentaron independizarse, y en territorios alemanes e italianos, que intentaban unificarse. Aunque hemos visto que las revoluciones del 48 consiguieron imponer un liberalismo moderado en la mayor parte de Europa, los movimientos nacionalistas, sin embargo, tuvieron poco éxito. Algunos territorios del Imperio Austro-húngaro, como Chequia y Hungría, consiguieron algo de autonomía, pero ni los italianos y alemanes consiguieron crear sus estados unificados ni las naciones sometidas al Imperio Austro-húngaro consiguieron su independencia.

  • La unificación italiana. 1859-1871

A lo largo de este tema hemos mencionado más de una vez los territorios italianos. Ahora vamos a poder hablar con propiedad de Italia, porque veremos cómo esos territorios se convirtieron en un Estado unificado. Y no fue fácil. Fue un proceso que llevó doce años y se produjo mediante conflictos armados y estallidos revolucionarios.

La idea de una Italia unificada bajo un solo Estado había sido impuesta por Napoleón, pero fue anulada en la época de la Restauración. En 1820 Italia era un mosaico de pequeños estados absolutistas que vivían en el Antiguo Régimen, y además casi todo el Norte de Italia estaba en manos del emperador austriaco. La lucha por la creación de un estado italiano unificado comenzó desde el reino del Piamonte, que se había convertido en una monarquía constitucional en 1848 con el rey Víctor Manuel II. Éste se enfrentó con el Emperador austriaco y en una guerra en la que recibió ayuda de Francia consiguió derrotarlo e incorporar al reino de Piamonte algunos territorios del Norte de Italia que habían pertenecido al Imperio Austro-húngaro (Lombardía).

En 1859, tras su éxito frente a Austria, Víctor Manuel II se presenta ante el pueblo oprimido del resto de estados absolutistas italianos como un posible liberador, al tiempo que unificador de Italia. En muchas zonas estallan motines liberales y nacionalistas y las tropas de Víctor Manuel consiguen ir ocupando todo el Norte de Italia. Los pequeños estados de esa zona fueron, por lo tanto, incorporados al Reino de Piamonte.

En 1860, el otro gran reino del Sur de Italia, el de Nápoles-Sicilia, también fue incorporado por Víctor Manuel II a su corona, con la ayuda de los liberales de Nápoles y de un ejército de voluntarios al mando de Garibaldi. Tras la incorporación de Nápoles a su reino, Víctor Manuel II se proclamó Rey de Italia por la gracia de Dios y voluntad de la nación. Observa que, como los monarcas absolutistas, no renuncia a considerar su trono una concesión divina, pero añade que también es rey por voluntad de la nación, es decir, de su pueblo.

Aunque desde 1860 podemos decir que existe el reino de Italia, todavía quedaba en el centro de la Península un extenso territorio que escapaba al control del nuevo reino: los Estados Pontificios gobernados por el Papa desde Roma. El Papa se negaba a ceder su soberanía al nuevo reino, y Víctor Manuel tampoco quería usar la fuerza porque era católico y estaba muy feo atacar militarmente al Papa, aunque lo tenía rodeado. La situación se arregló cuando estallaron motines liberales en los territorios del Papa y éste se vio obligado a reconocer su derrota y negociar, lo que se produjo en 1871.

A partir de 1871, la nueva Italia unificada abarcaba ya casi los mismos territorios que actualmente y se estableció la capital en Roma, aunque todavía quedaban en el Norte algunas zonas en poder de Austria que Italia seguirá reclamando, y que mantendrán la tensión militar en la zona a lo largo del resto del siglo XIX.

  • La unificación alemana. 1866-1871

Como en el caso de Italia, pero aun más complicado, el territorio alemán se dividía en 1820 en más de 30 estados independientes. Algunos eran muy pequeños, pero otros se habían convertido en reinos importantes que se disputaban la hegemonía en el territorio alemán.

Desde tiempo inmemorial había existido la idea de que el pueblo alemán formaba una nación y habían existido algunas instituciones comunes a todos los estados alemanes. En el Antiguo Régimen todavía existía el Sacro Imperio Romano- Germánico, que en el siglo XIX se había convertido en la Confederación Germánica, que agrupaba a todos los estados alemanes pero sólo de forma simbólica. La idea de conseguir la unificación de todos los territorios alemanes, sin embargo, había cobrado fuerza con el desarrollo de las ideas liberales y nacionalistas.

Tradicionalmente, Austria y Prusia, que eran los estados alemanes más grandes y poderosos, se habían enfrentado por ejercer el predominio sobre el resto de territorios alemanes. En ambos casos, sin embargo, sus gobernantes absolutistas no habían contado con el apoyo del pueblo y habían tenido que soportar intentos de revoluciones liberales. La situación comenzó a cambiar a partir de la oleada revolucionaria de 1848, cuando en Prusia se impuso un régimen liberal moderado que, rápidamente, permitió un notable desarrollo económico y una modernización del país.

Para mejorar el comercio, Prusia propuso a los estados alemanes en 1835 crear una unión aduanera, algo así como nuestra actual Unión Europea, lo que ayudó a que el país se modernizara y equipara un moderno y potente ejército, que sería su principal arma para conseguir la unificación alemana. En 1866, tras una disputa sobre unos pequeños ducados alemanes, Prusia y Austria se declararon la guerra. El pequeño reino del Norte consiguió una brillante y rápida victoria sobre el gigante del Sur, y obligó al emperador austriaco a rendirse y a renunciar en el futuro a intentar ejercer su influencia en los asuntos de los territorios alemanes. Tras su victoria, Prusia se apoderó además de algunos pequeños estados alemanes del Norte y obligó al resto a aceptar su autoridad e integrarse en la Federación Alemana del Norte.

En 1870 a Prusia sólo le faltaba controlar algunos estados alemanes del Sur y de la frontera con Francia. Sin embargo, el nuevo Emperador de Francia, Napoleón III, también aspiraba a extender el dominio de Francia en esa zona, o por lo menos a no tener ningún vecino excesivamente peligroso, por lo que se convertirá en el gran obstáculo para la unificación definitiva de Alemania. El canciller Bismarck buscó de nuevo una excusa para forzar una declaración de guerra entre Prusia y Francia, consiguiendo que estallara el conflicto y que todos los territorios alemanes que seguían siendo independientes apoyaran a Prusia en esta guerra. No hay nada como tener un enemigo común para unir a la gente. La superioridad militar del moderno ejército prusiano fue de nuevo decisiva, y en menos de un año las tropas prusianas estaban a las puertas de París, tras haber aplastado al ejército de Napoleón III en la batalla de Sedán. Tras su victoria sobre Francia y el sometimiento a su autoridad de los últimos estados alemanes que se mantenían independientes, el rey Guillermo I de Prusia pudo proclamarse káiser (emperador) de Alemania. Alemania nacía como estado unificado con aspiraciones de convertirse en la nueva potencia imperialista del centro de Europa.

  • ¿Y en España qué? De 1789 a 1868.

España forma parte de Europa y tuvo participación en gran parte de los acontecimientos que hemos narrado. Sin embargo, la implantación del liberalismo en nuestro país fue un proceso complicado (e imperfecto según algunas opiniones) que conviene analizar con un poco de pausa, porque tuvo una repercusión muy importante en nuestra posterior historia.

La implantación del liberalismo en España no fue un proceso fácil, ya que los defensores del Antiguo Régimen intentaron por todos los medios frenar las corrientes de cambio. Las ideas ilustradas habían penetrado en España durante el siglo XVIII, en parte apoyadas por la monarquía borbónica. Sin embargo, cuando en Francia estalló la Revolución la monarquía española tomó partido por la defensa del absolutismo monárquico y por la intervención contra el gobierno revolucionario.

La intervención de España en las guerras napoleónicas fue desastrosa para nuestro país, que acabó invadido por las tropas francesas. Napoleón apresó a la familia real española y obligó al rey Carlos IV y a su hijo Fernando a renunciar al trono español. En su lugar, Napoleón colocó como rey de España a su hermano José Bonaparte, que llegó a Madrid acompañado de numerosas tropas francesas. Aunque este rey venía a establecer una monarquía de corte liberal, el pueblo español no lo aceptó y comenzó una guerra contra el ejército francés invasor.

La resistencia a la invasión francesa originó una guerra de liberación, conocida como la Guerra de Independencia, en la que los liberales españoles tomaron la iniciativa. Un gobierno provisional asumió la legalidad frente al gobierno francés de ocupación. Se convocaron Cortes en Cádiz, no ocupada por las tropas francesas, y estas Cortes asumieron la tarea de redactar la primera Constitución española en 1812, reconociendo como rey legítimo a Fernando VII, retenido en Francia.

Como puedes observar en los artículos de la Constitución de 1812, el gobierno provisional que luchó contra las tropas francesas tenía una ideología liberal, y esperaba que cuando volviera a España el rey legítimo Fernando VII, éste aceptaría gobernar como rey constitucional compartiendo el poder con las Cortes.

Tras la derrota de Napoleón y la retirada de las tropas francesas de España, volvió al país y al trono Fernando VII. Pero a su vuelta, los sectores partidarios del Antiguo Régimen, la nobleza y la Iglesia, consiguieron convencer al rey para que suprimiera la Constitución y se restaurara el Antiguo Régimen y el absolutismo.

Durante el reinado de Fernando VII, absolutistas y liberales estuvieron en permanente pugna, y el rey se vio obligado durante un período breve a aceptar la Constitución ante la presión de los militares, como debes recordar porque lo hablamos en el tema de las revoluciones de 1820. En 1823, con la ayuda de la Santa Alianza, recuperó su poder absoluto y reprimió duramente a los liberales durante el resto de su reinado. Fernando VII murió en 1833 siendo un rey absolutista.

  • La libertad de la mano de una niña. El reinado de Isabel II. 1833-1868

A su muerte en 1833, Fernando VII dejaba una herencia muy complicada. Por una parte estaba su hija Isabel, de dos años de edad, a la que el soberano había designado heredera. Sin embargo, el hermano del rey fallecido, Carlos María Isidro de Borbón, alegaba tener un derecho preferente al trono por ser hombre. Los liberales, que contaban con mayoría en el ejército, acabaron apoyando la causa de la princesa Isabel, que accedió al trono como Isabel II. A cambio de este apoyo la monarquía isabelina aceptó el constitucionalismo y la ideología liberal.

Los partidarios del absolutismo y del Antiguo Régimen apoyaron al infante Carlos María Isidro, y pasaron a ser conocidos como carlistas. Durante todo el siglo XIX intentaron en diversas ocasiones derrocar el liberalismo y provocaron varias guerras, conocidas como guerras carlistas. En todas ellas fueron derrotados sin conseguir su objetivo.

Aunque no podemos hablar de una revolución liberal como la francesa, la implantación del liberalismo en España estuvo marcada por la resistencia violenta de los sectores conservadores, y por conflictos armados que enfrentaron a los españoles del siglo XIX y, en cierto modo, fueron el anticipo del gran conflicto que tiñó de sangre la España del siglo XX, la Guerra Civil de 1936-1939.

El reinado de Isabel II, entre 1833 y 1868, supuso el triunfo en España de un sistema liberal muy moderado y conservador, que concedió pocos derechos al pueblo y permitió la formación de una nueva clase dirigente, integrada por la alta burguesía y la antigua nobleza, que se enriquecieron sin escrúpulos gracias al control del Estado y, cómo no, de las obras públicas.

En el terreno político, los liberales en el poder se dividieron en dos grupos enfrentados por el control del gobierno: los progresistas y los moderados. Ambos grupos terminaron dando lugar a sendos partidos políticos que se alternaron en el gobierno durante el reinado de Isabel II. En realidad, ningún cambio de gobierno se produjo porque el partido gobernante perdiera unas elecciones (de tan amañadas que las tenían), sino que la reina cambiaba de gobierno cada vez que triunfaba un pronunciamiento militar que proponía el cambio.

El hecho de que los dos grandes partidos políticos liberales estuvieran dirigidos por militares, y el recurso a los pronunciamientos militares para cambiar los gobiernos, ocasionaron que la política española se acostumbrara a lo largo del siglo XIX a que los militares controlaran los asuntos políticos, dejando la participación ciudadana en las elecciones en un plano anecdótico.

La corrupción y los escándalos fueron la tónica general durante el reinado de Isabel II, mientras que las clases más bajas mejoraron muy poco sus malas condiciones de vida y contaron con pocos derechos y escasa posibilidad de participar en la política. Finalmente, todos los sectores descontentos con el régimen isabelino se unieron en 1868 y se produjo una revolución que obligó a la reina a renunciar al trono y abandonar el país. Poco quedaba de la niña aclamada por el pueblo que había traído la libertad a España, después de años de continuas campañas de desacreditación de su persona. El liberalismo seguía en el poder, pero se intentó durante unos años organizar un Estado nuevo con una mayor justicia social y democracia.

  • Balance de un siglo de revoluciones.

 

Por un lado, el liberalismo acabará imponiéndose en la mayoría de países europeos. En muchos casos mediante monarquías constitucionales y con derechos limitados para el pueblo, como le gustaba a la burguesía adinerada.

El mapa europeo se verá muy transformado por el nacimiento de nuevos estados que consiguen su independencia (Bélgica y Grecia) o que consiguen su unificación (Italia y Alemania).

Sin embargo, apenas acaba de triunfar el liberalismo y ya empieza a sufrir críticas por parte de los nuevos sectores descontentos, los que se sienten oprimidos y maltratados en esta nueva sociedad: los obreros, que son explotados en las fábricas sin tener derecho a voto, o las mujeres, que son apartadas de la participación política aunque tengan cultura y medios económicos. Pronto la palabra liberal no va a definir a los que quieren cambiar la sociedad, sino a los que han llegado al poder y tratan de conservarlo, y dentro del liberalismo político se comenzarán a distinguir dos tendencias: • Los conservadores, partidarios del sufragio censitario y de un Estado liberal controlado por los más ricos. • Los progresistas, o demócratas, partidarios del sufragio universal y de un Estado que dé más derechos a las clases bajas.

Ambas tendencias del liberalismo se alternaron en el poder sin grandes problemas, puesto que aceptaban unas mismas ideas básicas, pero pronto tendrán un serio competidor en el movimiento obrero, que desencantando con el trato que el liberalismo daba a las clases bajas propondrá un modelo de sociedad alternativo.

TEMA 6. “LAS ARTES PLÁSTICAS EN LA ERA DE LAS REVOLUCIONES. DEL BARROCO AL ROMANTICISMO.

  • El Barroco: la pintura del Antiguo Régimen.

El Barroco no es sólo un estilo pictórico, es todo un movimiento cultural del siglo XVII que afectó a todos los campos del pensamiento y las artes.

Podríamos considerar como rasgos más característicos de la pintura barroca:

  • La sensación de profundidad.

Ante un cuadro barroco se suele tener la percepción de que las figuras no están en un lienzo plano, sino que ocupan un espacio y tienen volumen. Esto se consigue jugando con los primeros y segundos planos, o con pequeños recursos como la colocación de los cuerpos, los gestos de las manos, algún personaje que da la espalda al espectador…

  • La luz predomina sobre la forma.

Un rasgo típico de la pintura barroca es la obsesión por captar los distintos matices que ocasiona la luz sobre los objetos. Los pintores parecen dar más importancia a la luz que a marcar con claridad y nitidez los contornos de las cosas.

  • El color predomina sobre el dibujo.

Los pintores barrocos eran magníficos dibujantes, pero en sus cuadros no suelen marcar mucho los trazos que delimitan el contorno de las figuras. Vamos, que no dibujaban trazos muy marcados, sino que usaban los toques de color del pincel para dar forma a los objetos. Esta forma de pintar se aprecia sobre todo si se mira muy de cerca un cuadro barroco, aunque cada autor puede tener distintos niveles de soltura en la pincelada.

  • Se busca dar sensación de movimiento.

Se dice que un rasgo de la pintura barroca es su dinamismo, la sensación de movimiento. Eso se consigue en gran parte gracias a la composición. ¿Qué es la composición? Ni más ni menos que la forma en que se disponen las figuras en el cuadro. Cuando haces un retrato de grupo con tu cámara seguro que cuidas la composición. Dónde se pone cada persona, las más altas detrás, formando dos líneas… Si es así, tienes poco estilo barroco, porque intentas organizar las figuras de una manera ordenada y basada en las líneas rectas y en figuras geométricas simples.

  • El realismo en toda su crudeza y en los pequeños detalles.

Su afán de captar la realidad, ya sea representando lo macabro y desagradable, o recreándose en tratar pequeños objetos cotidianos como tema central de un cuadro. Uno de los temas favoritos de los pintores barrocos españoles fue el de los martirios de santos. La iglesia católica hacía muchos encargos de este tema porque quería oponerse a los protestantes, que rechazaban el culto a los santos. La estética barroca que hemos visto se prestaba perfectamente a reflejar estas muertes violentas.

 

  • La pintura neoclásica: al servicio de la Ilustración y la Revolución.

El estilo neoclásico comienza a imponerse entre los artistas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y podemos considerarlo en casi todos los sentidos una reacción contra el Barroco. Sin duda el Neoclasicismo es el arte asociado con la Ilustración, y traslada al lenguaje pictórico algunos de sus principios: racionalidad, claridad, sencillez, equilibrio… La propia palabra que define este estilo nos habla de su fuente de inspiración: el mundo clásico de la antigüedad griega y romana. En la difusión de las nuevas ideas artísticas tuvo mucho que ver el hecho de que en 1748 se descubrieran las ruinas de la ciudad romana de Pompeya, lo que puso de moda por toda Europa el interés por la época romana. Lo cierto es que el estilo Neoclásico tuvo mayor repercusión en la arquitectura y en la escultura, porque se contaba con más ejemplos conocidos de la época griega y romana que se podían imitar. En pintura la cosa no era tan fácil, porque no se disponía de muchos ejemplos de pinturas de la época clásica.

El estilo neoclásico en la pintura no tiene tantos artistas destacados como el estilo barroco, y tampoco tuvo una duración excesiva, por lo que algunos artistas, como Goya, empezaron pintando según el estilo neoclásico pero pronto evolucionaron hacia otras formas de pintar.

  • Normalmente se huye del movimiento y, cuando éste está presente, parece congelado, estable y predecible.

Frente al sentido de movimiento y dinamismo de las escenas barrocas, la pintura neoclásica prefiere composiciones más equilibradas y calmadas. Incluso cuando se representan escenas movidas da la sensación de que las figuras están posando, no moviéndose con naturalidad.

  • El dibujo está muy marcado, de manera que las figuras parecen esculpidas.

La estética neoclásica prefiere la delimitación bien clara de los contornos de las figuras y objetos, nada de pinceladas difuminadas. Por ello es importante que el pintor sea un buen dibujante y trace con claridad el perfil de los objetos, que luego se rellenará con el color.

  • La luz es clara y poco estridente.

Los contrastes violentos de luz y sombra que tanto gustaban en el Barroco han pasado de moda. Al pintor neoclásico le gusta una luz diáfana, luminosa o difusa, pero sin estridencias. Casi nunca pretende ser una luz natural, parece que hubieran iluminado las escenas como en un plató de televisión.

  • Colores planos, armónicos y poco matizados.

A los pintores neoclásicos no les gustan las estridencias en el color, ni entretenerse en captar los efectos de la luz sobre los colores, ni crear matices a base de pinceladas con tonos distintos de un mismo color. La belleza para ellos está en lo simple, y por tanto se eligen colores armónicos, que no creen contrastes violentos, y cada uno aplicado sin demasiadas tonalidades.

  • Los temas favoritos de los pintores neoclásicos son la historia y los mitos de la época griega y romana.

Por supuesto tocan más temas: retratos de personajes, escenas religiosas, escenas de acontecimientos de la época… En cualquier caso, casi siempre hay una intención didáctica o moralizadora en los temas de la pintura neoclásica, como no podía ser menos si participaba de las ideas de la Ilustración.

  • La pintura romántica: de la razón al corazón.

El Romanticismo es un movimiento cultural complejo que afectó a todos los campos del arte y que se asocia perfectamente con la nueva ideología liberal y nacionalista del siglo XIX. Se puede decir que traduce al Arte el espíritu de las revoluciones y la exaltación de los valores nacionales. Como rasgos generales del Romanticismo podemos destacar:

La exaltación de la individualidad del artista. Es una reacción contra las normas excesivamente rígidas y academicistas del Neoclasicismo. El artista romántico confía en su inspiración y en su poder creativo más que en las reglas académicas.

La expresión libre de los sentimientos. El arte romántico sale del corazón del artista y llama al corazón del espectador. Se describen sin pudor sentimientos exaltados, íntimos o universales.

La pasión por la libertad y por las tradiciones nacionales. Aunque el Romanticismo es el arte de las revoluciones liberales, busca en el pasado lejano de los pueblos sus raíces históricas. Si el Neoclasicismo exaltaba los valores comunes heredados de la cultura clásica, el Romanticismo va a encontrar en la Edad Media su mejor fuente de inspiración.

No se puede poner una fecha de inicio al estilo romántico, porque desde finales del siglo XVIII se apuntan rasgos románticos en diversos artistas. Desde comienzos del siglo XIX el Romanticismo empieza a cobrar auge y durante años convive con el estilo neoclásico, al que acabará imponiéndose conforme avanza el siglo. Si el estilo neoclásico tuvo más repercusión en la arquitectura y en la escultura, el Romanticismo, por su parte, encuentra su mejor forma de expresión y sus mejores artistas en la pintura.

Veamos a continuación algunas características esenciales de la pintura romántica.

  • Vuelven las composiciones dinámicas y violentas.

En cuanto a la composición de las escenas, el Romanticismo supone una vuelta al dinamismo barroco. Los pintores parecen cansados de la composición equilibrada de la pintura neoclásica y recuperan las líneas diagonales, los movimientos violentos y las escenas convulsas. Ese dinamismo lo vemos con claridad en las escenas de grupo, pero si sabes buscarlo puedes encontrarlo incuso en la representación de un paisaje.

  • Vuelven los contrastes violentos de luces y sombras.

El gusto por el dramatismo en la pintura romántica se deja sentir también en el tratamiento de la luz. Como en el barroco, la luz contrastada de forma violenta se convierte en elemento protagonista de muchos cuadros, y no sólo en escenas de interior, sino incluso en la representación de paisajes al aire libre.

  • El color predomina sobre el dibujo, que se difumina y pierde importancia.

Como en el Barroco, pero ahora tal vez de una forma más decidida y clara, el pintor romántico se libera de la línea del dibujo y traza el contorno de los objetos mediante pinceladas sueltas de color. Por otra parte, los colores planos y armónicos del neoclasicismo se dejan de lado para representar infinidad de matices y tonalidades de cada color, captando los efectos de la luz.

  • Las pinceladas se hacen grumosas y espesas.

Si el pintor neoclásico intentaba aplicar el color sin grumos, el romántico no oculta el vigor de sus pinceladas y deja grumos, lo cual da un sentido de creación impulsiva y espontánea. Este rasgo se aprecia mejor si se mira de cerca un cuadro romántico, que parece invitar a ser tocado con los dedos para sentir la rugosidad de las pinceladas. A una cierta distancia, nuestro ojo recompone el color y esas pinceladas gruesas no son percibidas.

  • En cuanto a los temas, la pintura romántica es muy variada.

Trata temas de la actualidad de la época, casi siempre con un sentido favorable a las revoluciones liberales y nacionalistas. También se aprecia el gusto por las tradiciones nacionales y la historia de la Edad Media. La representación del paisaje cobra importancia, buscando el dramatismo que refleja la luz en la naturaleza. Por último, en el Romanticismo se inicia el gusto por lo exótico, reflejando escenas y paisajes de los territorios colonizados por los europeos, sobre todo África, que empezaba a ser explorada a fondo en esa época. En la época del Romanticismo muchos pintores adoptan la moda de viajar a lugares exóticos y mostrar en sus pinturas paisajes y personas de esos lugares Los tiempos cambian y el interés de los pintores al representar un paisaje al aire libre se centra también en las novedades tecnológicas. Una locomotora a vapor nos puede parecer impersonal hoy en día, pero para los pintores de la época es un espectáculo de movimiento veloz que intentan captar con sus pinceles. La verdad es que este cuadro rezuma rasgos románticos por todos lados: la composición en líneas diagonales y asimétricas, la pincelada suelta, la ausencia de dibujo, el intento de captar los efectos de la luz….

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la familia habsburgos un su rama española y austriaca ocupan la mayor parte de territorio. de q territorio hablamos? ¿quienes fueron los grandes adversarios de napoleon?¿donde se produjo la mayor revuelta? maxima representacion del antiguo regimen de francia que ideas filosoficas motivaron la crisis del antiguo regimen Vocabulario historia Europa del antiguo regimen Porque Napoleon dio el golpe de estado en 1799 el pensamiento juridico que se origino a raiz de la revolucion francesa que monarquias europeas quisieron obligar al pueblo fances a restablecer el antiguo regimen señala el papel que luis XVI juega desde el inicio de la revulucion ¿que revoluciones se enfrentaron a los regimenes absolutustas durante la restauracion? monarquiias actuales de europa ¿que percepcion del trabajo se tenia durante la edad media ? ¿Que estados existentes en 1815 han desaparecido del mapa actual de europa? ¿que revoluciones se enfrentaron a los regimenes absolutistas? resumen tan veloz como el deseo tan veloz como el deseo resumen principales aportaciones del gobierno de napoleon que rasgos comunes presentan las unificaciones de italia y alemania ¿que es la ilustración? tema 2 liberalismo y nacionalismo actividad 2 etapas de la revolucion comenra las caracteristicas de la 1a y la 2a etapa como los impuestos de los britanicos influencio a los americanos en los impuestos de hoy en dia ¿que posicion adoptaron los colonos norteamericanos respecto al absolutismo? que naciones estuvieron gobernada por: victoria I,napoleon III, guillermo I, victor manuel II, isabel II,? vocabulario historia universal que fuerzas politicas se enfrentaron en europa entre 1815 y 1848 principales reyes absolutistas de rusia como influye la democracia griega en las artes plasticas 1789-1815 linea de tiempo papel de los tres estamentos del antiguo regimen linea de tiempo de 1789-1815