Historia de la Conquista de las Islas Canarias: Señorío y Realengo
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Historia de la Conquista de las Islas Canarias: Señorío y Realengo
Los Primeros Contactos
Las Islas Canarias eran conocidas desde la antigüedad por griegos y romanos como las Islas Afortunadas. La presencia de cerámica romana en aguas insulares evidencia su paso por el archipiélago. Sin embargo, durante la Edad Media se perdió su conocimiento hasta que, en 1312, el marinero genovés Lancelotto Malocello las redescubrió. Desde entonces, las Canarias comenzaron a aparecer en las cartas marinas y portulanos de la época. A partir de este momento, se sucedieron expediciones de florentinos, genoveses, mallorquines, andaluces y vascos, motivadas tanto por intereses económicos (captura de esclavos y comercio de la orchilla) como evangelizadores.
Tanto los portugueses como los castellanos mostraron interés por conquistar y colonizar las islas. Los portugueses fracasaron en su intento y, a nivel político, el Tratado de Alcaçovas resolvió esta rivalidad, delimitando los territorios de expansión de ambos reinos y asignando las Islas Canarias a Castilla.
La Conquista de las Islas: Señorío y Realengo
La conquista de las Islas Canarias se llevó a cabo bajo dos sistemas diferentes: la conquista señorial y la realenga. La primera fue llevada a cabo por señores feudales bajo su propia iniciativa, pero con el reconocimiento de la Corona. La segunda fue realizada directamente por los monarcas castellanos, quienes tomaron las riendas de las islas que quedaban por conquistar.
Conquista Señorial
En 1402, el noble normando Jean de Bethencourt, acompañado por el caballero Gadifer de la Salle, llegó a las costas de Lanzarote. La isla contaba con una población de entre 200 y 300 habitantes. Ese mismo año, sometieron a sus pobladores que, bajo el mando de Guadarfía, no opusieron resistencia a cambio de que se respetase su libertad. Se edificó una fortaleza denominada Rubicón y una iglesia. Bethencourt se convirtió en feudatario del rey de Castilla, Enrique III.
En 1405, se conquistó la isla de Fuerteventura. Tras una incursión por las costas de África, Gran Canaria y La Palma, Bethencourt se apoderó de la isla de El Hierro. A pesar de prometer la libertad al pueblo herreño si aceptaban la rendición, Bethencourt no cumplió su promesa, los capturó y los vendió como esclavos. Regresó a Lanzarote y, dejando como gobernador de las islas a su sobrino Maciot de Bethencourt, volvió a Francia.
Las islas conquistadas se convirtieron en un feudo, cuyo señor fue inicialmente Jean de Bethencourt y, más tarde, su sobrino Maciot, quien vendió los derechos sobre todas las islas. Estos derechos pasaron por varias manos hasta llegar a la familia Peraza. Fernán Peraza (el Viejo) y su hijo Guillén Peraza ocuparon y poblaron pacíficamente la isla de La Gomera.
Guillén Peraza murió en una incursión a La Palma. Tras la muerte de su padre, Inés Peraza y Diego de Herrera heredaron el señorío. Muerto Diego de Herrera, el señorío de las islas se dividió entre sus hijos. La Gomera y El Hierro correspondieron a Fernán Peraza y Beatriz de Bobadilla. Debido a su despotismo y arbitrariedades, los gomeros se rebelaron, provocando la muerte de Peraza en 1488 y sitiando a Beatriz de Bobadilla. Pedro de Vera llegó desde Gran Canaria en su ayuda y, con engaños, apresó a un gran número de gomeros, ajustició a muchos hombres y vendió como esclavos a mujeres y niños.
Conquista Realenga
En 1477, los Reyes Católicos compraron a Inés Peraza, en quien había recaído el señorío de las islas, el privilegio para conquistar las islas restantes. La razón de esta compra era doble: por un lado, pretendían disminuir el poderío de la nobleza y, por otro, situar el archipiélago bajo el dominio de la Corona, eliminando los intentos de anexión por parte de los portugueses.
La Conquista de Gran Canaria
En el momento anterior a la conquista, la isla de Gran Canaria se encontraba muy poblada a pesar de su rudimentaria economía. Su organización social y política era muy avanzada, lo que motivó una oposición en bloque al conquistador. En el aspecto misional, los contactos habían sido poco fructíferos, ya que las tropelías cometidas por los comerciantes de esclavos y conquistadores no ayudaban a la conversión.
En junio de 1478, una expedición mandada por Juan Rejón y el deán Bermúdez desembarcó en La Isleta y se estableció a orillas del Guiniguada, en un campamento denominado el Real de Las Palmas. La conquista de la isla duraría cinco años. Pronto surgieron disputas entre Juan Rejón y Bermúdez, lo que originó el nombramiento de Pedro de Algaba como nuevo gobernador y la detención de Juan Rejón, quien fue enviado a la Península. Sin embargo, al verse libre, Rejón volvió y decapitó a Algaba. Esta situación determinó el envío de Pedro de Vera, quien finalizaría la sumisión de la isla.
La estrategia militar seguida por los canarios y lo escarpado del terreno prolongaron la conquista. Solo en contadas ocasiones presentaron batalla campal a los castellanos, dada la superioridad bélica de estos últimos. Refugiados en las montañas, hostigaban a las huestes conquistadoras. Tras duros combates como el de Arucas (donde murió Doramas), la rendición de Tenesor Semidán (guanarteme de Gáldar) y su posterior conversión con el nombre de Fernando, la batalla de Fataga (tras la que Tasarte se despeñó antes que entregarse al conquistador) y la de Ansite (en los alrededores de Tirajana), la conquista fue completa.
Tradicionalmente, se toma el 29 de abril de 1483 como fin de la conquista, aunque la incorporación oficial de Gran Canaria a la Corona de Castilla fue en enero de 1487.
La Conquista de La Palma
Entre los conquistadores de Gran Canaria se encontraba Alonso de Lugo, quien, por sus méritos, consiguió autorización de los Reyes Católicos para la conquista de La Palma y Tenerife.
En 1492, comenzó la ocupación de La Palma, con la sola resistencia de los habitantes de Aceró, dirigidos por Tanausú, cuyo territorio se extendía por la Caldera de Taburiente. Alonso Fernández de Lugo logró capturar, mediante la traición, al jefe benahorita y vencer a sus hombres. Parte de los indígenas palmeros fueron vendidos como esclavos para costear los gastos de la conquista.
La Conquista de Tenerife
Acabada la ocupación de La Palma, Alonso de Lugo procedió a la conquista de Tenerife. Esta isla se encontraba dividida en varios reinos, con un mencey al frente de cada uno de ellos. El más importante, por su extensión y riqueza, era el reino de Taoro (La Orotava), gobernado por el mencey Bencomo. En la lucha contra el invasor, no todos los reinos se encontraban unidos: los de Abona, Adeje y Güímar habían pactado con los castellanos, por lo que se les conoce como reinos de paces.
En 1494, Lugo desembarcó en Añazo y, al dirigirse hacia La Orotava, las tropas guanches derrotaron estrepitosamente al conquistador en la denominada Matanza de Acentejo. Lugo huyó herido y volvió a Gran Canaria.
En 1495, reemprendió la conquista con un nuevo ejército (1100 hombres) y, en la batalla de La Laguna, primera gran derrota de los guanches, perdió la vida Bencomo. Posteriormente, en la batalla de Acentejo, en 1496, se concluyó la conquista de Tenerife en el lugar llamado Victoria de Acentejo.