Hispania: Romanización y Cristianización en la Península Ibérica

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La Conformación de Hispania

El territorio geográfico de la Península Ibérica fue conocido por los romanos con el nombre de Hispania, en alusión al río Iberus (Ebro). Roma prefirió una palabra alusiva a una característica zoológica de estas tierras en la antigüedad: ser “tierra de conejos”, que es lo que etimológicamente significa. La nueva denominación pervivió más allá del fin del Imperio Romano y, por evolución lingüística, fue transformándose primero en Spania y finalmente en España.

Inicialmente, el territorio fue dividido en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. Augusto, en el 27 a.C., dividió la Ulterior en dos nuevas provincias, Lusitania y Bética, y llamó Tarraconense a la Citerior. A fines del siglo IV, las Baleares pasan a ser provincia insular, llamándose Balearia. Por otro lado, el norte de África fue englobado en ese siglo como parte de Hispania con el nombre de Mauritania Tingitana. Como consecuencia de todo ello, en el siglo V, Hispania se componía de siete provincias.

La Romanización de Hispania

La Romanización fue el proceso por el cual los habitantes de la Península Ibérica fueron abandonando sus formas de vida tradicionales (leyes, lengua, religión…) y adoptaron las de los romanos, o bien se mezclaron ambas. Este proceso, de manera general, se llama aculturación y, aplicado a este momento histórico, romanización.

Los factores que determinaron la romanización fueron:

  • La vida urbana, las vías de comunicación y el comercio: el mundo romano es un mundo de ciudades, en estas se decide todo y son centros de producción e intercambio. El contacto con la vida urbana transforma a los habitantes de la Península, y el desarrollo de un amplio sistema de calzadas favorece el intercambio comercial.
  • El contacto con el Ejército: los soldados llevaban la lengua, creencias y costumbres de Roma y las difundieron por todo el Imperio. Además, Roma contaba con tropas auxiliares hispanas que, en contacto con lo romano, se romanizaron rápidamente. Al término del servicio militar, se asentaban en tierras entregadas por Roma, a donde llevaban su civilización.
  • La concesión de la Ciudadanía Romana: el recibir un indígena esta significaba muchos privilegios y un alto honor. Normalmente, lo recibía gente que colaboraba con Roma y tenía un alto grado de integración en el mundo romano, era un título ansiado por muchos.
  • Se considera que el latín fue un vehículo de la romanización, siendo la lengua de las áreas urbanas y de las clases más acomodadas, de todos aquellos que quisieron desempeñar algún papel en la nueva sociedad. Y desde los años del emperador Claudio, será requisito necesario conocer el latín para poder distinguirlo con la ciudadanía romana.
  • El derecho romano reguló, a través de las leyes, la vida social y política de la Península.

Las colonias romanas eran consideradas parte de Roma, por lo que sus habitantes disfrutaban de la condición y de los privilegios de la ciudadanía romana. El gobierno local se organizaba sobre las magistraturas, cuyos cargos principales eran los duoviros, que desempeñaban el poder ejecutivo, otros eran ediles y otros cuestores. Las ciudades más importantes disponían de Curia o Senado Local, recibiendo a sus miembros el nombre de decuriones, que desempeñaban funciones legislativas.

En 74 a.C., el emperador Vespasiano promulgó el conocido como Edicto de Latinidad, por el que todas las ciudades de Hispania pasaron a ser consideradas municipios latinos, por lo que gozaron de sus privilegios y sistema de gobierno.

Los Inicios del Cristianismo en Hispania

En lo que se refiere a los inicios del cristianismo en la Península, las referencias más antiguas corresponden a finales del siglo II. Existen documentos que atestiguan ya en esta época varios obispos y comunidades cristianas, apareciendo vínculos con el cristianismo africano, en el que puede estar el origen del hispano según algunos autores.

Existe además una tradición que remonta los orígenes del Cristianismo en Hispania a los propios apóstoles. De acuerdo con ella, vinieron a la península Santiago el Mayor, San Pablo y la embajada de los Varones Apostólicos.

En sus inicios, el cristianismo tuvo que luchar para mantener su pureza, evitando caer en un nuevo sincretismo. En cuanto a su expansión, el mayor número de cristianos estaba en la Bética, en zonas muy romanizadas. Parece que el cristianismo penetró pronto en las familias acomodadas, lo que ha hecho pensar en la riqueza que pudo llegar a tener esta primitiva iglesia cristiana de la Hispania de los siglos III y IV.

La influencia de la Iglesia fue importante desde muchos puntos de vista. Ello fue posible gracias a una estructura muy rígida en mantener pura la doctrina, sin dejarse influir por otras religiones. Finalmente, se debe comentar que en Hispania los cristianos sufrieron, al igual que en Roma y otras provincias, la persecución, siendo los primeros mártires de la época de Valeriano.

— A. Tovar, Historia de la España Romana

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