La hegemonía de la Unión Liberal

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Revolución liberal en el reinado de Isabel II


INTRODUCCIÓN

En 1833 se inició un proceso de cambio y revolución, en un contexto de Guerra Civil, entre carlistas e isabelinos, que supuso la implantación definitiva del Estado liberal.

Moderados, progresistas, unionistas y demócratas pugnaron entre ellas para imponer su propio modelo, pero fueron los moderados quienes consiguieron un mayor protagonismo. Su impronta marcó de forma decisiva el sistema liberal español, que se vio dificultado por unos factores que complicaron el desarrollo constitucional.

I. MINORÍA DE EDAD DE Isabel II (1833-1843)


1. REGENCIA DE MARÍA Cristina

LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

En 1833, tras la muerte de Fernando VII, los partidarios del hermano del rey, Carlos María Isidro, defensores del absolutismo, llevaron a cabo una insurrección que desembocó en una Guerra Civil entre los partidarios carlistas y los de Isabel II, hija del difunto rey.

Los carlistas defendían el poder de la Iglesia, los antiguos fueros y se opónían al liberalismo. Eran miembros del clero, de la nobleza agraria y de otros estamentos empobrecidos. Mientras que los isabelinos eran la alta nobleza, funcionarios, la jerarquía eclesiástica y, más tarde, los liberales al aceptar la regente el fin del absolutismo y el Antiguo Régimen.

Tras una primera etapa con una gran influencia de los carlistas en la zona norte, estos comenzaron a debilitarse y se dividieron en transaccionistas e intransigentes. Los primeros firmaron el Convenio de Vergara (1839), mientras que los segundos optaron por continuar la guerra hasta ser derrotados en 1840.

PROCESO LIBERAL

Fracaso del Estatuto Real


La tibia reacción de la regente María Cristina contra los carlistas y las insuficientes reformas del gobierno absolutista de Cea Bermúdez que no obtuvieron el apoyo de los liberales, permitíó la expansión territorial carlista. Por ello, la regente nombró un nuevo gobierno, liderado por el moderado
Martínez de la Rosa, el cual promulgó el Estatuto Real (1834), entendido por los moderados como el camino hacia la transición reformista con el acuerdo de los absolutistas.

Mientras, el malestar social crecía y el descontento con el gobierno por su inacción contra los carlistas. En 1835, se produjeron protestas y motines y se crearon juntas que pedían reinstaurar la Constitución de 1812, por lo que la reina nombró un gobierno liderado por el progresista
Mendizábal para alcanzar el orden y el apoyo progresista.

Revuelta de 1836: Gobierno progresista


El primer objetivo de Mendizábal fue derrotar al carlismo. El segundo objetivo fue crear un Estado liberal, por lo que convocó elecciones para reformar el Estatuto Real. También llevó a cabo una reforma agraria, con la desamortización de tierras eclesiásticas y la supresión de congregaciones religiosas.

Las reformas de Mendizábal dividíó aún más a progresistas y moderados y, Marías Cristina nombró un nuevo gobierno moderado, con Isturiz, atendiendo a la oposición del gobierno. Esto dio lugar a que un motín de sargentos en La Granja, que provocó que la reina aceptara la Constitución de 1812 y llamara al progresista Calatrava a formar gobierno, con Mendizábal de ministro de Hacienda.

Este nuevo gobierno trató de acabar con el Antiguo Régimen, implantando un régimen liberal. Por ello, decidieron redactar una nueva Constitución, aprobada en 1837, que dejaba una serie de cuestiones en manos de leyes orgánicas para que fuera apoyada por progresistas  y moderados y reconocía la soberanía nacional, una amplia declaración de derechos, la división de poderes y la confesionalidad católica del Estado. Asimismo se prosiguió con la reforma agraria, destacando las desamortizaciones de Mendizábal.

El regreso al poder de los moderados (1837-1840)


Aprobada la Constitución, se convocaron nuevas elecciones, que fueron ganadas por los moderados. Estos trataron de suprimir la Constitución y restringir libertades, frenaron la desamortización eclesiástica y centralizaron más la política con la Ley de Ayuntamientos (1840), que reforzaba el poder de la Corona y el gobierno.

Sintiéndose expulsados del sistema por dicha ley, los progresistas se enfrentaron a los moderados, a los que la regente apoyó, pero tuvo que marchar al exilio tras su derrota.

2. REGENCIA DE Espartero

Espartero fue nombrado regente, comenzando su gobierno con un claro impulso de las libertades. Sin embargo, pronto derivó hacia el autoritarismo, colaborando tan solo con su camarilla de afines y alejado de las Cortes, lo que lo aisló de los progresistas.

En 1842, se aprobó un arancel librecambista que abría el mercado español a los tejidos ingleses. Pero la industria catalana de vio amenazada y se produjo un levantamiento en Barcelona de la burguésía y las clases populares, a lo que Espartero respondíó bombardeando la ciudad para conseguir su sumisión.

En 1843 se produjo un nuevo levantamiento que desencadenó el exilio de Espartero y, las conspiraciones de O'Donnel y Narváez llevaron a los moderados al poder. Finalmente se decidíó adelantar la mayoría de edad de Isabel II, proclamada reina a los trece años.

II. MAYORÍA DE EDAD DE Isabel II

ARTICULACIÓN DEL LIBERALISMO

El liberalismo se basó en cuatro pilares fundamentales, los partidos políticos, los militares, las juntas y las milicias. Estos partidos tenían poco arraigo social. No eran más que una agrupación de personas en torno a algún notable, vinculados por su ideología.

Destacaron especialmente el partido moderado y progresista por dominar la vida política española del Siglo XIX, situando entre ellos ideológicamente a la Uníón Liberal. Los moderados eran apoyados por las clases altas y eran defensores del derecho a la propiedad, de la confesionalidad católica del Estado, del orden y la limitación de derechos, así como de la soberanía compartida. Los progresistas defendían la soberanía nacional y los derechos individuales, limitar los privilegios eclesiásticos y ampliar el sufragio y, eran apoyados por las clases medias urbanas. También aparecieron otras opciones, defensoras de las clases populares, como el Partido Democrático, que defendía el sufragio universal y una monarquía sin intervención política, y el Partido Republicano, contrarios a la monarquía.

Asimismo, el Siglo XX destacó por el papel de los militares en la política, los cuales recurrían sistemáticamente a los pronunciamientos para derribar a los gobiernos. Mediante conspiraciones militares, o incluso revueltas populares, accedían al gobierno por imposición a la Corona. Una vez en el poder, convocaban elecciones, las cuales eran amañadas. Los pronunciamientos eran en nombre de un partido político y no de las fuerzas armadas.

Además, las juntas nacen en la Guerra de Independencia siendo la expresión de la soberanía popular y van a aparecer reiteradamente a lo largo del Siglo XIX en aquellos momentos en los que el absolutismo  provoca una situación de recorte de las libertades. Por ello, aparecerán en los pronunciamientos de 1820, 1854 y 1868.

Las milicias, por su parte, tienen sus reconocimientos en las Cortes de Cádiz. Es un ejército no permanente de carácter liberal y que va a aparecer siempre que corran peligro las libertades enfrentándose al ejército absolutista. En las milicias todos los cargos eran elegidos y formados por voluntarios.

LA DÉCADA MODERADA


Bases del régimen moderado


Con el nuevo gobierno de Narváez gracias a la amplia mayoría moderada en las elecciones de 1844, se trató de frenar la etapa revolucionaria y establecer un régimen basado en la autoridad, el orden y la represión, tratando de garantizar el dominio de una oligarquía.

Este gobierno se basó en tres pilares fundamentales. El primero fue la elaboración de la Constitución de 1845, que asentaba los principios del moderantismo y reducía las libertades y derechos. El segundo, la reforma fiscal con la Ley de Mont-Santillán (1845), que introducía la contribución directa sobre la propiedad y creaba el impuesto sobre el consumo. Asimismo, se creó la Guardia Civil (1844) como principal fuerza policial armada.

Con el objetivo de mejorar las relaciones con la Iglesia, deteriorada por las desamortizaciones, se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851).

Crisis del moderantismo


Los gobiernos moderados tuvieran que hacer frente a diversos conflictos, como un nuevo levantamiento carlista en Cataluña (Guerra dels Matiners, 1846-1849) y a las acciones de demócratas y republicanos.

Por otro lado, las divisiones internas provocaron la inestabilidad gubernamental y, la vida política  alejada de las Cortes. Esto culminó en la reforma de 1852, en la que el gobierno de Bravo Murillo restringíó aún más el sufragio y tenía la posibilidad de suspender las Cortes y gobernar por decreto, lo que provocó mayor división en su partido y la fuerte oposición de progresistas y demócratas, cada vez más apartados del sistema.

EL BIENIO PROGRESISTA

La revolución de 1854 y el nuevo gobierno


El autoritarismo del régimen moderado propicio el levantamiento de progresistas, demócratas, republicanos y algunos moderados. En 1854, se produjo el levantamiento del general moderado O'Donnel en Vicálvaro y, con la incorporación de los progresistas, que publicaron el Manifiesto de Manzanares, se inició una revuelta popular. La reina se vio obligada a aceptar cambio y nombró un nuevo gobierno presidido por Espartero, con  O'Donnel como ministro de guerra, cuya alianza condujo a la formación de la Uníón Liberal. Convocaron Cortes constituyentes con la ley electoral de 1837, la cual dio una mayoría a progresistas e unionistas. Las nuevas Cortes redactaron una nueva Constitución (1856) que no llegó a publicarse.

Las reformas llevadas a cabo permitieron una época de desarrollo y expansión económica hasta la crisis de 1866, destacando la aprobación de una nueva Ley de Desamortización civil y eclesiástica (1855), de Pascual Madoz, y la Ley de Ferrocarriles (1855), con el objetivo de impulsar la construcción del ferrocarril.

Los problemas sociales y crisis del Bienio Progresista


El nuevo gobierno tuvo que afrontar graves problemas sociales: una crisis de subsistencias, que provocó levantamientos campesinos y motines populares, y la conflictividad obrera, especialmente en Cataluña, que pedían la mejora de su situación.

Las fuertes medidas represivas, amparadas por  O'Donnel, para acabar con la conflictividad social de 1856, provocaron el enfrentamiento con Espartero y la intervención de la reina en favor de  O'Donnel, que tras enfrentarse a la resistencia progresista, puso fin al bienio.

LA DESINTEGRACIÓN DE LA MONARQUÍA

La reacción moderada (1856-1857)


Tras el golpe militar de 1856,  O'Donnel restablecíó la Constitución de 1845, con un carácter más liberal, y mantuvo las leyes desamortizadoras. Pero perdíó la confianza de la reina, que nombró nuevo presidente a Narváez, el cual trató de volver a la situación anterior a 1854, suspendiendo las desamortizaciones y restringiendo libertades, y se aprobó la Ley de Instrucción Pública de Moyano (1857) para disminuir el analfabetismo. La reina decidíó destituir a Narváez y finalmente volvíó a nombrar a  O'Donnel, que consolidó el parido Uníón Liberal.

El gobierno unionista de O’Donnel (1858-1863)


Este nuevo gobierno fue de relativa tranquilidad y llevó a cabo una política interior de carácter liberal, aumentando las libertades, y prosiguiendo con la expansión del ferrocarril y las desamortizaciones.

En cuanto a política exterior, aprovechó los beneficios de la Hacienda para participar en costosas operaciones militares y tratar de rehacer la imagen colonial y estimular el patriotismo, en una época expansionista de otras potencias. Las campañas que se realizaron fue la expedición a la Conchinchina (1858-1862), una intervención en México y, la más destacada, la campaña de Marruecos (1859-1860), que otorgó gran prestigio al militar progresista Juan Prim.

Pero el desgaste de la coalición gubernamental y la incorporación de Prim al gobierno provocaron que  O'Donnel tuviera que dimitir.

La crisis del sistema (1863-1868)


Desde 1863, se vivíó una época de autoritarismo y fuerte intervencionismo de la reina, que provocaron una época de inestabilidad, con un gobierno moderado de 1863 a 1865 y uno unionista de 1866 a 1868. Los progresistas, demócratas y republicanos solo encontraron en los pronunciamientos la forma de acceso al poder. La sublevación de sargentos del cuartel de San Gil en 1866, desencadenó que Narváez cerrara las Cortes e implantara una especie de dictadura.

La situación empeoró con la crisis de subsistencias de 1866. Progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende para acabar con la monarquía de Isabel II y cambiar la situación, a lo que se sumaron los unionistas posteriormente.

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