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Esto abre los corazones y los jóvenes manifiestan todo sin temor a los maestros, a los asistentes y a los superiores. - Don Bosco, ¿quiere ahora conocer y ver a los jóvenes que están ahora en el Oratorio?.Cuántos fastidios, cuántas humillaciones, cuántas oposiciones, cuántas persecuciones para darles pan, casa, maestros y, especialmente, para procurarles la salvación de sus almas.Observé y vi que muy pocos sacerdotes y clérigos se mezclaban entre los jóvenes y menos aún tomaban parte en sus diversiones. Los superiores no eran ya el alma del recreo
. Había algún salesiano que hubiera querido meterse en algún grupo de jóvenes, pero vi que aquellos intentaban estudiadamente alejarse de los maestros y de los superiores.Entonces aquel amigo mío prosiguió.Era una alegría de paraíso, una época que recordamos siempre con amor, porque el amor era lo que servía de regla, y nosotros no teníamos secretos para usted. Y entonces todo era alegría para mí y en los jóvenes un impulso para acercarse a mí para hablarme, y un ansia viva de oír mis consejos y ponerlos en práctica.Que amen lo que gusta a los jóvenes y los jóvenes amarán lo que gusta a los superiores. La causa de este cambio en el Oratorio es que un cierto número de jóvenes no tiene confianza con sus superiores. Antes, los corazones estaban todos abiertos a los superiores, a los que los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Por eso, si se quiere hacer un solo corazón y un alma sola por amor de Jesús, hace falta que se rompa esa barrera fatal de la desconfianza y sustituya a ésta una confianza cordial.Que la confianza guíe, por tanto, al alumno como la madre guía a su hijito. Entonces reinarán en el Oratorio la paz y la alegría antigua. Familiaridad con los jóvenes, especialmente en los recreos. Sin familiaridad no se demuestra el amor y, sin esta demostración, no puede haber confianza. He ahí el maestro de la familiaridad. El maestro al que se ve sólo en la cátedra es maestro y nada más, pero, si comparte recreo con los jóvenes, se hace como hermano.
Si se ve a uno sólo predicar desde el púlpito, se dirá que no hace ni más ni menos que su deber, pero si dice una palabra en el recreo es la palabra de uno que ama. Esta confianza introduce «.Una corriente eléctrica entre los jóvenes y los superiores. Este amor hace soportar a los superiores las fatigas, los tedios, las ingratitudes, las molestias, las faltas, las negligencias de los jóvenes. Si hay ese amor verdadero, no se buscará más que la gloria de Dios y la salvación de las almas. Cuando languidece ese amor es cuando las cosas no van ya bien.Sólo en caso de inmoralidad sean los superiores inexorables. Que los asistentes consideren un estricto deber de conciencia referir a los superiores todas las cosas que conozcan que son de cualquier modo ofensa de Dios.Mientras terminaba de hablar de este modo mi antiguo alumno, y yo seguía observando con vivo disgusto aquel recreo, me fui sintiendo poco a poco oprimido por un gran cansancio que iba creciendo cada vez más. Tenía delante el patio, los jóvenes que están ahora en el Oratorio, y el mismo antiguo alumno del Oratorio.Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios permanece angustiado, inquieto, no sufre la obediencia, se irrita por nada, le parece que toda va mal y, ya que él no tiene amor, cree que los superiores no le aman. - Y, sin embargo, querido mío, ¿no ves cuánta frecuencia de confesiones y comuniones hay en el Oratorio. - Es verdad que la frecuencia de las confesiones es grande, pero lo que falta radicalmente, en muchos jóvenes que se confiesan, es la fidelidad a los propósitos.Yo miré y vi a esos jóvenes uno a uno. Pero en estos pocos vi cosas que amargaron profundamente mi corazón

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