Hacienda clásica o tradicional

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LEY DE SAY

La Ley de Say se basa en el teorema fundamental sobre el que Adam Smith elabora su concepción de la actividad económica (La riqueza de las Naciones, 1776). Debe su nombre al economista clásico francés Jean Baptiste Say, quien estudió especialmente la actividad económica, y puede resumirse en la expresión “toda oferta crea su propia demanda”. La Ley de Say o ley de los mercados propone que la producción total de bienes en una sociedad implica una determinada demanda agregada que es suficiente para comprar todos los bienes que se ofrecen. Conforme a esta ley, una crisis económica por sobreproducción no sería posible, pues los productores u oferentes tienen garantizadas sus ventas antes o después. Las crisis económicas serían siempre pasajeras pues las situaciones de exceso de oferta de mercancías y de desempleo, únicamente podrían presentarse de manera temporal, mientras que a medio plazo, la “mano invisible” del mercado podrá de acuerdo a todos los posibles contratantes, recobrándose el equilibrio del sistema en todos los mercados. John Stuart Mill, un economista clásico, afirmó que la Ley de Say no tenía porque cumplirse instantáneamente en la existencia del dinero, pero sí en el tiempo. Afirmó que para que no hubiera situaciones de crisis los precios tenían que ser flexibles, para que el mercado se corrija.

HACIENDA CLÁSICA

Se denomina Hacienda clásica al pensamiento de los economistas clásicos acerca de las funciones económicas del Estado. Esta concepción fue sintetizada por John Stuart Mill en su obra “Principios de Economía Políticos” (1848), mediante la formulación de un conjunto de dogmas o principios económicos, políticos y contables. La base de esta doctrina fue la Ley de Say o Ley de los Mercados.

Los cinco principios económicos presupuestarios clásicos fueron:


1.Principio de gestión pública mínima (o de laissez faire económico):
según este principio las funciones económicas del Estado deberían consistir en fijar el marco institucional para el buen funcionamiento de la iniciativa privada y en limitarse a desarrollar el listado de actividades señalado por Adam Smith y aquellas otras añadidas por otros economistas clásicos.

2.Principio de equilibrio económico presupuestario anual: según el cual el gasto público debería financiarse cada año con ingresos ordinarios y no emitiendo deuda pública (recurso extraordinario).

3.Principio de autoliquidación de la deuda pública: según el cual, si se emite deuda pública (recurso extraordinario), ésta debe financiar aquellos gastos que fueran capaces de generar recursos suficientes para autoliquidar el préstamo.

4.Principio de neutralidad impositiva: según el cual los impuestos no deberían frenar el crecimiento de la actividad económica, y deberían establecerse sin discriminar entre agentes de condiciones similares.

5.Principio de equidad en el reparto de las cargas tributarias: según el cual, los tributos deben establecerse siguiendo criterios justos y sin discriminaciones.

La tesis de la Hacienda clásica recibíó una aceptación casi general entre los académicos y los políticos desde finales del Siglo XVIII hasta comienzos del XX, recibiendo durante ese periodo muchas aportaciones de los economistas neoclásicos y muchas críticas de otros autores, como los socialistas utópicos, los historicistas, y en especial de Karl Marx. La doctrina de la hacienda clásica, empezó a caer en 1936 con publicación por John Maynard Keynes de su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, un ensayo con la intención de ofrecer un diagnóstico y una terapia que permitieran salir de la crisis económica conocida actualmente como “La Gran Depresión”. 

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