La grandeza argentina: una visión desde la tierra y el pueblo

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De esta zoncera en adelante se le enseña al argentino a concebir la grandeza solo como expresión económica, cultural e institucional, pero se le sustraen las bases objetivas, el punto de apoyo necesario que es la tierra y el pueblo argentino. Inútilmente buscaréis en el mundo un país que profese tal principio.

Realizar la civilización era hacer Europa en América, empresa tanto más fácil cuanto más Europa y menos América fuera el espacio.

La pampa húmeda, escasamente poblada, no ofrecía tampoco obstáculos de población a la rápida europeización que había de hacerse a través del aporte inmigratorio. En cambio los pueblos preexistentes en el interior americano, españoles, criollos, indígenas, mestizos, se resistían al cambio urgente que la creación europea en América les imponía como una sentencia condenatoria de su destino y echaban el peso de su resistencia y de su inercia en la balanza del poder.

Se trata siempre del juego de la mentalidad colonial. Después de la guerra los técnicos de los países vencidos se propusieron trasladarse en gran cantidad a la Argentina que se encontró

LA INFERIORIDAD DEL NATIVO.

El gringo lo vence siempre y lo vencerá en todo lo que se vincule con sus aptitudes para la sociedad capitalista.

Para determinado tipo de sociedad; pero puede ser superioridad para otro. Pero aún dentro de la sociedad capitalista su inferioridad no es congénita ni determinada por el medio geográfico, sino por la realidad de su formación económica y social.

Lógicamente instaurada una sociedad de tipo capitalista y comercialista, como ocurre, el gringo le ha de llevar ventaja, porque el país que se construye ha tenido en cuenta al gringo y no al nativo. Lo mismo pasa en la colonización, como trató de demostrarlo Hernández en sus trabajos cuando ella fue posible en la pampa, es decir, cuando el alambrado hizo posible salir de la propiedad latifundista que es un producto en gran parte de las condiciones de producción anteriores al cerco, cuando solo la distancia y las aguadas hacían posible el aquerenciamiento de las haciendas y los apartes.

Los primeros pobladores de estancias, procedentes de Andalucía, Extremadura, etc., trataron de reproducir en las pampas las características de las fincas de su lugar de origen, pero la experiencia fue enseñando poco a poco que el confort que retenía en la casa y el zapallo o el duraznero a cuidar robaban un tiempo necesario para el cuidado de las haciendas, que en espacios ilimitados y con aguadas variables y diseminadas, exigían estar a caballo permanentemente, porque una docena de duraznos o dos caballos podían costar la pérdida de 200 o 300 cabezas de vacunos. Era la naturaleza de la explotación la que generaba los hábitos y no a la inversa, como creen nuestros doctorcitos y muchos agronomitos.

EL VICIO DE LA SIESTA. Explicar Borges: nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental. Este problema de la tradición y de lo argentino es simplemente una forma contemporánea, y fugaz del eterno problema del determinismo.

Si yo voy a tocar la mesa con una de mis manos, y me pregunto: ¿la tocaré con la mano izquierda o con la mano derecha?; y luego la toco con la mano derecha, los deterministas dirán que yo no podía obrar de otro modo y que toda la historia anterior del universo me obligaba a tocarla con la mano derecha, y que tocarla con la mano izquierda hubiera sido un milagro. Sin embargo, si la hubiera tocado con la mano izquierda me habrían dicho lo mismo: que había estado obligado a tocarla con esa mano. Lo mismo ocurre con los temas y procedimientos literarios. Todo lo que hagamos con felicidad los escritores argentinos pertenecerá a la tradición argentina.

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