Fundamentos del Estado según Locke: Pacto Social, Leyes Naturales y Separación de Poderes
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El Origen de la Sociedad y el Estado según Locke
(II.tratado.VII.89) La primera sociedad fue entre hombre y mujer, implicando derechos recíprocos y la procreación de una comunidad de intereses. Sin embargo, difiere mucho del Estado en su constitución, ya que, por ejemplo, un padre no puede tener poder legislativo sobre la vida o la muerte de un miembro de su familia. Todo hombre nace con derecho a la libertad y al disfrute de cuanto le permite la ley natural, y tiene poder para defender su propiedad. La sociedad política solo podrá ser auténtica si cada uno de sus miembros renuncia a aquel poder natural, formando así parte del Estado. La comunidad se convierte en un árbitro, con normas; el poder legislativo funcionaría con funciones judiciales, olvidándose de la posible contradicción entre la ley natural y la ley civil. El paso a esto se hace mediante un pacto entre los individuos que componen la colectividad, renunciando a su poder ejecutivo y comprometiéndose a respetar las leyes.
(Ibid., VII, 90-92) Es evidente que la monarquía absoluta es incompatible con la sociedad civil. El objetivo de esta última es evitar y remediar los inconvenientes del estado de naturaleza (en el que cada hombre es juez de sus propias causas). La monarquía abarca el poder legislativo y el poder ejecutivo. La constitución de la monarquía absoluta genera arbitrariedad y es incompatible con la libertad y con la racionalidad. La arbitrariedad procede de la propia naturaleza de la monarquía absoluta porque no tiene una autoridad ajena que pueda decidir en los conflictos en los que la propia monarquía está inmersa. Así, cuando surge un conflicto entre un súbdito y el monarca absoluto, no se puede apelar a tal autoridad, por lo que ambos se hallan en estado de naturaleza.
La Libertad Natural y el Pacto Social
(Ibid., VIII. 95) El autor señala que, por naturaleza, los hombres son libres, iguales e independientes. Ninguno puede perder su condición natural por la fuerza, ya que ninguna autoridad puede arrebatar al hombre la libertad natural en contra de su propio consentimiento. El Estado nace del pacto entre los individuos. La racionalidad política procede del consentimiento de todos a ceder su libertad y someterse a la autoridad de la sociedad civil, formando una comunidad para vivir de una forma confortable y segura. En el Estado, el poder de decisión pasa a formar parte de la mayoría. La autoridad que surge a partir de la renuncia a la libertad natural se plantea como objetivo garantizar el disfrute de la libertad individual, la propiedad privada y los frutos del trabajo. Esta es la manera de incorporar el cuerpo político.
(Ibid., VIII. 96) Una comunidad debe actuar como un todo (“un cuerpo”). Para que esto suceda, es necesario que se unifique la voluntad de sus miembros. Si no hay unanimidad y no hay ninguna manera de averiguar qué piensa la totalidad de un grupo, dadas las dimensiones de las sociedades que se establecen en el seno de las grandes naciones, la única forma de que esto ocurra es que la sociedad siga la voluntad de la mayoría. La mayoría tiene el poder de representar al conjunto de la asamblea y, por tanto, el de tomar las decisiones de ésta.
Las Leyes de la Naturaleza y la Obligación Política
(Ibid., VIII. 97) Las leyes de naturaleza son aquellas leyes inmutables que Dios dio al ser humano por el hecho de serlo, es decir, de poseer razón. Son, por tanto, independientes y deben ser respetadas por cualquier sociedad concreta. Esas leyes naturales expresan que todos los seres humanos son, desde su nacimiento y por su propia naturaleza, libres, independientes e iguales. Locke tenía un claro interés por oponerse a cualquier concepción política que justifique el origen del Estado en algún tipo de imposición. Repite que todo ciudadano está obligado a obedecer a la mayoría. Y añade que está obligado precisamente por el pacto original, es decir, por el acuerdo que suscribió por su propia voluntad para entrar a formar parte de una sociedad civil. Sin esta obligada obediencia a la mayoría, el pacto carecería de sentido, ya que el individuo seguiría en las mismas condiciones en que se hallaba en el estado de naturaleza.
La Separación de Poderes: Legislativo, Ejecutivo y Federativo
El Poder Legislativo
(Ibid., XIII.143) El poder legislativo es el más importante de los poderes del Estado, pues su función consiste en hacer las leyes por las que todos han de regirse. El Estado recibe este poder de la renuncia de los individuos a su poder ejecutivo natural a partir del pacto. Lo más importante para garantizar su buen funcionamiento es que se aprueben leyes que regulen cómo el Estado va a hacer uso de esa fuerza “a fin de preservar a la comunidad y a los miembros de ésta”. Sobre el poder legislativo recae la responsabilidad de que el paso del “estado de naturaleza” al “estado social” sea provechoso para todos. Pero no es necesario que este poder esté siempre en activo. Es más, para Locke es deseable que tal organismo se disuelva tras haber hecho las leyes, y que sus miembros se conviertan en ciudadanos normales y corrientes. Esto ocurre por tres motivos: a) la creación de leyes exige poco tiempo; b) si la asamblea fuera permanente, sus miembros podrían verse tentados a no aplicarse las leyes a sí mismos; c) los miembros del poder legislativo podrían diseñar leyes buscando su propio interés, en lugar de hacerlo buscando el bien común.
El Poder Ejecutivo
(Ibid., XIII.144) No solo es necesaria la creación de leyes iguales para todos, también hay que ejecutarlas. Las leyes tienen constante y duradera vigencia y necesitan ser ejecutadas y respetadas sin interrupción. Por tanto, se hace necesario un grupo o una persona que lleve a la práctica las leyes; se trata del poder ejecutivo. Ambos poderes deben estar separados. En segundo lugar, tienen que estar separados porque el ejecutivo, a diferencia del legislativo, siempre tiene que estar en activo.
El Poder Federativo
(Ibid., XIII.145) Su fundamento está en que el Estado se encuentra, respecto de los demás Estados y, en general, respecto al resto de la humanidad, en estado de naturaleza. Cuando surge un conflicto entre Estados, estos no poseen una instancia a la que apelar para que los resuelva, sino que, como en el estado de naturaleza, el agredido tiene derecho a castigar al agresor. Después de denominar a este tercer poder, poder federativo, Locke matiza sus funciones. Se trata del poder de organizar las relaciones internacionales, tanto en la paz como en la guerra, y, también, las relaciones con cualquier individuo o grupo ajenos al Estado.