Fundamentos antropologicos de la educacion social

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CAPITULO 3. Educabilidad y educandidad del ser humano.

      Un primer aspecto que hemos de señalar es que educabilidad y educandidad, siendo conceptualmente distintas, coinciden en ser propiedades exclusivas del ser humano. La posibilidad/necesidad puede agruparse de tres modos que caracterizan su vivir:

El hombre no es un animal de instintos puros.

El hombre es un “ser de realidades”.

El hombre, tambien puede ser caracterizado como un "ser de irrealidades"

1. La no-instintividad pura.

Las tendencias instintivas del hombre.

      En el hombre no se puede hablar propiamente de instintos debido a la enorme complejidad de la mayoría de sus conductas. Lo propio de los instintos es dar lugar a comportamientos fijos, a reacciones estereotipadas que se verifican siempre de la misma manera. El hombre, no puede reducirse a lo que de él sabemos gracias a los conocimientos de la Biología ya que lo más sustantivo en él no es lo que le viene dado sino lo que él se da a sí mismo. El modo que tiene el hombre de conducirse en la vida no es explicable en función de pautas de comportamiento fijo, ya que aunque muchos individuos tienden a realizar conductas semejantes, estas nunca son iguales (se ven influenciados por la reflexión, la autodeterminación, la referencia aun sentido, la libertad…). Esta no-instintividad pura es la que permite la presencia de hábitos, actitudes y aptitudes.

      El hombre se puede considerar un animal-racional, de manera que los aspectos más animales en él se ven trascendidos por su índole racional, al tiempo que lo más espiritual en el hombre tiene trasuntos neurovegetativos.

      La palabra “instinto” procede de “instancia”, una fuerza que nos insta o urge a dirigirnos hacia algo que se nos antoja bueno, con un tipo de bondad que es propia de lo que de alguna manera satisface una necesidad que experimentamos. Una tendencia instintiva es un dinamismo interno que nos hace entrar en movimiento. Un movimiento que además, conlleva un esfuerzo orientado a alcanzar algo que nos produce placer, o que al menos elimina el displacer. El hombre comparte con los animales algunas instancias como son el hambre, la sed, el apetito sexual, la tendencia a huir de las amenazas, etc. El primerísimo de los instintos que comparte con la escala zoológica es el comúnmente denominado “instinto de conservación”, la tendencia a la supervivencia. Es importante determinar que el instinto solo está presente en los animales, es decir, en los seres vivos con vida sensitiva. La diferencia fundamental existente entre el hombre y los animales es la racionalidad pues mientras que los animales no pueden “enfrentarse” a sus instintos, el hombre posee una determinada capacidad de elección.

La inteligencia humana, animal y artificial.

      Los animales son capaces de enfrentarse a problemas sencillos como agarrar un palo para acercar la comida o para alcanzarla, pero si el palo es sustituido, por ejemplo, por una tabla, estos no sabrán utilizarlo, extraer todas aquellas posibilidades que se les presentan con la tabla. Podemos referirnos, por ejemplo, a la inteligencia animal cuando hablamos del vuelo en picado de las aves rapaces, que determinan cual es el punto de arranque, a qué velocidad deben ir, etc. Para poder alcanzar a su presa. Otro tipo de inteligencia, es la inteligencia artificial, que es aquella con la que cuentan los aparatos electrónicos, capaces de llevar  a cabo operaciones intelectuales (memoria, cálculo, asociación…) La diferencia fundamental a destacar entre la inteligencia artificial y animal frente a la humana, es que es esta última la única capaz de dar o conocer los significados que tienen dichas operaciones.

La insuficiencia biológica del ser humano

      La educación es un fenómeno específica e inequívocamente humano, y su necesidad puede aclararse al constatar que el hombre es un ser que necesita aprender a ser. Los animales llegan al mundo con unas pautas fijas de comportamiento mientras que el hombre llega en condiciones precarias. Los hombres, al contrario que los animales, experimentan una larga necesidad de atención y protección después del nacimiento (El embarazo humano es mucho más largo que el de muchos animales, y sin embargo, la cría está menos desarrollada. Para nacer desarrollados como muchos mamíferos, necesitaríamos un embarazo de más de dos años.) Para Portmann este es el elemento clave de su pensamiento; basado en la idea de que los hombres son superiores a los animales, ya que no solo presentan la capacidad de adaptarse al medio, sino también de cultivarlo: El hombre se preocupa más porque el medio se adapte a él, que porque él se adapte al medio. Portmann afirma que la prematuridad y el inacabamiento morfológico son lo que proporciona al sujeto una gran plasticidad e indeterminación, lo que provoca que el aprendizaje no solo sea posible, sino que sea necesario. Para este autor la superioridad de los hombres frente a los animales, no radica en los elementos biológicos, sino en los culturales (se aprende a través del aprendizaje y la educación).

      Gehlen establece dos ideas básicas: la inespecificación orgánica y el privitivismo biológico del ser humano. La inespecificación orgánica: Las especies que se adaptan al medio sobreviven, sin embargo aquellas que no logran adaptarse acaban sucumbiendo, depredadas por las más fuertes. El ser humano es la única excepción a esto. Según Gehlen no encontramos en la fisiología humana una adaptación al medio en el que se ha de desenvolver el hombre en su vida. Precisamente porque se mueve en cualquier medio  y no ha desarrollado órganos específicos para uno en concreto. Desde el punto de vista fisiológico es inespecífico, porque sus órganos no le sirven para resolver las necesidades de su subsistencia; desde el punto de vista anatómico, el hombre cuenta con muy pocas defensas con las que enfrentarse a los depredadores. En cuanto al privitivismo biológico, Gehlen se refiere a ello porque en comparación con el resto de la escala zoológica ha evolucionado poquísimo.

      La indeterminación biológica, se manifiesta, por último, en una mayor plasticidad neural que hace posible una también mayor capacidad perceptiva. Un niño cuando algo le interesa se entera de mucho más que un adulto (En un cuento el niño mayor se enterará mejor de los argumentos, mientras que el más pequeño se fijará en los detalles). Al crecer se va perdiendo la capacidad perceptiva pero se va ganando en atención selectiva y se van afianzando las estructuras y conexiones necesarias para realizar operaciones formales.

      La educación, es algo que los humanos necesitamos para vivir como lo que somos, pues la biología, por sí sola, no nos lo da resulto.

 El inacabamiento intelectual y la acción educativa

      El constructivismo insiste en que el aprendizaje humano no es el resultado de una mera pasividad, sino que el hombre va constituyendo su personalidad y los contenidos de su inteligencia a partir de los materiales que recibe a través de la experiencia y de la instrucción. En esta adquisición lo nuevo pasas a ser significativo si se asienta sobre lo ya asimilado. En esta labor, el educando puede ser auxiliado y tal es la tarea del que enseña.

      El acto educativo no estriba en otra cosa que en ayudar a hacer explícito lo implícito, lo que en algún sentido ya se sabe, aunque quizá de una manera no formulada ni temática, empleando para ello el diálogo, la interacción por medio de la palabra.



2. El inacabamiento existencial

Ortega: vida “biológica” y vida “biográfica”.

      Ortega ha señalado con acierto una peculiaridad de la vida humana, a través de su distinción entre vida biológica y vida biográfica. Los animales se reducen a pura biología, de manera que todo el registro de sus posibilidades operativas se encuentra prefijado en su código genético. Más que actuar ellos, podríamos decir que la naturaleza actúa en ellos. Sin embargo, los hombres se caracterizan no por lo que está prescrito por la especie, sino por lo que cada sujeto humano escribe con su propia libertad. El hombre tiene historia, y cada hombre tiene su propia historia, su biografía. Cada hombre ha de inventar su propia vida.

 Facticidad y libertad.

      La facticidad con la que contamos al llegar a la existencia es justamente donde radica la posibilidad y la necesidad de completar lo que nos queda de vida. La existencia, para cada uno de los hombres, es fáctica, pues es un hecho que existimos. Y eso es algo que está hecho en nosotros, si bien no por nosotros: no es algo que nos damos, sino un dato con el que contamos.

      Esto tiene una gran importancia a la hora de entender la tarea educativa desde el propio educando. La formación de la personalidad ha de hacer posible el dinamismo interno del educando con una dosis de asertividad del educador, pues si éste no “pone” nada, el educando difícilmente encontrará algo a partir de lo cual crear su propia personalidad. No somos, por tanto, enteramente autores de lo que somos, aunque sí en buena parte. Nos hemos “encontrado” siendo lo que somos: personas humanas; y en relación con ello, el dato fáctico esencial es la libertad, que tampoco hemos puesto en nuestra vida. Esto el pensamiento existencialista lo expresa de una forma bastante dramática afirmando que estamos “condenados” a ser libres, pues es algo que no hemos elegido.

      La capacidad de optar aunque en ocasiones puede resultar muy difícil, es la capacidad que precisamente hace que seamos dueños de nuestra propia vida. La libertad constituye el nivel más alto de dignidad en el universo conocido.

Sentido antropológico-educativo de la responsabilidad

      La facticidad y la libertad ilustran e elemento importante en la tarea del educador: a necesidad de suscitar y hacer crecer educativamente el sentido de la responsabilidad, la capacidad de asumir la autoría de las propias acciones y decisiones. La educación consiste en gran medida en eso: en ayudar a situarse en la realidad de lo que somos y de lo que son las cosas, que es la mejor condición para “incrementar” nuestro ser, para crecer y “ser más”.

      En este sentido, el trabajo del educador estriba en requerir la libertad, nunca anularla o soslayarla de manera paternalista. Por ello, la figura del educador se asemeja más a la de un amigo que a la de padre.

 El sentido de la futuridad. El hombre como ser de irrealidades.

      El mundo con el que el hombre se relaciona no es solo el de los hechos. El hombre es capaz de representar objetos irreales o puros, cuya índole se reduce únicamente a su ser, pero otro mundo sobre el que el hombre se relaciona de manera intensa es el futuro. Su ser, en muy buena medida, es pretender-ser; un ser tendido hacia adelante. Parte esencial de lo que somos puede ser descrita por lo que pretendemos ser.

      El futuro es nada. Pero esta, es una nada muy especial, la que corresponde a lo que no es pero puede ser. En este sentido se distingue claramente de lo que no es y no puede ser y de lo que es. El tipo o modo lógico que corresponde al futuro libre que al hombre se le presenta como practicable sería, por tanto, el no ser que, con todo, puede ser. Ahora bien, no ser sólo de hecho no le quita, a lo meramente posible, un ápice de irrealidad. Un imposible (un no-ser que no puede ser), además de irreal es contradictorio, aunque ello no significa que no pueda pensarse o decirse nada de él; cabe decir y pensar en él, sin contradicción, que es contradictorio (por ejemplo, la cuadratura del círculo). Es clara la diferencia con la del futuro libre, que aunque no es, es posible y por lo tanto si puede llegar a ser.

      Para poder dar respuesta preguntas como ¿qué quiero ser dentro de uno años?; ¿Cómo quiero vivir? Es necesario que nos anticipemos intencionalmente. Esta es la única manera de fijar un propósito sobre algo que no existe aún. Puede decirse que el ser humano es un “animal del futuro”.

      De la misma forma que el pasado constituye una parte nuestra; el futuro también forma parte de nuestro ser. La descripción de estos dos sectores de lo irreal (pasado y futuro) forma parte de la realidad de lo que cada ser humano es. En definitiva, lo irreal forma parte integrante de la realidad humana. Ahora bien, si es cierto que lo irreal forma parte de la realidad de nuestro ser, también es verdad que sólo cabe que el hombre sea un “ser de irrealidades” si también lo es de realidades, pues el no-ser es relativo al ser, lo negativo a lo positivo y lo irreal a lo real.

El hombre como animal de realidades.

Una de las características más notables del modo de existir humano es su necesidad de hacerse cargo de la realidad. Esto se ha de entender de dos maneras. Estas son concurrentes e inseparables:

a) De un modo congnoscitivo. El hombre necesita “tomar nota” del mundo que le rodea, conocerlo y comprenderlo.

b) El hombre tiende a hacerse cargo de la realidad adueñándose de ella.

Con estas dos concepciones el hombre se hace cargo del mundo y de sí mismo en relación con el mundo. Para Heidegger ser hombre quiere decir relacionarse con el mundo tomándolo con cuidado, para lo cual es preciso conocerlo. El conocer tiene esa finalidad esencial: responsabilizarse del mundo. Al conocer las cosas, el hombre, las humaniza y les da un nombre. Esto es un acto metafísico de primera magnitud pues es la forma en la que las cosas obtienen un sentido y una significación.

El hombre, a diferencia del resto de vivientes no personales, no puede vivir “sin darse cuenta”. Todo lo que le rodea le modifica de alguna manera, y al hacerse cargo de ello enriquece su propio ser. Conocer y dominar la propia realidad en relación con la realidad ajena es el modo más humano de vivir.

El hombre ha recibido su existencia, al igual que ha recibido tradiciones culturales y experiencias vitales de otras generaciones, pero esto no significa que se tenga que enfrentar a cada alternativa que le surge de manera solitaria. Cualquier acto que realice el ser humano no se puede entender sin comprender los aspectos ya vividos. Se puede afirmar que el ser humano nunca parte desde cero. Todo esto sólo muestra lo necesaria que es la educación. Esta sirve para perfeccionar todo aquello que se le ha dado al hombre (relacionarse con los demás, por ejemplo).

La educación es una ayuda para que el hombre sea algo más que lo biológico. El hombre necesita ese complemento. El ser humano es susceptible a un perfeccionamiento infinito, lo que no significa que sea un ser infinito sino que está llamado a un enriquecimiento que no se puede dar nunca por finalizado. Únicamente con la muerte se pone fin a la educación de alguien; pero también se nos ha ido, entonces, dicho alguien. Mientras hay hombre hay educabilidad y educandidad.

La característica antropológica del ser de realidades ilustra la posibilidad/necesidad de educación que todo ser humano vive. Al decir que el hombre es un ser de realidades, hay que entender que lo es por ser capaz de hacerse cargo del mundo percibiendo lo que las cosas son, tanto en su actualidad como en su potencialidad.



Apertura al mundo y “libertad trascendental” del ser personal.

      Ser persona significa ser capaz de entender y de querer. El entendimiento y la capacidad de querer son ciertas “aberturas” instaladas en el ser humano que le permiten no estar encerrado en su ser físico. Dado que el hombre puede abrirse al mundo, este puede completar su inacabamiento enriqueciéndose con las con las cosas que conoce o quiere. Estas dos aberturas no admiten límite o restricción alguna, en el sentido de que no excluyen ningún objeto. En otras palabras, la capacidad de querer y entender (libertad trascendental) en el hombre es infinita.

      Sólo porque al hombre le falta siempre más de lo que posee es posible que poco a poco vaya completando y enriqueciendo su realidad. En definitiva, la condición de posibilidad de poder crecer estriba cabalmente en no haber llegado todavía a ella. Al hombre le ha sido dada la posibilidad y la necesidad de un crecimiento continuo e infinito como persona.

 La necesidad de modelos y referencias en la autocontrucción de la personalidad.

      El hecho de que el hombre este abierto al mundo supone el que pueda fijarse en otros iguales para poder aprender de él. La presencia de unos valores que están realizados en la vida de una persona nos exige, nos estimula a encarnarlos también.

      Como ya hemos visto anteriormente el ser humano es el único animal que necesita aprender a comportarse como lo que es. Numerosos autores, entre los que destaca Bandura, han defendido a lo largo de la historia el que el hombre, para constituirse como tal, aprende a de los demás, al igual que os demás pueden aprender de él.

      La oferta pedagógica de modelos de conducta es necesaria para la educación, puesto que ésta es, también, un fenómeno social y, como tal, debe contar con los modos propios de desarrollarse la influencia, entre las cuales destaca la imitación. Aunque no se habla prácticamente nada en contextos pedagógicos del modelado, este se practica masivamente en todos los ámbitos de la vida social y cultural. Este modo de actuar necesita atenerse a ciertas reglas que eviten que degenere en prácticas injustas como son: el adoctrinamiento o la manipulación. Esto es perfectamente posible si al mismo tiempo que se fijan los modelos, se proporcionan las bases necesarias para la internalización crítica de los valores.

 3. El hombre, ser inacabado

      El inacabamiento humano aparece como la condición más radical de posibilidad del aprendizaje. Sin educación y aprendizaje no podría dar coherencia y estabilidad a su conducta, con lo cual vivir se le antojaría un agobio continuo.

      Las características vistas hasta ahora ilustran de manera suficiente hasta que punto el hombre es una realidad inacabada e inacabable y, en consecuencia, difícilmente sometible a los modelos analíticos de los que la ciencia positiva se sirva para estudiar otro tipo de realidades “cerradas” que son lo que son “y punto”.

 4. La educación como “humanización del hombre”

Como hemos visto anteriormente, el hombre no tiene un conjunto de instintos o de cualidades que le permitan sobrevivir sin pasar por un proceso de humanización. ¿Esto significa que el hombre no es hombre antes de humanizarse? Si humanizar significa llegar a ser hombre la condición necesaria es no serlo previamente. Para dar respuesta esto hagamos dos observaciones:

  • “Humanización” no es lo mismo que “hominización”. Esto es algo biológico.
  • “Humanización” sí que tiene, en cambio, un sentido moral. Para llegar a comportarse de una manera verdaderamente humana, es decir, que no desmienta la verdadera realidad del hombre el ser humano necesita ayuda: necesita aprender a hacerlo bien como hombre.

      La educación es esencialmente algo moral, puesto que su fin es el mejoramiento de la persona como persona, es decir, que el educando sea buena persona. Y eso es lo que se pretende cuando se le educa.

 5. Conclusión

      ¿Qué puede, entonces, aportar al quehacer educativo la percepción antropológica del inacabamiento humano? Una aportación muy peculiar es precisamente elevar la mirada por encima de lo que hay, de lo que “está ahí”. Y esto posee la característica de evitar el conformismo, la mera adaptación a lo dado y en definitiva hacer posible un auténtico progreso hacia la plenitud.

      La percepción del inacabamiento humano reviste gran interés para entender la educación misma, que no consiste tanto en un proceso tecnológico en el que diseñar estrategias para alcanzar unas metas a corto o medio plazo. Esto, la instrucción, puede ser un ingrediente en el quehacer educativo, pero educar no se reduce a instruir. La educación, trata, como dice Kant, de humanizar al hombre.

      Nunca se puede determinar la que la tarea educativa esta completa o acabada. Todo logro en educación es parcial y transitorio. Y en la medida en que es un logro efectivo, abre a su vez nuevas perspectivas para logros y perfeccionamientos superiores.

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