Freud y la estructura de los procesos mentales

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Sigmund Freud es el tercer maestro de la sospecha: su pensamiento ha tenido tanta repercusión que en nuestro día cotidiano es habitual hablar de sus conceptos del psicoanálisis. La filosofía del siglo XX está influida por las ideas de Freud y sus aportaciones fundamentales que siguen marcando la orientación de distintas corrientes filosóficas y psicológicas. Le condujo a desarrollar el psicoanálisis como un nuevo método terapéutico. La idea central del psicoanálisis surge al hilo de las conversaciones que Freud tuvo con su maestro Josef Breuer, ya que este fue el primero en mantener un método catártico de cura por el habla: se invitaba a hablar a los pacientes libremente sobre los primero que pensasen, además de pedir que contasen detalladamente los sueños. Freud descubre que esas escenas que narraban los pacientes de sus sueños, escondían un significado oculto.

La estructura de los procesos mentales

La teoría psicoanalítica plantea la existencia de elementos ocultos en nuestros procesos psíquicos. Freud denomina inconsciente al ámbito de nuestros deseos escondidos, de las pulsiones que reprimimos, y de las experiencias olvidadas (aparentemente) que marcaron nuestra infancia.

Las personas no tenemos acceso al inconsciente, ya que se trata de un proceso oculto al que nuestra conciencia no puede entrar. Precisamente por su invisibilidad, el inconsciente es el lugar en el que nuestra mente arrincona todo aquello que nos avergüenza y que nos negamos a aceptar de manera racional. Sin embargo, todos estos elementos siguen presentes en nuestro interior. El preconsciente procesa todo lo que proviene del inconsciente, disimulando los rasgos que parecerían inaceptables para nuestra razón. De esta manera, el preconsciente actúa como lugar intermedio entre lo inconsciente y lo consciente, seleccionando lo que puede mostrarse y lo que ha de quedar escondido. El consciente es el espacio mental que podemos conocer directamente. Todos los procesos mentales a los que podemos acceder pertenecen al ámbito consciente. En el consciente están los pensamientos, sentimientos y deseos de los que nos damos cuenta y de los que hablamos habitualmente.

La personalidad se compone de consciente, lo que conocemos que está en nuestra mente, e inconsciente, lo que está, pero no conocemos sino a través de lapsus, sueños, gestos involuntarios. La psique humana está formada por tres instancias: a) el Ello, parte inconsciente que se rige por el Principio del Placer, es la más primitiva y debe reprimirse; b) el Superyó, parte inconsciente que se rige por el Principio del Deber, representa la moral social interiorizada que reprime al Ello y se forma tras superar el Complejo de Edipo; c) el Yo, se rige por el Principio de Realidad, en su mayor parte es consciente y busca adecuar las acciones al mundo real.

El superyó pertenece también al inconsciente. Se trata de una moral que se ha asumido, y por ello mismo, no sabemos que la tenemos. Se rige por el Principio del Deber, y se forma en la etapa infantil, cuando los niños asumen (inconscientemente) el denominado “complejo de Edipo”, que consiste en desear sexualmente a su madre. El complejo de Edipo sería señalado para los niños, mientras que Carl Gustav Jung dio nombre para el de las niñas: Complejo de Electra. Consiste en el mismo proceso: el enamoramiento de las niñas por parte de sus padres, queriendo sustituir la figura materna (matando a su madre) y desear sexualmente al padre.

1) Comentario de Freud: El Ello, parte inconsciente que se rige por el Principio del Placer, es la más primitiva y debe reprimirse. Es la más antigua de las instancias psíquicas y procede de todo aquello heredado, es decir, las pulsiones que provienen de nuestra constitución como animales biológicamente evolucionados. Estas pulsiones son de éros y tánatos: sexual y muerte. 2) El Yo es aquella instancia psíquica que se encarga de mediar entre el Ello y el Superyó; de ahí que sufra una lucha continuada, sin posible solución. Es una guerra que no ganará, y por eso, la infelicidad del ser humano. Se muestra tal infelicidad en que existe la Cultura: aquello donde el ser humano puede sublimar esa energía que no puede descargar (operaría en ese momento la censura del Superyó). Por tanto, se rige por el Principio de Realidad. 4) La cultura para Freud tiene la función de sublimar aquellas pulsiones que intentan salir al consciente. De este modo, no sería una represión, sino que el Yo buscaría una forma permitida en nuestra sociedad para encauzar la lívido o energía de tales pulsiones. Para Freud estas formas de sublimación se explican, sobre todo, en el arte, ciencia y filosofía.

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