La Expansión Económica Europea (Siglos XI-XIII)

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Desde el 930 al 1300, Occidente protagonizó un extraordinario desarrollo, principalmente agrícola, que conocemos cada vez mejor gracias a las nuevas técnicas de investigación. Este desarrollo transformó el espacio rural y dio lugar a un orden social agrario que perduró varios siglos.

El desarrollo agrícola está ligado a la expansión comercial y urbana. Paralelamente, se registró un desarrollo cultural y político, impulsado por el progreso de la cristianización, íntimamente conectado con los aspectos ya mencionados.

Tras un lento avance en el siglo X, el proceso de expansión se aceleró desde el 980 hasta inicios del siglo XIII. Occidente expandió sus fronteras, creando una unidad a pesar de sus diversidades internas.

La ciencia histórica ha investigado los mecanismos de esta expansión y sus causas. Es una cuestión compleja, aunque la información es cada vez más precisa. Factores como el debilitamiento de las presiones exteriores (musulmanes, vikingos, húngaros), el crecimiento demográfico, la mejora de las técnicas de producción y del comercio, e incluso un supuesto optimum climático, tuvieron su peso e influyeron mutuamente. El aumento de la producción agrícola permitió el crecimiento de la población, y viceversa, incentivando la roturación de nuevas tierras. Algunos sugieren que el progreso tecnológico se debió en parte al aumento de la presión fiscal señorial sobre la producción agraria. A continuación, expondremos los "instrumentos" y modalidades de la expansión.

I. Los Instrumentos de la Expansión

I.1. Condiciones de Existencia Más Favorables

En el catálogo de recursos del reino de Inglaterra, el bosque real sumaba cuatro millones de hectáreas, de las cuales el 60% eran tierras no productivas. Sin embargo, el saltus (tierras no cultivadas) retrocedía desde el siglo X debido a las acciones del campesinado, como revelan estudios en Cataluña, Mâcon, Poitou, etc.

Algunos estudiosos sugieren que el trabajo de leñadores y roturadores se vio facilitado por las modificaciones climáticas: un aumento de las temperaturas medias y un descenso de la humedad, desfavorables para el arbolado. Entre los siglos X y XIII, al norte de la zona mediterránea, Europa disfrutó de un "optimum climático" favorable para las cosechas, especialmente de cereales, base de la alimentación. La amenaza de las hambrunas disminuyó, aunque se registraron algunas carestías, especialmente al final de la primavera.

La población estaba mejor alimentada. Es difícil cuantificar la expansión demográfica debido a la escasez de fuentes. Se estima que la población europea se duplicó entre el 950 y el 1300, y en algunos países (Inglaterra) se triplicó. Este crecimiento lento y continuo se inició a comienzos del siglo X en Flandes y la Europa mediterránea, a mediados del XI en el norte de Francia, y en la Alemania Central hacia 1100. Esta expansión demográfica se tradujo en intensos movimientos migratorios, que impulsaron las nuevas roturaciones y la expansión comercial y urbana.

I.2. Un Mejor Dominio de las Técnicas

Se perfeccionaron y difundieron técnicas de producción y transformación ya conocidas. Los progresos del utillaje incluyen:

  • El dominio del hierro y del fuego: El desarrollo de la extracción de mineral de hierro se evidencia desde el siglo X. En el siglo XII, constata el interés de los "señores", laicos y eclesiásticos. El herrero, inicialmente en el bosque, se convirtió en un elemento indispensable de la sociedad rural.
  • El dominio de la energía animal: El yugo frontal para bueyes, la collera rígida para caballos, y el enganche en fila, difundidos desde el siglo XI (Normandía, Península Ibérica, etc.), aumentaron la fuerza de arrastre, crucial para la explotación de suelos pesados y profundos. Se ha hablado de una "revolución" en los transportes terrestres, aunque las vías fluviales mantuvieron su preponderancia en el transporte de mercancías en la Europa húmeda.
  • El dominio del agua: El molino hidráulico se difundió en los siglos XI y XII, primero en áreas rurales, facilitando la molienda del cereal, y después, desde 1200, en medios urbanos (batanes para la industria de paños de lana). En los países mediterráneos, se usaron técnicas de regadío, aprovechando las mejoras de la época musulmana. En otras regiones, se realizaron trabajos de drenaje, desecación y mejora de la circulación fluvial.

Las auténticas novedades técnicas se dieron en las actividades urbanas y comerciales. El telar horizontal triplicó el rendimiento en el siglo XII, y el telar ancho lo duplicó. Esto impulsó el desarrollo de la industria textil, primero en Flandes y regiones vecinas. Las asociaciones mercantiles, los contratos y las prácticas bancarias de los comerciantes italianos en los siglos XI y XII, movilizaron capitales y adaptaron los medios de pago al auge comercial. A pesar de estas mejoras, Occidente seguía estando insuficientemente equipado: los contratos de asociación apenas superaban el ámbito italiano, las compañías no maduraron hasta fines del siglo XIII, y sufrían quiebras con frecuencia.

La multiplicación de las fases de laboreo aumentó los rendimientos agrícolas, pero fue insuficiente cuando el aumento de la población no se acompañó de la explotación de nuevas tierras. La productividad era escasa, e incluso disminuía al cultivar tierras mediocres y con la fragmentación de las heredades por la presión demográfica.

I.3. El Peso de los Comportamientos y de las Relaciones Sociales

El esfuerzo productivo se vio favorecido por una evolución de las actitudes hacia el trabajo y el dinero. El menosprecio hacia el trabajo manual o "servil" de la Antigüedad pagana (otium frente a negotium) fue superado por la idea cristiana de que el trabajo, incluso manual, era digno y valioso si se realizaba con honradez. El lema "ora et labora" enlazaba en los monjes la oración con el trabajo.

El afán de lucro se desarrolló desde el siglo XI, como muestran las condenas de la Iglesia contra la codicia de los comerciantes. El dinero se convirtió en un elemento decisivo en las relaciones sociales, y al aumentar su circulación, desde fines del siglo XII, dejó de ser considerado solo por su poder corruptor, y el mercader dejó de ser visto como un usurero.

Se ha supuesto que el cese de las invasiones permitió el despegue económico, pero éste se inició a veces antes, en las regiones más afectadas por las invasiones. La paz interna nunca se aseguró en Occidente, desgarrado por la "violencia señorial" que los movimientos de "Paz y Tregua de Dios" intentaron limitar en el siglo XI. Algunos conjeturan que un endurecimiento de la fiscalidad señorial obligó a los campesinos a producir más, actuando como motor del desarrollo económico. Las fuerzas productivas se habrían visto estimuladas por los crecientes gastos de la nobleza, que requerían mayores ingresos señoriales y aumentaban la demanda de productos manufacturados.

En Cataluña y Charente, la expansión agraria comenzó antes del supuesto aumento de la presión fiscal señorial. Los señores se aprovecharon de los resultados de la expansión, más que estimularla. La pequeña heredad campesina familiar fue el marco fundamental del progreso económico agrícola, al igual que en las ciudades con estructuras familiares.

II. La Expansión Agraria

II.1. Las Grandes Roturaciones

La colonización agrícola es el fenómeno más destacado de la expansión. Es difícil fechar sus comienzos, ya que la conquista de nuevas tierras se refleja en la documentación a posteriori, cuando los "señores" perciben el beneficio. La conquista seguía un esquema típico: ampliación de los terrazgos sobre el incultum, creación de nuevas aldeas, y ocupación intercalar. Estos modos se combinaban, creando diversidad regional.

Su apogeo se sitúa entre la segunda mitad del siglo XI y 1200, salvo en el frente oriental de la colonización alemana, donde fue más tardío. Desde 1200, la necesidad de equilibrio entre el ager (tierras cultivadas) y el saltus (espacios sin cultivar) obligó a frenar la extensión del primero y a cuidar la explotación del segundo. Los protagonistas de la colonización fueron los villanos o campesinos, locales o "forasteros". Las iniciativas campesinas individuales fueron decisivas al principio. Son más conocidas las empresas colectivas, como la desecación de marismas en el Mar del Norte, impulsadas por "señores" o soberanos.

II.2. Las Bases de la Economía Agraria

A) Ganadería y Cultivo de Cereales

El pan de cereal seguía siendo la base de la alimentación. El progreso de la cerealicultura medía la expansión de la economía agraria. La mejora del utillaje elevó los rendimientos. En el siglo XIII, el aumento general de los precios del cereal demuestra la expansión. Este movimiento global no impidió disparidades geográficas (el alza fue tres veces mayor en el norte de Francia que en el Midi) y sociales (la modernización benefició a señores y campesinos acomodados). A fines del siglo XIII, solo una cuarta parte de la población de Picardía se benefició de la intensificación del cultivo de cereales. En Francia, los precios medios del cereal se cuadruplicaron entre 1180 y 1320. El precio del ganado se triplicó en el norte de Francia en ese mismo periodo.

El equilibrio rural se basaba en la articulación entre cerealicultura y ganadería. La ganadería aportaba un complemento nutritivo e ingresos. A falta de abonos minerales, solo el ganado abonaba la tierra. Al ser el estiércol insuficiente, la solución era dejar la tierra en barbecho, implicando una rotación de cultivos. En la zona mediterránea, se practicaba la rotación bienal, alternando barbecho y cereales de invierno. Al cultivo de cereales se añadía un policultivo de legumbres y gramíneas de crecimiento rápido (panizo). En el resto de Europa, los cereales de primavera (cebada y avena) permitían sembrar dos veces al año, posibilitando en ciertos casos la rotación trienal.

B) Un Mayor Dominio del Espacio Agrícola

En el siglo XIII, la economía agraria experimentó una doble evolución: el desarrollo de ganadería especulativa (la demanda de la industria pañera estimuló la ganadería lanar, y los capitales urbanos se invirtieron en ganadería, organizando la trashumancia, como la Mesta en Castilla) y la organización de los terrazgos en las zonas cerealistas (la presión sobre los campos amenazaba el equilibrio entre suelos para ganado y cereal, llevando a la alternancia de cultivos, dividiendo los campos en hojas sometidas a rotación, como la rotación trienal). Esto implicó una remodelación de las tierras de labor y una fuerte presión en las comunidades rurales.

También se produjo la revalorización del bosque. Hasta el año mil, el bosque era un lugar peligroso y maravilloso. En los siglos XII y XIII, el bosque se redujo a macizos que proporcionaban sustento: frutos, miel, caza, pasto para el ganado, cera, resina y madera. Los roturadores domesticaron el bosque. Los desmontes excesivos del siglo XIII rompieron el equilibrio ecológico, económico y social. Al escasear, el árbol se encareció. Los señores convirtieron los bosques en dehesas, controlando el pastoreo y la tala, y monopolizando la caza. El bosque dejó de ser un bien común para convertirse en un dominio señorial.

C) El Desarrollo de los Cultivos Intensivos

La presión sobre los campos afectó también a otros cultivos. En el Lacio, el alfoz se organizaba en tres orlas concéntricas: huertos con policultivo en terrazas, un terrazgo de cultivos intensivos, y un terrazgo para cerealicultura extensiva. La demanda de los mercados regionales estimuló los cultivos intensivos. La horticultura alimentó intercambios de corto radio, al igual que los cultivos industriales (cáñamo, lino, hierba pastel). El cultivo del pastel exigía suelos ricos y mucha mano de obra, pero era rentable.

En el siglo XIII, se expandió la viticultura. En las regiones mediterráneas comenzó en el siglo X. Las viñas ocupaban parcelas exclusivas, transformando el paisaje rural. En Cataluña, ocupaban la tercera parte del suelo cultivado. En el norte de Francia, la geografía vinícola se definió por la demanda y la proximidad a vías fluviales.

La expansión de la viticultura y los cultivos especializados muestra dos evoluciones: la integración de los campos en una economía de mercado (las especializaciones se configuraron en función de los mercados urbanos) y nuevas relaciones sociales (el enriquecimiento de los viticultores les permitió conquistar libertad a través del contrato de "complantatio", repartiendo la viña entre señor y cultivador). El vino era un cultivo de libertad, más rentable que el cereal. Las labores vitivinícolas, que exigían mucha mano de obra, contribuyeron a absorber el crecimiento demográfico y a difundir el trabajo asalariado, mostrando el empobrecimiento de un sector del campesinado y la penetración de la economía monetaria.

III. El Desarrollo Urbano

El control del espacio rural y la expansión agraria impulsaron el desarrollo de las ciudades. La ruptura con la ciudad antigua nunca fue completa. En Occidente, se observa continuidad topográfica y permanencia de funciones artesanales y comerciales. Su renovación se debió al excedente de la producción agraria, canalizado a través de la fiscalidad señorial, y al crecimiento demográfico rural. No fueron aventureros desarraigados quienes impulsaron el comercio, sino mercaderes y artesanos locales, notables, funcionarios del obispo, abad o señor, o campesinos que se establecieron junto a las murallas.

El crecimiento topográfico de la ciudad, desde el siglo X, siguió una pauta polinuclear: los centros del núcleo primitivo se rodearon de nuevos barrios extramuros, y en los siglos XII y XIII el nuevo espacio urbano se unificó con nuevas murallas (París, Florencia, Milán, Colonia, etc.).

Se trazó una red urbana de desigual densidad. La expansión más temprana y densa se dio en Italia y Flandes, donde se situaban las mayores ciudades de Occidente (hacia 1300, alcanzaron o superaron los 40.000 o 100.000 habitantes). Las regiones sin pasado urbano tuvieron una expansión más tardía (siglo XII), basada en núcleos militares o comerciales (centros mercantiles fortificados de Escandinavia o los "gorod" eslavos).

En las regiones romanizadas, la urbanización fue desigual: en el sur de Francia, muchos centros urbanos, pero escasamente poblados; al norte del Loira, una red menos densa, pero con ciudades más importantes.

III.1. La Ciudad en el Seno del Régimen Señorial

La gran expansión urbana, desde 1070, está ligada al auge rural y a la producción de excedentes comercializables. El sistema feudal impulsó este desarrollo, ya que la ciudad era un centro de intercambios y producción, y un polo de aprovechamiento de rentas feudales. Hacia 1080, en el oeste de Francia, los censos señoriales sobre los villanos ya no se pagaban en festividades religiosas, sino en días de mercado. El señor almacenaba su grano para venderlo y gastaba su dinero en la ciudad.

La ciudad medieval derivó del mercado. Estos nuevos centros de población se desarrollaron paralelamente al crecimiento económico: de ahí la multiplicación de los burgos, que concentraban la renta feudal. El burgo podía desarrollarse junto a un castillo (Nuremberg en 1050) o un monasterio (Cluny en 1180). La proliferación de burgos ocasionó el desdoblamiento de ciudades antiguas, surgiendo burgos mercantiles extramuros. La ciudad señorial era polinuclear.

Además de la revitalización de la red urbana antigua, la Edad Media fue la época de la creación de ciudades. Desde el siglo XI, surgieron núcleos urbanos por iniciativa señorial, para promover el poblamiento y rentabilizar el territorio. Estas fundaciones abundan en países nuevos y zonas de conquista (marcas galesas, confines germano-eslavos, reinos hispánicos). El fenómeno se generalizó en el siglo XII: sauvetés en el suroeste de Francia, villeneuves en el norte, terrenuove en Italia. Las bastidas se inscriben en este contexto, aunque muchos burgos planificados no pasaron de ser aldeas. Incluso sin ser fundaciones ex nihilo, las ciudades muestran la huella del sistema feudal, con una superposición de jurisdicciones.

III.2. El Movimiento de Emancipación Ciudadana

Entre 1070 y 1120, apogeo del señorío castral, surgieron las primeras protestas contra el poder señorial sobre las ciudades. Los intereses de la clase mercantil se veían perjudicados por los peajes y la presión fiscal.

El movimiento de emancipación urbana "normalizó" las relaciones entre la ciudad y sus señores, plasmándose en la obtención de una carta de franquicia, que concedía libertades a la comunidad. Este proceso es similar al del medio rural. Las "libertades urbanas" no excluían a las ciudades del sistema feudal, sino que las mantenían en él, reconociendo sus particularidades.

En el norte de Francia, Flandes y el norte de Italia, el movimiento culminó con la obtención de una carta municipal. La autonomía urbana se logró a veces mediante insurrección, pero fueron más frecuentes los compromisos. Algunos privilegios se compraban, otros se arrebataban. El movimiento concejil tuvo menos fuerza donde la autoridad del soberano era fuerte o el dinamismo urbano era anémico. En los reinos hispánicos, los monarcas favorecieron el enfranquecimiento mediante fueros.

III.3. La Sociedad Urbana

A) Formación y Renovación del Patriciado Urbano

En cada ciudad, un grupo de hombres (magnati en Italia, meliores o potentes en otras partes) detentaba el poder político y el predominio social. Este patriciado primitivo procedía de los ministeriales, agentes del poder señorial que adquirían riqueza e influencia en la ciudad. También la nobleza urbana (Italia, Castilla, Midi francés) dominaba la vida urbana en el siglo XII, constituyendo consulados aristocráticos. Controlaban los puntos fortificados de la ciudad. El clero urbano (canónigos, clérigos, monjes, curas) participaba en la administración. Las cartas de franquicia consagraron un patriciado urbano que fusionaba la antigua nobleza, los ministeriales y las nuevas clases mercantiles. En el siglo XIII, la comuna de Milán se apoyaba en el compromiso entre maiores (vasallos de la aristocracia militar) y cives (comerciantes y propietarios). Estas alianzas podían romperse por rivalidades: en el siglo XIII, la burguesía de negocios trató de derribar al antiguo patriciado, apoyándose en los gremios y el "pueblo" (popolo). En Florencia, los magnates fueron apartados del poder en 1293, y en Gante y Brujas los poorters ("nuevos ricos") fomentaron revueltas artesanales contra los antiguos linajes.

B) "Popolo Grasso", "Popolo Minuto"

La sociedad urbana medieval estaba estratificada, y el dinero era el criterio de diferenciación social. El patriciado controlaba las finanzas públicas y los impuestos. El endeudamiento de los artesanos se convirtió en un factor de dominación con el desarrollo del trabajo asalariado. Jean Boinebroke, mercader-pañero de Douai a fines del siglo XIII, sometía a sus obreros mediante el salario, los créditos y el alquiler de talleres y viviendas.

Los artesanos, pequeños tenderos, algunos clérigos y obreros, constituían el "pueblo" urbano (popolo en Italia). En los registros fiscales de fines del siglo XIII, los ciudadanos se clasificaban según su cuota impositiva. Los que menos pagaban eran los "minuti". La diferencia entre "grassi" y "minuti" es difícil de establecer, salvo en las ciudades italianas, donde a veces coincidía con formaciones políticas opuestas. En otros lugares, se expresaba en la socio-topografía urbana: en Reims, los "gros" (grassi) habitaban en ciertas parroquias o barrios, y los "menus" (minuti) en otras. La especialización laboral de cada barrio diferenciaba el reparto de los grupos sociales. En las grandes ciudades, la dificultad del alojamiento agravaba las disparidades sociales. Existía un mercado de alquiler de viviendas, con precios elevados en el París del siglo XIII, obligando a las familias modestas a compartir pisos. Había aún más pobres que los "minuti": braceros y jornaleros que buscaban trabajo diario. Apiñados en las afueras, eran mano de obra coyuntural, procedente del mundo rural. En Toulouse se les conocía como Nichils, y en Albi representaban el 40% de la población antes de la peste negra de 1348. Eran las primeras víctimas de las crisis. Desde 1150 se desarrollaron los hospitales urbanos, fundaciones piadosas para pobres, enfermos y peregrinos.

La sociedad urbana se enmarcaba en: la familia (su tamaño y estructura dependían del nivel social; los parentescos permitían al patriciado estrategias matrimoniales que consolidaban su dominio; se formaban clanes aristocráticos que controlaban la vida pública, especialmente en Italia; la exigüidad familiar hacía a los artesanos vulnerables a las epidemias); el barrio (la parroquia, con límites que coincidían con el barrio, era el marco esencial de sociabilidad; el espacio urbano era una yuxtaposición de células autónomas, a menudo dominadas por un linaje; el urbanismo concejil creó plazas públicas para ferias y fiestas; el espacio para relacionarse era principalmente el barrio: iglesia parroquial, cementerio, pozo o fuente, casa de baños, taberna (hombres) o lavadero (mujeres)); y el oficio.

III.4. El Trabajo, la Economía Urbana y el Comercio

A) Los Gremios, Mecanismos de Control Económico y Social

El artesanado no es específicamente urbano, pero sí su organización en gremios. El gremio es una "agrupación económica de derecho casi público, que somete a sus miembros a una disciplina colectiva" (E. Coornaert). Los gremios se caracterizaban por sus estatutos, que fijaban obligaciones, prohibiciones y estímulos sobre personas, técnicas y productos.

La estructura gremial no se impuso en todas partes. Cada gremio tenía una organización peculiar en cada localidad. Antes de 1300, se distinguen gremios juramentados y gremios regulados. Los de la cuenca de París son típicos del primer modelo; los de Flandes o el Midi francés, del segundo.

El gremio se sometía a una doble jerarquía: interna (tres niveles: maestro, oficial y aprendiz; para ser maestro, se requería un examen riguroso y un derecho de ingreso elevado, del que se libraban los hijos de maestros; la frontera entre maestros y oficiales tendía a ser insalvable) y externa (según su dignidad y potencia económica).

Esta jerarquía tenía una traducción política: en Montpellier, desde el siglo XII, los gremios se repartían en niveles que vigilaban las murallas, y los doce cónsules se elegían entre los gremios más poderosos. En Barcelona y las ciudades italianas, en la segunda mitad del siglo XIII, los gremios mayores accedían al gobierno municipal. El gremio tenía una función social (asociación profesional de ayuda mutua y marco de sociabilidad). Era defendido por artesanos y alta burguesía, que lo usaba como instrumento de control social. Su principal función era económica: controlar la producción, defendiendo la calidad de los productos más que su cantidad. La marca del gremio garantizaba normas de fabricación comunes, dando prestigio a la ciudad. Al oponerse a la competitividad y la concentración empresarial, la organización gremial frenó el crecimiento.

B) La Diversidad de las Actividades Urbanas

La actividad textil se considera la principal industria urbana medieval. Generó la riqueza de Flandes desde el siglo XI. Desde el siglo XII, se multiplicaron en la llanura del Po los talleres de fustanes y paños ligeros. La gran pañería, orientada a la exportación, se caracterizaba por la división de tareas: preparación del hilo (frecuentemente por mujeres), tejido (tarea compleja que requería experiencia y equipo costoso; los tejedores eran el núcleo del proceso), y apresto (trabajo penoso realizado por mano de obra poco cualificada, un verdadero proletariado urbano). Fabricar una pieza de paño tardaba casi un mes, pasando por varias manos y lugares. En el siglo XIII, este fraccionamiento era compatible con la concentración financiera.

Los oficios de cueros y pieles empleaban muchos operarios, con la misma división del trabajo. Al norte del Loira, los comerciantes peleteros eran poderosos. El trabajo de los metales era importante, requería alta cualificación, y generaba beneficios en la exportación y mercados de lujo.

La construcción, al escapar en parte a la reglamentación gremial, no ha recibido mucha atención. Sin embargo, era quizá la "industria" más importante, con predominio de asalariados. Era muy demandada en las ciudades, sobre todo en el siglo XIII, por el crecimiento urbano, la renovación inmobiliaria, y los grandes trabajos públicos y eclesiásticos (la construcción de catedrales estimulaba la economía urbana).

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