Evolución Política y Social en España: Del Turno Bipartidista a la Dictadura de Primo de Rivera

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La Evolución del Régimen: El Relevo Generacional

Cánovas había sido asesinado en 1897 y su sucesor, Silvela, moriría en los primeros años del siglo XX. Lo mismo sucedería en el campo liberal al desaparecer Sagasta. Hasta 1917 se mantuvo el turno bipartidista y en el Congreso predominó la mayoría monárquica representada por los conservadores y liberales. Pero fue haciéndose patente un aumento de diputados que representaban a nuevas corrientes del país, en especial, el republicanismo y el catalanismo. Fueron los tiempos de las llamadas "crisis orientales", por alusión al Palacio de Oriente de Madrid, residencia del monarca, donde se fraguaban y producían.

En el partido conservador, a la muerte de Cánovas, su sucesor, Silvela, crítico del canovismo desde 1892, intentó en 1899 un gobierno de concentración con el fin de integrar las corrientes generacionistas. En las primeras contradicciones internas del partido, se polarizaron en torno a dos figuras: el propio Silvela y Fernández Villaverde, ministro de Hacienda en 1899.

El político más representativo fue Antonio Maura, un antiguo liberal que se convirtió en jefe conservador de la mano de Silvela. Estaba comprometido con la "revolución desde arriba" para lograr la pureza efectiva en las votaciones. El partido liberal padeció también por esos años el problema crónico de la jefatura, producido con la muerte de Sagasta en 1903. Y aunque este problema pudo ser salvado en un primer momento gracias a Montero Ríos, persona vinculada a la Institución Libre de Enseñanza, enseguida apareció a disputarle el liderazgo Segismundo Moret.

José Canalejas se convertiría en el verdadero jefe de los liberales. De él señala el historiador Pabón que durante su tiempo de presidente del Gobierno salieron a relucir todos los problemas de la España de entonces, a todos los cuales dio solución: el llamado "religioso", el de Marruecos, el catalán, el social con las rebeldías obreras, el político con la sublevación republicana o el de la división de los partidos. El gobierno conservador de Maura y el liberal de Canalejas constituyen la etapa eje de la monarquía alfonsina. Son años que se han llamado de "renovación interna".

El Auge del Catalanismo y la Ley de Jurisdicciones

El turno liberal se encontró con dos problemas: uno fue el viraje del catalanismo y el otro la aprobación de la Ley de Jurisdicciones. En noviembre de 1905, las elecciones municipales dieron el triunfo a la Liga, lo cual hizo que en determinados órganos de opinión se desatara la euforia secesionista. El presidente Montero Ríos suspendió las garantías constitucionales, se pidió que los hechos pasaran a ser juzgados por tribunales militares y los regionalistas de la Liga se apresuraron a pedir que el Congreso no cayera en la tentación de confundir el separatismo con un regionalismo que era la fuente de vida para España.

El otro problema, vinculado con el anterior, fue la aparición de la Ley de Jurisdicciones en marzo de 1906. En ella se establecía que en el código de justicia militar quedarían en adelante incluidos los delitos de injuria y calumnia al ejército. El nuevo gobierno conservador de Maura, consciente de que el sistema político no tenía el apoyo popular, se propuso atraer a la "masa neutral" de españoles. Pero su forma de concebir la "masa neutra" le llevaría al fracaso político. Para Maura, siguiendo la tradicional doctrina liberal, esta masa estaba compuesta exclusivamente por las clases medias, por lo que dejaba fuera al proletariado. Los sucesos de la Semana Trágica pusieron esto de relieve.

La Semana Trágica

El chispazo inicial fue la decisión de Maura de enviar a Melilla desde Barcelona unidades de refuerzo formadas por soldados que habían pasado a la reserva seis años antes, para responder a una agresión de los marroquíes a los trabajadores españoles empleados en la construcción del ferrocarril de las compañías de Minas del Rif. El agravamiento de la situación de Marruecos, con noticias sobre centenares de muertos, provocó que se proclamara una huelga general. Fue declarado el estado de guerra en Barcelona y entre el 25 de julio y el 1 de agosto se vivieron jornadas de lucha hasta que pudo restablecerse el orden.

La represión que a continuación se produjo y los procesos sumarísimos llevados a cabo por los tribunales militares contra los líderes de la subversión se tradujeron en una oleada de oposición nacional a la gestión de Maura. Concretamente, el fusilamiento en Montjuic de Francesc Ferrer Guardia polarizó un movimiento que llegaría a convertirse en escándalo internacional. Se denunciaba a Maura como símbolo de la "España negra", opuesta a la libertad y el progreso que, a su vez, aparecían simbolizados en la Escuela Moderna, de la que uno de sus promotores era Ferrer.

Maura dimitió y, tras un breve gobierno de Moret, Canalejas, como jefe de gobierno, pretendió llevar a cabo una reforma social, la separación real entre la Iglesia y el Estado, un programa educativo y la modificación del servicio militar, haciéndolo obligatorio para todos en tiempo de guerra, quedando eliminado en tales circunstancias el "soldado de cuota".

La Dictadura de Primo de Rivera

Durante la primavera de 1923 ya se estaba conspirando desde dos movimientos distintos y diferenciables, pero convergentes en la necesidad de derrocar al gobierno liberal. Pretendían la instauración de un gobierno fuerte y dispuesto a resolver los problemas generales del Ejército y del orden público, manteniendo la Constitución y la monarquía.

Los Factores del Golpe de Estado

Primo de Rivera dio su golpe de Estado en Barcelona el 13 de agosto de 1923. El gobierno vaciló; mejor dicho, no fue capaz de reaccionar y acudió al monarca para que tomara cartas en el asunto. Pero Alfonso XIII dejó pasar lentamente las horas y, transcurridos los primeros momentos, apoyó abiertamente al general sublevado, a quien confió la tarea de crear gobierno. En tres días, España dejó de ser una monarquía y se convirtió en un régimen autoritario. Primo de Rivera no pretendió establecer un régimen definitivo; su cometido era establecer un "paréntesis de curación" transitorio.

Los Apoyos Sociales

La implantación del Directorio Militar fue aceptada por la gran "masa neutra" del país, que pretendía un seguro restablecimiento del orden. Los partidos políticos recibieron el golpe de Estado con recelo y vacilación. El golpe de Estado fue posible, sobre todo, por la actitud de dos fuerzas: la burguesía y el movimiento obrero. Aquella se puso sin disimulos del lado de la dictadura, y la que marcó la pauta fue la catalana. La burguesía moderna, con esta postura, alcanzaba lo que había intentado desde 1875: frenar a la clase obrera y a los políticos de los antiguos partidos, defensores en su gran mayoría de la España retrasada y terrateniente. Pero, del mismo modo, iba a abandonar al dictador en 1930, cuando juzgó que su sistema no le servía para mantener y salvar la estructura económica, base de su influencia.

Los obreros, que serían los que iban a soportar el peso del régimen, se mantuvieron tranquilos. El Partido Socialista y la UGT pasaron de una actitud expectante, que era ya asentimiento, a la aceptación y la colaboración a lo largo de los casi siete años del gobierno de Primo de Rivera.

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