Evolución de la Poesía Hispanoamericana: De la Rehumanización al Realismo Mágico

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Poesía entre 1940 y 1950

Poesía rehumanizadora: La poesía de los años 40 continúa la tendencia rehumanizadora que se había iniciado en la década anterior. Dentro de esta línea, se diferencian tres tendencias: poesía garcilasista, poesía arraigada y poesía desarraigada.

Garcilasista

Se desarrolla entre los poetas del grupo “Juventud creadora”, encabezados por José García Nieto, quien fundó la revista Garcilaso. Características: recuperación de una estética clasicista, cultivo de temas amorosos y patrióticos. Se trata de poesía de carácter escapista que se desarrolla de espaldas a la dramática realidad social de la posguerra.

Arraigada

Agrupa a autores que habían fundado la revista Escorial: Luis Rosales, Leopoldo Panero, José María Valverde. Temas: el sentimiento religioso, el paisaje, la vida doméstica y familiar. Estos temas se abordan empleando un tono intimista y sereno. Los poetas arraigados utilizan un lenguaje sencillo, próximo al habla coloquial y se inclinan por el soneto, aunque también utilizan el verso libre.

Desarraigada

Hijos de la ira de Dámaso Alonso inicia la línea de la poesía desarraigada que se difundirá a través de la revista Espadaña. Tiene un carácter existencial y se caracteriza por un tono amargo y angustiado, que manifiesta la desesperación e indignación del poeta ante una existencia dolorosa a la que no encuentra sentido.

Poesía experimental y neovanguardista

Se desarrollan en España: Postismo y Neosurrealismo: el postismo es un movimiento neovanguardista, asociado a la revista Postismo, que se declara heredero de las vanguardias. Características: empleo de un lenguaje poco convencional, rico en metáforas y hallazgos expresivos sorprendentes. Su obra constituye un puente entre la poesía vanguardista de preguerra y la poesía experimental que se desarrollará en España a partir de 1965.

El Grupo Cántico

Reunidos en torno a la revista cordobesa Cántico, un grupo de poetas andaluces como Ricardo Molina y Pablo García Baena desarrollan una poesía basada en la búsqueda formal. Actúan como un puente entre la poesía de preguerra y la poesía experimental que se da en España a partir de 1965.

Poetas en el exilio

La guerra civil condenó al exilio a un buen número de poetas: Juan Ramón Jiménez, muchos de la Generación del 27 y otros como León Felipe y Juan Gil-Albert.

Poesía entre 1950 y 1965

Poesía social

Cantos íberos y Pido la paz y la palabra marcan el apogeo de la poesía social en España, tendencia que ya se había empezado a manifestar unos años antes. La poesía social aparece vinculada a las circunstancias sociopolíticas que vive España en estos años. Características: es una poesía útil, hace eco de las preocupaciones colectivas, es una poesía cívica de carácter testimonial y realista, es una poesía destinada a la inmensa mayoría.

La Generación de los años 50

En pleno apogeo de la poesía social, empiezan a publicar sus primeras obras un grupo de poetas conocidos como Generación del 50, que van a marcar un nuevo rumbo en la evolución de la poesía española. Manifiestan en sus obras una búsqueda estética, una preocupación por la construcción formal del poema que viene acompañada por una vuelta a la expresión de la subjetividad del poeta. Características: la poesía no es solo comunicación, es también una forma de conocimiento; la finalidad de la poesía es estética; los poetas recuperan los temas vinculados a la experiencia personal del poeta; manifiestan una preocupación por la forma.

Contexto histórico-sociocultural

La desaparición de los últimos vestigios del Imperio español, iniciada en el siglo XVIII y concluida con la independencia de Cuba y Puerto Rico en 1898, supuso el final de la hegemonía española en América y la afirmación nacional de las nuevas repúblicas. En el desarrollo de los países hispanoamericanos diferenciamos tres grandes etapas:

  • En las primeras décadas del siglo XX: el crecimiento demográfico, fruto del desarrollo agrícola, ganadero y de las explotaciones mineras y petrolíferas, produjo fenómenos sociales como la concentración urbana y la explotación, casi esclavista, de los campesinos.
  • En la década de los 40 y 50: el aumento de la población, la neutralidad en las guerras mundiales y la acogida de numerosos intelectuales exiliados de la Guerra Civil española, entre otras causas, trazaron un esperanzador futuro de bonanza económica y progreso.
  • En la década de los 60 y 70: las repercusiones de las crisis económicas europeas y norteamericanas y la injerencia de Estados Unidos provocaron una frecuente inestabilidad política en la que se sucedieron golpes militares y procesos revolucionarios, que no lograron resolver los problemas estructurales de estos países e instauraron el caudillismo y el populismo en sistemas de gobierno dictatoriales, algunos ya desaparecidos, otros vigentes e, incluso, algunos renovados.

En este panorama adverso (profundas desigualdades económicas, falta de libertades, exilio...) se generó una poderosa identidad literaria hispanoamericana cuyos elementos temáticos más característicos son el sincretismo multicultural y multirracial, la naturaleza espectacular y abrumadora y una conciencia reivindicativa de justicia social y libertad.

La estética de la literatura hispanoamericana se nutre tanto de sus elementos culturales autóctonos (religiosidad, plasticidad, musicalidad, presencia de la muerte...), como de las influencias culturales europeas y norteamericanas (realismo, vanguardias...). Esto generó una narrativa de corte realista en las primeras décadas del siglo XX, que a partir de los años 40 fue derivando hacia la formación de una nueva novela basada en la poética del realismo mágico.

Temas y formas se amalgaman y proyectan con un fuerte vínculo: la lengua común que llegó de la vieja metrópoli y se fue enriqueciendo con las aportaciones de todos los países hispanoamericanos.

La novela regionalista: el realismo tradicional

Durante las primeras décadas del siglo XX, las tendencias más destacables de la novela denominada regionalista o de realismo tradicional son las siguientes:

La novela de la tierra

El tema más frecuente es el intento de dominar la poderosa naturaleza americana, en la dialéctica entre civilización y barbarie, que se resuelve con resultados distintos, según las obras. En lo formal, esta novela se caracteriza por los rasgos propios del realismo tradicional aplicados a la realidad americana: narradores comprometidos, personajes planos, sin apenas evolución, amplias descripciones topográficas y empleo de variedades diatópicas del lenguaje que reflejan características fonéticas, morfológicas y léxicas propias de las diferentes áreas americanas del castellano.

Obras más representativas: La vorágine, de José Eustasio Rivera; Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes; y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos.

La novela social

La novela social añade temáticamente una nueva dialéctica sociopolítica entre pobres y ricos, entre desheredados y poderosos. Formalmente, al perder peso los elementos pintorescos, las novelas avanzan hacia estilos más sobrios.

La novela de la revolución mexicana

Se centra en los acontecimientos sociales y políticos que se desarrollaron a partir de 1910 en México, para reflejar, en sus distintas etapas, el entusiasmo revolucionario que culmina con el desencanto de un movimiento desvirtuado al institucionalizarse. La novela iniciadora del género es Los de abajo, de Mariano Azuela.

La novela indigenista

Refleja la problemática propia de la población de origen indio o mestizo desde la denuncia de la opresión y explotación que soportan en muchas zonas de América. Las novelas más representativas de esta tendencia son Huasipungo, de Jorge Icaza, y El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría.

La novela de la tierra

Durante las primeras décadas del siglo XX, la novela hispanoamericana rechaza el cosmopolitismo propio del Modernismo y evoluciona desde el realismo naturalista y el costumbrismo pintoresco hacia una vertiente que profundiza en la búsqueda de la propia identidad continental y nacional a través del conocimiento de la naturaleza americana y de sus problemas políticos y sociales.

Se denomina novela de la tierra a esta tendencia que presenta, en distintos marcos geográficos (los llanos venezolanos, la pampa argentina, la selva colombiana...) temas de lucha entre el ser humano y la naturaleza, dentro de una dialéctica entre civilización y barbarie que oscila entre la admiración estética por los paisajes y por los valores arcaicos de la forma de vida de sus habitantes y el rechazo de la brutalidad contraria a la cultura y a sus progresos, contrastes todos ellos que tienen su mayor exponente en la lucha del individuo frente al determinismo de la herencia y el ambiente.

Los elementos formales de estas novelas son los propios del realismo tradicional: abundantes reflexiones del narrador, personajes tendenciosos, incluso en sus nombres «Santos» frente a «doña Bárbara», por ejemplo, amplias descripciones detalladas de los paisajes autóctonos, lenguaje que refleja las variedades diatópicas reales de sus hablantes... pero también encontramos la influencia modernista en el lirismo y colorismo de algunas estampas impresionistas.

En Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1884-1969), se simboliza el conflicto civilización-barbarie encarnado en los protagonistas: Santos Luzardo, joven culto, defensor de la ley y la justicia, frente al caciquismo autoritario de doña Bárbara, que impone su propia ley, la ley del llano. El autor, con el matrimonio entre la hija de la terrateniente y el joven Santos, plantea una solución conciliadora: la del desarrollo compatible con la conservación de los valores locales.

Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes (1886-1927), muestra una evocación nostálgica de los valores de los gauchos argentinos, prototipos de honestidad, caballerosidad y honor, en un concepto épico de su vida al aire libre.

La vorágine, de José Eustasio Rivera (1888-1928), con detalladas descripciones de paisajes y faenas del campo, presenta los llanos y la selva cauchera colombiana como los auténticos protagonistas de la novela, que terminan devorando a unos personajes transformados y embrutecidos. El medio puede con el ser humano y lo deshumaniza.

La novela social

Sin abandonar las formas de las novelas regionalistas, la necesidad de mostrar la realidad social y política de determinados colectivos y zonas, desde una postura de denuncia, protesta o desencanto, configura una numerosa corriente novelística de problemas sociales, en la que destacamos las novelas de la revolución mexicana y las novelas indigenistas.

Novela de la revolución mexicana

Hecho histórico de tanta relevancia (es la primera gran revolución popular) aparece como tema central de un gran número de novelas que forman un auténtico ciclo desde la iniciadora Los de abajo (1916), hasta las novelas de Juan Rulfo y Carlos Fuentes. Los diferentes títulos de estas obras reflejan distintas fases del proceso revolucionario: el puritanismo de la sociedad prerrevolucionaria, la revolución inicial contra Porfirio Díaz, la posterior guerra civil, la revolución agraria y social de Pancho Villa o el desencanto por los ideales traicionados.

Los de abajo, de Mariano Azuela (1873-1952), presenta unas características que aparecerán también en las novelas posteriores: narración objetiva de los hechos, cercanía al campesinado y al indio y visión pesimista y fatalista sobre la imposibilidad de un cambio real. En la novela de Azuela, se recoge la peripecia revolucionaria de un campesino analfabeto, Macías, que se convierte en guerrillero y triunfa en la batalla de Zacatecas, el mismo lugar en el que morirá en un tiroteo, tras las luchas internas entre distintas facciones revolucionarias. Los personajes, muy tipificados, son también simbólicos: el oportunista, la soldadera, el rebelde..., los más negativos proceden de la ciudad y los que se mueven por ideales o por su inocencia pertenecen al campo. El estilo de la obra es sobrio, con rápidas transiciones entre pequeños episodios que reflejan los distintos acontecimientos, brevedad en descripciones, diálogos y caracterizaciones, lo que permite que destaque la acción revolucionaria sobre los demás elementos.

La novela indigenista

La situación de la población indígena fue objeto de denuncia ya desde las crónicas de Indias y ha ido desarrollándose como tema con varios matices que van desde el paternalismo y el exotismo hasta una auténtica valoración de las culturas autóctonas. En la novela indigenista predomina la temática social, es decir, la reivindicación de los derechos perdidos sobre la posesión de la tierra: los antiguos y auténticos propietarios trabajan en condiciones cercanas a la esclavitud las tierras de otros y son el futuro revolucionario de sus países.

En esta línea, el ecuatoriano Jorge Icaza publica en 1934 Huasipungo, novela sobre el desalojo de una población india de sus «huasipungos» o pequeños arrendamientos, para que así el hacendado pueda beneficiarse económicamente de una carretera en cuya construcción colaboran los indios. Estos se presentan como seres animalizados, utilizados como bestias, por lo que el ejército no dudará a la hora de sofocar con las armas una incipiente revuelta encabezada por el indio más emprendedor. La novela se acerca al realismo naturalista, al proponer una visión de la realidad centrada en los acontecimientos más degradantes de la vida del indio, así como en la utilización de vocabulario localista indígena y de variedades fonéticas propias del español.

Una visión menos amarga es la que propone el peruano Ciro Alegría en su novela El mundo es ancho y ajeno, en la que la verdadera protagonista es una comunidad indígena expulsada de sus tierras y disgregada y que encarna unos fuertes valores comunitarios próximos al socialismo, que junto con la educación, pueden servir para que se consigan nuevos logros políticos y sociales de integración. La ideología del autor está fuertemente presente en la novela a través de las digresiones filosóficas del narrador omnisciente y la división tendenciosa entre indios y blancos. La inclusión de abundantes términos indígenas hace necesaria la presencia de notas explicativas y un glosario final.

La nueva novela: el realismo mágico

La superación del regionalismo en los años 40 y 50

Reacción frente al exceso regionalista en las descripciones del paisaje, propaganda política y presencia de variedades dialectales. Nuevas influencias de narradores europeos y americanos (Kafka, Joyce, Faulkner...), de las corrientes artísticas surrealistas (Bretón) y del pensamiento existencialista (Sartre y Camus). La fusión de estas influencias con la historia, el mito y el paisaje americano origina una nueva poética de gran creatividad: el realismo mágico o lo real maravilloso.

Características iniciales de esta etapa:

  • Universalización de lo autóctono, experimentación lingüística y visión existencial del individuo en autores como Miguel Ángel Asturias (Leyendas de Guatemala), Alejo Carpentier (Ecué-Yamba-Ó), Juan Rulfo (Pedro Páramo) y Ernesto Sábato (El túnel).

El desarrollo de la nueva novela: el boom de los años 60

La nueva novela se consolida y se internacionaliza gracias a la difusión de premios literarios, conferencias y estudios críticos, labor editorial...

Formalmente,

  • Desarrollan algunas líneas apuntadas anteriormente: el subjetivismo, presente en el tipo de narrador, la perspectiva múltiple..., la ruptura de la linealidad temporal (saltos en el tiempo, acciones paralelas...) y la experimentación lingüística (neologismos, barroquismo de imágenes...).

Los temas más frecuentes son:

  • La soledad del ser humano y su incomunicación, lo ilógico, la sexualidad, la muerte, el compromiso y la erudición.

Las novelas más representativas de esta etapa son Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, Rayuela, de Julio Cortázar, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.

Los nuevos narradores desde la década de los 70:

Sin abandonar las líneas testimoniales y de experimentación lingüística de la nueva novela, se percibe un regreso a fórmulas más realistas en las que se potencian los temas amorosos, el humor, el feminismo..., presentes en las novelas de Manuel Puig, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Skármeta, Isabel Allende, Piglia, Laura Esquivel, Ángeles Mastretta...

La superación del regionalismo en los años 40 y 50

El abandono paulatino de las fórmulas de la novela de la tierra y de la novela social tiene su justificación en los excesos y límites que las novelas regionalistas se imponían como género: extensas descripciones de la naturaleza local, vocabulario localista que exigía la presencia de glosarios y notas a pie de página, maniqueísmo en la presentación de personajes y conflictos sociopolíticos... El desarrollo socioeconómico de los países americanos, con el desplazamiento del campo a la ciudad, también contribuye al cambio de los escenarios rurales por los urbanos.

Por ello, algunos autores, rescatando los esenciales elementos temáticos realistas (la naturaleza, el mito y la historia americana, la denuncia...) van a incorporar influencias formales de las vanguardias europea y norteamericana: narradores (Frank Kafka, James Joyce, William Faulkner, Hermann Hesse), nuevas técnicas narrativas, y también influencias ideológicas de movimientos y corrientes de pensamiento como el surrealismo, el existencialismo o el psicoanálisis.

La asimilación de estas influencias y su hibridación con los elementos americanos genera una fuerte voluntad de estilo, una nueva poética de gran creatividad, el realismo mágico, e inicia unas líneas maestras que se desarrollarán con fuerza en las décadas posteriores.

La denominación de realismo mágico surgió en Europa para referirse a un grupo de pintores alemanes post-expresionistas que incluían seres imaginarios y elementos irreales en sus obras. El término llegó al MOMA neoyorquino en la década de los 40 para dar nombre a una exposición sobre pintores americanos, de ahí pasó a la literatura.

El realismo mágico, o lo real maravilloso, alude a la combinación de elementos fantásticos y fabulosos con el mundo real para crear un equilibrio entre lo cotidiano y lo mágico. Este realismo mágico tiene dos variantes: en ocasiones se presenta lo real como maravilloso; otras veces, a la inversa, se nos presentan hechos fabulosos como si fueran sucesos comunes.

Además del realismo mágico, la nueva orientación de la novela presenta varios rasgos comunes:

  • Universalización de lo autóctono como búsqueda de la esencia del ser americano a través del mestizaje, la vinculación o el rechazo de la cultura occidental y las aportaciones de los distintos pueblos que forman lo americano (indígenas, africanos, europeos).
  • Visión existencialista que abstrae los problemas político-sociales colectivos o individuales para encarnarlos en personajes que sufren la soledad y la incomunicación, como cualquier persona en cualquier época o ciudad del mundo.
  • Magnífico dominio del lenguaje a través de la experimentación (neologismos, barroquismo en imágenes...) y la incorporación de nuevas técnicas discursivas (perspectiva múltiple, narrador protagonista o testigo, saltos en el tiempo...).

Miguel Ángel Asturias: Guatemalteco de nacimiento, Miguel Ángel Asturias (1899-1974) inició en 1930 con sus Leyendas de Guatemala la recuperación literaria de los mitos precolombinos mayas, que continuaría más tarde en Hombres de maíz con la confrontación entre indígenas y colonizadores. El señor Presidente (1946) presenta un retrato caricaturesco y esperpéntico de un dictador que simboliza las fuerzas del Mal en lucha contra las fuerzas del Bien que representan a los oprimidos. Su estilo recoge técnicas surrealistas e imágenes barrocas de gran fuerza expresiva. Recibió el premio Nobel en 1967 por su reivindicación indigenista a través de la belleza y la elaboración literaria.

Alejo Carpentier: El cubano Alejo Carpentier (1904-1980) publica en 1933 una novela de corte indigenista, Ecué-Yamba-Ó, en la que aúna técnicas vanguardistas con el interés por los ritos primitivos afrocubanos y la intención social, todo ello narrado con un prodigioso dominio lingüístico. En su segunda novela, El reino de este mundo (1949), expone y ejemplifica su idea de lo real maravilloso mezclando los elementos mágicos de los ritos y hechicerías de los negros haitianos con la cruda realidad de la represión y las revueltas independentistas. En Los pasos perdidos (1953) Carpentier narra un curioso viaje hacia atrás en el tiempo, el que realiza en la selva amazónica un musicólogo en busca de instrumentos indígenas, al contactar con comunidades en diferentes estados de desarrollo, lo que lleva al protagonista a reflexionar sobre la pérdida de valores de la civilización moderna. Sus obras posteriores, El siglo de las luces y La consagración de la primavera, se adscriben al género de la novela histórica, lo que le permite indagar en la identidad americana del pasado y del presente.

Juan Rulfo: El mexicano Juan Rulfo (1918-1986) culmina la narrativa de la revolución mexicana con su colección de cuentos El llano en llamas (1953) y su novela corta Pedro Páramo (1955). En sus obras aparecen los elementos propios de la novela social, pero se trasciende ese marco narrativo para reflexionar sobre los problemas humanos universales: la soledad, la violencia y la incomunicación. Formalmente incorpora nuevas técnicas narrativas, como el monólogo interior y la ruptura de la linealidad temporal. En su novela, aparece un territorio mítico, Cómala, en el que ejerció despóticamente el poder Pedro Páramo, que es también un territorio infernal y fantasmal de muerte. La novela se inicia con Juan Preciado buscando en Cómala a su padre, Pedro Páramo, búsqueda que resultará imposible, pues Pedro Páramo está muerto; los personajes con los que se encuentra Juan también lo están y el propio Juan Preciado es un fantasma que dialoga con otros muertos en sus tumbas.

Ernesto Sábato: El novelista y ensayista argentino Ernesto Sábato (1911) se doctoró en Física y Matemáticas, pero sus contactos con el surrealismo, el existencialismo francés y el psicoanálisis le llevaron a desconfiar del positivismo científico y a adentrarse en las posibilidades que ofrece la literatura para analizar los problemas del ser humano. Así se refleja en su novela El túnel (1948), en la que el narrador propone una historia de amor y muerte que muestra la soledad del individuo contemporáneo. Sábato reflexiona sobre la locura, para intentar comprender el motivo por el cual el protagonista mata a la mujer que ama y que es su única vía de salvación. Sobre héroes y tumbas (1961) es una crónica de la vida argentina en los años de ascensión del peronismo. En Abaddón, el exterminador (1974), novela de corte autobiográfico ambientada en la Argentina de los años 70, mezcla narración y ensayo. Recibió el Premio Cervantes en 1984.

El desarrollo de la nueva novela: el boom de los años 60

La profusión de novelas hispanoamericanas de gran calidad que se publicaron en los años 60 supuso un gran descubrimiento en Europa. El reconocimiento internacional de una narrativa que combinaba sus raíces americanas con las influencias europeas y superaba los caducos cauces del realismo con unas originales propuestas temáticas y estilísticas es conocido como el boom de la novela hispanoamericana.

Los autores más representativos son Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes.

Formalmente,

  • Estos escritores profundizan en algunas líneas apuntadas anteriormente: el subjetivismo, presente en el tipo de narrador que participa de la historia como protagonista o testigo y en la perspectiva múltiple (el lector reconstruye la historia desde varios puntos de vista).

La ruptura de la linealidad temporal:

  • El tiempo cronológico se sustituye por la percepción subjetiva del tiempo humano basado en estados anímicos; por ello encontraremos saltos en el tiempo, presentación de acciones paralelas, circularidad, anticipaciones...

La experimentación lingüística,

  • Presente en la creación de neologismos (el «glíglico», de Cortázar, o los juegos de Cabrera Infante), el barroquismo de nuevas imágenes que huyen de los tópicos... La novela incorpora el lenguaje popular y rasgos propios pero sin caer en localismos excesivos y buscando siempre una universalización del uso del español.

Los temas presentes en las nuevas novelas son los siguientes:

  • La soledad del ser humano y su incomunicación: muchos protagonistas de estas novelas son personas solitarias que buscan desesperadamente conseguir salir de su aislamiento. El sexo, descrito claramente y sin valoraciones morales, se convierte en muchas novelas en una posible vía para romper la soledad.
  • Lo ilógico, ruptura de la coherencia presente en la incorporación del subconsciente a través de técnicas como el monólogo interior.
  • El compromiso con la creación artística sin subordinarse a una ideología determinada, aunque muchos novelistas comparten el rechazo del sistema capitalista norteamericano y una inicial simpatía por la revolución castrista cubana.
  • La muerte aparece como elemento central en muchas novelas, en ocasiones para resaltar el valor efímero de la vida, otras veces relacionada con la incapacidad de superar la incomunicación y soledad. La importante presencia ritual de la muerte se relaciona con las culturas precolombinas.
  • La erudición, presente en los escritos casi «enciclopédicos» de Carpentier, Borges o Carlos Fuentes y en el concepto de literatura como fuente de conocimiento que exige multiplicidad de saberes.

Julio Cortázar

Julio Cortázar (1914-1984) vivió en Argentina hasta el año 1951 en que se trasladó a París. La obra más importante de este traductor y autor de novelas y cuentos, Rayuela (1963) presenta la innovación formal de su estructura, cuya linealidad se sustituye por una doble propuesta: hacer una lectura tradicional (primera parte y segunda parte, prescindiendo de la tercera parte, que el autor denomina «capítulos prescindibles») o ir alternando e intercalando los capítulos mediante otro itinerario (la rayuela) propuesto por el autor. La novela se divide en tres partes, las dos primeras centradas en el intelectual argentino Horacio Oliveira, quien va experimentando diversas vicisitudes primero en París (Del lado de allá), donde vive con la Maga, un personaje que representa la inocencia y la fantasía, y después en Buenos Aires (Del lado de acá) donde recuerda a la Maga y cree reconocerla en otra mujer, Talita. En la tercera parte (De otros lados) aparecen los capítulos que el autor considera «prescindibles». En la obra aparecen algunos temas recurrentes:

  • La reflexión sobre la creación literaria: el personaje del escritor apócrifo Morel presenta su teoría sobre la participación activa del lector en la recreación de la novela.
  • Los juegos lingüísticos: el lenguaje se manifiesta insuficiente, por lo tanto, también hay que reinventarlo, de ahí la invención del «glíglico» con el que se escriben algunos capítulos.
  • La angustia vital: Oliveira mantiene una permanente actitud de búsqueda del sentido de su vida y termina perdiendo la razón.

Esta visión reflexiva y amarga se complementa con el tono irónico y el humor, que Cortázar utiliza para poner en cuestión el racionalismo y las convenciones vacías de lo establecido.

Gabriel García Márquez

El colombiano Gabriel García Márquez (1928) es el autor más valorado de la nueva novela hispanoamericana, lo que le supuso el reconocimiento internacional con la concesión del premio Nobel de Literatura en 1982. Consigue García Márquez una perfecta simbiosis entre elementos fantásticos y la realidad americana, que plasma en la creación de un territorio mítico, la ciudad de Macondo, escenario de algunas de sus novelas y relatos.

En sus primeras novelas (La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora) Gabriel García Márquez experimenta nuevas técnicas narrativas (monólogo interior, ruptura de la linealidad...) junto con técnicas realistas tradicionales y anticipa algunos de sus temas principales (la soledad radical, la violencia...) que aparecen en los conflictos de sus personajes, pero también en las tensiones colectivas que vive la ciudad de Macondo.

Su obra magistral es la extensa novela Cien años de soledad, publicada en 1967, en la que culmina y cierra la elaboración del mundo de la inexistente Macondo, a modo de «novela total», como la denomina Vargas Llosa, tanto por la creación de un mundo completo y cerrado en el que se integran varios niveles (lo personal, lo colectivo, lo histórico, lo mítico, lo mágico) como por los exclusivos rasgos de estilo y estructurales que organizan su expresión.

Contenido de la novela.

  • Aparecen varias líneas argumentales que se complementan:
  • La historia de los cien años de la ciudad de Macondo, desde la fundación de la aldea primitiva por José Arcadio y Úrsula, su desarrollo artesanal y comercial y el crecimiento económico que supone la instalación de la compañía bananera hasta su decadencia y destrucción (el diluvio y la tormenta final).
  • La historia de la familia Buendía, desde su inicio con el matrimonio del primer José Arcadio y Úrsula Iguarán, hasta la muerte del último descendiente (Aureliano), que pone fin a una estirpe amenazada por el temor de engendrar monstruos.
  • La historia mítica del continente americano y de cualquier civilización en la historia de la humanidad, que va atravesando diversas fases desde su génesis, pasando por su organización en comunidades autárquicas, por el crecimiento de población gracias a las oleadas de inmigrantes, la industrialización y colonización económica, la alternancia de períodos de paz y conflictos bélicos... para llegar a su desaparición apocalíptica.
  • Las historias individuales, sobre todo del coronel Aureliano Buendía y de Úrsula Iguarán, pero también de unos setenta personajes de gran atractivo vital.

Los principales temas que aparecen en la novela son:

  • La soledad, como elemento constitutivo del ser humano contra el que es imposible luchar, y el amor, única posibilidad de rescatar a la persona de ese determinismo fatal que nace de la soledad y el egoísmo.

Discurso narrativo.

  • El tratamiento circular del tiempo, al alterar la linealidad habitual para anticipar secuencias que después tendrán un pasado y un futuro o serán causas o consecuencias de secuencias posteriores.
  • La presencia de un narrador omnisciente que al final es también el punto de vista de uno de los personajes, autor de los manuscritos que descifrará el último Aureliano.

Realismo mágico.

Es esta una novela modélica, y así la han entendido sus muchos continuadores e imitadores, a la hora de plantear la doble perspectiva de sorprenderse de lo habitual y percibir como normal lo fantástico:

  • La presencia de la muerte y lo sobrenatural (los muertos conviven con los vivos).
  • La violencia y la sexualidad (presentes en la novela de forma hiperbólica).
  • La magia (Melquíades, la plaga de la pérdida de memoria, la maldición de engendrar hijos con cola de cerdo...).
  • La sorpresa de los descubrimientos (el hielo, el imán, el taller de alquimia).

Mario Vargas Llosa

El peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) acumula también gran cantidad de reconocimientos internacionales, entre ellos el premio Cervantes. Su narrativa se adscribe a una corriente más realista, pero incluyendo la presencia de elementos oníricos y míticos. La ciudad y los perros, publicada y premiada en 1962, dio a conocer internacionalmente a un novelista que apostaba por la experimentación formal (la multiplicidad de voces, los saltos en el tiempo y la alternancia de espacios...), por la crítica a la sociedad peruana (especialmente las clases altas de Lima y los militares) y por un estilo hábil en la recreación de registros (el coloquial urbano, hablas regionales...).

La ciudad y los perros narra la vida de los alumnos de una escuela militar limeña en la que los novatos (denominados «perros») sufren todo tipo de vejaciones y violencia por parte de los alumnos veteranos, que se graduarán como cadetes, y por parte de sus instructores. Los comportamientos violentos se reproducen también entre los niños y se convierten en una especie de «educación» vital para su futura ocupación. El conflicto estallará al aparecer muerto un alumno acusado de delator e iniciarse una investigación para esclarecer los hechos, lo que pone en peligro el prestigio de la escuela.

El espacio cerrado de la escuela se contrapone continuamente con la ciudad abierta en la que algunos alumnos pasan fines de semana o recuerdan su infancia. También se altera el tiempo, pues se mezcla el presente del colegio con el pasado de la infancia de los escolares adolescentes. El punto de vista múltiple y la narración en 1.ª y 3.ª persona también contribuyen a entrecruzar las historias personales de varios personajes, en un afán por diluir la individualidad y denunciar la despersonalización que supone la instrucción militar.

En sus novelas y colecciones de cuentos posteriores se continúa la línea realista junto con la crítica social y, en algunos casos, la sátira y el humor. Destacamos, en esta línea crítica humorística, Pantaleón y las visitadoras (1973), sátira contra el estamento militar a través de una anécdota esperpéntica (pero verídica) como es el envío de prostitutas «militarizadas» a un destacamento de la selva amazónica, y la parodia de los culebrones radiofónicos, La tía Julia y el escribidor (1977). A partir de la novela histórica La guerra del fin del mundo (1981) se percibe el desencanto del autor ante las ideologías izquierdistas y revolucionarias y un viraje hacia posturas más conservadoras. Es también Vargas Llosa un prestigioso ensayista y crítico literario.

Carlos Fuentes

El mexicano Carlos Fuentes (1928) es uno de los autores más importantes de la nueva novela hispanoamericana. Los temas de sus obras se caracterizan por la visión crítica de la revolución mexicana y el redescubrimiento de lo indígena, dentro de la voluntad de universalizar los temas (de la búsqueda de la identidad mexicana a la búsqueda de la identidad del ser humano) a través de los mitos americanos y clásicos. Formalmente, la renovación técnica (pluralidad de puntos de vista, alteraciones de la cronología...) caracteriza gran parte de su obra.

Así sucede en su novela La muerte de Artemio Cruz, en la que critica la degeneración política mediante la descripción de doce períodos de la vida del protagonista, el poderoso Artemio Cruz, un personaje que se enriqueció en los años de la Revolución y que agoniza revisando su vida y su fracaso personal. El autor va intercalando diferentes cronologías y puntos de vista: el presente en primera persona del personaje moribundo, el futuro utilizado por un narrador en segunda persona que le habla a Artemio a modo de subconsciente y el pretérito de un narrador en 3.ª persona que nos relata escenas de su pasado, retrata diferentes personajes y reconstruye la etapa de la Revolución.

Los nuevos narradores desde la década de los 70

Sin abandonar las líneas testimoniales y la experimentación lingüística de la nueva novela, se aprecia un retorno a tratamientos narrativos más realistas en las que se potencian los temas amorosos, la ironía, el humor, el feminismo y la parodia literaria, dando entrada a las expresiones propias de cada país y moderando las innovaciones formales de las décadas anteriores. Así ocurre en autores como Manuel Puig (Boquitas pintadas, El beso de la mujer-araña), Alfredo Bryce Echenique (La amigdalitis de Tarzán), Antonio Skármeta (Ardiente paciencia), Isabel Allende (La casa de los espíritus), Laura Esquivel (Como agua para chocolate), Ángeles Mastretta (Mal de amores), Roberto Bolaño (Los detectives salvajes). En las generaciones más jóvenes podemos advertir las siguientes tendencias:

  • La ruptura con los rasgos que identifican en Europa a la literatura hispanoamericana: tropicalismos, barbarie, realismo mágico, novela total, dictadores...
  • La creciente presencia femenina.
  • La brevedad de la novela y el acortamiento del cuento (la microficción).
  • La inspiración en la novela de géneros (policíaca, satírica, de aventuras) y la mezcla de géneros (ensayo-novela, crónica periodística-ficción...).

El cuento: el realismo fantástico

El desarrollo del género

El cuento evoluciona de forma pareja a la novela y, a partir de 1940, experimenta una importante renovación. Los autores más importantes de la nueva novela (Adolfo Bioy Casares, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Augusto Monterroso, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Juan José Arreóla, Carlos Fuentes, García Márquez, Álvaro Mutis, Mario Benedetti, José Donoso y Jorge Edwards) dedican gran parte de su obra a cultivar este pujante género.

Jorge Luis Borges busca explicación al sentido de la vida y a lo inabarcable de la realidad y, para ello, recurre a la reiteración de algunos temas: el laberinto y la biblioteca; el espejo, los dobles y los caminos bifurcados, la circularidad del tiempo...

En su personal estilo encontramos mitos clásicos, citas literarias reales o ficticias, alusiones históricas y filosóficas, paradoja, juegos intelectuales, símbolos, etc., dentro de un uso lingüístico que busca ser claro y comprensible.

Sus principales libros de cuentos son Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El libro de arena (1970). Cultivó también el ensayo en Discusión (1932) y en Historia universal de la infamia (1935) y la lírica.

Julio Cortázar cuestiona la monotonía de la vida cotidiana en sus relatos, en los que encontramos la reflexión lingüística, el juego y el humor surrealista de sus novelas. Sus cuentos se agrupan en Bestiario (1951), Final de juego (1956), Las armas secretas (1959), Todos los fuegos, el fuego (1966). En 1970 amplió Historias de cronopios y de famas, un libro publicado en 1962.

Nuevas tendencias: el microrrelato

El microrrelato forma parte de un amplio grupo de microtextos (haikús, greguerías, sentencias y aforismos, fábulas, eslóganes publicitarios, micropoemas...) con los que comparte la eliminación de redundancias y adornos innecesarios y que cumple con los principios de la narratividad (narrador, personajes, argumento, tiempo, espacio).

Los autores más significativos son Augusto Monterroso, quien lleva al límite la brevedad en sus relatos, y Eduardo Galeano, que utiliza la mezcla de géneros.

El desarrollo del género

El cuento es un género narrativo de ficción que normalmente refleja la misma evolución en sus temas, formas e influencias que la novela, aunque adaptando estos rasgos a sus características de género (brevedad, indeterminación espacio-temporal, esbozo de personajes, final sorpresivo).

El cuento hispanoamericano del siglo XX expresa las tendencias narrativas propias de cada etapa (realismo y naturalismo a principios de siglo, modernismo, vanguardias...), pero a partir de 1940 experimenta una importante renovación que lo convierte en uno de los géneros literarios más originales y de mayor vitalidad de este siglo hasta nuestros días.

La superación que se produce desde el regionalismo hacia la poética del realismo mágico en la novela tiene su correlación en el realismo fantástico del cuento.

Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino procedente de las vanguardias, aplicó su peculiar metafísica a los relatos: la realidad es inabarcable e intransformable, y solo un planteamiento irónico basado en la paradoja y la erudición nos distancia de esa certeza.

En esta narrativa fantástica que busca explicación al sentido de la vida, Borges recurre a la reiteración de algunos temas: el laberinto y la biblioteca como metáforas del mundo; el espejo, los dobles y los caminos bifurcados que cuestionan nuestra individualidad; la circularidad del tiempo y la inmensidad del espacio como indagación en la muerte. La literatura, en definitiva, sustituye a la filosofía como único método de conocimiento posible.

En su personal estilo encontramos continuas referencias a los mitos clásicos, citas literarias reales o ficticias de literatura inglesa, alusiones históricas y especulaciones filosóficas, abundantes paradojas y juegos intelectuales (las continuas dudas y las referencias a otros textos), símbolos (la rosa que se genera mágicamente, la piel de un tigre que contiene un mensaje cifrado, la búsqueda del río que mana el agua de la inmortalidad, el libro de hojas infinitas...) dentro de un uso lingüístico que huye de la grandilocuencia y busca ser comprensible con precisión y brevedad. Toda una extensísima cultura cosmopolita, que también integra elementos autóctonos argentinos y autobiográficos, y que se ajusta a la perfección a la escueta estructura del cuento. Sus principales libros de cuentos son Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El libro de arena (1970). Cultivó el ensayo en Discusión (1932) y en Historia universal de la infamia (1935) y la lírica.

Julio Cortázar: Hemos hablado antes de Julio Cortázar como novelista; sin embargo, este escritor destaca también como narrador de cuentos que exploran los límites de la realidad presentando situaciones imprevistas resueltas con finales sorprendentes. En otras ocasiones, cuestiona la monotonía de la vida cotidiana a través de descripciones insólitas de actos vulgares que transforma en elementos artísticos. La reflexión lingüística, el juego y el humor surrealista están muy presentes en sus historias, contadas con una eficaz prosa. Sus cuentos se agrupan en Bestiario (1951), Final de juego (1956), Las armas secretas (1959), Todos los fuegos, el fuego (1966). En 1970 agrupó un libro publicado en 1962 con otros materiales diversos, bajo el título de Historias de cronopios y de famas, obra miscelánea que anuncia la visión irónica, rebelde y un tanto amarga de sus novelas posteriores, sobre todo Rayuela.

La importancia del cuento queda patente en la dedicación de otros importantes autores implicados en el origen y desarrollo del boom, como: el argentino Adolfo Bioy Casares; los cubanos Alejo Carpentier y Virgilio Piñera; los guatemaltecos Miguel Ángel Asturias y Augusto Monterroso; el uruguayo Juan Carlos Onetti; los mexicanos Juan Rulfo, Juan José Arreóla y Carlos Fuentes; los colombianos García Márquez y Álvaro Mutis; el uruguayo Mario Benedetti; los chilenos José Donoso y Jorge Edwards.

Nuevas tendencias: el microrrelato

En las nuevas promociones de narradores se aprecia una tendencia formal hacia la brevedad en los relatos, lo que nos lleva a una variación del género del cuento con rasgos propios: el microrrelato, que precisa de un lector activo y participativo para la interpretación misma del texto.

El microrrelato forma parte de un amplio grupo de microtextos (haikús, greguerías, sentencias y aforismos, fábulas, eslóganes publicitarios, micropoemas...) con los que comparte la eliminación de redundancias y adornos innecesarios tan frecuente en el arte moderno en general. Se diferencia del resto de microtextos porque cumple con los principios de la narratividad (narrador, personajes, argumento, tiempo, espacio) y aporta al género 'cuento' algunos rasgos propios:

  • Mayor brevedad (máximo una página).
  • Vinculación con la naturaleza humana (no fábula).
  • Evocación de incidentes individuales (no aforismos o sentencias).
  • Marcas temporales (adverbios, formas verbales) para evitar la intemporalidad, elipsis que cuentan con el lector para completar el sentido del microtexto.
  • Importancia significativa del título.
  • Frecuente intertextualidad.

Algunos críticos clasifican los microrrelatos en tres grandes grupos argumentales:

  • Los que reescriben temas clásicos.
  • Los que sustituyen un discurso por otro inventado.
  • Los que reflexionan desde postulados existenciales o humorísticos sobre el ser humano y el sentido de la vida.

Uno de los autores más destacados de microrrelatos es el guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003), quien lleva al extremo el rasgo formal de la brevedad en algunos de sus textos:

  • El dinosaurio: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
  • Fecundidad: Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.
  • Historia fantástica: Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.

[A. Monterroso: Cuentos. Alianza].

El uruguayo Eduardo Galeano (1940) es uno de los autores que más practica la hibridación de géneros para conseguir atrapar al lector con todas las armas posibles (el interés por la ficción, la empatía, la crítica política...) en su propósito de denunciar los abusos cometidos en Latinoamérica y la negativa influencia de la globalización económica e ideológica. Uno de sus libros más valorados por la crítica es Memoria del fuego, publicado entre 1982 y 1986, relato de la historia de América desde los mitos precolombinos de la creación hasta finales del siglo XX, a través de breves episodios que retratan personajes históricos, de ficción, representantes de clases sociales...

En 1989 publica El libro de los abrazos, conjunto de microtextos lírico-narrativos.

El cuento y el microrrelato son géneros de una gran vitalidad en todo el ámbito hispánico, como lo demuestran las publicaciones de autores consagrados (el argentino Ricardo Piglia, o los españoles Luis Mateo Díaz, Juan José Millás y José M. Merino) y las antologías que unen en el género a escritores de distintos países de habla hispana.

La lírica hispanoamericana

A lo largo del siglo XX son varias las tendencias poéticas que se cultivan. Sin embargo, podemos hablar principalmente de cuatro:

La poesía posmodernista.

La lírica del Modernismo presenta síntomas de cambio en los años 20 con la aparición de nuevos temas (costumbrismo) y una mayor sencillez en las formas.

La poesía intimista.

Lírica sencilla, que expresa sentimientos amorosos (pasionales, desesperados o generalizados) y existenciales (el binomio muerte/vida) y que intensifica el tono íntimo en la denominada poesía femenina de Gabriela Mistral (Desolación, Ternura, Tala), Alfonsina Storni (Mundo de siete pozos), Juana de Ibarbourou (Lenguas de diamante) y Delmira Agustini (El rosario de Eros).

La poesía negrista.

Esta línea lírica surge en países de la zona antillana en los que la población negra es muy significativa. Sus principales rasgos son: folclorismo reflejado en las peculiaridades fonéticas del habla popular de los negros, efectos rítmicos (onomatopeyas, repeticiones, métrica), musicalidad (canciones, nanas, bailes), colorido, sensualidad y erotismo. El autor más significativo de esta tendencia es Nicolás Guillén con sus libros de poesía negrista Los motivos del son (1930) y Sóngoro Cosongo (1931).

La poesía de vanguardia.

Las corrientes de vanguardia surgidas en Europa en los años 20 tienen una importante representación en algunos autores hispanoamericanos, responsables de la introducción en España de movimientos vanguardistas tales como el creacionismo y el ultraísmo.

La poesía posmodernista

En América, la enorme influencia del Modernismo de Rubén Darío y José Martí, a finales del XIX y principios del siglo XX, comienza a presentar síntomas de cambio en los años 20 con la aparición de nuevos temas (el costumbrismo) y una mayor sencillez en las formas (el posmodernista Enrique González Martínez). Así ocurre en la evolución de poetas modernistas como Amado Nervo, Leopoldo Lugones o José Santos Chocano. La lírica derivará, por una parte, hacia fórmulas más intimistas y se transformará más radicalmente con la irrupción de las vanguardias.

La poesía intimista

Es una lírica sencilla, que expresa sentimientos amorosos (pasionales, desesperados o generalizados) y existenciales (el binomio muerte/vida) y que intensifica el tono íntimo en la denominada poesía femenina de la chilena Gabriela Mistral (Desolación, Ternura, Tala), la argentina Alfonsina Storni (Mundo de siete pozos) y las uruguayas Juana de Ibarbourou (Lenguas de diamante) y Delmira Agustini (El rosario de Eros). De esta línea de poesía íntima, sencilla y humana participan los primeros libros de César Vallejo y Pablo Neruda.

La poesía negrista

En los años 20, el interés por la cultura africana y su primitivismo (vida pura en contacto con la naturaleza), el fuerte impacto musical del jazz y la poesía fonética de los dadaístas son factores que potencian el desarrollo de esta línea lírica en países de la zona antillana, en los que la población negra es muy significativa.

Los principales rasgos de esta poesía son el folclorismo reflejado en las peculiaridades fonéticas del habla popular (expresiones populares, topónimos, denominaciones de flora y fauna...) y los efectos rítmicos conseguidos con las onomatopeyas, repeticiones, la métrica y las vinculaciones con la música de las composiciones (canciones, nanas, bailes) colorido, sensualidad y erotismo en las imágenes.

El cubano Nicolás Guillén consigue que esta poesía reivindique la dignificación de la cultura de un grupo étnico-social históricamente discriminado. Sus obras Los motivos del son (1930) y Sóngoro Cosongo (1931) representan el ejemplo más claro de esta poesía.

La poesía de vanguardia

Las corrientes de vanguardia surgidas en Europa en los años 20 tienen una importante representación en algunos autores hispanoamericanos, responsables de la introducción en España de movimientos vanguardistas como el creacionismo y el ultraísmo.

El creacionismo de Vicente Huidobro publicación, en 1916, del libro de poemas El espejo del agua supone la voluntad del chileno Vicente Huidobro de inventar nuevos mundos mediante el poema, que se convierte en una creación desvinculada del mundo real. El lenguaje convencional se sustituye por un nuevo lenguaje de significación mágica inventado por el poeta, mientras que otras convenciones escritas (puntuación, paralelismo de líneas, alternancia de mayúsculas y minúsculas...) se rompen en la construcción de caligramas, en los que lo artístico afecta también a la disposición gráfica del poema. Otras obras suyas de gran interés lírico son Altazor y Temblor de cielo, ambas de 1931.

El ultraísmo de Jorge Luis Borges Borges desarrolló en Argentina las nuevas tendencias ultraístas que conoció en Madrid en 1921 y explicó sus rasgos en algunas revistas de vanguardia. Estos rasgos formales se basan en la reducción de la lírica a lo que los ultraístas consideran su elemento primordial, la metáfora, por lo que prescinden de adornos, nexos sintácticos, adjetivos... y proponen potenciar la sugerencia poética con la síntesis de varias imágenes en una. Los primeros libros poéticos de Borges tienen, pues, como característica más destacada el uso de la metáfora. Con ella da rienda suelta a una visión filosófica con tintes poéticos: «(...) Sigo el odiado / camino de monótonas paredes / que es mi destino. Rectas galerías / que se curvan en círculos secretos / al cabo de los años» son versos de su poema El laberinto.

El surrealismo en César Vallejo El peruano César Vallejo (1892-1938), tras unos inicios modernistas en los que ya aparece su concepción trágica y pesimista de la vida (Los heraldos negros), opta en Trilce (1922) por la utilización novedosa del lenguaje que le aporta la vanguardia: la anécdota desaparece o se atenúa y se rompe la sintaxis para evidenciar el caos y la angustia vital mediante grafías arbitrarias, mezcla de tiempos verbales, encabalgamientos abruptos, caligramas, metonimias... en una especie de cubismo literario: la realidad se descompone y se configura de nuevo según criterios distintos de los habituales.

En su producción posterior, recogida póstumamente, se aprecia la necesidad de expresar el dolor personal y colectivo del ser humano en poemas con sentidos más comprensibles, aunque sin abandonar del todo estos recursos lingüísticos de vanguardia. Así ocurre en su obra póstuma España, aparta de mí este cáliz (1939), escrito en apoyo de la República durante la Guerra Civil.

Pablo Neruda: El chileno Pablo Neruda (seudónimo de Neftalí Ricardo Reyes), premio Nobel de Literatura en 1971, inicia su andadura poética con una clara vinculación al modernismo y neorromanticismo en sus obras Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), uno de sus libros más conocidos. Será en Residencia en la tierra (1933-1935) donde encuentre Neruda el apoyo de recursos procedentes del surrealismo como las imágenes visionarias, las enumeraciones caóticas y las reiteraciones para transmitir su visión desolada de un mundo en continua transformación y destrucción.

Con la publicación de Tercera residencia (1947), que incluye el poemario España en el corazón escrito, como hizo Vallejo, en defensa de la República durante la Guerra Civil, se aprecia una nueva valoración de la realidad, de la historia y la naturaleza, en una poesía de claro compromiso social, que se evidencia abiertamente en el amplio poema épico Canto general (1950) y en una nueva visión esperanzada y apasionada de los objetos y sentimientos sencillos y cotidianos (Odas elementales).

La poesía posterior muestra diferentes tendencias: el barroquismo de José Lezama Lima, la poesía trascendental y experimental de Octavio Paz, la antipoesía de Nicanor Parra, la poesía comprometida de Ernesto Cardenal o de Mario Benedetti..., líneas que no necesariamente se suceden cronológicamente y que dan cuenta de la riqueza literaria de una amplia comunidad hispanoamericana que presenta en ocasiones rasgos comunes, pero que también manifiesta las peculiaridades de cada país y de cada autor.

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