Evolución de Personajes en la Obra de Buero Vallejo: Desde 'Historia de una Escalera' hasta 'Misión al Pueblo Desierto'
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ANTONIO BUERO VALLEJO: Los Personajes y su Evolución (Desde Historia de una Escalera hasta Misión al Pueblo Desierto). Crítica Social
Trayectoria Teatral de Antonio Buero Vallejo
La obra de Buero Vallejo se caracteriza por una unidad que arranca de ciertas preocupaciones temáticas, observables en el enfoque ético.
3.1. Desde 1949
Su producción se empieza a distinguir por el predominio de lo existencial y el interés en los problemas individuales y familiares. Muchas de las peculiaridades que las caracterizarán más tarde empiezan a evidenciarse (la oposición activos - contemplativos, el tema de la ceguera, el rechazo de la mentira y de la mezquindad, la crítica de la guerra...).
3.2. De 1958 a 1967 (El Tragaluz)
No desaparece el enfoque existencial, pero se atiende a la responsabilidad social y política del individuo. El deseo de denunciar la mentira, el abuso del poder, la corrupción, la injusticia, la guerra y la explotación en las circunstancias de la dictadura franquista lleva a Buero a cultivar la tragedia histórica y a incrementar el uso de símbolos, alejándolo de la concepción realista de sus comienzos. Comienza el uso de narradores y se incrementa la participación del público en el punto de vista de los protagonistas.
3.3. De 1967: Experimentación
Las Limitaciones del Ser Humano, sus Taras Físicas y Psíquicas (Características de sus Personajes)
En un número importante de sus obras descubrimos una galería de personajes que padecen o sufren una determinada tara o defecto físico o psíquico que el autor trasciende dotándoles de un significado alegórico. Son los ciegos de En la Ardiente Oscuridad y El Concierto de San Ovidio; la sordera en Hoy es Fiesta, La Doble Historia del Doctor Valmy y Goya de El Sueño de la Razón. Significativos también son los personajes disminuidos psíquicamente como el Padre de El Tragaluz. Pone de relieve la preocupación de Buero por el comportamiento individual, la conciencia de las limitaciones del hombre. El ciego es capaz de «ver» lo que los seres dotados de ella no alcanzan a percibir. Así, en ocasiones se produce como una evasión, más o menos voluntaria, de la realidad, el Padre en El Tragaluz, Tomás en La Fundación.
Oposición Dual entre sus Personajes: Enfrentamiento entre los Personajes Activos y Contemplativos
El centro permanente de la dramaturgia de Buero Vallejo es el hombre, considerado como susceptible de transformación y mejora moral. La oposición simbólica entre los personajes soñadores y los activos, personificaciones de modos contrarios y complementarios de percibir la realidad. El ideal que se ha de conseguir es una síntesis dialéctica. Otra de las constantes de su teatro es la lucha que mantienen dos de los personajes de sus obras. La oposición de personajes soñadores-activos posee muy peculiares matices en cada obra. Fernando y Urbano (Historia de una Escalera), Ignacio y Carlos (En la Ardiente Oscuridad), Mario y Vicente, los hermanos de El Tragaluz.
Los Personajes Contemplativos y Activos
Los «personajes activos» carecen de escrúpulos y utilizan cualquier medio para conseguir su fin, son víctimas de sí mismos y convierten en víctimas a los que están a su alrededor. El grupo de personajes contemplativos de las obras buerianas tienen más características comunes entre sí que los personajes activos. Son escrupulosos, angustiados, chocan con el mundo que les rodea del cual tienen una clara conciencia. Son soñadores y fracasan en lo inmediato. Su salvación radica en la relación que han mantenido con el otro. Han perecido en la lucha por la verdad y por la libertad.
El Destino Trágico, la Fatalidad, la Libertad, la Responsabilidad Humana: Dialéctica de la Esperanza
Los hombres no son necesariamente víctimas pasivas de la fatalidad, sino colectivos e individuales artífices de sus venturas y desgracias. La capacidad humana de sobreponerse a los más aciagos reveses y de vencerlos inclusive, difícilmente puede ser negada. Como señalaba el propio Buero Vallejo: “Se escribe porque se espera, pese a toda duda. Creo y espero en el hombre, como espero y creo en otras cosas: en la verdad, en la belleza, en la rectitud, en la libertad.”
Argumentos de sus Principales Obras Dramáticas
- Historia de una Escalera (1949)
- En la Ardiente Oscuridad (1950)
- La Tejedora de Sueños (1952)
- La Señal que se Espera
- Casi un Cuento de Hadas
- Madrugada
- Irene o el Tesoro: Irene quien, muerto su marido, ha sido recogida por la familia de éste, y es tratada como una sirvienta, insultada, ofendida, humillada y explotada. De pronto, aparece en escena un nuevo personaje: el duendecillo. «Para la loca sabiduría de los hombres —dice el duende— tú y yo somos un engaño. Pero el mundo tiene dos caras... Y desde la nuestra, que engloba a la otra, ¡ésta es la realidad! ¡Ésta es la verdadera realidad!». Ateniéndose a esta interpretación se decide internar a la «esquizofrénica» Irene en un sanatorio mental. Pero el espectador, a diferencia de esos otros personajes que nada han visto, ha visto, como Irene. ¿Es real o no es real lo que el espectador e Irene ven? ¿Es real lo que sólo el espectador y el duende oyen? Se trata de admitir o no la existencia de la trascendencia en el seno mismo de la realidad, trascendencia que no sólo funda lo real, sino que lo revela auténticamente.
- Hoy es Fiesta (1955)
- Un Soñador para un Pueblo: Comenzando por lo más inmediato podemos decir que el autor nos presenta la historia de un hombre puro que fracasa en su sueño de mejorar la vida de un pueblo. Este hombre es Esquilache, ministro de Carlos III, y el pueblo, la España del «despotismo ilustrado». A primera vista, parece que el fracaso de Esquilache —político justo e íntegro— se debe a la oposición del pueblo que, amotinado, rechaza una política reformadora, inteligente y lúcida, rechazo fundado en la ignorancia y la inmadurez políticas. Pero tal oposición entre el político puro y el pueblo inmaduro no es más que apariencia organizada por un tercer poder que se mueve en la sombra y cuyos enemigos son, a la vez, Esquilache y el pueblo. En realidad, las víctimas de este drama son dos: Esquilache y el pueblo.
- Las Meninas (1960): El drama que sustenta toda la acción es la muerte de Pedro, a quien, perseguido por la justicia «oficial» por haberse rebelado contra la injusticia «real», declarado enemigo de la seguridad del Estado, Velázquez, recogerá en su casa, y la posterior decisión de Velázquez, que asume esa muerte, de gritar la verdad, rebelándose contra la mentira y el silencio de un mundo en donde nadie la dice. La muerte de Pedro, muerto al escapar de la policía. Decir la verdad es la única manera de asumir esa muerte. «Estamos viviendo de mentiras, de silencios. Yo he vivido de silencios, pero me niego a mentir».
- El Sueño de la Razón (1970): La acción, durante la ola de terror y de persecuciones desencadenada contra los liberales por Fernando VII. A diferencia del Velázquez de Las Meninas, que se enfrenta a un mundo degradado y corrumpido, Goya aparece prisionero de su casa y de su sordera sin que le sea posible un enfrentamiento abierto con el mundo amenazador que le rodea. El agónico combate entre Goya y el mundo exterior nos es dramáticamente dado a través y por medio de la conciencia del protagonista. Si Velázquez podía luchar cara a cara con el antagonista. Goya, en cambio, se le niega la posibilidad de tal combate abierto y de frente. El rey Fernando VII sólo aparece en dos escenas, en ambas, borda sobre una tela un delicado paisaje, y en ninguna de las dos amenaza abierta y directamente a Goya, se limita a enviarle un emisario —el padre Duaso— y a seguir bordando la delicada tela, como la araña borda la suya, en donde irá atrapando a sus víctimas. Terror que se manifiesta escénicamente mediante el signo sonoro de unos latidos que aumentan y disminuyen su sonido, reiterándose a lo largo de la obra. Nuestra percepción de lo dicho queda limitada a la del propio Goya, con lo cual el autor nos obliga a compartir la sordera del pintor; un original recurso del llamado efecto de inmersión.
- La Detonación: Muestra, desde los instantes que precedieron al suicidio del escritor, la compleja realidad que lo llevó a dirigirse, el 13 de febrero de 1837, a la caja amarilla que encerraba la pistola con la que puso término a su atormentada existencia. Buero está dramatizando en La Detonación, al tiempo que las de Larra, las razones de sus actitudes durante el franquismo.
- El Concierto de San Ovidio