Evolución Histórica de la Península Ibérica: Desde la Prehistoria hasta el Siglo XVIII
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Bloque 2: La Prehistoria y la Edad Antigua
2.1. El Proceso de Hominización en la Península Ibérica: Nuevos Hallazgos
Durante la era geológica del Pleistoceno tuvieron lugar una serie de cambios climáticos que permitieron la evolución de los homínidos y su expansión por la Tierra. En la actualidad se afirma que los primeros representantes del género Homo proceden de África, pero llegaron a la Península a través de Asia y no cruzando el estrecho de Gibraltar, pues desconocían la navegación.
Los fósiles de homínidos más antiguos encontrados hasta ahora en Europa aparecieron en la sierra de Atapuerca (Burgos) e incluyen restos de Homo antecessor, Homo heidelbergensis y neandertales. Dichos restos parecen indicar que estos homínidos vivían en grupos, practicaban la caza y la recolección e incluso realizaban ritos funerarios. Otros restos de neandertales se han hallado en lugares como La Carigüela (Granada), Zafarraya (Málaga) y Gibraltar.
Finalmente, en cuanto a industria lítica se produce una evolución desde el Paleolítico Inferior, con útiles muy rudimentarios, hasta el Paleolítico Superior, con útiles muy elaborados e incluso con el uso del hueso para fabricar agujas y arpones.
2.2. Pueblos Prerromanos y Colonizaciones: Fenicios, Griegos y Cartagineses
Empezaremos refiriéndonos a los pueblos prerromanos que habitaban la Península:
- Íberos: originarios del norte de África y divididos en numerosas tribus (turdetanos, edetanos, etc.), habitaban la costa mediterránea y en su sociedad tenían gran importancia los guerreros y las relaciones personales, como la devotio ibérica. Basaban su economía en la tríada mediterránea (cereal, vid, olivo).
- Celtas: originarios del interior de Europa, llegaron en dos oleadas. Ocupaban el norte, centro y oeste peninsular. Su sociedad era tribal, con gran importancia de los guerreros. Su economía se basaba en la ganadería y el dominio del hierro. Existía una gran diversidad entre ellos: vetones, vacceos, cultura de los castros, etc.
- Celtíberos: eran de origen céltico pero con gran influencia de los íberos. Ocuparon la zona oriental de la Meseta y, pese a su belicosidad, practicaron pactos de hospitalidad con otras comunidades.
- Tartessos: una cultura que se mueve entre lo legendario y lo histórico, establecida en torno al valle del Guadalquivir y que destacó por su riqueza agropecuaria y por el intercambio de metales. Destacan los yacimientos de El Carambolo y La Aliseda.
En cuanto a los pueblos colonizadores, hay que referirse a los siguientes:
- Fenicios: procedían del actual Líbano y establecieron factorías en la costa para el intercambio comercial: Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar), etc. Jamás pretendieron una invasión territorial. Les debemos la introducción del torno de alfarero, el tintado en púrpura y la escritura alfabética, entre otras cosas.
- Griegos: movidos por los mismos intereses que los fenicios, con los que compitieron, establecieron sus propias factorías: Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas), donde cambiaban su magnífica cerámica y tejidos por metales y sal.
- Cartagineses: procedían del actual Túnez y su presencia no fue pacífica, sino que consistió en campañas de conquista para asegurar sus intereses, aumentando su actividad tras su derrota en la I Guerra Púnica. Fundaron Cartago Nova (Cartagena), que fue el centro de su poder.
2.3. Conquista y Romanización de la Península Ibérica: Legado Romano
La romanización fue un fenómeno de aculturación que consistió en el proceso por el cual las sociedades indígenas prerromanas adoptaron la cultura (lengua, instituciones, derecho, religión,…) y las formas de vida de los romanos. Tal fue la huella que dejó la presencia romana en Hispania que aún hoy se sigue percibiendo, por ejemplo en las lenguas peninsulares derivadas del latín: castellano, gallego, catalán y portugués. La gran excepción es el vascuence, la única lengua prerromana que ha sobrevivido. Tan grande fue la absorción del latín que algunos de los intelectuales más destacados del mundo romano procedían de Hispania, como Séneca. Otro ejemplo de este legado fue el Derecho romano, que sigue siendo la base de buena parte del ordenamiento jurídico de las sociedades actuales. Finalmente, el largo proceso de romanización dejó un valioso legado artístico que aún se conserva: acueducto de Segovia, teatro de Mérida, puente de Alcántara, mosaicos, esculturas, etc.
2.4. Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo: Instituciones y Cultura
En el año 476 se produjo la caída del Imperio romano, hecho al que contribuyeron las invasiones de pueblos germanos que, sobre las ruinas de dicho imperio, establecieron diversos reinos. Uno de ellos sería el de los visigodos, que establecieron su capital en Toledo y unificaron políticamente Hispania tras someter a los suevos y expulsar a los bizantinos. Las principales características del reino visigodo fueron el carácter electivo de sus reyes; que los visigodos eran la minoría dominante frente a hispanorromanos y judíos; y que trataron de imponer el arrianismo, pero acabaron aceptando el catolicismo tras la conversión del rey Recaredo.
Los reyes visigodos se esforzaron por consolidar la institución monárquica y fundaron el Aula Regia, formada por nobles de confianza del rey que le asesoraban en cuestiones de Estado. También realizaron una gran labor legislativa, destacando el Liber Iudiciorum, que recopilaba la legislación visigoda e hispanorromana unificando jurídicamente a ambos pueblos. Tras la conversión al catolicismo, los Concilios de Toledo marcaron la unión entre la Iglesia y la Corona. En arte y cultura, trataron de continuar la tradición romana, aunque su arte fue ante todo rural y religioso. Finalmente, algunos religiosos como San Isidoro de Sevilla contribuyeron a conservar el legado cultural romano.
Bloque 3: La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus
3.1. Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
El año 711 un ejército musulmán entró en la Península y derrotó al rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. Tras la victoria, los musulmanes se extendieron por la Península, conquistándola casi por completo en apenas diez años. Su expansión quedó frenada al otro lado de los Pirineos tras su derrota en Poitiers (732) frente a los francos.
Tras la conquista, la Península se denominó al-Ándalus, convirtiéndose en un emirato dependiente de Damasco, con capital en Córdoba. En el año 750 la dinastía Omeya que gobernaba el Imperio islámico fue aniquilada por la dinastía abasí. Tan sólo sobrevivió Abderramán, que se refugió en al-Ándalus y se hizo con el poder, proclamando el Emirato Independiente (756). En el año 929, Abderramán III subió al poder en medio de revueltas internas. Para reforzar su autoridad proclamó el Califato de Córdoba, que dio lugar a una época de estabilidad.
Durante la minoría de edad del califa Hixam II, destacó la figura de Almanzor, visir y caudillo militar que se convirtió de hecho en el gobernante de al-Ándalus, llevando a cabo numerosas y exitosas razias contra los reinos cristianos. Sin embargo, a su muerte el califato entró en una profunda crisis interna que lo llevó a su desintegración. Surgían así los Reinos de Taifas.
3.2. La Crisis del Siglo XI en Al-Ándalus: Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos
Tras la muerte de Almanzor, el Califato de Córdoba entró en una profunda crisis interna que lo llevó a acabar desintegrándose en el año 1031, dando lugar al surgimiento de los llamados Reinos de Taifas. Estos pequeños reinos fueron mucho más débiles que el Califato, por lo que se inició un período de debilidad de los musulmanes que los reinos cristianos aprovecharon para establecer su hegemonía, imponiendo el cobro de parias y conquistando territorios, destacando la toma de Toledo por Alfonso VI (1085).
El avance cristiano no fue continuo, pues hubo momentos de corta duración en que la unidad andalusí pudo reconstruirse y mostrar una fuerte resistencia. En esos casos, el impulso unificador vino del norte de África, con las invasiones de almorávides y almohades. Pero a partir de la derrota de estos últimos en las Navas de Tolosa (1212), el avance cristiano fue imparable y la España musulmana quedó reducida al pequeño reino de Granada.
3.3. Organización Económica y Social de Al-Ándalus
En la economía andalusí la agricultura tenía una gran importancia, basada en la tríada mediterránea (cereal, vid, olivo) y en nuevos cultivos introducidos por los musulmanes (cítricos, algodón). La ganadería estuvo muy desarrollada, especialmente la ovina, mientras que la artesanía destacó fundamentalmente en la producción textil, que a su vez impulsó el comercio interior entre ciudades. Finalmente, el comercio exterior fue muy próspero, comerciando principalmente con Oriente.
La sociedad andalusí se dividía en musulmanes y no musulmanes. Dentro de los primeros estaban los árabes (procedían de Oriente, eran la minoría pero ocupaban el mejor estrato social), los bereberes (procedían del norte de África y tenían una peor posición que los árabes, lo que generó conflictos) y los muladíes (cristianos convertidos al Islam, que eran la mayoría y ocupaban el peor estrato social). Dentro de los no musulmanes estaban los mozárabes (cristianos que vivían en al-Ándalus) y los judíos. Ambos grupos mantenían su religión a cambio del pago de un tributo. Salvo excepciones, como la dominación almorávide y almohade, la convivencia fue pacífica.
3.4. Legado Cultural de Al-Ándalus
En la cultura andalusí florecieron diversos campos. En Filosofía la máxima figura fue el cordobés Averroes, que trató de acercar y conciliar el pensamiento de Aristóteles con la teología islámica, influyendo en muchos intelectuales medievales. En Literatura destacó el zéjel, un género poético mozárabe típicamente andalusí. No obstante también se utilizaron las formas típicas árabes. La obra maestra de la poesía andalusí es El collar de la paloma, de Ibn Hazm.
Dentro del campo de la ciencia tuvieron gran desarrollo la Medicina (destacaron Maimónides e Ibn Wafid) y la Astronomía (destacó Azarquiel). Además, los musulmanes introdujeron los principios trigonométricos, el álgebra y el uso del cero, así como productos provenientes de Oriente, como la pólvora o el papel. Por último, hay que destacar la importancia de los musulmanes en una institución cristiana como fue la Escuela de Traductores de Toledo. Gracias a la colaboración de judíos, cristianos y musulmanes pudieron recuperarse obras de Aristóteles, Ptolomeo o Galeno que eran desconocidas en Occidente: se tradujeron del árabe al latín y se exportaron al resto de Europa.
Bloque 4: La Península Ibérica en la Edad Media: Los Reinos Cristianos
4.1. Los Primeros Núcleos de Resistencia Cristiana en la Península Ibérica
La conquista musulmana no alcanzó a toda la Península: algunos nobles visigodos se refugiaron en las montañas del norte, donde uno de ellos llamado Pelayo lideró la victoria sobre los musulmanes en Covadonga (722). Así surgió el Reino de Asturias, que poco a poco fue extendiéndose hacia el sur y llegando a la cuenca del Duero. Fue entonces cuando pasó a denominarse Reino de León, que seguiría extendiéndose durante los siglos IX y X, a la vez que en su parte oriental surgió un poderoso condado, Castilla, que con el tiempo acabaría convirtiéndose en un reino independiente.
Por su parte, los vascones, que nunca habían sido dominados por completo por los musulmanes, establecieron en la comarca de Pamplona otro núcleo cristiano, que en el siglo X daría lugar al Reino de Navarra. Muy ligadas en principio a este reino estuvieron las comarcas pirenaicas de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, que en el año 1035 se unieron formando el Reino de Aragón.
A finales del siglo VIII los francos dominaban las comarcas del Pirineo catalán: era la llamada Marca Hispánica, que dividieron en condados. A finales del siglo IX uno de esos condados, el de Barcelona, se independizó vinculando feudalmente a los demás.
4.2. Principales Etapas de la Reconquista
Siglos X-XII: Alrededor del año 1000, Sancho III de Navarra había hecho de su reino el centro político de la España cristiana y dependiente de él a Castilla y Aragón. Comenzó entonces una época de continuas uniones y divisiones en el oeste peninsular. Con Alfonso VI existió una fuerte unidad que permitió la conquista de Toledo (1085), pero a su muerte el reino volvió a dividirse, e incluso Portugal se hizo independiente. En el este peninsular Aragón, de la mano de Alfonso I el Batallador, conquistó Zaragoza y la convirtió en su capital. Por su parte, los Condados Catalanes que en el siglo X ya estaban independizados de los francos, conquistaron la llamada Cataluña Nueva. En el año 1137 se produjo la unión de Aragón y los Condados Catalanes por el matrimonio entre el conde Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón. Surgía así la Corona aragonesa.
Siglo XIII: El primer hito fue la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212), lograda por la unión de los ejércitos de Castilla, Aragón y Navarra. Poco después Fernando III logró la unión definitiva de Castilla y León, iniciando la conquista del valle del Guadalquivir. Navarra no pudo ampliar su territorio al estar aislada entre Castilla y Aragón. Por su parte, la Corona aragonesa de la mano de Jaime I terminó la conquista de las Baleares y logró tomar Valencia. A principios del siglo XIV, sólo el Reino de Granada seguía bajo poder musulmán.
4.3. Modelos de Repoblación y Organización Social en los Reinos Cristianos
Tras la reconquista de un territorio era necesario repoblarlo para asegurar su dominio. Pese a que tuvieron lugar a la vez, los procesos de reconquista y repoblación son diferentes: el primero era de carácter militar y el segundo perseguía la dominación del territorio. Existieron diversas modalidades de repoblación: oficial, dirigida directamente por los monarcas; señorial, ya fuese monacal, eclesiástica o laica, que dio lugar a grandes dominios señoriales; privada, protagonizada por hombres libres atraídos, pese al peligro, por las ventajas jurídicas y económicas de las tierras fronterizas. Recibió el nombre de presura. Concejil, dirigida por los concejos al amparo de una carta puebla y de un extenso alfoz. De órdenes militares, que recibieron la petición de los monarcas de ayudar a repoblar los amplios territorios del sur peninsular. Repartimiento, en el que las tierras se distribuían según la condición social y los méritos de los conquistadores.
Esta diversidad de modalidades fue lo que originó el contraste entre los grandes latifundios de Andalucía y la Meseta Sur por un lado, y la pequeña y mediana propiedad de la Meseta Norte por otro.
En cuanto a la organización de la sociedad, estaba dividida en estamentos muy jerarquizados y con una importante desigualdad: privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (pueblo llano). Estos últimos eran la mayoría, trabajaban y tenían que pagar tributos. Era una sociedad agraria y rural, con una importante presencia de minorías: judíos y musulmanes (mudéjares).
4.4. Diversidad Cultural en los Reinos Cristianos: Cristianos, Musulmanes y Judíos
Los reinos cristianos no tenían una población homogénea, sino que en ellos coexistían tres grupos diferentes: cristianos, musulmanes y judíos. Vivían en barrios separados, no se casaban entre ellos y mantenían cada uno sus costumbres. Los cristianos eran la mayoría de la población y el grupo dominante, dado el carácter cristiano de los reinos.
Los musulmanes que permanecieron en territorio cristiano fueron llamados mudéjares, siendo respetadas su religión y costumbres. Transmitieron sus conocimientos en técnicas de cultivo e irrigación, e incluso dejaron su sello cultural: el arte mudéjar. Su situación empeoró a partir del siglo XIII y muchos emigraron a Granada.
Los judíos, que ya estaban en la Península en época romana, constituyeron una minoría de gran importancia, sobre todo en los campos de la medicina y las finanzas. No obstante, tuvieron tensas relaciones, sobre todo a partir del siglo XIV.
Esta diversidad fomentó el enriquecimiento cultural, plasmado en la Escuela de Traductores de Toledo donde el papel de las tres culturas fue esencial. Por desgracia, la convivencia no fue sencilla y con el paso del tiempo las tensiones entre los cristianos y las dos minorías fueron en aumento.
Bloque 5: La Baja Edad Media. Crisis de los Siglos XIV y XV
5.1. Organización Política e Instituciones en la Baja Edad Media
Castilla: al frente del reino estaba el rey, asistido por una serie de instituciones: el Consejo Real; la Audiencia, encargada de administrar justicia; y la Real Hacienda, encargada de los impuestos. En el siglo XII nacieron las Cortes, una asamblea estamental que no tenía poder legislativo, pero decidía sobre impuestos extraordinarios y presentaba peticiones al rey. Finalmente, la administración local se basó en los concejos.
Aragón: cada territorio (Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña) poseía sus propias instituciones y leyes. Al frente había un lugarteniente del rey que actuaba como su delegado. También existían el Consejo Real y la Audiencia. En el siglo XIII surgieron las Cortes, destacando las catalanas que crearon la Generalidad, que fue una especie de gobierno de su territorio. En Aragón existió el Justicia de Aragón, que velaba por el mantenimiento de los privilegios estamentales frente al poder del rey. La administración territorial se organizó en veguerías, mientras que la local lo hizo en municipios.
5.2. Crisis Demográfica, Económica y Política en la Baja Edad Media
Durante el siglo XIV, como ocurrió en el resto de Europa, la población peninsular sufrió un fuerte descenso demográfico, debido a malas cosechas y hambrunas. Además, la peste negra causó estragos, sobre todo en Navarra y la Corona de Aragón. Esta crisis demográfica generó a su vez una grave crisis económica. Muchas áreas rurales quedaron vacías y sus campos abandonados y sin cultivar, lo que agravó las hambrunas y disparó los precios. Estos factores contribuyeron al estallido de conflictos sociales: persecuciones de judíos, revueltas antiseñoriales, etc.
La pérdida de buena parte de sus rentas por la pérdida de contribuyentes, enfrentó a los nobles con sus campesinos y con los reyes. Así, en Castilla Enrique de Trastámara, con el apoyo de buena parte de la nobleza, logró deponer a su hermanastro Pedro I tras una guerra civil. Por su parte, en Aragón a principios del siglo XV murió Martín I sin descendencia. Los nobles aprovecharon para aumentar su poder hasta que se decidió nombrar rey a Fernando I de Trastámara.
5.3. La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
Tras finalizar la Reconquista con la toma de Valencia y al no poder extenderse más allá de los Pirineos por la presencia de la poderosa Francia, la Corona de Aragón inició a finales del siglo XIII su expansión por el Mediterráneo, impulsada por sus intereses comerciales.
La primera conquista aragonesa sucedió en 1282 cuando Pedro III logró arrebatar Sicilia a la casa francesa de Anjou. Ya en el siglo XIV se logró la ocupación de Cerdeña, isla que estaba bajo la influencia de Pisa. Incluso las expediciones de almogávares enviadas a Oriente para ayudar a los bizantinos frente a los turcos, lograron el dominio temporal de los ducados de Atenas y Neopatria. Finalmente, a mediados del siglo XV Alfonso V se apoderó del Reino de Nápoles, dando por finalizada la expansión aragonesa por el mediterráneo.
5.4. Rutas Atlánticas de Castilla y Portugal: Las Islas Canarias
Desde el siglo XIII el Atlántico fue ganando cada vez más importancia frente al Mediterráneo, de manera que sus rutas se hicieron muy importantes. Los portugueses avanzaron de forma decisiva en la exploración y conquista de enclaves en las costas africanas y el Atlántico, como Madeira y las Azores. La culminación llegó a finales del siglo XV cuando Bartolomé Díaz dio la vuelta al Cabo de Buena Esperanza y más tarde Vasco de Gama llegó a la India bordeando el continente africano.
En cuanto a Castilla, los puertos del Cantábrico se convirtieron en un gran eje comercial al enlazar con el resto de puertos europeos atlánticos, mientras que los puertos de Andalucía occidental sirvieron de base para expediciones navales, como la conquista de las islas Canarias. Este proyecto se inició a principios del siglo XV y duró casi un siglo debido a la fuerte resistencia y a la falta de medios económicos. La conquista de las islas Canarias se divide en dos fases: una a principios del siglo XV realizada por Juan de Bethencourt, y otra llevada a cabo por los Reyes Católicos para conquistar las únicas islas que aún no estaban en manos castellanas: Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Bloque 6: Los Reyes Católicos: La Construcción del Estado Moderno
6.1. Los Reyes Católicos: Unión Dinástica de Castilla y Aragón
El año 1469 se produjo el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, ambos pertenecientes a la dinastía Trastámara aunque de la rama castellana y aragonesa respectivamente. Tras la muerte de Enrique IV de Castilla, estalló un conflicto por el trono entre los partidarios de Isabel, hermana de Enrique y apoyada por Aragón, y los de Juana la Beltraneja, supuesta hija del difunto rey y apoyada por Portugal. La guerra civil culminó con la batalla de Toro (1476) y el Tratado de Alcaçovas (1479), firmado con Portugal y por el que se reconocía a Isabel como reina de Castilla, además de la soberanía castellana sobre las Canarias.
Ese mismo año de 1479 moría Juan II de Aragón y Fernando se convertía en el nuevo monarca. Así culminaba la unión de los dos reinos más importantes de la Península: Castilla y Aragón. Los nuevos monarcas se esforzaron por lograr la unión peninsular: conquistaron Navarra y Granada. Pese a su política matrimonial, no consiguieron la unión con Portugal aunque sí sentaron las bases para lograrlo en un futuro: en tiempo de Felipe II.
6.2. La Integración de las Islas Canarias y la Aproximación a Portugal
Portugal y Castilla rivalizaron por el dominio de las islas Canarias, cuya conquista había iniciado Castilla a principios del siglo XV con la campaña de Juan de Bethencourt. Los portugueses ambicionaban su dominio debido a su expansión por las costas africanas atlánticas. En 1479 se firmó el Tratado de Alcaçovas, por el que Portugal reconocía a Isabel como reina de Castilla y aceptaba la soberanía castellana de las Canarias a cambio de limitar la expansión de Castilla en África. A partir de entonces los Reyes Católicos se esforzaron en conquistar las únicas islas que no estaban bajo su control: Gran Canaria, La Palma y Tenerife. El proceso de conquista consistió en contratos que particulares firmaban con la Corona. La población indígena, los guanches, fue pronto exterminada debido a la acción de los conquistadores y las enfermedades de origen europeo. La estructura administrativa del archipiélago se adaptó al modelo castellano.
En cuanto a las relaciones con Portugal, los Reyes Católicos iniciaron un acercamiento hacia su antiguo enemigo mediante una política matrimonial que emparentó a varios de sus hijos con los herederos de la corona portuguesa y que acabaría dando sus frutos en tiempos de Felipe II cuando Portugal se unió a España.
6.3. La Conquista del Reino Nazarí de Granada y la Incorporación del Reino de Navarra
La Guerra de Granada (1482-1492) fue el conflicto en el que las fuerzas conjuntas de Castilla y Aragón terminaron con el último bastión musulmán. La primera fase del conflicto se centró en conquistar la parte occidental del reino, lo que se logró tras las tomas de Ronda y Málaga. Posteriormente se pasó a conquistar los territorios orientales, dejando para la fase final el núcleo central del reino: la ciudad de Granada. Tras un sitio de varios meses, el 2 de enero de 1492 el último rey nazarí, Boabdil, entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, sellando la derrota musulmana. La campaña había causado estragos y muchos musulmanes optaron por emigrar al norte de África.
Por su parte, Navarra estaba vinculada a Francia a través de la casa de Foix, lo que suponía un grave riesgo estratégico para los Reyes Católicos. Ese fue el pretexto usado por Fernando el Católico para intervenir y conquistar el reino en 1512 con tropas castellanas. De este modo, Navarra quedó incorporada a Castilla, aunque conservó sus instituciones y autonomía.
6.4. La Organización del Estado e Instituciones de Gobierno con los Reyes Católicos
Los Reyes Católicos consolidaron definitivamente el autoritarismo regio y el paso de una monarquía feudal a una autoritaria en Castilla, apoyándose en una serie de instituciones:
- El Consejo Real, que fue el máximo órgano político, administrativo y de justicia. Lo presidía un noble o un prelado. Los Reyes Católicos lo profesionalizaron al introducir letrados.
- Las Chancillerías, que fueron la máxima autoridad judicial por encima de las audiencias y sólo por debajo del Consejo Real. Hubo dos, la de Valladolid y la de Granada.
- La Santa Hermandad, que consistía en cuadrillas armadas pagadas por los concejos para perseguir a malhechores y criminales.
- Por último, destacaron los corregidores, que fueron una figura importante en el ámbito local y ejercieron numerosas funciones, ayudando a someter a control a las Cortes.
En Aragón los Reyes Católicos respetaron el pactismo confirmando fueros y privilegios a los reinos que formaban el territorio aragonés, aunque nombraron virreyes para que los representaran en su ausencia. Finalmente, en Navarra, tras su conquista y anexión a Castilla, se respetaron sus instituciones y autonomía.
6.5. Proyección Exterior y Política Italiana y Norteafricana de los Reyes Católicos
La unión de Castilla y Aragón supuso el inicio de una política exterior común, centrada en aislar a Francia y prevenir el peligro musulmán. El enfrentamiento con Francia tuvo como escenario Italia, donde Aragón poseía Sicilia y Cerdeña y mantenía estrechos vínculos con Nápoles. Sin embargo, Francia ambicionaba Nápoles por lo que a finales del siglo XV invadió dicho reino. La reacción española fue inmediata y, pese a lo acordado en el Tratado de Barcelona (Francia devolvía el Rosellón y la Cerdaña a cambio de la no intervención española en los asuntos franceses en Italia), se enviaron tropas lideradas por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Tras una larga campaña militar, Nápoles quedaba en manos de los Reyes Católicos.
En el norte de África los castellanos trataron de neutralizar a los piratas berberiscos, apoyados por el Imperio turco. Para ello, se conquistaron plazas fuertes como Melilla, Orán y Trípoli. No obstante, estas campañas no lograron acabar con la amenaza berberisca, cuyo principal puerto era Argel. Por ello, durante el siglo XVI la alianza entre berberiscos y turcos supuso una amenaza constante para la Europa cristiana.
Bloque 7: Expansión Ultramarina y Creación del Imperio Colonial
7.1. El Descubrimiento de América
Tras la caída de Constantinopla ante los turcos en 1453, las rutas hacia Oriente quedaron cortadas, por lo que los europeos se vieron forzados a buscar una ruta alternativa. A finales del siglo XV los portugueses tomaron la delantera, gracias al dominio que ya ejercían sobre la costa atlántica africana.
Fue entonces cuando apareció en escena Cristóbal Colón, un marino probablemente genovés, que recorrió las Cortes de Portugal y España con el proyecto de alcanzar las Indias navegando hacia el oeste, basándose en la idea de la esfericidad de la Tierra. Finalmente, mediante las Capitulaciones de Santa Fe, los Reyes Católicos acordaron con Colón el inicio de la expedición.
Así, el 3 de agosto de 1492 Colón partió del puerto de Palos (Huelva) con una flota compuesta por tres naves (la Pinta, la Niña y la Santa María) y con la ayuda de los hermanos Pinzón, expertos marineros. Tras recalar en las Canarias, la expedición se adentró en el Atlántico y, cuando empezaba a cundir el desánimo, el 12 de octubre llegaron a la isla de Guanahaní, que Colón bautizó como San Salvador, sin saber que habían llegado a un nuevo continente.
7.2. Conquista y Colonización de América
El proceso de conquista de América se llevó a cabo mediante capitulaciones: los conquistadores aportaban la financiación y los hombres, mientras que la Corona legitimaba la empresa y recibía la soberanía de los nuevos territorios y parte de los beneficios.
Los grandes hitos de la conquista los protagonizaron Hernán Cortés y Francisco Pizarro, conquistando los imperios azteca e inca, respectivamente. Esos territorios sirvieron de base para nuevas expediciones: Pedro de Valdivia a Chile, Juan de Garay al Río de la Plata, etc. Por último, en tiempos de Felipe II, los vascos Legazpi y Urdaneta se dirigieron a las islas Filipinas y las conquistaron.
La rapidez y relativa facilidad de la conquista se debió a la superioridad armamentística de los españoles, los problemas internos de los imperios precolombinos y el azote de las enfermedades europeas. Tras la conquista, comenzó la colonización y explotación de los recursos: de España salían todo tipo de manufacturas y llegaban metales preciosos y productos americanos (cacao, tabaco, patata,...). Por otro lado, la explotación de la mano de obra indígena fue otra fuente de recursos, primero mediante los repartimientos y finalmente con las encomiendas.
7.3. Gobierno y Administración de las Indias
La administración colonial se articulaba en torno a dos grupos: las instituciones situadas en la Península y las que tenían su sede en las Indias. De entre las peninsulares destacaban:
- La Casa de Contratación, situada en Sevilla y encargada de regular el comercio con América, organizar la emigración hacia dicho continente y entender de pleitos mercantiles.
- El Consejo de Indias, que ejercía el control sobre los territorios americanos.
De entre las instituciones indianas hay que referirse a las siguientes:
- Los Virreinatos, con el virrey al frente, la más importante autoridad de las Indias y auténtico alter ego del monarca. Hubo dos virreinatos en América: el de Nueva España y el de Perú.
- Las Gobernaciones, que eran las divisiones territoriales de los virreinatos (en las zonas fronterizas se llamaban Capitanías Generales). Al frente estaba el gobernados, con funciones administrativas y militares.
- Los Corregimientos, que formaban parte de las Gobernaciones y abarcaban una serie de cabildos.
- Las Audiencias, que eran los órganos encargados de impartir justicia.
7.4. Impacto de América en España
El descubrimiento y posterior colonización de América tuvieron un enorme impacto en la España de finales del siglo XV y de todo el XVI. En primer lugar puso en contacto razas, idiomas, religiones y costumbres diferentes. Los españoles extendieron su cultura, lengua y religión, permitiendo una gran expansión del catolicismo. Sin embargo, esto supuso la desaparición de las culturas precolombinas, aunque algunos de sus elementos lograron sobrevivir.
Por otro lado, las consecuencias económicas fueron extraordinarias. En primer lugar, el eje económico mundial pasó del Mediterráneo al Atlántico. En segundo lugar se produjo un gran intercambio de productos, llegando nuevas especies vegetales a Europa (tomate, patata, pimiento, etc.) y animales a América (caballo, cerdo, oveja, etc.). Por último, las grandes cantidades de oro y plata procedentes de América ayudaron a convertir a España en la primera potencia mundial y a mantener su actividad militar en Europa durante los siglos XVI y XVII.
Bloque 8: La España del siglo XVI
8.1. El Imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germanías
Carlos V (Carlos I en España) llegó al trono de la Monarquía Hispánica en 1517, debido a la incapacidad de su madre Juana. Su poder fue inmenso, al reunir en su persona infinidad de territorios: la Corona de Castilla y los territorios americanos vinculados a ella; la Corona de Aragón y sus posesiones italianas; Borgoña; todos los territorios de la Casa de Austria; y la aspiración a la Corona imperial. No obstante, pronto tuvo que hacer frente a dos conflictos internos:
Las Comunidades: tras la salida de Carlos de Castilla buscando su elección como emperador, estalló una revuelta liderada por la pequeña nobleza y los sectores populares urbanos, que buscaban una monarquía menos autoritaria y un mayor papel para las Cortes. Los comuneros crearon la Santa Junta y ofrecieron el trono a la reina Juana, quien lo rechazó. La rebelión tomó un carácter cada vez más antiseñorial, de modo que la nobleza acabó apoyando al emperador. Finalmente, los comuneros fueron derrotados en Villalar (1521) y sus dirigentes (Bravo, Padilla y Maldonado) ejecutados.
Las Germanías: la crisis económica y las epidemias que afectaron al reino de Valencia generaron un descontento en los artesanos y pequeños comerciantes, que les hizo rebelarse contra la oligarquía urbana y la nobleza en 1520. No obstante, la reacción de Carlos I y el escaso apoyo que tuvo esta revuelta en el campo, condujo a su fracaso.
8.2. La monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica
Tras la abdicación de su padre Carlos en 1556, Felipe II subió al trono de la Monarquía Hispánica, reinando sobre un vasto imperio con territorios en Europa, América y África, e incluso en Asia tras la conquista de las Filipinas. Residió en Castilla, fijando la capital en Madrid. Durante su reinado tuvo que hacer frente a algunos conflictos internos, como la rebelión de los moriscos de las Alpujarras o el surgimiento de núcleos luteranos en Castilla. Sin embargo, estos conflictos fueron reprimidos duramente.
En política exterior se esforzó por mantener la hegemonía de los Austrias en Europa y en combatir a los protestantes y musulmanes. A estos últimos logró contenerlos tras la decisiva victoria en Lepanto (1571). Sin embargo, su lucha contra los protestantes le llevó a sufrir una fuerte oposición en Flandes e incluso a protagonizar el desastre de la Armada Invencible frente a Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes holandeses.
Finalmente, uno de los mayores triunfos de Felipe II fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y su imperio colonial. Lo logró al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar tras la muerte sin descendencia del rey portugués Sebastián.
8.3. El modelo político de los Austrias. La unión de reinos
Los Habsburgo continuaron desarrollando la organización política heredada de los Reyes Católicos, logrando apartar a la aristocracia del poder de la Corte, de manera que el poder político quedara centralizado en manos de los monarcas.
Castilla se convirtió en el centro de la Monarquía Hispánica, sobre todo con Felipe II. En los demás territorios se establecieron virreyes (Aragón, Italia e Indias) o gobernadores (Flandes y Milán). El rey estaba asesorado por una serie de Consejos con determinadas funciones según materias y territorios (Hacienda, Guerra, Castilla, Indias, etc.), que dieron lugar al denominado sistema polisinodial. No obstante, eran de carácter consultivo y el rey siempre tenía la última palabra. Aparte de esto, tanto Carlos como Felipe contaron con consejeros de su máxima confianza, los Secretarios.
La administración territorial mantuvo la estructura heredada de los Reyes Católicos, basada en corregimientos, mientras que la justicia siguió en manos de las Audiencias y Chancillerías. Finalmente hay que decir que, pese a la unión de los reinos peninsulares bajo una misma persona, cada uno mantuvo sus peculiaridades, con sus propias instituciones y fueros, de manera que nunca existió una centralización en la Monarquía Hispánica durante el período de los Austrias.
8.4. Economía y sociedad en la España del siglo XVI
En lo referente a la economía, la situación agraria fue favorable y se incrementaron las tierras cultivadas, aunque el mantenimiento de técnicas arcaicas supuso un bajo rendimiento de los cultivos. La ganadería trashumante adquirió una gran importancia gracias a las ovejas merinas, cuya lana se exportaba a Europa. El comercio fue importante gracias al aumento de población y al mercado americano, pero acabó decayendo por la competencia de los productos extranjeros, debido a una costumbre muy negativa para España: exportar materias primas e importar manufacturas.
En cuanto a la sociedad, la nobleza siguió siendo el primer estamento social, pese a que había perdido parte de su poder por la consolidación de la monarquía autoritaria. Aún así, su poder económico siguió siendo muy grande gracias a sus señoríos y mayorazgos. La nobleza de segunda categoría, formada por hidalgos y caballeros, aumentó bastante en esta época, por lo que tiende a hablarse de una hidalguización de la sociedad. En segundo lugar estaba el clero, dedicado a funciones eclesiásticas. Ambos estamentos siguieron gozando de sus privilegios, frente a la gran mayoría de la población, los pecheros, que formaban el estamento de los no privilegiados y tenían que trabajar.
8.5. Cultura y mentalidades. La Inquisición
El Humanismo y la cultura renacentista tuvieron un importante foco de difusión en los territorios peninsulares, destacando humanistas como Luis vives y Miguel Servet. Pero será la fuerza de la Contrarreforma la que marque definitivamente la mentalidad y la cultura de la España de los Austrias. Así, creció la diferenciación entre cristianos viejos y nuevos, siendo despreciados y discriminados estos últimos porque sus orígenes estaban en familias judías o musulmanas convertidas al cristianismo.
Para la preservación del catolicismo fue fundamental la actuación de la Inquisición, una institución creada en tiempos de los Reyes Católicos encargada de luchar contra las herejías, la brujería y los delitos de fe, aparte de perseguir a los falsos conversos. De este modo, velaba por la pureza religiosa utilizando métodos como los autos de fe, que eran actos públicos ejemplarizantes.
En cuanto a la cultura del siglo XVI, campos como las matemáticas, la medicina o la cartografía experimentaron un notable desarrollo. La literatura vivió un momento brillante gracias a figuras como Antonio de Nebrija, que sentó las bases de la gramática castellana, y autores como Garcilaso de la Vega o Santa Teresa de Jesús, aparte de obras tan importantes como El Lazarillo de Tormes.
Bloque 9: La España del siglo XVII
9.1. Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos
La principal característica de los Austrias del siglo XVII fue la de recurrir a la figura del valido para gobernar. Los validos eran miembros de la alta nobleza en los que el monarca tenía plena confianza y que fueron los que realmente gobernaron. Los más destacados fueron el duque de Lerma con Felipe III, el conde-duque de Olivares con Felipe IV y el duque de Medinaceli con Carlos II.
En cuanto a conflictos internos, con Felipe III destacó la expulsión de los moriscos en 1609, que afectó especialmente a Aragón y Valencia y provocó el despoblamiento de determinadas zonas y falta de mano de obra agrícola. Durante el reinado de Felipe IV el principal conflicto surgió cuando Olivares intentó que todos los reinos colaborasen al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo bélico de una monarquía con graves problemas financieros y que estaba inmersa en la Guerra de los Treinta Años. Esto desencadenó la crisis de 1640, en la que se produjeron rebeliones en Cataluña, Aragón, Andalucía, Nápoles y Portugal. Todas fueron sofocadas, salvo en Portugal que significó la independencia de su reino.
9.2. La crisis de 1640
El gran esfuerzo económico y militar que para la Monarquía hispánica suponía la Guerra de los Treinta Años, obligaró al conde-duque de Olivares a llevar a cabo una serie de reformas como la Unión de Armas, que provocaron el estallido en 1640 de una crisis que estuvo a punto de acabar con la Monarquía Hispánica como Estado.
Para reforzar la zona de los Pirineos en la lucha contra Francia, Olivares envió tropas castellanas a Cataluña, lo que generó una rebelión del campesinado catalán en la que se asesinó al virrey y se proclamó la República catalana. El conflicto acabó fundiéndose con la guerra contra Francia, hasta que con la toma de Barcelona en 1652 la rebelión catalana fue sofocada.
A finales de 1640 se inició otra rebelión en Portugal, debido a que la Monarquía Hispánica era incapaz de hacer frente a los ataques holandeses a las colonias portuguesas en Asia. La rebelión acabó triunfando y significó la independencia de Portugal y sus colonias.
En esta crisis de 1640 también hubo rebeliones separatistas en Aragón, Andalucía y Nápoles. Pese a ser aplastadas todas las rebeliones, salvo la portuguesa, Felipe IV decidió mantener los fueros de los distintos reinos.
9.3. El ocaso del Imperio español en Europa
Título PAU: El ocaso del Imperio español en Europa
durante el siglo XVII
El siglo XVII marcó el fin de la hegemonía europea de los Habsburgo. El reinado de Felipe III se caracterizó por su pacifismo, debido a que las arcas españolas estaban muy mermadas. Destacó la Tregua de los Doce Años (1609-1621) firmada con los rebeldes holandeses.
Con Felipe IV y su valido el conde-duque de Olivares, España entró en la Guerra de los Treinta Años apoyando a los Habsburgo de Viena y a los príncipes católicos alemanes. El fin de la Tregua de los Doce Años añadió un nuevo frente al conflicto. Pese a las victorias iniciales, pronto cambió el signo de la contienda y en la Paz de Westfalia (1648) España reconoció la independencia de las Provincias Unidas (Holanda).
No obstante, España siguió en guerra contra Francia hasta que en 1659 se firmó la Paz de los Pirineos, en la que se cedían diversos territorios a Francia: Rosellón, Cerdaña, Artois, etc. Finalmente, la muerte sin descendencia de Carlos II provocó la Guerra de Sucesión española, cerrada con el Tratado de Utrecht (1713) que significó el fin del Imperio español en Europa.
9.4. Evolución económica y social
Título PAU: Evolución económica y social en la España
del siglo XVII
El siglo XVII se caracterizó por ser una época de crisis para la Monarquía Hispánica. En primer lugar, se produjo una fuerte crisis demográfica, debido al azote de epidemias y a las épocas de carestía y hambre. Otros factores como la expulsión de los moriscos del año 1609 también contribuyeron a la crisis demográfica. Además, crecieron los grupos sociales improductivos: nobleza, clero y marginados (mendigos, pícaros, etc.). Esta grave crisis demográfica fue especialmente significativa en Castilla.
La economía también sufrió una dura crisis. La agricultura entró en una notable decadencia, agravada por la expulsión de los moriscos. La ganadería lanar se vio muy afectada por las dificultades para la exportación, debido a la fuerte competencia de los productos extranjeros, que también afectó a la industria y al comercio. Más factores de crisis fueron el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de sus minas. A todo ello se sumó la pésima política económica de los gobiernos de la Corona, que agravaron aún más la situación con medidas como el aumento de impuestos o la devaluación monetaria.
9.5. Esplendor cultural. El Siglo de Oro
Si durante el siglo XVI la cultura española ya había destacado por su calidad y riqueza, en el siglo XVII va a ser aún más relevante, constituyendo la época dorada de la cultura española, en especial en el Arte y la Literatura. Es por ello que tradicionalmente se ha denominado a esta centuria como el Siglo de Oro.
En literatura continuó la brillante producción del siglo anterior, destacando autores como Miguel de Cervantes y su obra cumbre Don Quijote de La Mancha, aparte de otros como Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. No obstante, fue el teatro el género literario más popular, donde destacaron las figuras de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.
En lo referente al Arte, en arquitectura destacaron artistas como Alonso Cano, mientras que otros como Martínez Montañés lo hicieron en escultura. En esta disciplina artística hay que señalar la importancia de la imaginería, con tallas de madera policromada. No obstante, fue la pintura la que sobresalió especialmente con autores como Zurbarán, Ribera y Murillo, Velázquez, autor de obras emblemáticas como La rendición de Breda y Las Meninas.
Bloque 10: La España del siglo XVIII
10.1. La Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
Carlos II murió sin descendencia en 1700, legando el trono español en su testamento a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Sin embargo, el archiduque Carlos, de los Habsburgo de Viena, no lo aceptó y reivindicó sus derechos al torno. Así dio comienzo la Guerra de Sucesión española: Felipe V apoyado por Francia; y el archiduque Carlos apoyado por Gran Bretaña, las Provincias Unidas, Saboya y Portugal. En España el conflicto derivó en guerra civil: Castilla apoyó a Felipe V y Aragón al archiduque.
Cuando murió José I de Austria y el trono imperial quedó en manos del archiduque, Gran Bretaña y las Provincias Unidas iniciaron las negociaciones con Francia para el fin del conflicto, pues temían la unión de España y Austria bajo un mismo monarca.
La Guerra finalizó con la firma del Tratado de Utrecht en 1713, por el que Felipe V era reconocido como rey de España por las potencias europeas, pero renunciando a una posible sucesión al trono francés. Además, perdió el imperio español europeo que se repartió entre Austria, Saboya y las Provincias Unidas. Por su parte, Gran Bretaña retuvo Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra, y ganó dos importantes concesiones en la América española: el navío de permiso y el asiento de negros.
10.2. Cambio dinástico. Los primeros Borbones
La muerte sin descendencia de Carlos II hizo posible la llegada al trono de Felipe V, de manera que se instauró en España la dinastía de Borbón. Su reinado se caracterizó por establecer una fuerte centralización e instaurar de forma plena el absolutismo monárquico.
Tras el breve reinado de Luis I, muerto a los siete meses de subir al trono, y la segunda etapa de reinado de Felipe V, llegó al trono Fernando VI, cuyo reinado supuso una época de paz que permitió continuar las reformas iniciadas en tiempos de su padre, con el apoyo del marqués de la Ensenada y José de Carvajal.
Muerto Fernando VI sin descendencia, subió al trono su hermanastro Carlos III, cuyo reinado fue un claro ejemplo de despotismo ilustrado. Entre sus principales medidas destacaron la reforma económica, la expulsión de los jesuitas y su programa para embellecer la ciudad de Madrid. No obstante, la intensa actividad bélica de su reinado afectó a las arcas estatales, ralentizando muchos de sus proyectos reformistas.
10.3. Reformas en la organización del Estado. La monarquía centralista
Título PAU: Reformas en la organización del Estado y la monarquía
Centralista en la España del siglo XVIII
La llegada de los Borbones a España propició importantes cambios en la estructura del Estado. En primer lugar, se aprobaron los Decretos de Nueva Planta, que abolían los fueros e instituciones propias de los territorios de la Corona de Aragón. Los de Navarra y las provincias vascas se mantuvieron por haber apoyado a Felipe V durante la Guerra de Sucesión.
La administración territorial se basó en la división del territorio en provincias con un Capitán General al frente. Para la justicia se mantuvieron las Audiencias, mientras que para asuntos económicos se creó la figura de los Intendentes. A nivel municipal se mantuvo el modelo castellano, extendiéndolo a todos los territorios de España.
La administración central también sufrió cambios: se suprimieron todos los Consejos salvo el de Castilla, se crearon las Secretarías de Despacho (Hacienda, Guerra, Justicia, etc.) y a finales del siglo XVIII se estableció la Junta Suprema de Estado.
10.4. La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, algunos monarcas absolutistas, influidos por las ideas de la Ilustración que se difundían por Europa, intentaron llevarlas a la práctica. Surgió así el llamado despotismo ilustrado, cuyo principal representante en España fue Carlos III.
Su reinado se caracterizó por su afán reformista, apoyado por sus ministros, primero de origen extranjero y, tras el Motín de Esquilache, españoles. Se intentó llevar a cabo una reforma agraria, hablando por primera vez de desamortización, pero la oposición del clero y la nobleza acabó impidiendo su aplicación. No obstante otras medidas sí llegaron a aplicarse y resultaron positivas para la economía: mejora de los transportes y las comunicaciones, creación de las Reales Fábricas, repoblación de Sierra Morena con colonos alemanes y flamencos, etc.
Por otro lado, se intentó reducir el enorme poder de la Iglesia, destacando la expulsión de los jesuitas, acusados de estar detrás del Motín de Esquilache, confiscándose todos sus bienes. Por último, Carlos III se esforzó en embellecer Madrid, dotándola de nuevos edificios y monumentos.
10.5. Evolución de la política exterior en Europa
Título PAU: Evolución de la política exterior española en la
Europa del siglo XVIII
La política exterior de los primeros Borbones se centró en recuperar Gibraltar y Menorca, que estaban en manos británicas, y en establecer a los príncipes de la familia en los territorios italianos perdidos.
Felipe V buscó el apoyo de Francia para recuperar los territorios italianos, por lo que firmó los dos primeros Pactos de Familia (1733, 1743). Fruto de esos pactos, España apoyó a Francia en conflictos europeos y logró que el infante Carlos, futuro Carlos III, fuese coronado rey de Nápoles y que el infante Felipe fuese nombrado duque de Parma.
Fernando VI optó por una política exterior de neutralidad, pero con Carlos III se volvió a la alianza con Francia mediante el Tercer Pacto de Familia (1761). España entraba así en la Guerra de los Siete Años frente a Gran Bretaña, pero la derrota final le hizo perder Florida. Francia en compensación le entregó Luisiana. Finalmente, en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, España apoyó a los colonos, logrando recuperar Menorca en la Paz de Versalles (1783). Sin embargo, no pudo recuperar Gibraltar.
10.6. La política borbónica en América
El centralismo y las reformas que los Borbones llevaron a cabo en España también se aplicaron en América. En primer lugar, el territorio sufrió cambios: en el Vierreinato de Nueva España se crearon las Capitanías Generales de Cuba y Guatemala, mientras que del Virreinato del Perú surgieron otros dos: los de Nueva Granada y Río de la Plata.
En América también se implantaron las Intendencias, con amplias funciones políticas, militares y fiscales. Igualmente la expulsión de los jesuitas alcanzó a los territorios indianos. Por último, se tomaron medidas para revitalizar la economía americana que hicieron posible que experimentase un fuerte impulso, especialmente en la agricultura y la minería.
Finalmente, la sociedad americana apenas sufrió cambios y se mantuvo con una elite blanca (peninsulares y criollos) que controlaba la administración y las fuentes de riqueza; y el resto de la población, formada por indígenas, esclavos negros y los grupos surgidos de la mezcla racial: mestizos, mulatos y zambos.
10.7. La Ilustración en España
La Ilustración fue un movimiento cultural e ideológico que se difundió en Europa durante el siglo XVIII, cuya principal característica era una ilimitada confianza en la razón. La penetración en España de las ideas ilustradas fue lenta y difícil debido a la ausencia de una amplia burguesía, al conservadurismo del sector universitario y al enrome peso de la iglesia.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII surgió una importante generación de ilustrados españoles (Feijoo, Campomanes, Jovellanos, Cabarrús, etc.) a los que unía su interés por la ciencia, el espíritu crítico y el ideal de progreso para España. Sus dos principales preocupaciones fueron la educación y la economía, pues consideraban que era necesario mejorarlas para acabar con el atraso de España.
La Ilustración en España se difundió por diversos canales, siempre vinculados a círculos intelectuales. En este sentido destacaron las academias fundadas a lo largo del siglo: Real Academia Española de la Lengua, de Historia, de Bellas Artes, o las Sociedades Económicas de Amigos del País.