Evolución y Desafíos del Periodismo Político: De la Opinión Pública al Cuarto Poder
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La Prensa y el Poder Político
La opinión pública surge en los cafés y clubes que vertebran la sociedad inglesa del siglo XVIII. Las artes (teatro, literatura, pintura) se desligan de los mecenas aristócratas y comienzan a depender de las editoriales. Se multiplican los medios, cada vez más especializados.
Las Publicaciones Morales tuvieron gran éxito en Inglaterra, dirigidas al público femenino y centradas en la moral privada. De ellas surgieron pequeños periódicos de opinión política. Inglaterra se convierte en el epicentro del pulso entre el poder político, la opinión pública y la prensa, tras la eliminación de la censura previa en 1695. Las Gazetas británicas difunden las tesis políticas de conservadores y liberales.
Los medios reflejan opiniones económicas (con el inicio de la Era Industrial) y culturales. La prensa se institucionaliza en el Reino Unido, evidenciado en la inclusión de tribunas para la prensa en el nuevo Parlamento tras el incendio del antiguo.
En el siglo XIX, el término "opinión pública" adquiere su significado actual. A partir de 1880, surgen nuevos medios y las agencias de noticias se convierten en la base de la estructura comunicativa mundial. A finales del XIX y principios del XX, se desarrolla la prensa de masas en EE.UU. y Europa, con el auge del amarillismo.
Los medios se convierten en bienes de consumo e instrumentos de gran influencia social (como en el caso Watergate). Los grupos de comunicación, asociados al poder, pueden manipular. Paralelamente, surge una prensa seria y documentada para las élites.
Tras la Primera Guerra Mundial, se reconoce la función de servicio público de la prensa, siendo la BBC Radio su máximo exponente. Se evidencia el poder e influencia de los medios, ligados a la independencia y ética periodística.
El periodo 1945-1970 ve un desarrollo y expansión económica que impacta el sistema informativo. Las democracias defienden la libertad de expresión, pero el desarrollo tecnológico trae normas de control. Crece la iniciativa pública y privada, aumentando el poder de los medios.
En los 80 y 90, la concentración de grupos de comunicación se intensifica, pese a los intentos de algunos Estados por aplicar leyes antimonopolio, configurando el panorama actual.
Periodismo Político
El periodismo político enfrenta presiones y dificultades para mantener la independencia y objetividad, especialmente cuando los medios no son independientes.
En las democracias, se reconoce la conexión entre opinión pública, democracia y medios de comunicación. Jürgen Habermas, en Historia crítica de la opinión pública (1997), analiza la formación de la opinión pública ligada a la transformación económica y cultural que posibilita la democracia moderna.
La opinión pública nace en Inglaterra en el siglo XVIII, con la formación de un público crítico que busca participar en la regulación social y política. La prensa libre es crucial en este desarrollo, fomentando el debate y la participación.
La libertad de prensa es fundamental en la democracia. Estados Unidos la consagra en la Primera Enmienda, reflexionando sobre la prensa como "cuarto poder".
En 1947, la Comisión por la Libertad de Prensa en EE.UU. define la relación entre libertad de prensa y responsabilidad social. La Comisión Federal de Comunicaciones regula la prensa con criterios de imparcialidad, equilibrio y diversidad, reconociendo la legitimidad del Estado para garantizar la calidad informativa.
Comités en Gran Bretaña y Suecia llegan a conclusiones similares sobre la responsabilidad social de la prensa, proponiendo controles al monopolio y mecanismos de queja ciudadana.
Actualmente, casi todos los países europeos tienen consejos de prensa o entidades de control.
En España, existe un vacío institucional en control de prensa, con intentos de regulación autonómica cuestionados. Se debate la creación de un órgano regulador. Existen principios éticos y Códigos Deontológicos, como el de la FAPE (1993), y libros de estilo, considerados insuficientes por expertos.
La legislación y jurisprudencia sobre información, libertad de expresión y derechos fundamentales generan incertidumbre. Sin embargo, la veracidad, imparcialidad y objetividad siguen siendo conceptos clave.
El periodismo político tiene dos retos principales:
- Servir de ágora para el debate democrático.
- Facilitar la comprensión de la realidad social para formar ciudadanos activos y electores inteligentes.
Tres valores éticos fundamentales son:
- La verdad: comunicar la realidad de los hechos.
- La independencia: evitar ser altavoz de poderes políticos o propagandista de ideas propias.
- La responsabilidad: fortalecer el sistema democrático y el bien común.
Los medios deben ofrecer información veraz, imparcial y objetiva, ya que modelan la opinión pública.
Nacimiento de la Opinión Pública en España
La opinión pública surge en España en el siglo XIX, consolidándose en el XX con el auge de la burguesía. La prensa del XVIII era regional y con pocos recursos. En 1780 se prohíben publicaciones no oficiales, flexibilizándose en 1792. En el siglo XIX, la prensa política cobra auge.
Surge una prensa didáctica con tinte político, crucial para la difusión de ideas. En la época de Fernando VII, la prensa fomenta la opinión pública y las instituciones democráticas. En 1811, se reconoce la libertad de expresión en algunos países. En 1834, liberales exiliados introducen ideas románticas y nuevas formas de periodismo desde Inglaterra. En 1835, la prensa incorpora temas políticos, culturales y científicos, superando el formato aburrido previo.
En 1868, la prensa política partidista evoluciona, incluyendo crítica literaria, pasatiempos, humor y publicidad.
A finales del XIX, el analfabetismo persiste, pero la lectura en voz alta en cafés y ateneos amplía la difusión. Diario de Cataluña, La Vanguardia y ABC son los periódicos más antiguos que perduran.
En el siglo XX, la prensa se convierte en un negocio, configurando la prensa de masas. Tras la Transición, hay un auge de publicaciones, aunque actualmente el sector enfrenta una crisis.
El artículo 20 de la Constitución Española consagra el derecho a la información veraz. El Tribunal Constitucional diferencia entre veracidad y verdad, admitiendo errores inevitables en el debate libre. Se exige al informador contrastar los hechos.
Se debate si el periodista debe ofrecer todas las versiones. Los Códigos Deontológicos, como el de Vocento, abogan por la pluralidad y la separación entre información y opinión.
El Código Deontológico de la FAPE exige fundamentar las informaciones, contrastar fuentes y distinguir entre hechos y opiniones.
La vía judicial es la única para reclamar malas prácticas periodísticas.
La parcialidad y la mezcla de opinión e información son perjudiciales, especialmente en juicios paralelos. El Código Deontológico de la FAPE defiende la presunción de inocencia.
El artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos permite restringir la libertad de expresión para proteger la reputación y la imparcialidad judicial.
El Código Penal español condena la difamación y los insultos.
Una prensa libre, equilibrada y responsable es esencial para la democracia y el derecho a la información veraz.
En España, no hay un organismo que vele por el equilibrio de la prensa, siendo el poder judicial el único límite.
Durante los procesos judiciales, la prensa debe respetar la presunción de inocencia, el derecho a la imagen y al honor.
El papel del periodista en el proceso político es:
- Informar para un voto consciente.
- Vigilar la transparencia del proceso electoral.
La Objetividad y la Interpretación
La objetividad no ha sido definida con precisión ni de un modo claro y rotundo como método del discurso periodístico. La objetividad informativa siempre ha sido un tópico y una exigencia que ha condicionado y falseado la sustancia de la información periodística. El objetivismo o la ilusión objetiva puede ser eficaz en las ciencias físicas y experimentales pero en las ciencias sociales y humanas, o al menos en las ciencias de la información y comunicación, no deja de ser una ilusión. Al periodista se le exige que sea objetivo como sinónimo de veraz o neutral. Por lo tanto, la objetividad así entendida equivale a una adecuación con la realidad. Este planteamiento es simplista porque el procedimiento de información supone una estructura compleja cuyos protagonistas no son siempre exclusivamente los hechos. Es verdad que existe la noticia, donde se deben relatar hechos, pero también hay otros géneros donde no sólo importa el hecho en sí, sino cómo se dice. Además, hay una serie de conceptos afines a la objetividad que deberían ser matizados:
·Imparcialidad: hace referencia a la ausencia de predisposición para manifestarse a favor o en contra de algo o alguien. La manera más simple de imparcialidad consiste en no ser o no tomar parte del jurado narrado o descrito. Pero ser literalmente imparcial no basta para conseguir ser objetivo. La imparcialidad es un punto de partida fundamental pero no garantiza la objetividad porque además se requieren otros valores y actitudes como una capacidad de raciocinio, de equilibrio y de contención.
·Independencia: se refiere a la libertad, a la falta de ataduras, seas éstas de cualquier origen: políticas, económicas, sociales, culturales… La autonomía o independencia coloca al periodista en una posición muy adecuada para el ejercicio de la objetividad pero tampoco esto es definitivo para explicarla, porque a veces la libertad que uno ejerce como periodista se defiende, y esto es paradójico, para todo lo contrario, es decir, se una como libertad para buscarse cada uno sus dependencias.
·Neutralidad: supone una falta de pronunciamiento respecto a algo y exige un control desmesurado para no decantarse por o contra nadie ni nada. Para un periodista la neutralidad es posible pero lo que no está tan claro es si es deseable en todos los casos. Se exige una neutralidad a los medios públicos en épocas por ejemplo de campaña electoral, precisamente para evitar sesgos que pueden condicionar la intención de voto. Esto no es siempre así y aún en el caso de los medios públicos hay temas que exigen especial atención por ser para los periodistas hechos más noticiosos que otros. Por lo tanto la selección de la información siempre es discriminadora.
·Rigor: significa propiedad y precisión, exactitud y concisión, términos que han ido desplazando al de objetividad porque se pone más el acento en el discurso mismo de la información que en la actitud respecto a lo que se narra.
Uno de los objetivos de la profesión periodística es conseguir hacer interesantes temas o asuntos que pueden no serlo previamente. La sección de política no es la preferida por los lectores sin embargo, los medios siguen priorizando esta sección, incluso aunque se produzca el cansancio que muchas veces provocan algunos programas.
Evidentemente, el periodista no es una persona desinteresada y también debe exigírsele que permanezca neutral, pero sí es deseable que se muestre independiente e imparcial y desde luego que trabaje con rigor y precisión.
Este sí es un enfoque más acertado acerca de la objetividad. Ser objetivo es interpretar la realidad con rigor y con responsabilidad. Interpretar supone hacer saber y hacer comprender, supone aclarar, esclarecer, traducir e incluso, sobre en todo en el periodismo político, desenmascarar.
Pero interpretar no es opinar o juzgar. Hay una acepción simplista y falsa que identifica interpretación con opinión. Pero interpretar supone también seleccionar, buscar, relacionar, contextualizar, analizar, profundizar, explicar y valorar. Y todas estas funciones se pueden y se deben de hacer con rigor y responsablemente.
Es un debate mezquino el que gira en torno a los medios y a los profesionales de la información, en concreto respecto a la capacidad, las facultades y la limitación de sus facultades. El trasfondo es una desconfianza, un temor, una lucha de poderes e intereses más que una ética. El espacio de la información es un espacio público en el que cabemos todos.
Nos interesa analizar el discurso periodístico como relato por un lado interpretante y por otro interpretador, como un discurso creativo aunque riguroso y no solamente como un discurso científico cuya medida fuera una objetividad que es imposible e inalcanzable. Cuando hay un pacto de lectura entre el lector y el periodista, es decir, entre el que lee y quien interpreta los hechos y los da a conocer, hay menos probabilidades de engaño o de manipulación.
6.5 La ideología como valor
Al periodista siempre se le ha exigido actuar como un mero transmisor de las cosas que ve y esto es un error. También se le ha dicho usted debe permanecer en la superficie de las cosas, como una especie de correveidile que transmite técnicamente bien lo que dicen otros sin entrar, y a veces sin enterarse, de lo que comunica y de sus consecuencias.
Desde el ámbito científico se ha hecho necesario elaborar un cuidadoso estudio sobre cuáles son las actitudes, las aptitudes, los métodos y las pautas de actuación que requieren los periodistas para acercarse a conocer la realidad para poder comunicarla. Esos conocimientos y hábitos intelectuales pueden resumirse en los siguientes: un sentido realista, un sentido crítico, un sentido documentado, un sentido retórico y un sentido teleológico.
Cuando los medios de información están sometidos al poder se convierten en instrumentos de propaganda. Cuando los representantes de los medios pretenden que todo lo que el gobierno dice es de interés periodístico y por lo tanto lo retransmiten tal cual, sin contexto ni evaluación y sin considerar una posible intención de manipulación, el resultado son unos medios de comunicación dirigidos.
Esta denuncia del periodismo objetivista es contra un informador gregario y servil que puede ser manipulado por la fuente y por la propia empresa y que colabora en la difusión de estereotipos y de prejuicios propios de la ideología dominante de cada momento. Para algunos estudiosos la alternativa es un periodismo documentado y de explicación cuyos objetivos se resumen en la aportación de cuantos elementos de todo tipo sean necesarios para conseguir que el receptor adquiera un conocimiento lo más completo posible de la realidad que se le comunica.
La pregunta sobre la función de los medios forma parte de un debate permanente no resuelto o resuelto en cada momento según los intereses de los diversos sectores implicados, debate que se complica más cuando se introduce la clave política. ¿Pueden tener ideología los medios de comunicación? ¿Tienen derecho a manifestarse a favor o en contra de programas o partidos políticos? Si lo tienen, ¿resultan sacrificadas la objetividad, la exactitud o la credibilidad?
Las relaciones entre la prensa y el poder político han sido siempre conflictivas. En un estado democrático la prensa plural es un poder que ejerce una función de control con una dimensión política fundamental. Pueden ser agentes de cambio social o bien colaborar en el mantenimiento de un sistema y esto puede llevar muchas veces a que los medios de comunicación puedan ser instrumentos de propaganda y son los más eficaces para transmitirla.
El término propaganda se define como la tentativa para ejercer influencia en la opinión y en la conducta de la sociedad de manera que las personas adopten una opinión y una conducta determinadas. La propaganda es una técnica y no una ciencia pero es una técnica basada es los análisis científicos de la psicología y la sociología con el objetivo no tanto de cambiar opiniones como de provocar acciones concretas.
Hay una clara intención impositiva en el término propaganda que resulta esclarecedora. Los medios se convierten en los principales instrumentos de difusión de lo que debe ser propaganda, difusión que sigue unas reglas comunes y efectivas: la regla de la simplificación o del enemigo único, la regla de la exageración y la desfiguración, la regla de la orquestación, la regla de la unanimidad y la regla del contagio. También recoge las reglas de la contrapropaganda: reconocer los temas del adversario, atacar los puntos débiles, no atacar nunca de frente, desdeñar al adversario, demostrar sus contradicciones, ridiculizar. Hoy no es tan fácil distinguir entre propaganda y contrapropaganda ya que tanto en un caso como en otro se utilizan ambos recursos.
La propaganda en cualquier caso es un procedimiento agresivo para difundir ideas y opiniones que contribuyen a la desinformación. Las dos fuentes de la propaganda son la publicidad y la ideología política además del Periodismo en general, pero más en concreto el periodismo político. Los puntos de apoyo de la propaganda son la mentira, la distorsión, la omisión…
El resultado de la propaganda es la colonización de las conciencias y la manipulación de los cerebros. Y busca en el fondo la alienación: no hay espíritu crítico por lo tanto la sociedad no plantea problemas.
La confusión es evidente porque el periodismo objetivo no es posible y el militante es un instrumento claro de propaganda. Nos queda que el medio de comunicación y el periodista son unos actores políticos cuyo ámbito de actuación es el de la influencia y no el de la conquista del poder. Los medios de comunicación, salvando las distancias, deben de ser una especie de gobierno en la sombra por su compromiso de ejercer de críticos del poder y por su papel en la formación de la opinión pública. Este poder excesivo no es ilimitado, es decir, la libertad de expresión tiene límites.
En principio no debería negarse al medio lo que no se le niega a nadie y que ampara el artículo 16.1 de la Constitución española que garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación en sus manifestaciones que las necesarias para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. Además, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
Los principios inspiradores de los contenidos de un medio de comunicación tienen que estar formulados con precisión y claridad y esto nos remite a los pactos de lectura.
Para ejercer sus funciones la prensa debe permanecer en cualquier caso independiente de los gobiernos y libre de su poder coactivo. La independencia es un valor sustancial, más que la ideología. El problema está en que se ponen disfraces para disimular que se es independiente. Disfrazarse de otro se convierte en manipulación cuando hay simulación, es decir, cuando se figura ser otro y en realidad se sigue siendo uno mismo.
Una de las preocupaciones de las asociaciones de la prensa y colegios de periodistas, que se refleja en los códigos deontológicos, se refiere a la exigencia de separar radicalmente lo que es información de lo que es opinión. Cuando se trata de textos de opinión la exigencia es clara, el autor se pronuncia explícita o implícitamente desde un perfil ideológico que no debe estorbar a la lógica de la argumentación.
Ahora bien, cuando los textos son información el problema está en resolver las siguientes dudas: ¿Se perciben unívocamente los acontecimientos? ¿Se puede relatar un hecho con una estructura definida, fija, exclusiva y excluyente? Que un medio tenga una línea ideológica determinada incomoda sobre todo a quien no la comparte. Al final, lo que interesa es que los medios sigan unos principios editoriales como líneas maestras pero que no deberían influir radicalmente en el resto de las secciones del medio.