Ética y Moral en el Pensamiento Filosófico: De San Agustín a David Hume
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San Agustín
Para San Agustín, el mal no es algo positivo, una realidad positiva, sino una privación, una carencia de bien; no puede ser atribuido a Dios, ni tampoco es necesario atribuirlo a una causa o principio del mal. El mal moral es producto de nuestro libre albedrío, inclinado por el pecado original; el mal físico es el resultado del mal moral, y el mal ontológico es la carencia o privación de perfección por contraposición a la perfección divina.
El bien es un atributo fundamental de Dios, que posee todas las perfecciones posibles. Es todo lo que puede ser, no puede ser más. Por tanto, es el ser máximamente bueno y amable por sí mismo. Todos los seres son buenos, ya que han sido creados por Dios, y su perfección es a su limitado modo.
Ahora bien, las virtudes, para San Agustín, van a aparecer vinculadas con la voluntad, y se va a entender precisamente la disposición de la voluntad que lleva al amor, entendido como caridad, que consiste en amar a Dios. Es una disposición de la voluntad que lleva a dispensar el amor según la jerarquía del ser. “Cada hombre lleva dentro de sí mismo las normas morales, en tanto que creado ejemplarmente por Dios”; así, uno dentro de sí mismo toma conciencia de Dios como su autor.
Santo Tomás de Aquino (1224 - 1274)
Santo Tomás parte de una base aristotélica, como que la actividad humana está orientada a fines y que el último es la consecución de la felicidad. El fin último del hombre radicará en el conocimiento de Dios. La felicidad se identifica como la salvación. La felicidad se alcanza mediante la práctica de la virtud. Así, el ser natural podrá alcanzarla mediante la práctica de las virtudes intelectuales y morales, pero el ser sobrenatural necesitará además de las virtudes teologales, que son necesarias para superar el impulso al mal al que se ve sometido por el pecado original. La ética nos lleva a la política.
Dios dirige todas las cosas a su fin supremo, ordena tanto las causas necesarias como contingentes; así, la libre acción del hombre forma parte de la providencia divina. Hay la ley eterna, natural y positiva. Una ley es justa cuando respeta los derechos que el hombre tiene por naturaleza, e injusta cuando los viola. Para él, la mejor forma de gobierno es la monarquía, ya que es más fácil conseguir una unidad de criterio en la dirección de la sociedad para conseguir la paz social, y la forma óptima de gobierno es una mezcla de aristocracia y democracia.
Guillermo de Ockham (1290 - 1350)
Ockham combate la metafísica tradicional de las esencias universales por considerarla incompatible con la fe en la libertad y la omnipotencia divina. En el intento de salvaguardar la fe, la separa de la razón, quebrantando definitivamente la síntesis escolástica de Santo Tomás. Su sistema parte de la fe en que Dios es omnipotente. Su existencia es objeto de la fe.
Fue el principal representante del nominalismo, que es la negación de la realidad extramental de cualquier principio universal. Los nombres que utilizamos para representar realidades que se asemejan, pero que en sí mismas carecen de realidad más allá de nuestra mente. Solo puede ser conocido aquello que puede ser experimentado o intuido.
Dios y todo lo que se refiere a la salvación eterna del ser humano son inaccesibles a la razón. Así, la razón y la fe quedan totalmente separadas. Como no hay nada universal, no hay una naturaleza humana en la que se basen los principios morales. Así, no hay criterio racional alguno para diferenciar qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Solo cabe someterse a la voluntad de Dios.
Solo cabe someterse a la voluntad de Dios; solo será bueno lo que Dios ha dicho que lo sea, y malo lo que Dios haya querido designar como malo.
Martín Lutero (1483 - 1546)
Lutero entiende la salvación como un don gratuito de Dios, cuyo espíritu transforma al creyente, y sostiene que solo la fe salva. Las buenas obras son un resultado del corazón redimido, no una causa de la salvación. Establece que la salvación es pura gracia de Dios.
Su versión más radical, la calvinista, toma la teoría de la predestinación: el hombre por sí mismo no puede hacer nada para salvarse, ni por fe ni por buenas obras, sino que desde antes de nacer Dios ha elegido si se salvará o será condenado; de este modo, el hombre no puede hacer nada para cambiarlo. Se cree que los elegidos o salvados por Dios son aquellos que llevan una vida virtuosa y sin pecado, que tienen riquezas y éxito material.
David Hume (1711 - 1776)
La teoría de Hume es conocida como emotivismo moral. El fundamento de la moral no puede buscarse en Dios, porque no podemos conocer su existencia. La razón solo sirve para apreciar los hechos o las relaciones entre ellos. La moral no es objeto del entendimiento, sino del sentimiento. Un ser que no sienta no es un ser moral. Para establecer una especie de código moral, está la misma naturaleza humana, común a todos, y la costumbre impone un conjunto de leyes morales que equivalen a las leyes físicas. Las cualidades morales equivalen a las cualidades sensibles, que son percibidas por los seres que sienten. Un instinto natural nos hace diferenciar lo agradable de lo desagradable.
Toda acción humana tiende a la felicidad, pero no hay cosas buenas o malas en sí mismas. El criterio para discernir el bien y el mal moral es la utilidad y el gozo o fastidio que nos cause. El fundamento del orden moral consiste en la simpatía que proviene de las manifestaciones de gozo o dolor que los demás provocan en nosotros. Es virtuosa toda cualidad que encuentra la aprobación general de la humanidad, y viciosa toda cualidad que es objeto de repulsa o censura general. La aprobación o desaprobación es útil o nociva a la vida individual y social.
La virtud es determinada por el sentimiento. El vicio es lo contrario. Las virtudes morales se dividen en:
- Útiles
- Para el prójimo y la comunidad
- Para nosotros
- Agradables
- Para nosotros mismos
- Para otros