Ética y felicidad: reflexiones sobre la identidad y la acción

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1º. ¿Para qué están los seres humanos? / ¿Qué estoy buscando con mis acciones?

1) Con sus decisiones y acciones, el ser humano va respondiendo a las preguntas ¿quién soy?; ¿quién debería llegar a ser?; ¿qué podría hacer para ello? La pregunta moral por excelencia no es “qué debo hacer aquí y ahora”, sino que la pregunta esencial es “quién estoy llamado a ser”.

2) La ética ayuda a dar respuesta a esta pregunta. Es una ciencia práctica, es decir, conecta la vida exterior con nuestra interioridad, por eso nos ayuda a convertirnos en el proyecto que estamos llamados a ser.

3) El ser humano se caracteriza esencialmente por ser racional y libre, es decir, por tener la capacidad de pensar y tomar decisiones libremente. Además, puede reflexionar posteriormente, y así aprender de cara a futuras decisiones. La toma de decisiones suele estar motivada por un fin. El ser humano establece objetivos y se esfuerza por conseguirlos. La aspiración esencial del ser humano es la felicidad.

4) La felicidad no es algo tangible, más bien es algo que se “vive”, se experimenta. Es un “estado” en el que el ser humano se encuentra, pero no casualmente sino causalmente, es decir, como consecuencia de sus actos y decisiones y del devenir de su vida. No debe confundirse con el “el estado de ánimo” que varía según circunstancias externas o internas, muchas veces ajenas a nuestra voluntad.

5) Debido a que somos seres libres, las personas nos configuramos a nosotras mismas por medio de nuestras acciones. El ser humano “es lo que es” como consecuencia de sus actos (somos hijos de nuestras propias obras). No obstante, aunque cada individuo elija su camino, no estamos destinados a acertar siempre. De hecho errar es inherente al ser humano, y es lo que nos aleja de nuestros objetivos, y de nuestra felicidad y paz interior.

6) La felicidad se puede considerar como el resultado de la valoración general del ser humano sobre sí mismo al actuar bien, y construir una vida que vale la pena vivir. Por eso podemos decir que la felicidad es consecuencia de un género de vida que procura lograr el auténtico bien de la persona. Frente a esto, los bienes materiales adquieren un papel secundario, prescindible. Además, la felicidad reclama plenitud. Esto hace referencia a la totalidad de la vida, y no a momentos concretos y aislados. La felicidad se refiere a la vida como una unidad, a vivir una vida plena y lograda a través del desarrollo de buenos hábitos y virtudes

2º Deliberación- Decisión: apetito y razón, identidad personal y contexto práctico

1) El hombre tiende a elaborar juicios antes de realizar acciones. No obstante, en ocasiones nos dejamos llevar y terminamos tomando malas decisiones. (por ejemplo, cuando tenemos hambre y comemos alimentos que no debíamos por pereza o placer). Los vicios nos dominan, nos hace mal electores. Por el contrario, las virtudes nos ayudan a acertar en nuestras elecciones.

2) En su mayoría, solemos llevar a cabo una deliberación previa a la acción. Es decir, hacemos uso de la razón práctica, para decidir qué hacer. La razón práctica no es cierta ni finita, por lo que se distingue de la razón teórica, que es concluyente y acertada

3) ¿Cómo llegamos de la deliberación a la decisión? La deliberación, al ser inconcluyente, termina con la sintonización de la razón y voluntad (la razón es el motor de la voluntad). Visto así, para que la deliberación y la acción sean las acertadas, es necesario que mi voluntad sea correcta. Para ello necesitamos adquirir virtudes: voluntad virtuosa.

4) Por otra parte, tras deliberar, tomamos decisiones convencidos por unos argumentos. Esto conecta con la disposición de nuestra voluntad. Aristóteles hace una clasificación de los sujetos morales: el virtuoso, el continente y el incontinente. El incontinente, por ejemplo, sabe que es lo bueno pero no sintoniza con su voluntad, es decir, hay conocimiento pero no persuasión.

5) Junto a esto, la deliberación es auténtica, cuando el sujeto agente somos nosotros (deliberamos en primera persona) y nos hacemos cargo de nuestros actos. Así, la realidad (contexto) y el sujeto (identidad práctica: ¿quien soy?) determina la decisión. Elegimos bien si somos fieles a nosotros mismos y a la realidad que nos rodea, y buscamos por tanto la acción (movidos por argumentos) que cuadra con nosotros. En otras palabras, acertamos en la elección si ésta refleja nuestra identidad, de ahí la importancia de saber quienes somos. ej: estoy en el hospital con covid y me visita mi madre ¿xq? xq es mi madre → IDENTIDAD, mi madre ha buscado la acción que me corresponde

6) Por lo tanto, debemos reconocer que nuestras acciones revierten en nosotros mismos y nos confirma (cuando estafamos no elegimos estafar si no que nos hacemos estafadores). La acción correcta, aquella con la que yo me puedo reconocer y concuerda conmigo (conocer nuestra identidad es decisivo), precisa de una razón correcta. Si actuamos sin saber quien somos estamos enajenados. 7) (Aristoteles y Sto. Tomás decían que “la verdad práctica es lo conocido conforme el apetito recto” )

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