Ética agustiniana
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Antropología Y Psicología agustiniana
El ser humano es un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma). Por supuesto que la realidad más importante es el alma, dentro de la más estricta tradición platónica, concibiendo el cuerpo como un mero instrumento del alma. El alma es una sustancia espiritual y, tal como nos la presenta Platón en el Fedón, simple e indivisible. Asume todas las funciones cognoscitivas de las que la más importante será la realizada por la razón superior, ya que tiene como objeto la sabiduría (y es en ella en donde se da la iluminación). Además de las funciones propias de la inteligencia le corresponden también las de la memoria y la voluntad, adquiriendo ésta última un especial protagonismo en su pensamiento, al ser considerada una función superior al entendimiento. El alma es inmortal, pero, a diferencia de lo que ocurría en el platonismo no es eterna. Los argumentos para defender la inmortalidad proceden del platonismo: siendo el alma de naturaleza simple no puede descomponerse, ya que no tiene partes; por lo que ha de ser indestructible, inmortal. Por lo que respecta a la explicación de su origen San Agustín oscila entre dos posiciones: el creacionismo y el generacionismo o traducianismo. Según la primera Dios crearía el alma con ocasión de cada nuevo nacimiento de un ser humano (lo que plantearía problemas a la hora de explicar el pecado original ¿Crearía Dios almas imperfectas, manchadas por el pecado original?). Según la otra teoría el alma se transmitiría de padres a hijos al ser generada por los padres, igual que éstos generan el cuerpo (de este modo se podría explicar la transmisión del pecado original, pero plantearía el problema de la unidad y simplicidad del alma individual ¿Transmitirían los padres una parte de su alma a sus hijos? ¿Quedaría entonces la suya fragmentada? Etc.) Como se puede comprobar, San Agustín nos deja con muchas dudas.
Ética
La ética agustiniana, aunque inspirada directamente por los ideales morales del cristianismo, aceptará elementos procedentes del platonismo y del estoicismo, que encontramos también en otros aspectos de su pensamiento. Así, compartirá con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta humana; este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado en la otra vida. Hay aquí una clara similitud con el platonismo, mediante la asociación de la idea de Bien con la de Dios, pero prevalece la inspiración cristiana al considerar que la felicidad consistiría en la visión beatífica de Dios, de la que gozarían los bienaventurados en el cielo, tras la práctica de la virtud. Además, hay que tener en cuenta que es necesaria la gracia de Dios para poder alcanzar tal objetivo, lo que hace imposible considerar la salvación como el simple efecto de la práctica de la virtud, (entre otras cosas por la imperfección de la naturaleza humana que supone el pecado original), y planteará no pocos problemas teológicos, recurrentes a lo largo de la historia del cristianismo. ¿Y la libertad?
: Agustín responde que la existencia de la libre voluntad figura entre las evidencias de la conciencia que nadie puede negar. La voluntad es psicológica y moralmente libre: libre albedrío significa capacidad de elegir independientemente de los motivos. El desear es una posibilidad del hombre.
Representa un don bueno de Dios, pero es un médium bonum, un bien medio, puesto que se puede abusar de la voluntad. Ella recibe su calificación más precisa del objeto por el que opta y de la decisión personal que dicha opción conlleva. Por ello la voluntad es la única causa del mal;
En la libre opción admite la llamada de Dios o deniega la respuesta que él demanda de ella. La cuestión es ver por qué el hombre, según muestra la experiencia, opta frecuentemente por el amor propio y, con ello, contra Dios. La causa primera del pecado es la voluntad, pero no está en el pecador el ser bueno. El pecado de Adán hace culpable a todos los hombres y los condena. A pesar de todo no se ha perdido el libre albedrío. La opción contra Dios no suprime la libertad como facultad formal, aunque constriñe a determinados fines. Se pierde la libertad de realización última del propio ser en Dios, la cual ya no podrá ser lograda por el hombre por sí mismo. La cuestión pasa al orden de la gracia. Desde el pecado del Génesis necesitamos ese extra, esa ayuda de Dios, porque nos ama. Para hacer el bien se requieren dos condiciones: un don de Dios, consistente en la gracia, y el libre arbitrio. Sin el libre arbitrio no habría problemas; sin la gracia, el libre arbitrio (después del pecado original) no querría el bien o, si lo quisiese, no podría llevarlo a cabo. La gracia, pues, no tiene el efecto de suprimir la voluntad, sino 6 de convertirla en buena, de mala que había llegado a ser. La libertad consiste, precisamente, en este poder usar bien el libre arbitrio. La posibilidad de hacer el mal es inseparable del libre arbitrio, pero poder no hacerlo es la contraseña de la libertad, y hallarse confirmado por la gracia hasta el punto de no poder hacer el mal, es el grado supremo de libertad.
El hombre que se encuentra dominado más plenamente por la gracia de Cristo es, pues, el más libre. Respecto al problema de la existencia del mal en el mundo (si Dios es la suma Bondad ¿por qué lo permite?) la solución se alejará del platonismo, para quien el mal era asimilado a la ignorancia, tanto como del maniqueísmo, para quien el mal era una cierta forma de ser que se opónía al bien; para San Agustín todo lo creado es bueno, ya que el ser y el bien se identifican. Lo que ocurre es que, en todo lo creado, hay diferentes grados de perfección o de ser, hasta llegar a Dios. No hay nada malo, sino menos bueno. El mal no puede existir, pues entonces sería obra de Dios, y esto es imposible porque él es absolutamente bueno, como el Bien de Platón. Podemos resumir entonces: Libertad: capacidad de elegir entre bien y mal, siempre el bien (es el caso de Adán, posse pecare) Al producirse la caída queda el Libre albedrío, capacidad de elegir, pero por las carencias o limitaciones que el ser humano porta por el pecado original elige otros bienes. Gracia: es la ayuda divina (fruto de la Redención) para elegir el bien. Beatitud: supremo fin. La uníón del alma con Dios es la suprema felicidad. Las complejidades de la relación gracia-libertad se debe a que Agustín debe satisfacer una serie de cuestiones: • La oposición de los herejes (pelagianismo: no aceptaban ni el pecado original ni la gracia) • La fidelidad al dogma cristiano • La libertad del hombre (negando una determinación exterior) • El dogma del pecado original • Confiar que solamente la gracia puede salvar a cada hombre. La gracia funda al hombre en la libertad, lo libra del mal y lo conduce al bien, del mismo modo que la iluminación funda al hombre en la verdad y lo libra del error. Sólo que la iluminación le es dada a todos los hombres y la gracia procede de la libre determinación de Dios