El ethos del trabajo social con grupos

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ÉTICA Y VALORES DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

1. INTRODUCCIÓN


Hemos podido sobrevivir gracias a nuestro carácter social.
La capacidad de interacción social desempeña un papel clave en el desarrollo de nuestra personalidad y en la dinámica de la sociedad en la que nos encontramos inmersos. Cualquier reflexión de la ética del TS con grupos debe partir de ese hecho constitutivo básico, nuestra condición social, y de los requisitos que son necesarios para que la sociabilidad humana funcione como tal y permita nuestra supervivencia. Por lo tanto, cabe preguntarnos ¿cuál es el ethos, la estructura profunda ética que permite la vida social grupal? ¿Cuáles son los valores básicos de la grupalidad como tal, y cómo pueden restaurarse o fortalecerse mediante la intervención del TS con grupos? La investigación sobre las dimensiones básicas de la sociabilidad grupal, y los valores que conllevan, debe abordar también el horizonte ético que constituye nuestra sociedad como tal, y que ha dado nombre a nuestro tiempo histórico: el bienestar. El TS con grupos está vinculado con lo que denominamos la “sociedad del bienestar”, y es inseparable de los requisitos de integración social propios de una sociedad tecnológica avanzada, en la que la actividad laboral y productiva está ligada a un dominio adecuado de la interacción grupal). Finalmente, hay que considerar la reflexión ética que los trabajadores sociales han realizado sobre su actividad, y los compromisos éticos que han formulado públicamente, y que constituyen su ética profesional.

2. EL ETHOS  DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Ethos, en su sentido griego más antiguo, significa el hogar, la morada, el lugar desde el que podemos ser tales y como nos proyectamos, y en el que se asienta nuestra identidad más profunda. Como indica Aristóteles, los hábitos necesarios para alcanzar la virtud, entendida como la puesta en acto, la realización, de la vida buena por parte de cada persona. La estructura profunda que permite la vida social es la cooperación altruista (por ejemplo la vinculación entre un bebé y sus padres…). Cada uno de nosotros existe en un haz de relaciones de afecto y vinculación mutua. Tanto en la antigüedad, como hoy en día, es imposible, en un contexto salvaje, la supervivencia y reproducción individual. El análisis del comportamiento biológico de la especie humana muestra, desde la perspectiva de la sociobiología, que nos caracterizamos por el altruismo (incremento de la aptitud de una persona a expensas de nuestra propia aptitud). La base del altruismo se sitúa, desde esta perspectiva, en el parentesco. A mayor grado de parentesco, correspondería un mayor grado de altruismo (ej. Solidaridad familiar de los progenitores con sus descendientes). Los cambios tecnológicos y culturales no han disminuido la importancia de los lazos altruistas, aunque hayan variado las formas de familia, la organización de la actividad laboral o el entorno urbano. Las nuevas formas de interacción en Internet muestran esa búsqueda de vínculos y la persistencia de lo social y lo grupal en un espacio virtual. La cooperación altruista como dimensión básica de la vida, y por lo tanto del bienestar personal, encuentra una confirmación empírica cuando se analizan los niveles de satisfacción o felicidad que alcanzamos. Las relaciones primarias estables, íntimas y cooperativas son un buen predictor de felicidad, y un eficaz antídoto frente a la depresión, la angustia o la soledad. Y desempeñan un papel básico al ser herramientas adecuadas para el afrontamiento de los problemas y la resolución de conflictos en la vida diaria. La mayor parte de las relaciones cotidianas se dan en un contexto de interacción en grupos primarios. Por ello, la dinámica grupal, y los requisitos para que la interacción grupal sea posible y tenga éxito, se convierten en un objeto de estudio que lleva al nacimiento de nuestra disciplina. La agrupación es necesaria para vivir y desarrollarnos, y la incapacidad para mantener relaciones sociales grupales determina en gran medida el aislamiento social de quien carece de dichas habilidades. Hoy en día nuestras habilidades sociales representan un activo crucial para nuestra subsistencia, que podemos definir como el acceso al ámbito de lo que se considera estar incluido socialmente. Cuestiones básicas como la estabilidad emocional, la capacidad de diferenciar entre las personas y sus opiniones, el respeto a los demás o las habilidades de escucha, asertividad y empatía se adquieren a través de la interacción grupal desde la más tierna infancia, y constituyen parte del capital humano, de los recursos, que cada uno de nosotros pone en juego en su vida diaria.  Pero la cooperación altruista no sólo debe verse desde una perspectiva individual, como herramienta básica para asegurar nuestra supervivencia, nuestra inclusión social. También opera como motor del bienestar colectivo (principio de reciprocidad generalizada: yo hago esto por ti, sin esperar nada a cambio de inmediato, pero confiando en que más adelante tú o algún otro me devolváis el favor). En este sentido, la cooperación se basa en la socialización en un entorno en el que la honradez y la confianza se experimentan tanto en las relaciones personales fuertes como en las redes sociales compartidas, que se articulan en torno a la reciprocidad y la ayuda mutua como modelo de solidaridad y motor de la interacción. El análisis de las diversas formas de capital social (entendiendo por tal las redes sociales y las normas de reciprocidad asociadas a ellas) nos permite reflexionar sobre los principales valores y habilidades que deben poseer en un grado adecuado los miembros de nuestras sociedades para poder integrarse en ellas. Dado el papel básico que desempeña la interacción grupal como forma básica de socialización, podremos establecer los objetivos éticos que debe cumplir el TS con grupos para recuperar la capacidad de las personas para habitar en esa estructura básica que hace posible nuestra condición humana. El análisis del capital social nos permite, además, situar correctamente el objetivo del TS con grupos: aportar recursos a las personas para afrontar situaciones de crisis, incrementar sus capacidades de interacción para mejorar sus posibilidades de inclusión social y finalmente aprovechar mejor las oportunidades que se presentan en su trayectoria vital para alcanzar sus propios objetivos. 
Putnam analiza y clasifica las diversas formas que adopta el capital humano:

  • Capital social formal frente a capital social informal:


    sistema regulado que constituye una organización con un sistema de afiliación, estructura jerárquica y reuniones programadas; frente a redes de interacción que no están formalizadas, sin un sistema de pertenencia previamente establecido y estructurado y sin una duración ni objetivo perfilados.

  • Capital social denso frente a capital social tenue:

    esta diferenciación se refiere a la intensidad de la interacción social que se produce en una red social y que genera una vinculación densa y muy cercana entre sus miembros, frente a aquellas interrelaciones que se producen de forma esporádica, con una vinculación de los miembros de la red muy tenue, y vínculos débiles. Ambas formas de capital son importantes, y, paradójicamente, el capital tenue puede ser más relevante para encontrar empleo, ya que puede conducirnos hacia personas que aún no conocemos.

  • Capital social vuelto hacia dentro y capital social vuelto hacia fuera:

    esta diferenciación se centra en el objetivo de la red social, de la interacción entre los miembros de la red: la consecución de sus propios intereses o la preocupación por el bien público. A menudo, ambos fines están presentes en las redes en las que nos desenvolvemos.

  • Capital social que tiende puentes frente a capital vinculante:

    con esta distinción, se pone de relieve no ya el objetivo de la red social y de la interacción de sus miembros, sino el tipo de miembros que puede entrar en dicha red. El capital social que tiende puentes se refiere a aquel tipo de interacción que une a personas desiguales en aspectos importantes y que por ello aumentan la cohesión social en un entorno histórico determinado. El capital social vinculante se refiere a las redes que unen a personas iguales y que persiguen reforzar la homogeneidad de sus miembros. El trabajador social con grupos debe definir los vínculos que se quiere establecer entre los miembros del grupo, y trabajar la dinámica grupal para que cada participante pueda experimentar y saber utilizar ambos tipos de vinculación, que siempre operan en un equilibrio inestable. Cualquier persona necesita en diversas situaciones de su vida hacer frente a los retos que se le presentan. En sus probabilidades de éxito influye notablemente su capacidad de interacción social, las redes en las que está inserta y cómo utiliza sus habilidades sociales para comunicarse, integrarse y alcanzar un nivel de bienestar adecuado. Como vemos, el análisis del capital social pone de relieve algunos aspectos clave de la dinámica de la interacción social propia de los grupos pequeños y de los secundarios; es necesario: diferenciar y saber actuar en entornos formalizados y no formalizados; saber diferenciar entre los objetivos propios del grupo y el bien público; aprender a establecer relaciones tanto con los iguales como con los que son diferentes; y tomar conciencia tanto de las formas de interacción densas como de las tenues. Para todos estos objetivos, la dinámica de grupos nos ofrece el entorno adecuado: una interacción social que permite objetivar, comprender e interiorizar dichos requisitos y a través de la cual el trabajador social capacita a los miembros del grupo para establecer relaciones sociales potencialmente integradoras. El TS promueve el cambio social, la resolución de problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y liberación de las personas para incrementar su bienestar. La interacción social cooperativa y altruista, que constituye el fundamento de la vida, es principio ético de la acción del trabajador social. Podemos resumir los objetivos del TS en: el desarrollo de las potencialidades de la vida, el enriquecimiento de su experiencia y la prevención de los problemas, conflictos y disfunciones. Sus valores se basan en el respeto a la igualdad, el valor y la dignidad de todas las personas, buscando fortalecer los procesos de inclusión social que se han establecido en sociedades democráticas en las que cada persona, como ciudadano, tiene derechos inalienables.

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