España en el Siglo XIX: Política, Demografía y Capital Humano
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1. El Legado del Antiguo Régimen
Esta época de cambio fue especialmente traumática para España, que perdió un imperio. Las dificultades serias llegaron cuando España se alió a Francia para apoyar la rebelión de las colonias norteamericanas contra la metrópoli inglesa. Su participación desequilibró seriamente las finanzas del gobierno, lo que afectó gravemente a sus posibilidades de desarrollo económico. Este endeudamiento forzó a España a introducir una serie de innovaciones financieras (la fundación del Banco de San Carlos en 1782 y la emisión de vales reales). La década de los 70 resultó inadecuada para resolver la situación, mientras los conflictos armados se sucedían. La insolvencia se pagó muy cara, el endeudamiento crónico debilitó a los gobiernos y les forzó a buscar recursos de modo desesperado (vendiendo activos, otorgando concesiones a cambio de créditos y aumentando la presión fiscal).
La política económica reformista que se llevó a cabo en el siglo XIX vino motivada por la crisis fiscal heredada, agravada por la incuria desde el reinado de Carlos IV. El efecto principal de estas reformas fue el aminorar los peores efectos de las rigideces institucionales. El doblegamiento gradual de los obstáculos permitió una expansión económica moderada, pero no bastó para generar verdadero crecimiento.
En ningún sector eran más obvias las rigideces institucionales que en la agricultura, ni sus efectos más extendidos y penosos. Los índices de precios agrarios, el de cereal y el general, muestran una cierta estabilidad para la primera mitad del S. XVIII, y un aumento progresivo durante la segunda.
Los precios no agrícolas también aumentaron durante la segunda parte del S. XVIII. Significa que también había rigideces en el sector no agrario de la economía, y también que a la inflación pudieran haber contribuido otros factores, como el monetario por ejemplo.
Los precios agrícolas fueron los primeros en aumentar y los demás les siguieron. Fueron los cereales los primeros en aumentar, y tiraron del índice agrícola general durante todo el siglo, eran la base de la dieta.
Explicación de las rigideces de la oferta en productos agrícolas:
- El estancamiento tecnológico
- Lo limitado de la cantidad de tierra cultivable
Algunas consecuencias de los aumentos de los precios son bien conocidas, en especial, los desórdenes y motines. El motín más notorio fue el motín de Esquilache (1766).
Las reformas propuestas por los pensadores ilustrados estaban encaminadas a resolver el problema de la inelasticidad de la función de la oferta agraria: la reforma agraria (desamortización) y la abolición del Honrado Concejo de la Mesta. El efecto hubiera sido ampliar el área de tierra cultivable, y quizás también, estimular el progreso técnico. Estas reformas no se aplicaron plena y legalmente hasta bien entrado el S. XIX.
Fue la ruptura de estos nudos institucionales del Antiguo Régimen lo que permitió la modesta expansión agrícola del S. XIX.
2. Atraso Económico y Frustración Política
En la historia política de la España ochocentista el panorama es de una constante frustración. La España del S. XIX es escenario de repetidos fracasos del sistema liberal, que solo acaba imponiéndose nominalmente con la Restauración merced a una serie de corruptelas en su aplicación (caciquismo y pucherazo) que lo empañan y desvirtúan. Durante la mayor parte del periodo el país vive en una situación larvada de guerra civil. El fracaso del liberalismo español decimonónico se comprobó en el S. XX: con la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil, y la dictadura de Franco.
El S. XIX se abre y se cierra con esperanzas malogradas y graves fracasos: en sus comienzos se comprueba la vanidad de las esperanzas puestas en el reformismo ilustrado. La sociedad del Antiguo Régimen se demuestra en España incapaz de reformarse a sí misma; pero lo grave es que en España la alternativa liberal también fracasa estrepitosamente.
El sistema liberal se impone con dificultad en toda Europa a lo largo del S. XIX. Las modalidades de caciquismo abundan en muchos países. El sistema liberal se consolida durante el XIX en Francia, en Inglaterra y en casi todos los países del norte de Europa, más desarrollados económicamente. España tiene más en común con Italia y Portugal debido a sus paralelismos políticos y económicos.
3. La Población: Las Causas del Estancamiento
La población española creció a ritmo lento en el S. XIX, de unos 10.5 millones en 1800, a 18.6 en 1900.
Los países cuya población más que se dobló, son aquellos cuya economía se industrializó.
En el caso español, lo moderado del crecimiento demográfico se debió a una alta tasa de mortalidad, que, aunque descendió, se mantuvo muy por encima de las de Europa occidental. Consecuencias de la alta mortalidad:
- La esperanza media de vida era muy corta y aumentaba poco.
- Malas condiciones sanitarias.
- Baja productividad agrícola.
- Escasez de vivienda.
- Una red de transporte insuficiente.
- Ignorancia generalizada, etc.
Las crisis de subsistencia del XIX han sido estudiadas. En total 12 grandes crisis a lo largo del S. XIX. En todos los casos se dio una relación entre escasez y alza de mortalidad.
La causa fundamental e inmediata de las escaseces la constituían las fluctuaciones climáticas.
Las causas más profundas, sin embargo, estaban relacionadas con la organización social y el nivel de desarrollo económico. Todo esto hacía que el sector agrario fuera mucho más vulnerable a las fluctuaciones climáticas que un sistema más tecnificado.
La segunda gran causa de la mortalidad eran las epidemias. En España las 2 epidemias mejor conocidas eran la fiebre amarilla y el cólera. Esta correlación entre una enfermedad gastrointestinal y ciertos acontecimientos políticos es sencilla. Los movimientos de tropas durante la guerra carlista y la Vicalvarada facilitaron el contagio de una enfermedad, el cólera, que llevaba años azotando Europa.
La consecuencia de esta acción combinada de hambrunas, epidemias periódicas y enfermedades endémicas es, por tanto, el mantenimiento de una alta mortalidad. Hasta pasada la última gran epidemia del cólera (1885) no comienza un descenso de la mortalidad.
Si la mortalidad es alta, la natalidad es relativamente moderada en comparación con Europa occidental. La natalidad española está entre las más altas en 1900. La natalidad es aparentemente alta en 1900, pero baja en relación con la mortalidad, y baja en comparación con los países europeos más desarrollados. Desde mediados del S. XVIII tiene lugar en España un proceso de reducción de hijos nacidos por matrimonio. En España se inicia un control voluntario y artificial de la población. La pobreza del campo, el bajo nivel de vida del campesinado, la superpoblación económica, en definitiva, son las mejores explicaciones de esta limitación voluntaria del número de nacimientos.
4. Matrimonio y Estacionalidad
Los europeos tienen una tasa de celibato muy alta, y los que se casan lo hacen por lo general más tarde. La principal consecuencia de todo esto es una tasa relativamente baja de crecimiento demográfico además una notable dependencia de esta tasa con respecto a las condiciones económicas. España está dentro de Europa en cuanto al patrón matrimonial se refiere.
La tasa de celibato en las ciudades es más alta que en los medios rurales. El alza en la edad del matrimonio se relaciona de manera compleja con las condiciones legales y económicas. Los jornaleros se casan antes que los miembros de familias terratenientes. En total mientras que el descenso en la tasa de celibato debe haber hecho aumentar la natalidad, el aumento de la edad matrimonial debe haber tenido el efecto opuesto. Todos estos efectos no se hacen sentir hasta el S. XX.
Las poblaciones campesinas del S. XIX se casan en primavera, dan a luz en invierno, mueren de afecciones intestinales en verano y de enfermedades pulmonares en invierno. Este ciclo anual se siguió dando en España hasta la segunda mitad del S. XIX. A partir de aquí empezó a cambiar la forma cíclica de vivir de las personas.
5. Migraciones, Regiones y Ciudades
España tuvo un importante saldo migratorio durante la segunda mitad del S. XIX. La mentalidad cambia poco a poco y con ella van relajándose las trabas legales. También estimula la emigración la actitud cada vez más favorable al establecimiento de extranjeros por parte de las repúblicas hispanoamericanas, especialmente Argentina.
Sabemos que la emigración total bruta española entre 1882 y 1899 ascendió a 1 millón de personas aproximadamente.
Sabemos que de 1830 a 1880 hay una importante corriente migratoria hacia Argelia, y se da así mismo el comienzo de la emigración a ultramar. La emigración española comienza su proceso de expansión precisamente a finales del S. XIX, para alcanzar máximos en los quince primeros años del presente siglo.
Uno de los factores de la emigración finisecular fue la crisis agraria que arruinó o dejó sin empleo a muchos agricultores en Europa. La creciente emigración se ve interrumpida en los años 1885-1889 coincidiendo con la implantación del arancel Cánovas, que fue fuertemente proteccionista con la agricultura.
La acción combinada de los movimientos migratorios internos y externos con las diferencias en las tasas de crecimiento vegetativo tuvo como efecto el que la población residente en ciertas regiones aumentase mucho más rápidamente que la residente en otras. Continuó un desplazamiento de la población de norte a sur, y de abandonar la meseta central e ir a las zonas meridionales que eran más fértiles.
Paralelamente a estos movimientos migratorios, está la migración del campo a la ciudad que se inicia en el S. XIX y finaliza en el S. XX.
En las ciudades hay menor mortalidad, menor nupcialidad, y menor fertilidad que son signos de modernización.
En 1900 la mayoría de la población seguía siendo rural. Excepto Madrid las grandes ciudades estaban en la periferia.
Hay que destacar la excepcionalidad de Cataluña que tuvo un desarrollo más parecido a las naciones europeas en todos los aspectos. El sector que más rápido creció en Cataluña en comparación con el resto de España fue el comercio. Los catalanes llegaron a representar la cuarta parte del comercio español. En el textil los catalanes llegaron a representar el 70% del total español. Otras industrias de peso en Cataluña fueron la del cuero y la maderera.
6. Capital Humano
La población también creció en su calidad en varios aspectos: cambia su disposición por edades, su distribución geográfica, y su distribución ocupacional. Cambia su coeficiente educativo. Es evidente, sin embargo, que la educación tiene más facetas y valores que los estrictamente económicos, aunque todos ellos estén interconectados.
Muy relacionado con la educación está la tecnología. Hay 2 factores de la tecnología que nos interesa, la innovación que es un cambio en el sistema productivo que aumenta la productividad de los factores. Otro es la capacidad de las poblaciones y la sociedad para adoptar las innovaciones tecnológicas llamado difusión tecnológica. La adopción de técnicas dista mucho de ser algo automático, hay serios obstáculos que podemos clasificar en 2 grupos: los dependientes de la adopción de factores y los dependientes del marco institucional.
En el caso español es evidente que el país llegó a la edad contemporánea con un serio déficit de capital humano. Por siglos la ciencia y el pensamiento especulativo español estuvo lejos de la vanguardia.
En cuanto a la educación fue la reforma Moyano la que fijó las bases del sistema educativo estatal que hoy conocemos, aunque, sobre todo en el siglo XX, haya sido objeto de reformas considerables. La división de la enseñanza en 3 niveles proviene del informe Quintana. Sienta el informe Quintana el principio de generalidad y gratuidad de la enseñanza, y de la responsabilidad del estado en esta área. De él proviene el esquema de organización universitaria centralista. Finalmente solo se quedó la gratuidad y generalidad a la enseñanza primaria.
La estructura clasista de la sociedad se reflejaba claramente en la enseñanza. La enseñanza primaria no fue realmente universal hasta el siglo XX.
La tasa de alfabetización se mantuvo a niveles muy bajos, aunque crecientes, durante el S. XIX. Estaba por debajo del 30% de la población adulta en 1860, y en 1900 aún no sabía leer más de la mitad de los españoles.
La influencia de las madres y las esposas en la educación de los hijos y en el comportamiento general de la familia tiene tal importancia que se ve reflejada en la renta nacional.