La España Imperial: Historia y Desafíos del Imperio Español
Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Historia
Escrito el en español con un tamaño de 14,22 KB
La España Imperial
- La idea imperial:
España encarna el 1º de los imperios modernos. La acumulación de herencias territoriales que se depositaron en la persona del joven Carlos. De sus abuelos maternos, Isabel y Fernando, recibió la corona de Castilla y sus dominios americanos, Navarra, la corona de Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo, y las plazas del norte de África. De sus abuelos paternos, Maximiliano de Austria y María de Borgoña, obtuvo los territorios austriacos de los Habsburgo y los derechos a la corona imperial, los Países Bajos y el Franco Condado.
La posesión de tan vastos territorios alentó la idea imperial de Carlos. El imperio no logró ser nunca ni un estado, ni tan siquiera una monarquía centralizada. Solamente fue una unidad jurídica con escasa cohesión material y espiritual, y con fuertes enfrentamientos en el interior peninsular y en el marco europeo. En este último, la progresiva tendencia a la creación de estados nacionales, la ruptura religiosa entre católicos y protestantes, y la constante amenaza del Imperio Otomano, fueron otros tantos obstáculos insalvables para el triunfo del proyecto imperial.
- La política exterior de Carlos I:
La política exterior de los dos primeros reyes de la casa de Habsburgo se caracterizó por la ruptura con la política tradicional de los Reyes Católicos y la conservación de los dominios territoriales. Con Carlos, la corona hispánica se convirtió en el centro del imperio. Hubo tres objetivos: enfrentamiento con Francia por la hegemonía europea, defensa de la cristiandad frente a los turcos y defensa de la ortodoxia católica frente a los protestantes europeos.
La pugna mantenida por Carlos con Francisco I de Francia se manifestó en tres campos geográficos: Navarra, Borgoña y los dominios italianos. El Milanesado, puerta entre la península italiana y el centro de Europa. Francisco I ocupó inicialmente este territorio, pero fue posteriormente derrotado en la famosa batalla de Pavía (1529). Con la paz de Cambrai (1529), Carlos se aseguraba el dominio del Milanesado y Francisco I el de Borgoña. A pesar de la conquista de Túnez, la derrota en Argel (1541) supuso la hegemonía turca en esa zona.
La aparición del protestantismo en el centro de Europa produjo el enfrentamiento con la ortodoxia católica defendida por Carlos I. Los príncipes alemanes, que se adhirieron en gran parte a las nuevas ideas, se levantaron contra el emperador, derrotados en la batalla de Mühlberg (1547). La paz de Augsburgo (1555) dejó el catolicismo y el protestantismo en pie de igualdad. En 1556, el emperador Carlos abdicó de la corona imperial, legando a su hijo Felipe II un imperio inorgánico.
- El imperio hispánico de Felipe II:
Felipe II empieza a gobernar en 1556 con un ideario muy similar al de su padre: fortalecer el catolicismo y engrandecer el poderío hispánico.
Ante la amenaza del expansionismo musulmán, se alía con la Santa Sede y Venecia mediante la formación de la Santa Alianza. Esta obtuvo un rotundo éxito en la batalla de Lepanto (1571), que frenó la expansión otomana, aunque la guerra continuó, sobre todo mediante la piratería por el Mediterráneo.
Desde 1566, el problema central de la política exterior de Felipe II fue Flandes. El conflicto de los Países Bajos era la suma de las aspiraciones de autonomía política de la nobleza flamenca, encabezada por Guillermo de Nassau (Príncipe de Orange) y el Conde de Egmont. La intransigencia de Felipe II envió al Duque de Alba y Luis de Requesens, más tarde, para sofocar la rebelión por medio de los Tercios de Flandes. Guillermo de Nassau recibió apoyo de Inglaterra, de los protestantes alemanes y de los hugonotes (protestantes) franceses. Al final, el país quedó dividido entre la zona norte (Unión de Utrecht) de mayoría protestante y la zona sur (Unión de Arras) mayoritariamente católica. El apoyo dado por los ingleses a los rebeldes flamencos supuso un cambio en las relaciones con Inglaterra. A la muerte de su mujer, la reina de Inglaterra María Tudor, y la subida al trono de Isabel I, varió el panorama. La nueva reina ofreció su apoyo a los calvinistas flamencos y animó los ataques de los corsarios ingleses. Felipe II decidió el ataque a las propias islas. Este se llevó a cabo con la Armada Invencible. Felipe II heredó la corona portuguesa en 1580, configurando unidad territorial peninsular, todos los dominios americanos y africanos de ambas potencias. Portugal se abstuvo de la hegemonía del vecino castellano.
- Los problemas internos:
El mantenimiento del imperio en Europa y América iba a provocar fuertes tensiones en el interior peninsular. La formación de un imperio, y se ponían de relieve las tensiones derivadas del intento de unanimidad en las creencias religiosas. El conflicto más grave que vivió Carlos fue el movimiento de las Comunidades, que tuvo una doble dimensión: la del enfrentamiento de una parte de las clases medias castellanas con el soberano, y la de la lucha de numerosos campesinos con sus señores.
4.1- Las Comunidades:
La vertiente política del movimiento de las Comunidades se manifestó claramente: el control de las Cortes que los representantes de las ciudades (y por tanto los hidalgos, burgueses, artesanos, etc.) querían ejercer sobre la monarquía y sobre la propia nobleza. El rey y los sectores más adinerados de la burguesía y la alta nobleza se unieron. Se decapitaron los líderes comuneros (Bravo, Padilla y Maldonado) tras la derrota en la batalla de Villalar, en 1521. Las Comunidades representaron: 1. La de los productores interesados en la política de protección de la producción frente a las mercancías extranjeras, contra los exportadores de lana (grandes propietarios ganaderos y mercaderes) que pretendían mantener su privilegiada situación en el comercio de Flandes. 2. La de los campesinos contra el régimen nobiliario de la propiedad. 3. Los comuneros vieron en las Cortes su medio de defensa política, mientras Carlos veía en ellas un obstáculo para el desarrollo de su monarquía autoritaria.
4.2- Las Germanías:
Simultáneamente al alzamiento comunero, tenía lugar en los países de la Corona de Aragón el movimiento de los “agermanats”. Valencia y Mallorca fueron los principales focos. Valencia fue la culminación del enfrentamiento entre nobles y plebeyos por el dominio de la ciudad. Fue una revuelta encabezada principalmente por artesanos, pequeños burgueses y campesinado contra los sectores laicos o eclesiásticos. En 1521, los señores y el poder real acabaron venciendo a los sublevados. Varias cuestiones: 1ª La debilidad de un estado, fragmentado entre los distintos reinos que componían su imperio. 2ª La aristocracia terrateniente fue, en ambos casos, la fuerza social que acabó salvando a la corona, certificando así su condición de clase poderosa. 3ª En Castilla, los comuneros representaban a quienes adivinaban que las ideas imperiales del nuevo soberano solo iban a traer desgracias a largo plazo, al tener que recaer la lucha por el mantenimiento del imperio sobre las espaldas de los castellanos.
4.3- La rebelión morisca de las Alpujarras:
Felipe II vivió también casos de conflictividad. El descontento de los moriscos de las Alpujarras tuvo dos bases fundamentales. Por un lado, el progresivo empeoramiento de sus condiciones materiales de vida: fuertes impuestos sobre la producción sedera e importantes expropiaciones de sus tierras por parte de la corona. Por otro lado, la permanente presión de la corona para anular sus diferencias culturales, económicas y religiosas. En 1556 se les prohibió el uso de su lengua y de su indumentaria (derecho adquirido en las capitulaciones de Santa Fe) al tiempo que se les obligaba a que abandonasen todas sus costumbres. Finalmente, en 1609, bajo el reinado de Felipe III, se decidió la expulsión de los moriscos de España, expulsión a la que se opusieron los grandes señores valencianos y aragoneses, que encontraban en los moriscos una mano de obra barata y de calidad. Era el final, no solo de un problema religioso, sino también de una manifiesta incapacidad, por parte del estado, de asimilación cultural de la minoría musulmana.
4.4- La revuelta de Aragón:
Los disturbios de Aragón en defensa de sus fueros indican hasta qué punto estaba poco unida la monarquía católica a finales del siglo XVI. La falta de un sentimiento de unidad nacional entre sus distintos componentes era patente. La preparación del conflicto venía de tiempo atrás y estaba relacionada con la tenaz defensa que los aragoneses hacían de sus fueros y con un cierto sentimiento anticastellano desarrollado entre la población. El motivo concreto fue la figura de Antonio Pérez, que había sido acusado por Felipe II de traición y de haber participado, supuestamente, en el asesinato de Juan de Escobedo, secretario del gobernador español en los Países Bajos. Como quiera que Pérez utilizó su condición de aragonés para refugiarse en Zaragoza y pedir el amparo de los fueros, Felipe reclamó su entrega a través del Tribunal de la Inquisición, único común a toda la monarquía. La negativa aragonesa, encabezada por el Justicia Mayor de Aragón, provocó la reacción del rey, quien mandó un ejército que entró en Zaragoza en 1591, sin apenas resistencia.
No lejos de estos conflictos se situaron también los tenues, pero evidentes, enfrentamientos de Felipe II con Cataluña, cuestión que se pone de manifiesto tanto en el encarcelamiento de los diputados de la Generalitat por el tema del excusado (impuesto de origen eclesiástico cedido a la corona, que los catalanes se negaban a pagar), como en las discusiones sobre los límites del poder real y el respeto a las leyes propias de Cataluña. Estos conflictos con Cataluña tendrían su culminación violenta a mediados de la centuria siguiente.
En buena parte, todos estos problemas no hacían más que reflejar la tensión entre autonomismo y centralismo, entre los fueros de las antiguas coronas y el reforzamiento del poder efectivo de la monarquía, la cual distaba mucho todavía de ser una forma unitaria de gobierno. En realidad, solo la política exterior daba esta sensación, al estar concentrada en manos de Carlos I y Felipe II, pero era sufragada principalmente por los castellanos. Castilla fue en realidad la que puso trabas a las ideas imperiales de los Austrias una vez vencidos los comuneros.
4.5- Iluminados, erasmistas y protestantes:
Carlos I y Felipe II profundizaron en el proceso de unificación religiosa iniciado con los Reyes Católicos. El estado se convirtió en el gran impulsor de la unidad de fe alrededor del catolicismo. Los dos principales baluartes de este proceso siguieron siendo el estatuto de limpieza de sangre y la Inquisición.
El primero estaba dirigido contra los falsos convertidos, y acabó por convertirse en una especie de condición para nobiliaria (cristianos viejos) necesaria, a partir de 1556, para entrar en cualquier corporación eclesiástica o civil.
El otro gran instrumento de la unidad fue la Inquisición, que es la mejor muestra de intolerancia religiosa que se dio en esta época en toda Europa.
No obstante, España no quedó al margen de las corrientes reformistas que se dieron en la Europa del siglo XVI. Los iluministas, erasmistas y protestantes, estuvieron siempre bajo la mirada de la Inquisición. Los primeros, también llamados alumbra2, tuvieron su origen en la Castilla urbana, en los palacios de la aristocracia y de la rica burguesía. En esencia, se trataba de un cristianismo interiorizado, que negaba la voluntad y la razón como formas de llegar a Dios. La fe y no la razón es lo que permite conocer a Dios. Por eso se pronunciaban contra las ataduras que imponían los ritos externos y reclamaban el derecho a leer la Biblia libremente. A partir de 1524 fueron perseguidos por la Inquisición, una vez comprobado que sus ideas conducían a la negación de la iglesia.
Entre la minoría de intelectuales tuvo más importancia el erasmismo, que gozó en un primer momento de protección oficial. El máximo representante del erasmismo fue Luis Vives. Sin embargo, la situación tensa que progresivamente se fue viviendo en Europa alrededor de los problemas religiosos, provocó un giro en el interior de la monarquía. El gran humanista holandés, Erasmo de Rotterdam, criticó a la iglesia por considerar que sus manifestaciones externas eran supersticiones y antepuso la pureza de corazón y los sentimientos a las ideas. Pese a todo, siempre se mantuvo dentro del seno de la iglesia e incluso se opuso a Lutero.
No fue menor el protestantismo español de mediados del siglo XVI, cuya doctrina basada en la libre interpretación de la Biblia, la teoría de la predestinación y el libre albedrío no fue aceptada por el papa.
En este contexto no es fácil entender la rápida y fácil aceptación oficial y popular que tuvieron las tesis del Concilio de Trento, aceptando la ortodoxia del Vaticano y proponiendo una mejor preparación intelectual y ética del clero, sobre todo del bajo clero.
En el interior del país se había venido desarrollando en buena medida un proceso de reforma que tuvo tres grandes manifestaciones. La primera, la del Cardenal Cisneros sobre el clero, sus reglas y nivel de cultura. La segunda, la actividad de la Compañía de Jesús, que desde 1540 tenía por objetivo convertirse en una especie de milicia al servicio de la iglesia y la propagación de la fe. Por eso, además de los votos clásicos (pobreza, castidad y obediencia), los jesuitas juraban un especial de obediencia al papa. Su extensión por toda España, países europeos y América fue muy rápida; a ello ayudó su alta preparación intelectual, que también les permitió llevar a cabo importantes reformas pedagógicas en la enseñanza. La tercera fue el nacimiento de una corriente mística, que tuvo como máximos representantes a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.