Escritores del 98: Crisis, Renovación y Legado Literario

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La generación del 98 está formada por un grupo de escritores cuyos principales exponentes son: Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín y Antonio Machado. Todos nacieron en fechas cercanas y fueron movidos por un acontecimiento crucial: la decadencia española y la crisis de 1898. Se enfrentaron a problemas comunes, como la imagen lamentable de una España sumida en la apatía y el desinterés. Estos escritores comparten la característica de analizar los males de España e intentar proponer soluciones.

Los rasgos que identifican a la generación del 98 son:

  • Rebeldía y protesta ante el atraso de España.
  • Exaltación de los valores nacionales y patrióticos.
  • Sobriedad, lenguaje sencillo y preciso.
  • Subjetivismo y visión introspectiva de la realidad.
  • Idealización del paisaje, que se convierte en símbolo del alma española.
  • Presencia de reflexiones filosóficas.

Valle-Inclán

Valle-Inclán inicia su producción narrativa dentro de la estética modernista con obras como Las Sonatas. De temática histórica, destacan La guerra carlista y Tirano Banderas.

Novecentismo

La novela novecentista aparece en España con características como la sólida formación, el rigor, la sistematización, la europeización, el intelectualismo, la defensa del arte puro, la preocupación por la forma, el clasicismo y la incorporación a la vida oficial.

Gabriel Miró

Las novelas de Gabriel Miró se caracterizan por la melancolía, las descripciones minuciosas de percepciones sensoriales y la falta de acción. Su obra se divide en dos etapas: la etapa decadentista con Las cerezas del cementerio y la etapa novecentista con Nuestro padre San Daniel.

Vanguardia

La prosa de vanguardia surge como un intento de olvidar la guerra. El optimismo da lugar a una nueva forma de entender el arte, con las vanguardias rebelándose contra las normas tradicionales. Ramón Gómez de la Serna inventa un género literario nuevo, la greguería, que consiste en frases breves que buscan definir un objeto o describir una situación de forma sorprendente.

Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno presenta una visión desolada de España y la búsqueda del sentido de la vida como los dos principales temas de su obra. La preocupación por España se aprecia en ensayos como En torno al casticismo, donde reclama españolizar Europa. En su trayectoria espiritual destaca Del sentimiento trágico de la vida. Crea una nueva técnica narrativa, la nivola, caracterizada por la supresión de descripciones y situaciones, y un aumento de la importancia del diálogo. Esta técnica se aplica en Niebla y La tía Tula. Los personajes unamunianos son el alter ego del autor. En su poesía, trata temas como su angustia espiritual, el tiempo, la muerte y el dolor que provoca el silencio de Dios. Utiliza versos tradicionales y, en sus últimas composiciones, recurre a la rima. Entre sus obras poéticas destaca Romancero del destierro.

Pío Baroja

Según Pío Baroja, en la novela cabe todo: reflexiones filosóficas, confesiones políticas, humorismo, aventuras... En cuanto a la técnica, valora la espontaneidad y la observación. Sus novelas giran en torno a la evolución existencial del protagonista. La estructura narrativa es simple, con frecuentes diálogos y descripciones. Vierte en los personajes sus propias preocupaciones filosóficas, religiosas y políticas. Su estilo es breve, claro y preciso. Entre sus obras destacan: Camino de perfección, La busca, El árbol de la ciencia.

Azorín

Azorín dedicó especial atención al tema de España y a la reinterpretación de las obras literarias clásicas. En sus primeras obras, examina aspectos concretos de la realidad española, como en El alma castellana. Entre sus ensayos destacan La ruta de Don Quijote y Clásicos y modernos, con la intención de despertar la curiosidad y el interés por los clásicos. Respecto a la narrativa, es partidario de las tramas argumentales mínimas, limitándose a describir el ambiente y las impresiones de los personajes, con un gusto por la descripción minuciosa. Sus novelas se dividen en cuatro etapas: la primera con predominio de elementos autobiográficos y de impresiones de los paisajes (La voluntad); la segunda refleja en los personajes sus inquietudes (Don Juan); la tercera, influida por el vanguardismo (Félix Vargas); y la cuarta, vuelve a la narrativa con El escritor y La isla sin aurora. En el teatro, Azorín proclamó la necesidad de romper con el inmovilismo de la escena española, buscando una renovación en aspectos temáticos y escenográficos. Destaca la trilogía de Lo invisible.

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