Epicuro y stuart
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Similitudes en el punto de partida: el objeto de la ética y la definición del placer.La primera semejanza entre Epicuro y Stuart Mill la encontramos en lo más básico de sus sistemas éticos: en el objetivo de la ética.En efecto, según Epicuro, el objetivo de la ética consiste en alcanzar la felicidad y el modo de alcanzarla es buscar lo que produce placer y evitar lo que produce dolor. Este mismo enfoque es adoptado por Stuart Mill cuando sostiene: "el placer y la exención del dolor son las únicas cosas deseables como fines". Por lo tanto, de esta comparación podemos afirmar que las éticas de Epicuro y Stuart Mill se basan en un mismo concepto la felicidad.
Ahora bien, ya hemos establecido nuestro punto de partida. Sin embargo, no podemos darnos aún por satisfechos sin antes precisarlo claramente. En efecto, no resulta muy claro lo que se entiende por "placer". Justamente, la malinterpretación del placer que promueven estas filosofías ha conducido a críticas infundadas que sostienen que Epicuro y Stuart Mill asocian el placer de los hombres con el de las bestias: un placer puramente material, de satisfacción de apetitos salvajes. Sin embargo, estas objeciones se basan en una comprensión errónea del tipo de placer que conduce a la felicidad según estos dos sistemas.Epicuro afirma en la Carta a Meneceo: "ni los banquetes ni los festejos continuados, ni el gozar con jovencitas y mujeres (...) nos hacen la vida agradable". Aquí apreciamos que la concepción vulgar del placer no será la relevante en la ética epicúrea. Desde su postura, el placer máximo consiste en no sentir turbación en el alma . Una vida cargada de excesos proporciona placeres cinéticos (asociados a los sentidos que no son despreciables en sí mismos. Sin embargo, el problema es que estos placeres siempre van acompañados de un dolor que proviene de una perturbación en el alma. Según Epicuro, la perturbación que producen en el alma es mayor que el placer físico que pudieran producir.
Por lo tanto, el hombre sabio procurará apartarse de los excesos para mantener la serenidad de su alma y gozar del placer más elevado: el catastemático que se asocia con la ausencia de dolor. La forma de alcanzar este placer se basa en la contemplación y el cultivo de la filosofía . Estas actividades son las que permiten al hombre alcanzar la serenidad de espíritu. Vemos aquí cuán lejos se encuentra la posición original de Epicuro de aquella que le achacan sus críticos.
La postura de Stuart Mill se asemeja a la de Epicuro en este aspecto. En efecto, un hombre con facultades superiores (un hombre educado) no desprecia el placer físico. Sin embargo, le genera mayor satisfacción el placer intelectual pues es más acorde con sus facultades. Entonces, para un hombre educado, los placeres del intelecto tienen un valor > mucho más elevado en cuanto placeres que los de la pura sensación.
Hasta este punto, vemos que nos hallamos frente a dos sistemas éticos con grandes semejanzas entre sí. En efecto, ambos equiparan la felicidad con el placer y el placer con la contemplación intelectual. Sería de esperarse que dos éticas con tantas similitudes en sus fundamentos, llevaran necesariamente a conclusiones similares. Sin embargo, ahora veremos cómo estos dos sistemas se disocian y acaban por dar consejos diferentes para la vida práctica. Así, a partir de un mismo tronco inicial, se abren dos ramas: el hedonismo egoísta de Epicuro y el universalista de Stuart Mill.