El envejecimiento de la población española

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La estructura por edades de la población española pone de manifiesto el pronunciado y progresivo descenso de la población joven, paralelo al aumento de la población vieja, y la gran importancia cuantitativa de las generaciones adultas, en especial las nacidas entre 1955 y 1975 (baby boom).

Como resultado de ello, España presenta en la actualidad una estructura por edades envejecida, con una tasa de envejecimiento cercana al 17 % y un índice de envejecimiento por encima de 1,15 que evidencia el enorme y creciente peso de la población vieja con respecto a la población joven.

Este envejecimiento de la población ha sido un proceso progresivo a lo largo del siglo XX, y acentuado desde los años ochenta, siguiendo con retraso el modelo europeo. A lo largo de ese siglo los jóvenes redujeron su proporción a menos de la mitad (de 33,5 % a 14 %), mientras que la proporción de ancianos se triplicó (de 5,2 % a 17 %).

Hasta finales del siglo XIX se puede afirmar que la estructura demográfica española era claramente joven: los ancianos no alcanzaban el 5 % de la población total y los menores de 15 años se acercaban al 35 %.

Desde principios del siglo XX, y hasta finales de los años 70, las estructuras demográficas muestran un proceso de envejecimiento progresivo que se manifiesta en una proporción cada vez mayor de los adultos y en menor medida en un aumento también de la población vieja; el grupo joven va disminuyendo su proporción, salvo en los años sesenta -baby boom-. Como consecuencia, el índice de envejecimiento aumenta, pero sin presentar aún el porcentaje propio de una estructura envejecida (la población vieja no rebasa todavía el 10 % de la población).

A partir de 1980, España posee ya una estructura demográfica claramente envejecida. Así, en el año 2000 la población vieja supera a la población joven, por lo que el índice de envejecimiento es superior a 7 -es decir, existe ya más población anciana que población joven-. Los porcentajes de población adulta (cerca del 70 % de la población total) son los mayores de toda la historia de España.

Las causas demográficas de este envejecimiento de la población española radican en el bajo índice de fecundidad (por debajo de 1,3 hijos por mujer, que no permite el relevo generacional y hacen que la pirámide de población decrezca en los grupos de edades más jóvenes) y en el aumento de esperanza de vida (que se sitúa hoy en torno a los 82 años).

Aun así, en la última década el aumento de la fecundidad y los aportes de la inmigración comienzan a tener consecuencias positivas en este campo, produciendo un ligero rejuvenecimiento de la población.

Problemas relacionados con el envejecimiento de la población

El progresivo envejecimiento demográfico tiene importantes repercusiones demográficas, sociales y económicas.

a) Demográficas: la potencialidad de natalidad actual irá disminuyendo, al incorporarse a la edad de procrear generaciones cada vez menos numerosas, lo que unido al aumento de la tasa de mortalidad por el envejecimiento, ocasionará un crecimiento vegetativo negativo de la población española.

Ahora bien, el crecimiento natural no depende solo del potencial de natalidad, sino de decisiones personales acerca del número de hijos deseados. Ello explica que a finales de los años noventa -cuando mayor era en España la proporción de población femenina en edad fértil (las generaciones del baby boom), y por tanto con una natalidad potencial enorme- se dieron sin embargo las tasas de natalidad más bajas de toda la historia de España. Por otro lado, la inmigración de población adulta joven, con una mentalidad más natalista, puede compensar los posibles déficit nacionales.

b) Económicas: la estructura demográfica actual supondrá un incremento de la tasa de dependencia. De mantenerse las actuales tendencias demográficas, cada año llegarán a la edad de trabajar menos personas de las que se jubilan, lo que incrementará la tasa de dependencia de los ancianos respecto de los activos y, por tanto, crecerá el gasto de las pensiones, del sistema sanitario (estancias hospitalarias, medicinas) y de los servicios sociales.

Ahora bien, ha de tenerse en cuenta que el equilibrio de este sistema no depende solo del factor demográfico, sino también de los niveles de actividad económica -que pueden compensarse con la inmigración de mano de obra y el necesario aumento de la tasa de actividad laboral femenina-. El problema no es tanto demográfico como, sobre todo, económico.

c) Sociales: uno de los problemas más acuciantes es la soledad y aislamiento de los ancianos, lo que hace imprescindible la ampliación de los programas de asistencia a domicilio, la puesta en marcha de residencias a precios asequibles, la apertura de centros de día.

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