El reformismo dinástico

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1. Dinásticos, republicanos y socialistas
En 1902, Alfonso XIII, tras alcanzar la mayoría de edad legal (17) llega al trono, y se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó la modernización del sistema político. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico, que hizo imposible una reforma en profundidad del sistema y éste entró en su quiebra definitiva.
1.1. El reformismo dinástico
El nuevo siglo coincidió con una crisis de liderazgo dentro de los partidos dinásticos al no existir un jefe de partido capaz de aglutinar a las distintas tendencias. Con Antonio Maura (conservador) y losé Canalejas (liberal), llegó al gobierno una generación de políticos influida por el regeneracionismo, que impulsó los más importantes proyectos de reforma desde el interior del sistema.
El gobierno presidido por Antonio Maura entre 1907 y 1909 (el llamado gobierno largo) protagonizó el mayor intento reformista impulsado por los conservadores. Maura proyectó lo que él mismo denominó la revolución desde arriba, es decir, un intento de regeneración del sistema a partir de la formación de una nueva clase política que tuviese el apoyo social de las llamadas masas neutras.
Con la ayuda de las masas neutras pretendía configurar un Estado fuerte, capaz de gobernar de forma eficaz y de conseguir tanto desbancar a la vieja casta caciquil como impedir que las clases populares adquiriesen excesivo protagonismo. En esa dirección se llevó a cabo una reforma electoral (Ley electoral de 1907), que no consiguió ni acabar con la corrupción ni democratizar el sistema político, pero hizo más difícil el fraude electoral. También se dio un cierto impulso a la política social (creación del Instituto Nacional de Previsión y Ley del descanso dominical) y se exigió una mayor independencia del poder ejecutivo frente a la Corona.
Maura también se esforzó por integrar en su proyecto reformista al catalanismo a partir de conceder más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones, y de reconocer las regiones (proyecto de Reforma de la Administración social).
En 1910, tras el gobierno de Maura, José Canalejas formó un nuevo gobierno liberal. Su programa proponía, una vez más, la modernización de la vida política, e intentaba atraer a ciertos sectores populares a partir de un mayor reformismo social y de limitar el poder de la Iglesia. Se consideraba oportuno reformar el procedimiento de la financiación de la Iglesia y profundizar en la separación de la Iglesia y el Estado. La negativa de la Santa Sede a cualquier proceso de reforma comportó la promulgación de la Ley del Condado (1910), que intentaba poner coto a la preponderancia de las órdenes religiosas en España y limitaba el establecimiento de otras nuevas.


La política social tuvo como uno de los elementos básicos la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas, lo cual trajo consigo la protesta de las clases acomodadas. También se reformó la Ley del reclutamiento, que pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra, y se suprimió la redención en metálico. Finalmente, se promulgaron una serie de leyes encaminadas a mejorar las condiciones laborales, como la normativa sobre el trabajo de la mujer.
Canalejas continuó la política de acercamiento a los catalanistas, convencido de que su incorporación al sistema ayudaría a afianzar su estabilidad. Así, el gobierno liberal elaboró la Ley de Mancomunidades, que aceptaba la posibilidad de la unión de las Diputaciones y que fue aprobada en 1914, ya bajo el gobierno del conservador Dato, pues Canalejas había sido asesinado a finales de 1912.
1.2. El fortalecimiento de la oposición
El sentimiento de no haber sabido aprovechar la crisis del 98 para poner fin a la hegemonía de los partidos dinásticos colocó a las fuerzas de la oposición ante la necesidad de renovar profundamente tanto sus idearios y sus formas organizativas como a sus propios dirigentes.
El republicanismo fue la principal fuerza de la oposición política y constituyó de modo permanente la minoría parlamentaria opositora más numerosa. Con la finalidad de dar unidad a este republicanismo, en 1903, nació Unión Republicana, coalición que intentaba agrupar a los diferentes grupos republicanos alrededor de la figura del veterano Salmerón, y que consiguió un éxito notorio en las elecciones de ese mismo año. Sin embargo, las disidencias en su interior llevaron al declive a esta nueva formación política.
Las mayores discrepancias dentro del partido las planteó Alejandro Lerroux, quien en 1908 creó su propio grupo, el Partido Radical, y con un discurso profundamente demagógico, anticlerical y supuestamente revolucionario, logró influir en amplios sectores de las clases populares barcelonesas. Hacia 1910, después de la Semana Trágica, perdió buena parte de su influencia, moderé su discurso y su ideario y se trasladé a Madrid. En Valencia, Vicente Blasco Ibáñez impulsó el blasquismo, un movimiento con un discurso populista y anticlerical, que presentaba notables semejanzas con el lerrouxismo y consiguió controlar el Ayuntamiento de Valencia.
En la primera década del siglo, el PSOE colaboró con otras fuerzas de izquierda sin renunciar a sus principios revolucionarios. Tras la caída del gobierno de Maura en 1909, se pactó una alianza electoral entre las distintas tendencias republicanas (a excepción de los seguidores de Lerroux) y el Partido Socialista. Con esta coalición republicano-socialista, los socialistas consiguieron en 1910 su primer diputado en el Congreso (Pablo Iglesias).

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