La educación en el pensamiento platónico

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Ha de existir un arte o ciencia propia del político, que tenga como finalidad producir la salud del Estado y conducirlo hacia la justicia y la felicidad. Este arte puede enseñarse, y necesariamente han de aprenderlo aquellos que asumen la importante responsabilidad de dirigir el gobierno del Estado. Para Platón este arte es la “ciencia de la justicia y el bien” y coincide con filosofía, porque solo la filosofía es capaz de proporcionar el conocimiento de las Ideas y de discernir con acierto, ya en el terreno de los asuntos humanos, qué es justo y qué no lo es. La filosofía es, así, la ciencia política que el aspirante a gobernante necesita aprender.

En el pensamiento platónico la educación está enteramente al servicio de la organización de la sociedad y de la vida política; una de sus misiones es forma una élite de individuos sabios y justos, destinados a gobernar el Estado. La educación de los gobernantes debe lograr, en primer lugar, encaminar su alma en dirección a lo inteligible y finalmente, al conocimiento del Bien en sí, que constituye la meta última del conocimiento y el final del proceso educativo. Es un programa educativo que deberá seleccionar a los más capaces y conducirlos al conocimiento de lo verdadero, lo justo y lo bueno. Tal y como refleja el mito de la caverna. Esto es un proceso educativo duro, costoso ya que el cuerpo arrastra al alma hacia el mundo de las cosas materiales y sensibles.

La última etapa de este largo proceso educativo es la dialéctica, la ciencia suprema para Platón, el saber acerca de las Ideas y sus relaciones. Antes de iniciarse en la dialéctica, debe de familiarizarse poco a poco con el conocimiento abstracto y con la esfera de las realidades inteligibles, invisibles y eternas. Para ello resulta imprescindible el estudio de las matemáticas. Una vez que el filósofo gobernante haza alcanzado el conocimiento de lo verdadero y de lo bueno, tendrá que volverse de nuevo al mundo de lo visible y de los asuntos humanos, e intentar que la sociedad se acerque lo más posible al orden y la armonía inteligibles que ha contemplado; para ello debe gobernar en su propia vida y a la sociedad tomando el Bien como guía y modelo.

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