Distinción de los deseos según epicuro
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Su fundador fue Epicuro (341-281 a.C.) que fundó en Atenas su escuela de filosofía llamada “El Jardín”. Según esta teoría el bien supremo, aquello que todos los seres humanos perseguimos y que nos conduce a la felicidad, es el placer (hedoné en griego). Propone maximizar el placer y minimizar el dolor como objetivo prioritario de nuestra vida.
Entiende por placer lo siguiente: la ausencia de dolor en el cuerpo, la ausencia de perturbaciones psicológicas o espirituales (como pueden ser el miedo, la angustia, la tristeza…); y la satisfacción de nuestros deseos, incluyendo aquí tanto los que se refieren exclusivamente al cuerpo como los deseos más espirituales (la amistad, el conocimiento o la belleza).
Epicuro establece tres tipos de deseos y además nos da normas para satisfacerlos:
Deseos naturales y necesarios. Aunque más que deseos son las necesidades primordiales, como alimentarse beber, dormir… Su satisfacción siempre hace feliz al hombre.
Deseos naturales y no necesarios. Que nacen de nuestra tendencia a obtener siempre más placer en nuestra vida. Por ejemplo, no es lo mismo comer que comer nuestra comida favorita. Estos deseos deben ser moderados.
Deseos no naturales y no necesarios. Como, por ejemplo, el lujo, la riqueza, la fama… Este tipo de deseos lo mejor es renunciar a ellos, porque cuanto más tenemos más queremos.
Por último, dice que si queremos llevar una vida totalmente placentera tenemos que eliminar de nuestra mente los cuatro temores:
El miedo a los dioses.
El temor a la muerte. Para él tenerle miedo a la muerte es absurdo, puesto que mientras estamos vivos no nos afecta y cuando nos afecta ya no estamos vivos. Por lo tanto, nosotros nunca coincidimos con nuestra propia muerte.
El temor al destino.
El temor a la infelicidad.
Si aprendemos a desear lo que tenemos y a no desear lo que no tenemos conseguiremos sentirnos bien con nosotros mismos.