Discurso de Federico Echevarría: Defensa del proteccionismo y crítica al tratado hispano-alemán

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DISCURSO DE FEDERICO ECHEVARRÍA

El texto a comentar es un discurso pronunciado por Federico Echevarría ante la Liga de Empresarios Vascos el 9 de diciembre de 1893. Se trata de un texto de carácter político, de origen histórico primario. Su destinatario era público. No fue publicado hasta 1894.

La idea principal de este texto es realizar una defensa del proteccionismo, mientras que las ideas secundarias son una crítica y explicación de las consecuencias negativas del tratado hispano-alemán, y por ende, una crítica al liberalismo; y una petición de no aprobar el tratado.

Federico Echevarría emplea todo el primer párrafo para explicar las numerosas desventajas de aprobar el tratado hispano-alemán. El empresario detalla las funestas consecuencias que las grandes empresas metalúrgicas habrían de padecer. Esto se debe a que la industrialización del País Vasco era en 1893 un proceso naciente, que requería de medidas proteccionistas como aranceles elevados a productos extranjeros para poder prosperar. Un acuerdo de corte librecambista como el hispano-alemán implicaría una gran desgravación arancelaria para los productos de la poderosa industria alemana, teniendo un devastador efecto en la joven industria vasca.

Por ello, el segundo párrafo del texto es una petición al gobierno de que se abstenga de aprobar el tratado hispano-alemán, y de que mantenga el marco fiscal vigente en la época basada en el proteccionismo gracias a medidas tales como la Ley Arancelaria de 1891.

Para entender la importancia de este texto, es necesario entender la historia de la Revolución Industrial en España. La industrialización nació en Gran Bretaña, lugar donde aparecieron las primeras fábricas, las primeras máquinas de vapor, los primeros trenes y varias innovaciones más. Si bien estas prácticas no tardaron en extenderse a Europa occidental o a Estados Unidos, la Revolución Industrial no logró penetrar en España debido, entre otros motivos, a la inestabilidad política.

Sin embargo, y tras el agotamiento de las minas de hierro británicas, los empresarios ingleses se vieron obligados a buscar nuevos lugares para la extracción del hierro. Llegaron hacia Vizcaya, lugar de abundante hierro de alta pureza que permitía la minería a cielo abierto y cierta tradición siderúrgica a las numerosas ferrerías de Vizcaya. La primera fábrica vasca, Santa Ana de Bolueta, abrió en 1840, si bien el comienzo de la industrialización fue lento debido a las guerras carlistas.

Pero, tras el fin de la tercera guerra carlista y la estabilidad que trajo el nuevo régimen de la Restauración, la inversión extranjera aumentó, ganando también importancia la burguesía vasca afianzada en Bilbao. La ría del Nervión se convirtió en un gran centro siderúrgico con fundiciones como Altos Hornos de Bilbao, San Francisco de Sestao, Vizcaya o Fundiciones de Arriba. Estas empresas eran propiedad de grandes familias como los Ibarra, los Epalza, los Chavarri o Rivas.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX surgieron las primeras empresas metalúrgicas a fin de aumentar los beneficios. Destaca la familia Ibarra, fundadora de Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao y de Metalurgia y Construcciones de Vizcaya, y empresas que fueron fusionadas en 1902 para crear Altos Hornos de Vizcaya. Otras grandes empresas eran la Babcock Willcox, especializada en la producción de maquinaria, y Siderurgias del Mediterráneo, que fue deslocalizada a Sagunto.

Para permitir esta expansión industrial fue necesaria la construcción de enlaces ferroviarios con el resto de la península, tarea ardua teniendo en cuenta la orografía del País Vasco. El primer tren en circular por Euskadi fue el Valladolid-Burgos-Vitoria-San Sebastián-Irún de la compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España en 1864. La burguesía vizcaína sufragó a través del Banco de Bilbao la construcción de un tren Bilbao-Orduña-Tudela, que daba luego acceso a Cataluña a través del Ebro. Sin embargo, el proyecto fracasó y fue absorbido en 1878.

Todas estas empresas fueron posibles gracias a la aparición de bancos para gestionar los ahorros de los magnates industriales y potenciar las inversiones extranjeras. Para este fin se fundaron, en 1891, la Banca de Comercio en la Bolsa de Bilbao. La burguesía vizcaína también estuvo detrás de la formación de varios bancos como el Banco de Bilbao y el Banco Vizcaya.

Finalmente, la prosperidad económica de las élites vascas permitió la aparición de otros negocios e industrias como las aseguradoras y, sobre todo, las navieras. En las orillas de la ría se abrieron grandes astilleros como Euskalduna o Nervión. También surgieron otras empresas como embarcaderos, empresas metalúrgicas auxiliares o cementeras.

El conjunto de cambios revolucionó drásticamente la vida de los vizcaínos. Cientos de miles de inmigrantes llegaron a Vizcaya a finales del siglo XIX, pasando de 400.000 habitantes en 1840 a 600.000 en 1900. La sociedad vizcaína pasó de ser una sociedad agraria basada en los baserris a una sociedad industrial, controlada por poderosos oligarcas con miles de obreros viviendo en precarias condiciones de vida. Esta diferencia económica propició la aparición de nuevas áreas residenciales como Neguri o el Ensanche de Bilbao.

En conclusión, la naciente industria vasca necesitaba de medidas proteccionistas para medrar, dada la industrialización tardía del territorio. Es en defensa de esa política donde se enmarca el discurso de Federico Echevarría contra el tratado hispano-alemán. Este discurso y la posición de los grandes magnates vascos en su conjunto fue muy influyente en la España de la época, hasta el punto de que el tratado nunca fue aprobado.

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