Discriminación y segregación: un análisis existencialista

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No es únicamente porque estos seres son flojos, débiles, cobardes o malos

porque si, como Zola, declaráramos que son así por herencia, por la acción del determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y diría: bueno, somos así, y nadie puede hacer nada, pero el existencialista, cuando describe a un cobarde es responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o un cerebro cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo es porque se ha construido como hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que nazca cobarde o héroe. Uno de los reproches que se hace a menudo a Caminos de la libertad se formula así: pero en fin, de esta gente que es tan floja, ¿cómo hará usted héroes? Esta objeción hace más bien reír, porque supone que uno nace héroe. Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar: si se nace cobarde se está perfectamente tranquilo, no hay nada que hacer, se será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe, también se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá como héroe, se comerá como héroe. Lo que dice el existencialismo es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar de ser héroe. Lo que importa es el compromiso total

Derechos civiles

De la discriminación a la segregación de las diferencias

En los últimos años, algunos investigadores han analizado el significado que se le ha dado, con el uso, al concepto de discriminación.

Discriminación proviene del sustantivo latino «discrimen», que significa «diversidad o diferencia», y discriminar proviene del verbo «discriminare», que significa «separar, diferenciar, distinguir». Es decir que cuando discriminamos, en realidad, estamos realizando una operación intelectual necesaria para entender el mundo que nos rodea, que está compuesto por objetos y personas diferentes unos de otros. Por lo tanto, discriminar nos sirve para conocer las diferencias.

Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, es común usar este término en un sentido negativo. Discriminar se convierte en un problema cuando segregamos a las personas que consideramos diferentes por tener alguna característica física o cultural particular (que, desde el punto de vista de quien segrega, la aleja de un supuesto modelo ideal de persona).

Cuando segregamos, distinguimos al diferente excluyéndolo y buscamos apartarlo de nuestro lado. La segregación significa el no reconocimiento de la igualdad de derechos entre las personas.

Cuando segregamos estamos juzgando

La segregación no es el resultado del simple reconocimiento de las diferencias. Incluye, además, la valoración que hacemos de quienes consideramos diferentes. Los actos de segregación van acompañados de la creencia de que los excluidos son inferiores o tienen características negativas. Son muy comunes los casos de segregación: por cuestiones sexuales, raciales, religiosas, políticas o sociales.

La segregación y los prejuicios

Muchas veces opinamos o actuamos en relación con alguien que consideramos diferente, sin siquiera tomarnos el tiempo de conocerlo.

En estos casos, solemos manejarnos con lo que se denomina prejuicios.

Los prejuicios son juicios de valor que afectan a personas o grupos de personas. Sobre la base de los prejuicios, a lo largo de la historia, algunos hombres han pretendido justificar la valoración negativa de algunos grupos de personas a partir de alguna característica determinada. Actitudes prejuiciosas son, por ejemplo, aquellas que relacionan un determinado color de piel con una mayor o menor predisposición al trabajo, o una condición cultural o religiosa con una mayor o menor predisposición a ahorrar dinero.

Los prejuicios, sin embargo, no son el resultado de un conocimiento fundamentado y racional ni se basan en razones claras y evidentes.

Ninguna persona nace con prejuicios. En realidad los aprenden de quienes la rodean. Si los adultos que están en contacto cotidiano con los niños y los jóvenes a lo largo del proceso de socialización aceptan su existencia, es muy probable que los más jóvenes los expresen en sus relaciones interpersonales.

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