Dimensiones éticas y religiosas por edades

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Dimensiones éticas y religiosas por edades:


Niño de 5 a 6 años

Dimensión ética: No distinguen claramente entre el bien y el mal, piensan y repiten lo que les dicen sus padres y maestros, distinguen lo propio de lo ajeno, su sentido de justicia se limita a la reciprocidad: “Tú me das y yo te doy”, la moral sigue siendo heterónoma.

Dimensión religiosa: Se relacionan con Dios fácilmente, sobre todo en el ámbito de los sentimientos; consideran a Dios como el que hizo todo (Creador), todopoderoso y bueno; están convencidos de que Dios nos quiere, nos ama y nos protege siempre; para ellos, es más fácil ver a Dios como a un gran Padre que nos da la vida y nos ama y que nos envió a su Hijo, Jesús por amor; es fácil para ellos creer; no necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida por medio de los padres; se relacionan con Dios a nivel de sentimientos y según se lo indican sus mayores; en esta etapa se da un tipo de oración contemplativa, de mucha unión con Dios a partir de las maravillas del mundo y del sentido de que Dios es omnipotente; su experiencia religiosa es muy fuerte; para los niños de esta edad, Dios tiene tres connotaciones vitales: Dios es todopoderoso, Dios es bueno y Dios es su padre.

Niño de 7 a 8 años

Dimensión ética: Distinguen con claridad lo bueno y lo malo en ejemplos concretos; saben, entre otras cosas, que es malo robar, desobedecer y mentir; ya son capaces de valorar actitudes; aprecian la virtud de la verdad; no les gusta que los critiquen ni que los traten con desprecio, burla o con bromas; aceptan los castigos si están justificados, pero se rebelan si se consideran inocentes.

Dimensión religiosa: Tienen una fe espontánea, pues perciben que hay un ser superior a ellos, se inclinan fácilmente a creer y a gustar de su relación con Dios; forman su imagen interna de Dios y gustan de su relación con Él; la oración expresa esa relación y tiene un contenido en función de las cosas concretas que viven, por lo que aparece la oración de petición o de acción de gracias; les gusta asistir a los encuentros de catequesis; Dios es captado por ellos como el que les ama y les da todo; Dios es creador, sabio, bueno, todopoderoso, que los ama muchísimo e hizo todo pensando en ellos. Hay que corresponderle siendo buenos; su religiosidad está más en el ámbito de la imaginación que de la realidad; les gusta repetir las palabras y los gestos de los ritos religiosos, aunque no le encuentren sentido ni los entiendan; es un buen momento para enseñarles el sentido de participar con la comunidad de la Iglesia, el significado de los sacramentos, de los tiempos litúrgicos, de las ceremonias religiosas y de los ornamentos utilizados en ellas; les agrada que les cuenten detalles sobre las historias de la Biblia, en especial de Jesús.

Niño de 9 a 10 años

Dimensión ética: Se dan perfecta cuenta de lo verdadero y lo falso, lo justo e injusto, lo bueno y lo malo; tienen conciencia de lo correcto e incorrecto y de la doble tendencia hacia el bien y el mal de los hombres; juzgan no solo las buenas o malas acciones, sino las buenas o malas intenciones; gustan de normas prácticas, claras, y breves; quieren ser honestos, caritativos, respetuosos, sinceros, obedientes y se dan cuenta de que muchas veces no lo son; captan mejor lo que es el mal que lo que es el bien. Si actúan mal, sienten necesidad de confesar sus faltas; son sensibles a los valores vividos y dispuestos a identificarse con personas valiosas.

Dimensión religiosa: Continúan formando su imagen interna de Dios; crecen física y espiritualmente, se dan cuenta de que pueden ayudar y ser útiles a los demás; su religiosidad empieza a ser verdaderamente personal; su mente, más concreta y realista, lleva a captar a Dios como el Creador sabio, bueno y poderoso que ha hecho todas las cosas porque nos ama y nos envió a su Hijo, Jesús; la imagen de Dios Hijo, Jesús, es el ejemplo que imitar. Es el hermano mayor que nos muestra, él primero con su vida, el camino; es la etapa en que viven la Eucaristía y participan de la misma con gran intensidad; la vida y palabras de Jesús y sus amigos los atrapan y cautivan; la oración aparece como un diálogo más personal y privado con Dios; comienzan a aparecer elementos de la realidad que hacen que su oración sea más solidaria; la oración se hace más íntima, con una carga de mayor afectividad y más espontánea, normalmente más ligada a las circunstancias negativas de la vida en las que se necesita la ayuda de Dios; ya comprenden, viven y gozan los símbolos religiosos. Les gustan las oraciones comunitarias y las misas participativas; captan que lo que Dios quiere de ellos se manifiesta en su conciencia; su conciencia es la voz de Dios que vive en ellos y quiere iluminar su mente y su corazón, para que vivan como Él quiere.

Niño de 11 a 12 años

Dimensión ética: Tienen un vivo sentimiento del bien y del mal; la moral es autónoma; pueden dar juicios de valor al juzgar actitudes humanas y casos de moral sencillos; saben que las causas del bien y del mal están en el corazón del hombre, y que el remedio al egoísmo es el amor; son capaces de sacrificio y esfuerzo para superarse; les resulta difícil obedecer por el desarrollo de la libertad, pero al mismo tiempo, les atrae seguir por caminos de la virtud y el heroísmo; los preadolescentes se desalientan cuando caen en la cuenta de sus fallos o limitaciones; son sensibles frente a las injusticias; empiezan a ver el valor de los principios morales; descubren el sentido de una moral autónoma.

Dimensión religiosa: Admiran a Cristo. Les llama especialmente la atención: sus milagros, su amor, su entrega, su generosidad, su libertad y su sacrificio; Jesús se transforma en su modelo para imitar; vale la pena seguirle; no solo saben que Dios es bueno, sabio y poderoso, sino que Dios quiere que seamos santos; se interesan por las historias bíblicas, el origen del hombre y la relación de todo lo científico con Dios; les gusta y se interesan por la Historia de la Salvación y los primeros tiempos de la Iglesia; les gusta participar en la liturgia: leer, intervenir, ayudar a misa, preparar las plegarias de los fieles, cantar…; si se los convoca a participar en grupos de Iglesia, de acuerdo con su edad y con proyección solidaria, se sienten cómodos y a gusto; si son bien recibidos, tratados como mayores y acompañados, participan con entusiasmo en las propuestas que les hacen los adultos; les gustan las salidas, las convivencias y, sobre todo, los campamentos; son capaces de concentrarse para orar y están abiertos a las necesidades de mundo exterior; Dios cobra sentido para ellos, si lo ven como un Dios cercano, capaz de entenderlos y perdonarlos, que no les falla y les quiere siempre; necesitan estar cerca de Jesús por medio de la frecuente recepción de los sacramentos y por medio de celebraciones que les motiven y les refuercen la vivencia de la fe cristiana; en este ambiente, brota la devoción a la Virgen María con naturalidad; en algunos casos, se pueden presentar dudas de fe.

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