Didacticq enero t4

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1. PROFESIONALIZACIÓN DOCENTE. Nadie pone en duda la importancia y transcendencia de la educación, por lo tanto la profesionalización de los docentes es requisito indispensable para aquellos que siente la vocación de enseñar. El profesor no es un mero transmisor de conocimientos, ni se dedica solamente a desarrollar unas habilidades, el docente forma a los discentes a través de la comunicación que establece con sus alumnos durante el proceso de enseñar-aprender./Marcelo (1994:134) establece en el término profesión: “Diferencias cualitativas con respecto al de oficio, ocupación o empleo. Indica que la denominación profesional se utiliza para referirse a grupos de personas con una elevada preparación, competencia y especialización que prestan un servicio público”./Sarramona (2000:84) considera que la responsabilidad de los profesionales de la educación: “no puede limitarse a la docencia, entendida como la facilitación de la instrucción del alumno, sino que ha de actuar sobre el conjunto de la personalidad para lograr una formación en todas sus dimensiones”. Un profesional responde según Sarramona (1998;2000) a las características propias de toda profesión: A) Delimitación de un ámbito propio de actuación.B)Preparación específica.C)Compromiso de actualización.D)Ciertos derechos sociales.E)Autonomía de acción.F)Compromiso deontológico, la profesión docente tiene una dimensión ética que viene reconocida al ser una actividad dirigida a la formación de personas. /////Para Brezinka (1988), no se puede educar a cualquier precio, ni podemos permitirnos hablar de profesionalidad sin un compromiso deontológico con nuestro trabajo.De acuerdo con Jover (1991), la tarea del docente estriba en la atención y desarrollo de cada una de las dimensiones de cada individuo, perfiladas siempre por los intereses, problemas y necesidades específicas de cada uno, teniendo presente ante todo, que al hablar de educación estamos tratando la libertad de cada educando, en tanto que es agente de su propio proceso educativo y no un simple paciente de una actuación profesional.García Areitio y Ruiz Corbella (2001:100) consideran que la legitimidad de la actuación docente ha de sustentarse en una auténtica profesionalización. La intervención docente solo será legítima: En la medida que sepa justificar y explicar cada una de sus decisiones y la planificación de su intervención. En la medida que sepa actualizar el derecho de todo individuo al desarrollo pleno e integral como persona que vive en una sociedad.2. EL PROFESOR: FUNCIONES.Toda labor de formación implica una reflexión acerca del objeto a formar. El profesor es educador, independientemente del ámbito y del nivel en que ejerce su docencia, la cuál tiene como razón de ser y de actuar: ayudar al educando a que se desarrolle plenamente como persona y facilitarle con su colaboración el proceso de integración en la sociedad como miembro activo. Las funciones del profesor educador únicamente tienen sentido en la medida de que sirvan de estímulo y orientación en el esfuerzo de cada uno de sus alumnos. Cualquier análisis de una determinada realidad nos lleva a profundizar en los objetivos a los que tiende y en los medios que es capaz de poner en ejercicio. Es decir, clarificar nuestro propio planteamiento educativo, así como los requerimientos de la sociedad. Se trata de un análisis fundamentalmente ideológico, que no puede ser ajeno al contexto en que se desarrolla./La Formación del Profesorado, se justifica desde el servicio que se presta a la actividad educativa preparando a los futuros profesores. La formación del profesor debe recoger todos los campos de actuación para dirigir y armonizar de la mejor manera sus tareas de enseñanza-aprendizaje. Es decisivo que la enseñanza produzca aprendizaje. Para García Garrido (1999:437):”con toda razón se ha insistido sobre todo en nuestro tiempo, en la capacidad del profesor como promotor de aprendizaje, sin la cual la enseñanza no sólo resulta vana, sino con frecuencia contraproducente”. Nos encontramos ante el interrogante de cuál será el tipo de profesor que la sociedad de hoy, y de mañana, requiere, para lograr un hombre nuevo y protagonista de los cambios necesarios en una cultura tecnológica que, sin reconocerlo, ha descentrado los valores típicamente humanos. Se intuye la exigencia de un educador que haga, de su actividad, un servicio al crecimiento del hombre en cuanto hombre; a partir de unos supuestos significativamente diversos de los que hasta ahora se utilizaban, porque el contenido de esa actividad y las expectativas sociales son muy diferentes.Estamos ante una revolución didáctica originada desde la nueva sociedad global de la información que valora de forma determinante el desarrollo tecnológico y en la que ya no se habla de sociedades aisladas, sino interconectadas a través de la denominada sociedad en red, "nos encontramos ante el reto de una educación tecnológica como variable dependiente de una sociedad tecnificada”( Santibáñez 1995: 196). Para Fernández Prieto (2001: 139): "La presencia de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de nuestra sociedad hace inevitables su uso en entornos educativos”. Muchos son los factores socio-culturales y tecnológicos que han provocado estos cambios en el rol del profesor: el crecimiento de datos que se ofrecen para nuestro conocimiento, la necesidad de creatividad y capacidad innovadora, la conciencia de libertad y de la propia singularidad, las tendencias más democráticas o igualitarias en una sociedad multiétnica y multicultural, la urgencia de enseñar a aprender, el desarrollo de las fuentes de comunicación telemáticas y de conocimientos disponibles en Internet, la explosión demográfica, el pluralismo de valores, etc. El profesorado necesita recursos que le ayuden a compensar las situaciones desfavorables de su alumnado, y en este sentido, la Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO) como núcleo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, tiene reconocida capacidad para favorecer la integración educativa y social, pero los verdaderos cambios estarán determinados en la medida en que los profesores sepamos utilizar las nuevas posibilidades de las tecnologías. La reflexión nos dará las claves del tipo de formación que debemos formar. Gimeno Sacristán, Fernández Pérez (1980) y Pérez Gómez (1983) señalan dos enfoques en la formación del profesorado correspondientes a dos planteamientos educativos:2.1. Modelo proceso-producto.Sobre la base del conductismo y el positivismo. La enseñanza persigue fundamentalmente la eficacia y el profesor es un catalizador para la consecución de objetivos de aprendizaje: es decir, el profesor es la causa principal del rendimiento de los alumnos. Consecuentemente es necesario dotarle de una serie de competencias que previamente se ha demostrado que afectan al rendimiento educativo de los alumnos. Las técnicas de la microenseñanza y la modificación de conducta se adoptaron como metodologías para la formación de maestros.2.2. Modelo crítico.El profesor no es sólo un elemento optimizador del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino un elemento activo de los currículos; como afirma Pérez Gómez: "ello es inevitable, pues debe adaptar el curriculum a unos alumnos concretos y en unas situaciones particulares". Es un planteamiento ecológico, en el que el profesor se convierte en un investigador en el aula, lo cuál conlleva la necesidad de conocer todas las variables que influyen en el aprendizaje. Asimismo, estará dotado de una actitud científica para afrontar los problemas y poseerá autodominio de su propia personalidad. Este modelo se traduce en una formación a través de un curriculum flexible, en función del propio aprendiz de maestro, la inserción de la teoría en la práctica y un desarrollo de la actitud investigadora.Esta reflexión nos lleva a tener en cuenta el entorno, las funciones educativas que se prevean en el campo de la educación y que marcarán las funciones a desarrollar por los profesionales de la educación. Es interesante recordar la prospectiva que De Landsheere (1977) ofrecía de las funciones del enseñante y que en la actualidad comienzan a hacerse realidad: "yo, enseñante, soy”: - Colega de los restantes miembros de la jerarquía y mi consejo es importante.- Miembro de un equipo de especialistas que comparten su experiencia y responsabilidades; como miembro de un equipo, soy responsable de cada niño que forma parte de los grupos que me son confiados- Quién individualiza la asignación de los diversos materiales de aprendizaje; crítico de habilidades y juicios: un hombre que explica a un individuo o a grupos pequeños, a un animador de seminarios- Miembro de una comunidad escolar cuyos usos y ambiente derivan de la sociedad más amplia y de las funciones de la escuela como lugar de aprendizaje. - Preocupado por educar en colaboración con los padres, con los que entro en contacto a un nivel de igualdad. - Miembro de la misma sociedad que los padres y alumnos - Alguien que tiene derecho (o no) al respeto en función de lo que es como ser humano.- Alguien que busca en sus propias reglas morales, reconociendo sus fracasos, y que comprende las reglas morales adoptadas en las familias; que deja construir a los niños su moral personal".Si utilizamos preferentemente una metodología basada en la transmisión de conocimientos a través de clases magistrales, difícilmente podremos conseguir un profesor que sea investigador, más bien se limitará a poner en práctica las recetas que se le transmitieron en sus años de formación y previsiblemente tendrá grandes dosis de frustración al percibir que en muchas ocasiones o le faltan las recetas o no le sirven de mucho.// Para atajar estos problemas se han propuesto distintos modelos de formación, que tienen en común la idea de relacionar la formación teórica y práctica, para poder contrastar concepciones teóricas ya elaboradas, tratar a partir de los procesos de investigación de elaborar otras nuevas y fundamentalmente crear en el futuro maestro un estilo docente propio, caracterizado por el continuo replanteamiento y experimentación. Molina desarrolla un modelo que denomina de formación psicosociológica plurirreferenciada: "La formación del profesorado no debe basarse en la presentación de modelos ni de formas preestablecidas, sino en la emergencia de conductas que desarrollen formas".Toda situación educativa es para Tejedor (1995: 184-186) susceptible de un doble tratamiento: “Por una parte, existe la necesidad de “conocerla” y de “explicarla”. Por otra, es preciso “comprenderla” y “mejorarla”. Se requiere que la investigación alcance un nivel de integración suficiente, en este caso, entre el pensamiento y la decisión. La investigación orientada para la toma de decisiones es la más indicada para guiar los procesos de innovación, ya que la investigación operacional se centra en la actuación de los protagonistas que han de poner en práctica las pautas innovadoras.3. EL DOCENTE REFLEXIVO EN EL MARCO EXPERIMENTAL.Los pioneros en desarrollar perspectivas relacionadas con el vacío entre la teoría subyacente y la teoría en uso, investigan las causas de la crisis profesional y la dificultad que encuentran los educadores en articular sus teorías personales en la práctica. Existe una tendencia a ofrecer recomendaciones idealistas de cómo deberíamos realizar nuestros trabajo como practicantes docentes, pero a menudo todavía existe un espacio vacío entre nuestras ideas y nuestras acciones. Este espacio entre lo que nosotros pensamos y hacemos contribuye a la falta de confianza pública en los profesionales de la educación.Para entender cómo crear y mantener nuestra teoría en uso, Argyris y Schon (1974) sugieren un aprendizaje de lazo simple y otro de lazo doble. En el aprendizaje de lazo simple, se refuerzan hábitos del pensamiento antiguo e incluye comportamientos como los siguientes:- Necesidad de tener un control.¡- Quedarse con nuestra percepción de lo que se necesita alcanzar. - Ser protector consigo mismo.- Ser racional y emocionalmente minimizante. - Intentar minimizar las elecciones o correr riesgos.Por otra parte, el aprendizaje del lazo doble, que puede estimular formas nuevas de pensamiento, incluyen Argyris y Schon un conjunto diferente de comportamientos como los siguientes:- Compartir el control.- Minimizar lo defensivo.- Crear oportunidades para la elección libre e informada.- Dirigir la implementación de ideas.- Dirigir y conseguir reacción en la realización es central para aprender de los errores de uno mismo. La reflexión en acción ayuda a explicar cómo debemos conocer la teoría utilizada. Nuestro conocimiento que es tácito ordinariamente, está implícito en nuestras prácticas docentes y en nuestro sentir acerca del área de conocimiento que estamos tratando. Es decir, que nuestro conocimiento está en nuestra acción. Si no sabemos el contenido del mensaje en nuestra acción, buscaremos una estrategia que ayude a acercarse entre un modelo de comportamiento deseado y un modelo actual de comportamiento. Se trata de poner en conexión la reflexión con un marco de planificación de posibilidades futuras.Los marcos simbólicos proporcionan medios para desarrollar visiones diferentes de situaciones educativas. El proceso de enmarcar permite planificar y observar perspectivas diferentes ante una misma situación. La habilidad de enmarcar la experiencia enriquece y amplia el repertorio y visiones del educador como un antídoto poderoso ante la solución única.El poder de la imaginación y el uso de metáforas, fomentan una clase de pensamiento crítico que nos anima a entender y comprender los significados múltiples de situaciones educativas y nos facilitan la confrontación para dirigir la contradicción y la paradoja. Las metáforas, clarifican la comprensión de como organizamos y entendemos nuestro mundo.Cuando el docente se encuentra atascado en una situación problemática de la que no se puede salir fácilmente, debe construir una manera nueva de situar el problema, un nuevo marco experimental, desde el cuál analizamos la situación.La resolución de problemas a través de la practica reflexiva, nos aporta una visión de la manera de entender nuestra puesta práctica docente y descubrir opciones nuevas en un ambiente complejo e incierto. Además, proporcionan una manera de cerrar el espacio entre lo que nosotros creemos y hacemos. La especulación de la imaginación no sólo nos anima a enmarcar, sino a conocer un perfil más amplio a través de una variedad de metáforas.Al intentar experimentar con visiones y comportamientos alternativos, parece que existen más fuerzas intrapersonales e interpersonales, dando fuerza al status quo. Se refleja y cambia nuestro pensamiento y comportamiento posterior que no es tan fácil como parece, a la vez que se reflejan y cambian nuestras nociones acerca de las interacciones entre las complejas variables didácticas, de liderazgo y reforma educativa.Los estilos educativos son variedades en la práctica docente que se caracterizan como unas complejas y típicas prácticas educativas. El estilo educativo es una cualidad estructural de los diversos quehaceres que constituyen la realidad educativa elaborada a través de la experiencia pedagógica y a su vez, comporta pautas o directrices unitarias en el obrar. Los estilos educativos son formas dinámicas a posteriori de la experiencia educativa, que ordenan y activan el hacer educativo del educando y del educador. No son movimientos ni orientaciones educacionales históricas o culturales, aunque estas sean variables condicionantes y contextuales de los estilos educativos, lógicamente, predominan los estilos educativos más afines a los estilos dominantes en el contexto social, político, cultural, etc. El estilo educativo implica la unidad totalizante de actitudes y no un mero azar, esta unidad de estilo hace referencia al método, a la relación profesor-alumno, a la comunicación, a la entrega y responsabilidad. Todo estilo educativo conlleva actitudes, destrezas o habilidades y funciones docentes determinadas por una gran dosis de creatividad y de arte. 


4.ALGUNAS FUNCIONES RELEVANTES QUE DEBE DESEMPEÑAR EL PROFESOR.En cada profesión resulta imprescindible saber definir las funciones específicas de su ámbito profesional que le van a identificar, a la vez que diferenciar de otras tareas similares. Para Escámez (1980), todo profesor, lo quiera o no, está educando con su palabra, con su silencio, con sus gestos, con sus actitudes, al profesor no se le puede reducir simplemente a una tarea de instrucción, siendo ésta e aspecto básico de su función, también se ha de considerar su tarea educadora. Aunque sea brevemente vamos a recoger algunos de los distintos aspectos y funciones que el nuevo tipo de educador va a tener que reunir y desempeñar, para que desde su formación inicial, podamos ir teniéndolos en cuenta, conscientes de que se le asignan tareas más difíciles y complejas de las que se le pedían en el pasado. Hay una gran variedad de criterios para la conceptualización de las funciones docentes. Nosotros hemos seleccionado unas cuantas relevantes que, sin duda, creemos que forman parte del perfil del profesor que hoy se hace necesario.4.1El profesor facilitador del aprendizaje. El profesor debe actuar como facilitador del aprendizaje, para lo cuál tiene que conocer bien los fundamentos, las condiciones y las técnicas de su profesión, con el fin de que la colaboración que presta en ese proceso sea más eficaz. El aprendizaje se facilita mediante la relación aceptadora del otro; depende de ciertas actitudes que se ponen de manifiesto en la relación personal entre el facilitador y el alumno: autenticidad, confianza y comprensión. El aprendizaje se facilita procurando la adquisición de los conocimientos básicos de la cultura, y presentándoles aquellos saberes que están todavía en camino de validación; dominando las técnicas fundamentales de las materias que imparte, las fuentes y niveles de información de los respectivos programas; respondiendo adecuadamente a las preguntas del alumno, estando al día de las nuevas aportaciones que la cultura dinámica genera, presentando aportaciones con la actitud de compartirlas con los alumnos, quienes pueden aceptarlas tal como las presenta, o discutirlas; organizando y poniendo a su disposición los instrumentos y los recursos necesarios para que pueda aprender a aprender por sí mismo llegando a ser protagonista de su propio proceso de aprendizaje; con capacidad de razonamiento y de formular preguntas acerca de la realidad, técnicas de investigación y de descubrimiento, sentido crítico. La responsabilidad del profesor va mucho más allá de la mera transmisión de conocimientos. Su interés se centra, sobre todo, en enseñar a descubrir esos nuevos conocimientos, a comprenderlos, asimilarlos y a usarlos como base para otras experiencias de aprendizaje, para formar y modificar sus ideas y sus objetivos, para tomar decisiones racionales. El profesor más que una fuente o proveedor, es alguien que guía hacia las fuentes, un organizador de las oportunidades de aprendizaje y un instructor en las técnicas de investigación y reflexión. Esta actitud global provoca un aprendizaje cualitativamente diferente, con un ritmo distinto, más vital y más profundo.4.2. El profesor como motivador en el proceso de aprender. El profesor ha de ser sensible a la importancia de la motivación del aprendizaje, preocupándose por comprender y satisfacer las necesidades del alumno, ayudándole a buscar metas y objetivos nuevos, que nunca se había planteado y a ampliar su horizonte perceptivo, de modo que obtenga el máximo de satisfacción y de aprendizaje. La motivación, como condición del aprendizaje, es la fuerza que impulsa al alumno a aprender, es la que provoca respuestas y actividad. Las expectativas o percepciones que tenemos de las personas pueden condicionar la conducta de los otros, pone en funcionamiento el efecto Pigmaleón. Si un profesor cree en la capacidad de sus alumnos y en sus posibilidades, los está motivando para que desarrollen al máximo todo el potencial humano que poseen de cara al aprendizaje. Y si éste depende también de que sea significativo para el sujeto, los métodos de educación y el rol del profesor irán encaminados a asesorar, ayudar y colaborar en la exploración y descubrimiento de las significaciones personales que cada aprendizaje concreto aporta, haciendo de esto una actividad central de la clase. Motivar a los alumnos es provocar el deseo de aprender a través de los incentivos que provienen del exterior, de los que el profesor es capaz de movilizar a través de su misma personalidad, de los métodos pedagógicos que emplee y de las técnicas de motivación que utiliza.La referencia a la realidad, el reconocimento del esfuerzo y de los éxitos conseguidos, un clima de relaciones positivas entre los miembros del grupo-clase, la actividad personal del alumno, la misma dificultad de la tarea, siempre que no sea insuperable, el control cercano de los resultados, la iniciativa que provoca la creación de situaciones nuevas, son recursos que ayudan a la motivación que se pretende.La educación debiera hallar en las NTIC unas estrategias flexibles e interdisciplinares innovadoras para pasar del academicismo teórico basado en la enseñanza del profesor al aprendizaje centrado en el alumno a través de la Observación-Reflexión-Aplicación siguiendo el modelo ORA de S. de la Torre (1997). Este enfoque sitúa a los docentes y a los alumnos en una nueva e innovadora relación pedagógica.Los sistemas de comunicación e información tecnológicos están modificando nuestros procesos mentales y, en consecuencia, nuestro propio pensamiento. La utilización del ordenador como recurso didáctico constituyen una forma de desarrollar y estimular las capacidades intelectuales ya que amplía y multiplica las posibilidades de nuestro cerebro al controlar múltiples variables en períodos muy cortos de tiempo. La tecnología va transformando nuestra mente, accedemos a los datos y a las imágenes mentales de diferente manera, por lo que, paralelamente, cambiamos nuestro modelo mental de la realidad y nuestra representación del conocimiento. El ordenador, desmasifica, se identifica con la individualidad personal y funciona como recurso y ayuda para el desarrollo de la actividad e indagación individual creativa. La educación para el cambio implica profundizar en la individualización, ya que las soluciones se encuentran en los propios recursos mentales e intelectuales del sujeto, más que en estrategias generalizadas o en viejos modelos, esquemas y valores externos al sujeto, que han sido hasta ahora los grandes guías y los grandes orientadores de la acción educativa.4.3. El profesor como animador del grupo-clase. El profesor ha de ser un animador del grupo-clase, dedicando más tiempo a la programación y evaluación que a la enseñanza misma, y ayudando al alumno a establecer relaciones satisfactorias con sus compañeros y con él mismo. Las funciones de educación de la personalidad y de animación, forman una parte esencial en el proceso educativo. Hay que formar según Faure (1978:302-303) esencialmente educadores más que especialistas en la transmisión de conocimientos programados. Nuestro mundo necesita una educación menos cognoscitiva y más afectiva, potenciando a cada individuo y ayudándole a desarrollar todas sus posibilidades.Participar es tomar parte, es decir, colaborar entre todos para alcanzar unos objetivos que beneficiarán a la sociedad y, también a nuestro propio grupo. Implica trabajar juntos, responsabilizándose cada uno de algo concreto en el logro del bien común. Conocer nuestros deberes, pero también nuestros derechos. Demanda cooperar, aportar y desarrollar una serie de actividades a través de las cuales profesores y alumnos intervienen en la elaboración y decisiones de la formación y mantenimiento del grupo de clase.Creando un ambiente abierto a la interacción donde se aprende a participar activamente, donde se despiertan las auténticas vocaciones personales, donde cada uno de los alumnos reflexiona sobre sí mismo y se considera como un proyecto, como una realidad no acabada, el profesor podrá realizar una tarea no meramente transmisora de conocimientos, sino de colaboración e intercambio entre todos los que forman el grupo. Un clima de este tipo es el más adecuado de cara a suscitar una actitud para aprender y para asumir y solucionar, las dificultades que inhiben el crecimiento y desarrollo individual y del grupo.4.4.El profesor como agente de cambio. Como agente de cambio el profesor puede contribuir en la creación de nuevas formas de ver la realidad, aportando nuevos hechos e informaciones que son significativos para los alumnos, en la formación de actitudes y valores que los predispongan para ser ellos a su vez agentes de cambio. Pero especialmente está llamado a desencadenar en el alumno un proceso de transformación personal a través del cuál sobrepase la pura naturaleza para ir más allá de cuanto nos es dado y espontáneamente se desarrolla. Debe dedicarse a ayudar a la promoción humana de los alumnos, a contribuir a un cambio cualitativo que despliegue al máximo sus posibilidades, para que participen activa y responsablemente en la vida social y para que se integren en el desarrollo de la cultura (Blat Gimeno y Marin Ibáñez, 1980:32).Educa también para ser un elemento activo en el cambio de esta sociedad que hoy necesita otro tipo de "productos" educativos, más capaces de adaptarse a los cambios y necesidades de un mundo en profunda y rápida transformación. Por primera vez en la historia, la educación se emplea conscientemente en preparar a los hombres para tipos de sociedades que todavía no existen, pensando y modelando el futuro. Pero como garantía de todo esto, el educador, ante sus alumnos, debe estar dispuesto a hacer cambios en su actuación en la clase como expresión de su actitud de continua mejora. Para ello tendrá que dedicar tiempo y esfuerzo, deberá ser capaz de autoevaluación objetiva, y estará abierto para aceptar las orientaciones de otros, dando muestras de apertura al cambio, y de una sensibilización a las exigencias de sus alumnos y de la sociedad.Deberá plantearse una cultura educativa que mire fundamentalmente al porvenir. La educación no debe ser ya tan sólo la transmisora de la cultura del pasado y la conservadora de la historia en las nuevas generaciones. Tampoco debe ser comprensiva del presente ya que éste no es perdurable; el presente, el momento, debe servir como mecanismo didáctico para explicar el cambio y conseguir así el objetivo prioritario de la educación: la movilidad, la adaptación a lo nuevo, a lo cambiante, por lo que la educación se plantea como el instrumento-guía que oriente a las generaciones sobre la prospección del futuro. Ello implica transformar las aulas en verdaderos laboratorios de simulación; así, los medios informáticos, las técnicas de juegos, la previsiones del azar, la prospectiva, etc., se nos presentan como los pilares donde fundamentar la acción docente, que a partir de ahora no podrá ya descansar por más tiempo y exclusivamente en los profesionales de la educación.

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