Desplazamiento discal con reducción
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El método McKenzie permite hacer uso de una opción interesante y fundamentada para el tratamiento conservador de las radiculopatías. Un número creciente
de estudios indica que una conducta activa, desde el
comienzo de la fase dolorosa, y en gran medida basada en
los principios del «diagnóstico y terapia mecánica» (MDT)
desarrollados por Robín McKenzie permite acelerar
y mejorar de manera significativa la recuperación
sintomática y funcional de estos pacientes.
Resé˜na histórica y
Conceptos del método
McKenzie
Los principios de este método se han presentado en
detalle en otro artículo [16]
.
Robín McKenzie, un kinesiterapeuta neozelandés, desarrolló
este método a partir de una observación clínica
fortuita: un paciente ciatálgico, que por una serie de
circunstancias había permanecido algunos minutos en
extensión, presentó una mejoría rápida y duradera de los
síntomas (Fig. 1
). Esto dio
lugar a una anamnesis específica [17] y a un modelo de
exploración física basado en la respuesta sintomática y
mecánica a una serie de movimientos de prueba (prueba
de los movimientos repetidos) (Fig. 2
). Así, los pacientes
pueden clasificarse por síndromes clínicos (Cuadro 1
). En
una notable proporción de pacientes, este procedimiento
permite detectar un síndrome de desarreglo con una preferencia
direccional (PD): una dirección de movimiento
mejora de modo reproducible el estado sintomático y
mecánico del paciente, mientras que la dirección opuesta
lo agrava [18]
. 3). La exploración física que
recomienda McKenzie presenta la ventaja de una buena
reproducibilidad interexaminador, con un Kappa promedio
de 0,78 (0,51-1,0)
[19–23]
. Además, el hecho de que
la PD detectada en la exploración sea una dirección de
tratamiento correcta ha sido validado por varios estudios
clínicos de buena calidad [18, 24–29]
. En caso de identificarse
una PD y, sobre todo, una centralización, el pronóstico es
excelente [25, 28–31]
. De forma
paralela, el núcleo pulposo se degrada, pierde su cohesión
y se fragmenta [32]
. Las fisuras radiales en el anillo
posterior parecen ser sobre todo producto de la suma de
presiones recibidas en flexión [33–36], lo que sería coherente
con la dinámica discal: la flexión somete a las fibras
del anillo posterior a un estiramiento longitudinal y, al
mismo tiempo, a fuerzas tangenciales secundarias al desplazamiento
posterior del núcleo (Fig. 4
).
Por consiguiente, el mecanismo más frecuente de formación
de las fisuras es centrífugo [35], de dentro hacia fuera
del disco (Fig. 5
). La combinación de flexión e inclinación
lateral [37] o de flexión y torsión [38, 39] acaba en la
formación de fisuras posterolaterales. El cuadrante posterolateral
es más frágil que la parte posteromedial, sobre
todo porque carece del refuerzo del ligamento común longitudinal
posterior [32]
. También hay factores genéticos
claramente implicados en la fragilidad relativa de los discos
de un paciente dado [40]
. 6).
Fisiopatología del conflicto
Discorradicular
Las hernias discales no son necesariamente sintomáticas,
como se ha demostrado en numerosos estudios
normativos sobre poblaciones asintomáticas [41–43]
. El
proceso exacto mediante el cual una hernia se vuelve
sintomática está mal dilucidado [4, 32]
. Al componente
mecánico se a˜nade un componente inflamatorio [4, 32, 44]
. También pueden actuar mecanismos de
tracción [44] influidos por el grado de fijación de la raíz en
el conducto. Según Spencer, la fijación de las
raíces varía mucho de una persona a otra: si las uniones
ligamentosas son muy laxas, la raíz puede evitar mucho
más fácilmente la presión de una hernia; lo contrario se
produce cuando los ligamentos son más cortos [45]
. Sin embargo, la compresión sola no produce dolores
[47, 48], sino parestesias o hipoestesias. Para que la estimulación
de la raíz nerviosa produzca dolor, es preciso
que ésta haya sido «sensibilizada» previamente. La agresión
mecánica de la raíz puede producir citocinas vectoras
de inflamación, que, en consecuencia, participan en l la
sensibilización [44]
. Sin embargo, incluso en ausencia de
una compresión, la mera presencia de núcleo pulposo en
el conducto vertebral causa alteraciones histológicas inflamatorias
de las raíces nerviosas, así como modificaciones
de la conducción nerviosa [49, 50]
. El hecho
de que los dolores de las estructuras raquídeas profundas
pueden irradiarse al miembro inferior se demostró
hace mucho tiempo [51, 52]
. Este fenómeno suele atribuirse
a la convergencia en el sistema nervioso central [53]
: el
dolor generado por los estímulos nociceptivos de una
estructura somática profunda también puede ser advertido
por el paciente como procedente de otras estructuras
anatómicas inervadas por el mismo nivel segmentario. El
disco intervertebral ha sido identificado como una fuente
especialmente frecuente de dolores irradiados [53]
. Según se ha
demostrado mediante estudios de provocación por estimulación
intradiscal (discografías), los síntomas pueden
manifestarse con frecuencia en topografías más distales
como la rodilla [54, 55] e incluso el pie [56]
. Al parecer, la proliferación es posible debido
a la descompresión del disco, secundaria a la pérdida de
expansión del núcleo que acompa˜na a las modificaciones
degenerativas [32, 58]
. Las nuevas terminaciones nerviosas
son básicamente mecanorreceptores, aunque también terminaciones
nerviosas que proliferan e invaden el disco,
con preferencia a lo largo de las fisuras [57]
. Además,
habría un conjunto de procesos inflamatorios que causan
la «sensibilización» del disco doloroso [57]
. Desde el
punto de vista clínico, las ciatalgias de origen somático
irradiadas son mucho más frecuentes que las radiculopatías
verdaderas [53]
.
Por contraste con los síntomas irradiados, los dolores
radiculares tienden a ser bien localizados, adoptan
a menudo la forma de «descargas» eléctricas y siguen
un trayecto preciso a lo largo del miembro inferior [53]
.
La distribución distal es típicamente dermatómica [53, 59]
.
Cabe se˜nalar que el dolor radicular incluya muy probablemente
una parte de dolor irradiado del manguito dural
del nervio, el cual está ricamente inervado por el nervio
senovertebral [32]
.
_
Historia natural de las
Hernias discales con
Radiculopatías
La mejoría de un paciente con un tratamiento conservador
siempre debe cotejarse con la historia natural. La
mayoría de las radiculopatías por hernia discal tiene una
evolución favorable con el tiempo [3, 4]
. Esta mejoría es a
veces muy rápida: en un estudio reciente [1], sólo 269 de
599 pacientes seguían siendo candidatos a la cirugía después
de 3 semanas de espera. Revel estima que el 92-98%
de las radiculopatías se resuelven de forma espontánea en
3-10 a˜nos [4] . En cambio, el paralelismo entre la progresión clínica
y la radiológica no siempre se verifica [3]
; a menudo la
mejoría clínica precede a la radiológica [61]
. A menudo se
observan reabsorciones completas [61, 62]
. Algunas hernias
pueden reducirse en más del 50% en 1 mes [63]
. En una
serie de 69 pacientes que habían mejorado con un tratamiento
conservador, en el 48% de los casos se observó una
reducción de más del 70% del tama˜no de la hernia tras un
seguimiento promedio de 2 a˜nos [64]
. Cuando la hernia es
más grande, está más excluida, ha migrado más y tiende a
reabsorberse con mayor rapidez [3, 61–66]
. Sin embargo, cabe
se˜nalar que el carácter «contenido» o excluido de la hernia
no siempre puede determinarse con certeza en la RM
(30% de error según Weiner [67]
). La reabsorción de la hernia
estaría estrechamente relacionada con el desarrollo de
una neovascularización, que proporciona un gran número
de macrófagos a la lesión [68]
. Esto puede observarse en
la RM como una hiperse˜nal en T2 en el perímetro de la
hernia [66]
. Los macrófagos secretan enzimas lisosómicas
que degradan la hernia y fagocitan los microfragmentos
así creados [68]
. Parece pues que la reacción inflamatoria
inducida por la presencia de núcleo en el conducto vertebral
sería útil, puesto que forma parte del proceso de
reabsorción de las hernias discales [66, 68]
. Las investigaciones sobre el dolor
irradiado han establecido que la extensión de la irradiación
depende de la magnitud de la nocicepción [51, 52]
. De
esto se desprende que cuanto más intensa es la estimulación
nociceptiva intradiscal, el dolor más se difunde o
se «periferaliza», un neologismo ideado por McKenzie y
usado en la terminología MDT. A la inversa, los movimientos
que hacen regresar el gel hacia el centro del disco
disminuyen la nocicepción y, por consiguiente, disminuyen
la irradiación del dolor y «centralizan» los síntomas.
En un estudio de O’Neil et al [56], los dolores irradiados
al miembro inferior eran producidos por nocicepción
intradiscal mediante un catéter térmico (IDET, intradiscal
electrothermal annuloplasty). Por a˜nadidura, los
fenómenos de centralización y periferalización son fuertemente
correlativos con una discografía positiva, lo que
refuerza la tesis del origen discal de este proceso [69, 70]
.
En una ingeniosa investigación de Smyth y Wright con
una cohorte de pacientes [48], un hilo de nailon enlazado
a la raíz afectada se llevaba hasta el nivel de la piel al final
de las discectomías. La tensión del hilo
«periferalizaba» el dolor y la relajación lo «centralizaba». Experimentalmente,
no hay ninguna duda de que las hernias
discales son la consecuencia de la suma de presiones producidas
en flexión [34, 35]
.
Numerosos estudios in vitro [71–73] e in vivo [74–77] fundamentan
el modelo discal dinámico (Fig. 4
) sobre el
que se basa el concepto fisiopatológico de McKenzie. Sin
embargo, como se comprobó en una revisión sistemática
de 2009 [78], aunque esta dinámica es indiscutible con
relación a los discos sanos o con baja degeneración, los
datos son contradictorios en lo que se refiere a los discos
con fuerte degeneración y patológicos. Para un disco degenerado cuyo
núcleo ha perdido su poder de expansión, una parte de la
gravedad se transmite al anillo, que se aplasta y protruye
(disc bulge) de modo circunferencial [79]
. En este caso, la
extensión tiende a aumentar la protrusión posterior del
anillo mientras el paciente está en extensión. El disco recupera
luego su contorno posterior normal al volver a la
posición neutra (Fig. 7
). Es mucho
más marcado cuando el disco presenta modificaciones
degenerativas avanzadas [79] y sólo causa problemas si el
conducto es patológicamente estrecho. Este fenómeno había sido demostrado
por De Sèze con sacorradiculografías a finales de los a˜nos
1940 [80], mediante radiografías con apoyo, en la posición
en la que el paciente sintiera más dolor en el miembro
inferior. Varios autores han se˜nalado últimamente
las mismas observaciones en RM dinámicas [81–84]
. McKenzie
insiste en tres elementos clave de la reducción clínica de
los desarreglos lumbares:
• en las primeras sesiones de tratamiento, la mayoría de
los pacientes mejora con los ejercicios sin carga en posición
horizontal [17]
;
• siempre hace falta cierto número de repeticiones y, a
veces, la práctica de las series de movimientos durante
varios días para obtener una mejoría clara y duradera
de los signos clínicos [11, 13]
;
• algunos pacientes, que con posterioridad efectuarán
ejercicios en extensión, tienen la necesidad de trabajar
inicialmente en otro plano de movimiento (en inclinación
lateral, por ejemplo)
[17, 18, 85]
. Con modelos cadavéricos, Scannell [34] demostró que en diversos especíMenes
era capaz de reducir desplazamientos considerables
de gel del núcleo con movimientos efectuados en extensión
para las lesiones producidas en flexión.
Varios estudios actuales demuestran la eficacia del método
McKenzie con pacientes que padecen radiculopatías comprobadas
[7, 11, 13, 86]
. Este tipo de respuesta clínica se asemeja
a la prueba de hiperextensión lumbar, respecto a la
cual Poireaudau et al [87] han informado que era positiva
en aproximadamente el 45% de los pacientes afectados
por una radiculopatía e incluidos en el estudio. Para los
pacientes que responden de modo favorable al método
McKenzie, a menudo este signo se torna rápidamente
negativo durante el tratamiento [13, 14]
.
Con relación a la dinámica discal fuera del plano sagital,
la inclinación lateral en descarga induce casi siempre
un desplazamiento contralateral del núcleo [88]
. Una inclinación
izquierda desvía el núcleo hacia la derecha y
viceversa. En el plano horizontal, en la mayoría de los
casos la rotación induce una desviación contralateral del
núcleo, con una desviación derecha del núcleo durante la
rotación izquierda [89]
. Varios de estos estudios
incluyen pacientes con topografías radiculares, de los
cuales algunos tenían signos neurológicos comprobados
[18, 24, 25, 27, 28, 69, 90, 91]
. En el Cuadro 2 se resumen los datos de algunos
estudios que dan informaciones específicas sobre los
pacientes con radiculopatías comprobadas. El estudio de
Skytte [31] es el que se˜nala el porcentaje más bajo de centralización
en los pacientes con radiculopatías demostradas
y déficit neurológico. Ahora bien, como se ha
dicho antes, para detectar una PD a menudo es necesario
hacerle probar un ejercicio al paciente durante varios
días [11, 13, 17, 27]
. En un estudio de muy buena calidad,
Long [26] distribuyó de forma aleatorizada en tres grupos
a 230 pacientes en los que se identificó una PD: un grupo
con ejercicios «acorde» a la PD, un grupo «opuesto» a la
PD y un grupo de «movimientos inespecíficos» (recomendaciones
internacionales). El grupo
«acorde» a la PD se reveló superior a los otros en todos
los parámetros, que sobre todo incluían la intensidad del
dolor lumbar, la intensidad del dolor en el miembro inferior,
el consumo de analgésicos y la autoevaluación de la
función mediante el cuestionario de Rolland-Morris. El ya mencionado estudio de Skytte sugiere que la
posibilidad de una indicación quirúrgica en los pacientes
que no centralizan es seis veces superior a la de los
«centralizadores» [31]
. Los pacientes que pueden clasificarse en el
grupo «síndrome de desarreglo reducible» podrían recibir
un tratamiento MDT (Fig. 8
), para lo cual se emplea
un formulario estándar.
El médico prescriptor debería evaluar previamente
una indicación de cirugía de urgencia (Cuadro 3
). Por último,
se la evalúa en función de la interferencia con el ciclo
circadiano: dificultades para dormir, desentumecimiento
matinal, agravamiento de los síntomas «por el cansancio»
al final del día.
La sección «mejor/peor» de la anamnesis reviste una
importancia muy especial en términos de identificación
de una PD.
También es necesario considerar algunos aspectos
específicos relativos a la indicación de una prueba complementaria
e incluso a la solicitud de una opinión médica
urgente («bandera roja»). En bipedestación,
la lordosis suele desaparecer en la regíón lumbar
baja. 9), la prioridad es establecer la
reducibilidad de estas posturas. De forma
empírica, los desplazamientos homolaterales al dolor son
a menudo menos reducibles que los contralaterales [17]
.
Una exploración neurológica básica se dirige a detectar
las posibles pérdidas sensitivas por dermatoma, así como
las pérdidas motrices por miotoma [92]
. Los músculos se
evalúan con una escala clásica de 0-5 [93]
. En lo que se refiere a
los movimientos en el plano frontal, el movimiento de «desplazamiento lateral» induce una inclinación mucho
más marcada de la zona de transición lumbosacra [94] que
la inclinación lateral simple (Fig. 10
). La pérdida del desplazamiento
homolateral en el lado radiculopático suele
ser predominante.
Las pruebas de los movimientos repetidos (Fig. 2
) permiten
finalizar la clasificación por síndrome (Fig. 8
). 11). De manera empírica [17], la mayoría de
las veces son los desplazamientos laterales los que cierran
el lado doloroso (desplazamiento izquierdo, como en la
Figura 2C, para un dolor ciático izquierdo) o las rotaciones
con las rodillas en dirección al dolor (rodillas hacia la
derecha [Fig. 2F], es decir, rotación lumbar izquierda para
una ciática derecha).
_
Conclusión de la
Exploración
El modo de evaluación MDT conduce a una clasificación
de los pacientes (Fig. 8
). Donelson [95] estima, con
base en los datos publicados, que el 32-52% de los pacientes
afectados por radiculopatías comprobadas con déficit
neurológico puede incluirse en el grupo de «desarreglos
reducibles» y, por consiguiente, tratarse con el método
McKenzie. En ausencia de un déficit neurológico, el porcentaje
sería mayor (el 64% en el estudio de Skytte [31]
). En
el Cuadro 4 [96, 97] se resumen los elementos clínicos que
hacen sospechar una hernia excluida. A veces, pacientes
con fragmentos secuestrados responden favorable y
rápidamente [12]
. Estas observaciones permiten suponer
que a veces no es posible trabajar sobre el componente mecánico hasta que la inflamación de la raíz no ha sido
reducida [95]
.
_
Manejo de los pacientes
Con radiculopatías
La estrategia de tratamiento que se recomienda en MDT
se basa en la PD identificada en la exploración física. Si
el paciente se presenta con desplazamiento lumbar, es
imperativo comenzar con la técnica de corrección del desplazamiento
(Fig. 12
). Para la mayoría
de los pacientes que responden favorablemente en extensión,
el tratamiento comienza con series de extensiones
en descarga (Fig. 13C
).
Si el paciente alcanza una meseta en su mejoría, conviene
aumentar las fuerzas (Fig. 13
). Si esto no es suficiente,
un kinesiterapeuta con experiencia en este método puede
combinar los planos de movimientos o cambiar el plano
del movimiento (Figs. 14 y 15
). 16)
o sólo una toalla enrollada proporcionan un soporte ergonómico
eficaz y suprimen, en la mayoría de los casos, las
dificultades habituales para pasar de posición sentada a
bipedestación. Al parecer, las fisuras en el anillo pueden cerrarse.
Heggeness et al [99] han informado que sólo el 34% de una
serie de 83 pacientes con antecedentes de discectomía presentaba
una pérdida posterior de medio de contraste en
una discografía. La densidad celular de la parte más periférica
del anillo es mayor y recibe más nutrientes y oxígeno
que el resto del disco [32, 100]
. En varios estudios se sugiere
que los 2-3 mm más externos pueden cicatrizarse [100]
. La
calidad y la remodelación de la cicatriz dependen, lógicamente,
de las exigencias mecánicas [17, 100]
. De forma
empírica, los pacientes sometidos a esfuerzos en flexión
(Fig. 17
), seguidos de ejercicios en extensión (estrategia
«de débito/crédito»), recuperan una resistencia a la flexión
que les será útil en sus actividades diarias [17]
.
_
Estudios clínicos
Kopp et al [13] publicaron un estudio retrospectivo
sobre lo que denominaron el «signo de la extensión».
Esta prueba es positiva cuando la extensión en carga
reproduce el dolor radicular en el miembro inferior
(«periferalización»). Basándose en el trabajo de McKenzie,
los autores hicieron practicar extensiones en descarga
a todos los candidatos a la cirugía en los que el ejercicio
no producía periferalización (n = 35 de 67 pacientes, es
decir, el 52%). Algunos
pacientes fueron excluidos porque las pruebas en extensión
no habían sido documentadas. Ahora bien, la
experiencia clínica demuestra que los pacientes que al
principio «periferalizan» en extensión pueden responder
de modo favorable con extensiones modificadas (Fig. 14
)
o evaluando los desplazamientos laterales o las rotaciones
ilustradas en la Figura 17 [17, 18, 85]
. Broëtz et al [12] se˜nalaron una mejoría rápida con el protocolo
McKenzie en 50 pacientes de una serie consecutiva
de 85, ingresados a un servicio de neurocirugía. Un seguimiento de los mismos pacientes
durante 5 a˜nos revela que sólo 6 de los 50 pacientes
tuvieron que someterse a una discectomía [13]
.
Recientemente, Hanne y Manniche [7] efectuaron un
estudio controlado y aleatorizado con 190 pacientes consecutivos,
afectados por radiculopatías lumbares graves,
de los cuales 181 cumplían con los criterios de inclusión.
A continuación, se distribuyeron de forma aleatorizada en
un grupo de ejercicio basado en la respuesta sintomática
(GEBRS), el cual se encontraba directa y explícitamente
basado en el método McKenzie, y en un grupo control
(GC) en el que los pacientes sólo debían hacer ejercicios
«ficticios».
Es igualmente interesante incluir el estudio de Rasmussen
et al [15]
: estos investigadores daneses construyeron
una clínica multidisciplinaria sin cirugía de la columna
vertebral para tratar de reducir el número de intervenciones
quirúrgicas.
El estudio de los hermanos Saal es otro ejemplo de programa
multidisciplinario [6]
. En este estudio retrospectivo,
los autores detectaron 58 pacientes que cumplían con los
criterios de inclusión con base en datos del a˜no anterior:
estos pacientes tenían una lesión radicular grave, demostrada
mediante pruebas de imagen concordantes con la
clínica, un electromiograma positivo y un Lasègue inferior
a 60◦. En
el momento del reclutamiento, los pacientes se encontraban
en una fase crónica (4,6
}
0,6 meses). Todos estos
pacientes habían participado en un protocolo de tratamiento
con una rehabilitación muy activa, que incluía
al principio la llamada «clínica de la espalda», el método
McKenzie, el uso de la neuroestimulación eléctrica transcutánea
(TENS), la acupuntura, las tracciones lumbares
y, en caso de necesidad, infiltraciones peridurales.
De los 58 pacientes, sólo seis tuvieron que someterse
a cirugía.
Conclusión
Durante mucho tiempo, el tratamiento conservador
de las radiculopatías lumbares se limitó al tratamiento
médico y a la vigilancia neurológica. Esta
exploración puede llevarse a cabo con absoluta seguridad, incluso ante un d