Descifrando a Nietzsche: Crítica a la Metafísica y la Moral Occidental

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Texto 1

En este texto, N. se pregunta qué características poseen aquellos a los que llamamos filósofos y qué ha dado lugar a una concepción metafísica del mundo. Según él, lo que les caracteriza es su odio a la noción misma de devenir, su falta de sentido histórico, es decir, su incapacidad para asumir el cambio, la vejez, la muerte, obstáculos para su necesidad de permanencia y fijeza. Adoran el concepto porque fija todo lo que deviene, lo que cambia, lo que da vida. Además, esta creencia en el ser estable y fijo implica la negación de la sensibilidad de los sentidos y el cuerpo, que son los que dan esa perspectiva de lo real.

Texto 2

En este párrafo, nuestro autor recoge otro de los rasgos característicos de la filosofía, que consiste en tomar como lo primero, en el doble sentido de lo más importante y lo más originario, a lo más abstracto y general, es decir, a los conceptos más vacíos, como por ejemplo el de ser supremo, lo incondicionado, lo bueno... y en considerar que ellos no pueden proceder de otra cosa distinta, tienen que ser causa última o causa de sí. En realidad, para Nietzsche esto es síntoma de una auténtica majadería, pues supone una inversión absoluta del sentido de lo real: se toma por real aquello que más carece de realidad, los conceptos más vacíos y abstractos que las mentes han podido elaborar.

Texto 3

Según las 4 tesis, la tarea que propone N. es la de invertir la ontología y poner en entredicho la valoración que se ha hecho hasta ahora del ser. Lo que la filosofía había considerado como apariencia es lo verdaderamente real para N. y, en cambio, lo que hasta ahora se creía verdadero ser es pura invención del pensamiento. Con la alusión que hace al artista trágico en los últimos renglones, parece indicar que la apariencia del artista es más real que la apariencia del pensar conceptual propio de los filósofos, porque en la apariencia del arte la vida misma se transfigura.

Tema: La Filosofía de Nietzsche

La filosofía de Nietzsche supone una crítica radical a toda la cultura occidental y sus valores, y propone una exaltación de la vida como alternativa a la tradición. Esta crítica sigue tres directrices principales: la crítica a la moral, la crítica a la metafísica tradicional y la crítica a las ciencias positivistas.

Nietzsche critica la moral por considerarla antinatural, la imposición de leyes, normas, metas y principios morales que no vienen del hombre, sino del más allá, de Dios. Su tesis es la siguiente: si Dios ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, entonces nosotros negamos a Dios. El hombre no necesita a Dios porque el mundo no tiene nada trascendente que le obligue. De manera que la moral, como juicio valorativo sobre la vida, es un síntoma de decadencia, de nihilismo.

A su juicio, la moral tradicional tiene su fundamento en el platonismo y en la distinción entre mundo sensible y mundo inteligible. Por esta razón, Nietzsche realiza una crítica a la metafísica tradicional, ya que supone un desprecio y un juicio negativo de este mundo y la sobrevaloración del mundo inteligible. La ontología tradicional considera la realidad estática porque concibe al ser como fijo e inmutable. Este ser, debemos buscar la verdad en el “otro mundo”.

Pero para Nietzsche no existe más realidad que ésta: cambiante, contingente, un devenir del ser creando y destruyendo el mundo. Lo que pasa es que racionalmente no puede explicarse este mundo, y por eso el hombre lo hace mediante la división en dos mundos distintos: uno falso, “aparente” y en devenir, y otro “verdadero”, fijo e inmutable. Esta división se ha repetido en toda la filosofía, desde el cristianismo a Kant.

De acuerdo con Nietzsche, esta división surge por el miedo que tiene el hombre a no poder explicar la realidad como contingente, cambiante y en devenir. Los filósofos dogmáticos buscan por encima de este mundo y desprecian el mundo sensible. Para Nietzsche, esta creación del mundo inteligible tiene su fundamento en los conceptos. Nosotros fijamos las sensaciones en conceptos, a los cuales referimos todo nuestro conocimiento. Pero Nietzsche pone en duda que sea la mejor manera de representar la realidad. Dice que son “momias conceptuales” que utiliza el hombre para fijar y detener una realidad que es múltiple, cambiante, contingente.

Pero el verdadero problema de los conceptos aparece, según Nietzsche, cuando los tomamos como la realidad misma. Se da una confusión entre (los conceptos) y (la verdadera realidad) y se toma la invención como la realidad de las cosas.

En su opinión, la explicación racional de la realidad y la elaboración de conceptos son un hábito psicológico y tienen su fundamento en el lenguaje.

Frente al racionalismo y los conceptos, Nietzsche propone el arte, la metáfora como método adecuado de representarla. Pero Nietzsche no se refiere al arte formal, apolíneo, sino al arte dionisíaco, de exaltación de lo vital en el hombre, y que ofrece múltiples perspectivas de la realidad.

El excesivo racionalismo que critica a la metafísica se repite en las ciencias positivistas. Para Nietzsche, lo importante es lo cualitativo, la individualidad de las cosas.

Toda esta crítica de Nietzsche se enmarca dentro de una crisis de valores que se viene produciendo desde el platonismo. Nietzsche habla de la “muerte de Dios”. Dice que nosotros hemos matado a Dios al no hacer caso de esos valores. Esto lleva a una situación de desorientación y pérdida del sentido de nuestra vida que Nietzsche denomina nihilismo.

Pero para Nietzsche, el nihilismo tiene un aspecto positivo: la pérdida y destrucción de los valores tradicionales es el primer paso para la construcción de nuevos valores, de una nueva concepción de la realidad. Para Nietzsche, la realidad es entendida como algo cambiante, contingente. Esta concepción de la realidad la refleja en el concepto de “voluntad de poder”, voluntad que conoce la realidad auténtica del ser.

Estos nuevos valores en los que desemboca el nihilismo son propios de un hombre nuevo, el superhombre. El tránsito del hombre al superhombre lo explica Nietzsche metafóricamente mediante el paso por tres estadios: primero, el hombre es un “camello”, animal de carga que lleva el peso de los valores tradicionales sin protestar. Después, se convierte en “león”, el gran negador. Posteriormente, el hombre tiene la necesidad de convertirse en “niño”, liberarse de los prejuicios para poder elaborar la nueva tabla de valores.

Destruidos los valores tradicionales, el superhombre es el sustituto de Dios y la moral, y elaborará unos nuevos valores que supondrán la exaltación de lo vital, lo terrenal y la ausencia absoluta de la trascendencia.

El superhombre ama esta vida por encima de todo y la fórmula suprema de este amor de lo vital es el “eterno retorno”, el deseo de que todo se repita sin cesar, eternamente. Se abandona así la concepción lineal del tiempo del cristianismo y se retoma la concepción del devenir de los griegos.

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