Descartes y el Naturalismo: Mecanismo y Materialidad

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Mecanicismo en Descartes

A diferencia de Platón, quien veía el mundo como un constante nacer y morir de seres, un cambio permanente, Descartes concibe el mundo como un gigantesco mecanismo que permanece siempre igual. Lo compara con un reloj: cada parte, cada engranaje, cada pequeña tuerca, está situado y se mueve de tal forma que el resultado es el movimiento constante y repetitivo del reloj. Esto mismo ocurre en el universo: cada planeta, cada estrella, cada piedra se mueve de forma uniforme, de modo que el universo entero repite una y otra vez el mismo comportamiento. Incluso los seres individuales pueden ser vistos como pequeños mecanismos: los animales, por ejemplo, a los ojos de Descartes, son seres mecánicos que, a diferencia de los autómatas artificiales construidos con cables, tuercas y acero, están construidos con tendones, venas y carne.

El Alma según Descartes

En este panorama, ¿cuál es la filosofía de Descartes en torno al hombre? Podríamos pensar que lo mismo que piensa de los animales lo pensaba del hombre: son autómatas. Sin embargo, no es así. El hombre, a diferencia de los animales, no se comporta de forma mecánica, sino que parece ser espontáneo y libre. Es libre porque, a diferencia de los animales, el hombre puede razonar y elegir la opción que más le conviene. Los animales, en cambio, se comportan de forma mecánica, repitiendo una y otra vez los mismos comportamientos. Entre el hombre y los demás seres hay una distinción fundamental: el hombre posee un alma que le permite pensar, mientras que los animales son puramente materiales y, por tanto, mecánicos.

Dualismo Cartesiano

Descartes piensa en el hombre también formado por dos elementos, dos sustancias diferentes. Por un lado, es evidente que tenemos un cuerpo material, como los demás animales, con sus tendones, huesos y venas. En este sentido, nuestro cuerpo es un perfecto mecanismo. Sin embargo, este cuerpo no se comporta de forma mecánica y repetitiva, como es el caso de los animales; esto es así porque está gobernado por algo que es libre y espontáneo: el alma. ¿Qué es el alma? Descartes pensaba que es una realidad formada por una sustancia particular: el pensamiento; el alma es puro pensamiento. De esta forma, estamos formados por dos sustancias diferentes: el cuerpo y el pensamiento.

Independencia de Cuerpo y Alma

Si ambas sustancias se separasen, cada una de las dos realidades podría existir de forma independiente, ya que, de hecho, son independientes. El cuerpo podría seguir funcionando, aunque carente de pensamiento (es lo que ocurre con las personas que pierden el juicio). Y de forma análoga, el alma, que Descartes pensaba que es inmortal, también continuaría existiendo (es lo que sucede con los espíritus). Ambas realidades se encuentran unidas formando lo que somos: el pensamiento (alma) dirige al cuerpo como si se tratara de una marioneta y este obedece. Pero Descartes piensa que ambas sustancias que nos componen no son igualmente importantes. En rigor, lo que nosotros somos es nuestra alma, es decir, nuestro pensamiento. Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros deseos, eso es realmente lo que somos, hasta el punto de que el cuerpo es tan solo un recipiente, un accesorio en el que se encuentra soportado nuestro alma. Si cambiásemos de cuerpo, en poco nos veríamos afectados en lo que somos, seguiríamos siendo nosotros mismos. Pero si cambiásemos de alma, si se modificaran nuestros deseos y sentimientos, nuestros pensamientos todos, entonces lo que somos y en quien nos reconocemos, cambiaría al punto de ser una persona completamente diferente.

Tercera Tesis: El Naturalismo

Un Animal Más

Como ya hemos dicho, a partir del siglo XVII, con el desarrollo de la ciencia moderna por parte de personajes como Galileo o Newton, ideas como la del alma van quedando en desuso. Va a ir surgiendo poco a poco un pensamiento basado en los hechos comprobables de la ciencia. Se tomará en cuenta únicamente aquello que puede pesarse, medirse y observarse: la materia. Así tenemos la tercera tesis que vamos a tomar en consideración: el hombre es un ser natural, material, regido por las mismas leyes de la naturaleza que rigen todas las demás cosas; no hay nada en nosotros que no pueda explicarse desde una perspectiva natural; no tenemos un alma sustancial ni somos seres espirituales, inmortales y divinos. No hay nada por lo que no debamos considerarnos como algo semejante a todo lo que nos rodea, un animal más, con nuestras características especiales, pero al fin y al cabo un animal más. Se esfuman, con esta tesis, los sueños de inmortalidad, de divinidad, de libertad, con los que hemos venido soñando durante tantos siglos. Nos descubrimos, no como hijos de Dios, sino como hijos de una naturaleza que no nos distingue por encima de un girasol o una cabra, sino que nos hermana a ellos.

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