Decadencia y Transformación del Imperio Romano: División, Invasiones y Bizancio
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División del Imperio Romano
Durante la Edad Antigua, Roma formó un vasto imperio que abarcaba todas las tierras alrededor del Mediterráneo. Sin embargo, desde el siglo III d.C., el imperio enfrentó una crisis económica, social y política imparable. En el año 395, el emperador Teodosio dividió el imperio entre sus dos hijos: el Imperio Romano de Occidente para Honorio, con capital en Roma, que sucumbió a las invasiones bárbaras y desapareció en el año 476 d.C. cuando Odoacro depuso a Rómulo Augústulo. El Imperio Romano de Oriente fue para Arcadio, con capital en Constantinopla, logrando sobrevivir como el Imperio Bizantino durante toda la Edad Media hasta 1453.
Invasiones Bárbaras
Empujados por los hunos de Atila, diversos pueblos bárbaros se asentaron en el antiguo territorio del Imperio Romano:
- Reino de los Ostrogodos en Italia, cuyo rey Teodorico el Grande intentó unificar los reinos bárbaros.
- Reino de los Francos en la Galia, donde su rey Clodoveo se convirtió al cristianismo para obtener apoyo.
- Reino de los Vándalos en el norte de África, expulsados de Hispania por los visigodos y conquistados posteriormente por los bizantinos.
- Reino de los Anglos y Sajones en Britania.
- Reino de los Burgundios en el valle del Ródano.
- Reino de los Suevos en el noreste de Hispania.
Los Visigodos
Los visigodos ingresaron al Imperio Romano a finales del siglo IV, presionados por los hunos. En el 410, conquistaron y saquearon Roma. A principios del siglo VI, se establecieron en la Península Ibérica, fundando su reino con capital en Toledo. Durante el siglo VII, el rey Leovigildo consolidó la autoridad real, expandió el territorio y promulgó nuevas leyes. Su hijo Recaredo se convirtió al catolicismo, logrando la unificación religiosa del reino. La monarquía era electiva. En la segunda mitad del siglo VII, las luchas entre nobles y reyes fueron constantes, facilitando la invasión musulmana del 711 y el fin del reino visigodo.
Imperio Bizantino
El Imperio Romano de Oriente resistió los ataques germanos y continuó su desarrollo durante mil años como el Imperio Bizantino. En su apogeo, el Imperio Bizantino abarcaba Grecia, la Península Balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina, Egipto, Italia, el norte de África y el sudeste de la Península Ibérica. La capital del imperio era Constantinopla. El Imperio Bizantino estaba gobernado por el emperador (basileus), siendo el más famoso Justiniano (527-565).
La ambición de Justiniano fue recuperar los territorios romanos ocupados por los bárbaros para restaurar la gloria del imperio. A esto dedicó su vida y fortuna. Este imperio adoptó influencias orientales, estableciendo el griego como idioma oficial, y occidentales, como el derecho y la administración romana, así como las costumbres y la religión cristiana.
Organización
La administración del imperio se caracterizó por:
- Poder centralizado en el emperador: civil, militar y religioso.
- Territorio dividido en provincias o themas.
- Administración sólida y eficaz.
- Ejército poderoso que enfrentó invasiones islámicas, bárbaras y eslavas.
Todo esto fue posible gracias a los impuestos pagados por agricultores, artesanos y comerciantes.
Economía
La agricultura fue la base de la economía bizantina, complementada por una importante actividad artesanal. En las ciudades del imperio se desarrollaron industrias textiles, cerámica, orfebrería y mosaicos. El comercio en Constantinopla fue crucial debido a su ubicación estratégica, comerciando con Oriente y Occidente: compraba productos de Oriente (piedras preciosas, oro) y los vendía en Occidente. La moneda oficial era el solido.
Religión
La religión tuvo un papel fundamental en la vida bizantina. Destacan dos acontecimientos importantes:
- Las luchas iconoclastas (726-842): Durante varios periodos, los emperadores prohibieron la representación de imágenes religiosas. Sin embargo, hubo quienes defendieron su uso, generando una lucha que resultó en represión religiosa y destrucción del patrimonio pictórico. La prohibición se levantó en el año 843.
- El Cisma de Oriente (1054): La separación del cristianismo en dos bloques que disputaban la primacía en la Iglesia: el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla. Este evento dividió la Iglesia en dos líneas teológicas diferentes que persisten hasta la actualidad: católicos en Occidente, fieles a la autoridad del Papa de Roma, y ortodoxos en Oriente, fieles al Patriarca de Constantinopla.