David Trueba: escritor, músico y cineasta comprometido

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David Trueba se siente escritor desde niño. “Los reconocimientos a veces ayudan a que los demás se quiten los prejuicios sobre ti”
“Escribir era mi vocación, lo que hacía los domingos por la mañana sin que nadie me lo pidiera. El lujo en mi vida ha sido convertir esa vocación en un oficio con el que ganarme la vida. Estudia Periodismo y pronto comienza a trabajar en prensa, radio y televisión.
Ha publicado novelas en la editorial Anagrama, Blitz (2015) y Tierra de campos (2017). (El protagonista es un músico y cantante que emprende un viaje hacia el pueblo donde nació su padre para enterrarlo.
Sus artículos en prensa han sido recogidos en las antologías Artículos de ocasión, Érase una vez (2013) y El siglo XXI cumple 18.
En sus obras se reflejan las ideas que tiene sobre la vida.
Considera la música un elemento vital en su formación ya que piensa que nada es capaz de alcanzarla ni siquiera el cine o la literatura.
En sus obras aparece el humor ya que opina que se trata de un elemento “intrínseco a la supervivencia, a la lucha, a la resistencia.
En La tiranía sin tiranos (Barcelona, 2018) ahonda en las carencias de nuestra sociedad y se cuestiona cuántos de sus males son achacables a nosotros mismos. Y son muchos. Asegura el cineasta y escritor que “nunca ha experimentado el mundo tantos avances, nunca ha habido tanta esperanza de vida, solidaridad y ternura. Si nos sorprende el abandono que afecta a una parte de la población lo achacamos al tamaño ingestionable del planeta.
Centrando su óptica en nuestro país, tan representativo del mundo como cualquier otro, Trueba empieza con el diagnóstico: egoísmo exacerbado, individualismo extremo, falsa ternura, hipocresía social y colectiva, ansia por lo inmediato… El escritor se explaya sobre todos estos aspectos con una perspectiva realista, en ocasiones fatalista, pero donde también late cierta confianza soterrada en el cambio sustancial.
En principio se podría decir que estamos inmersos en la sociedad soñada. Pero, como denuncia Trueba, en esta sociedad aparentemente igualitaria acabamos siendo elementos procesados, estadísticas de consumo, acabamos convirtiéndonos en nuestros propios esclavizadores”.
El libro termina aludiendo a una conocida máxima del póquer: si sentado a la mesa no das con el pardillo a quien desplumar, es que ese pardillo eres tú.

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