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NOCHE DE VERANO. Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.


A UN OLMO SECO.  Al olmo viejo,hendido por el rayo 

y en su mitad podrido, 
con las lluvias de Abril y el sol de Mayo, algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina 
que lame el Duero! Un musgo amarillento 
le mancha la corteza blanquecina 
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores 
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas 
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero 
te convierta en melena de campana
lanza de carro o yugo de carreta; 
antes que rojo en el hogar, mañana, 
ardas de alguna mísera caseta, 
al borde de un camino; 
antes que te descuaje un torbellino
tronche el soplo de las sierras blancas; 
antes que el río hasta la mar te empuje 
por valles y barrancas
olmo, quiero anotar en mi cartera 
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera 
también, hacia la luz y hacia la vida, 
otro milagro de la primavera.


RETRATO

Mi Infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,    
Y un huerto claro donde madura el limonero;
Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
Mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni Un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido       
–ya conocéis mi torpe aliño indumentario–,
Más recibí la flecha que me asignó Cupido,
Y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay En mis venas gotas de sangre jacobina,            
Pero mi verso brota de manantial sereno;                       
Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro La hermosura, y en la moderna estética        
Corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
Mas no amo los afeites de la actual cosmética,               
Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño Las romanzas de los tenores huecos           
Y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
Y escucho solamente, entre las voces, una.                     

¿Soy Clásico o ROMántico? No sé. Dejar quisiera      
Mi verso, como deja el capitán su espada:
Famosa por la mano viril que la blandiera,
No por el docto oficio del forjador preciada.

Converso Con el hombre que siempre va conmigo    
–quien habla solo espera hablar a Dios un día–;
Mi soliloquio es plática con ese buen amigo
Que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y Al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. 
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago                                
El traje que me cubre y la mansión que habito,
El pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y Cuando llegue el día del último viaje,                          
Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,                       
Casi desnudo, como los hijos de la mar.

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