El cuidado como forma de piedad y pasión

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Cuidamos la fragilidad, sabemos que el tiempo guarda relación con la muerte, causando de esta manera ruina al estar enlazado con un final.

Evitando el olvido preservamos las cosas durante más tiempo y una de las formas del cuidado principales que nos ayudan a no olvidar es poner atención, la vigilia, evita el descuido, solo se puede hacer con los que tienen algo que decir evitando la ruina diciéndolo, haciéndolo saber.


Se relaciona el cuidado con la exactitud, al no poder haber cuidado sin preocuparse por la perfección. Buscando hacer las cosas lo mejor posible, consiguiendo que la perfección se convierta en pasión.


Por lo tanto, al no buscar la perfección se llegará al descuido, a la desatención, a la negligencia.


La perfección hace ver que se está presente, que se acompaña a la otra persona cuando está la necesita, forma de mostrar gratitud. La desatención de este cuidado produce debilidad y la debilidad no es compatible con el trabajo de enfermería.


El cuidado es el cruce entre la niñez y la vejez, y debemos cuidar desde la autoconsciencia de la mortalidad. Intentar ayudar lo mejor que podamos, tomando el fin ajeno como propio, acogiendo a lo desconocido, a los extraños, a los peregrinos.


Acompañándolos con mi presencia, con habilidades aprendidas y apartando el umbral de repugnancia. Por eso decimos que la enfermería es pura piedad al tomar a cargo la vida dependiente y vulnerable, siendo así la forma humana de piedad.


Para preocupar el crecimiento ajeno y simultáneamente restaurar el daño, cuidamos con la máxima perfección que se puede, lo que nos llevará a la pasión.


Dar de comer cuida el fin ajeno encontrándose la hospitalidad, ya que se trata al extraño y desconocido. Y este se encuentra en continua vigilancia para acoger a lo extraño, para eso hubo que convertirlo en profesión.


Por lo tanto, se espera de nosotros que tengamos los rasgos constitutivos de lo humano elevado a la condición de profesión, esperando que seamos la plenitud de la presencia, la perfección, que asumamos el fin ajeno como propio, con gratitud y que cuidemos.

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