La Crisis del Sistema de la Restauración: Regeneracionismo, Nacionalismos y la Primera Guerra Mundial

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El Regeneracionismo político

La crisis colonial de 1898 favoreció la aparición de movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron al sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española.

Desde un punto de vista cultural

Tras el desastre del 98 surgió un movimiento intelectual llamado Regeneracionismo cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que propugnaba dejar atrás los mitos del pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población. También defendía el desmantelamiento del sistema caciquil y la reducción del poder de la Iglesia en el sistema educativo español.

Desde el punto de vista político

Los dos grandes partidos dinásticos van a plantear una serie de reformas desde el régimen, tendencia conocida como revisionismo, coincidiendo con el inicio del reinado de Alfonso XIII en 1902 y el recambio de líderes: Cánovas es sustituido por Antonio Maura, y Sagasta por José Canalejas.

El gobierno de Maura (1907-1909)

El gobierno presidido por Maura entre 1907 y 1909 (el llamado “gobierno largo”) protagonizó el mayor intento reformista de los conservadores, ejemplificado en la frase “Hagamos la revolución desde arriba o nos la harán desde abajo”. Pretendía fortalecer al Estado y su administración para desbancar a la vieja casta caciquil pero sin alterar las bases de la Restauración. Algunas de las medidas llevadas a cabo por el gobierno de Maura fueron:

  • La nueva Ley Electoral de 1907, pretendía acabar con la corrupción al anular elecciones en aquellos distritos con un único candidato y obligar al voto, lo que dificultaba el fraude.
  • Reforma de la administración local, que daba mayor autonomía a los ayuntamientos. De esta forma se contentaban las ansias de autogobierno de los nacionalistas.
  • Desde el punto de vista económico, Maura aumentó la inversión pública en infraestructuras e industria y desarrolló una política de reconstrucción de la flota española. De esta forma se creó empleo.
  • También se dio un impulso a la política social, con la creación del Instituto Nacional de Previsión) y la ley del descanso dominical, el derecho a huelga, además de regular las condiciones laborales de mujeres y niños.

La Semana Trágica de Barcelona (1909)

Entre julio y agosto de 1909 estalló la Semana Trágica de Barcelona. Tiene su origen en la intervención española en Marruecos que, tras varias derrotas militares españolas, llevó al gobierno a reclutar reservistas que embarcaron en el puerto de Barcelona el 18 de julio de 19092 .. El resultado fue una convocatoria de huelga general para el día 26 de julio, que produjo graves disturbios sobre todo quema de conventos e iglesias. El ejército sofocó la insurrección con dureza y se firmaron 17 condenas a muerte, entre ellas la del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y Guàrdia, fundador de la Escuela Moderna, como supuesto inspirador ideológico del levantamiento que produjo una fuerte oleada de protestas en toda Europa, lo que obligó al rey a destituir a Maura.

El gobierno de Canalejas (1910-1912)

Otro intento revisionista fue el del líder liberal Canalejas, durante su etapa como jefe de gobierno entre 1910 y 1912, pretendiendo atraerse a las clases populares:

  • Inició reformas sociales más profundas, como la reducción de la jornada laboral, la regulación del trabajo de mujeres y niños, o la implantación de la seguridad social.
  • También aprobó un servicio militar universal y obligatorio sin posibilidad de redención monetaria.
  • Al tiempo suprimió los impopulares consumos.
  • En abril de 1910, aprobó la Ley del Candado, que pretendía frenar la expansión de las órdenes religiosas en la enseñanza.
  • En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley de Mancomunidades, que permitía un inicio de autogobierno y satisfacía las peticiones catalanistas mediante la posibilidad de la unión de las Diputaciones.

El asesinato de Canalejas (1912)

El 12 de noviembre de 1912 el presidente Canalejas caía asesinado en Madrid por los disparos de un anarquista, impidiendo el desarrollo de su ambicioso programa de reformas de cariz más social, ya que a su muerte, llegó a la presidencia del gobierno el conservador Eduardo Dato. Mientras, en las filas liberales se erigió como líder el conde de Romanones.

El nacimiento de los nacionalismos

A finales del siglo XIX, durante la primera etapa de la Restauración, surgieron con fuerza movimientos regionalistas y nacionalistas en el País Vasco, Cataluña y, con menor intensidad, en otras regiones como Galicia. La irrupción de los regionalismos y de los nacionalismos es uno de los hechos más característicos del período de la Restauración, que conformarán una intensa oposición al sistema de 1876.

El nacionalismo vasco

En el País Vasco, en 1895, Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana, partía de posiciones carlistas, ultracatólicas y del tradicionalismo de base rural. Criticaba la sustitución de los fueros por el concierto, por lo que argüía que el pueblo vasco había sido esclavizado por España y defendía su identidad como raza diferente y superior a la española. Consideraba que la lengua y cultura vascas estaban en trance de desintegración y que su supervivencia exigía la independencia política del País Vasco. Las profundas transformaciones que la industrialización estaba produciendo, sobre todo en Vizcaya, con la consiguiente llegada de numerosos inmigrantes del resto de España a los que los nacionalistas denominaron, de manera despectiva, maketos, era otro motivo de peligro para la cultura vasca. Tras la muerte de Arana, el nacionalismo vasco se dividirá en dos tendencias: una más radical e independentista, y otra más moderada y autonomista, apoyada por la burguesía vasca, que aprovechará los conciertos económicos en beneficio propio (política proteccionista para la siderurgia bilbaína).

El nacionalismo catalán

El nacionalismo catalán, tiene su origen en el federalismo radical de base social media de la Primera República: el Centre Catalá y Valentín Almirall presentaron a la Regente María Cristina un Memorial de Agravios que defendía el proteccionismo industrial y la vigencia del derecho tradicional de Cataluña frente al español, pero siempre mostrando la fidelidad de los catalanes hacia la Corona. Pero el gran cambio llegó en 1891, cuando se funda la Unión Catalanista, cuyo principal ideólogo fue Prat de la Riba, autor del primer programa del catalanismo político, las Bases de Manresa. Este documento planteaba la existencia de Cataluña como nacionalidad propia dentro del Estado español, debiendo gozar de una amplia autonomía o gobierno propio y de cooficialidad de la lengua catalana. En 1901 se fundó la Lliga Regionalista, primer gran partido político catalanista. Sus principales figuras fueron el citado Prat de la Riba y Francesc Cambó. Representaba a la burguesía urbana y rural que defendía un catalanismo moderado, de corte conservador y que terminó colaborando con el presidente Maura La ley de Jurisdicciones de 1906 favoreció a unión de las fuerzas políticas catalanas en la Solidaritat Catalana de 1907, como rechazo a la represión del catalanismo y al intervencionismo militar orquestado desde Madrid (Semana Trágica). En 1913 se concede la Mancomunidad de Cataluña, que representó el reconocimiento de la personalidad de Cataluña, dotándola de una cierta autonomía.

El nacionalismo gallego

En Galicia, durante la década de los ochenta, surgió un regionalismo apoyado por propietarios agrarios y comerciantes. Dentro de ese movimiento hubo una tendencia tradicionalista y antiliberal, y otra de contenidos propiamente nacionalistas, que defendía la creación de un estado gallego dentro de la Federación española.

El nacionalismo andaluz surge en torno a la figura de Blas Infante. Las bases del andalucismo estaban en la defensa de la figura del jornalero, de la tierra y en el reparto equitativo de la misma. El nacionalismo andaluz derivó muy pronto a tendencias confederales.
Impacto de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa: la crisis de 1917.
Tras la muerte de Canalejas, formó gobierno el nuevo líder liberal, el conde de Romanones. Pero pronto perdió el apoyo de las cámaras y fue sustituido por el conservador Eduardo Dato, siguiendo el sistema de turno. Durante el gobierno de Dato, España se mantuvo neutral en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), consciente de su debilidad económica, política, diplomática y militar, aunque eso no evitó que la sociedad española se dividiera en tres bandos
Los germanófilos apoyaban a las Potencias Centrales (Imperio Alemán, Imperio Austro-Húngaro, etc.). Eran mayoría entre los oficiales, el clero, la aristocracia y los terratenientes, que se identificaban con el orden, la disciplina y el conservadurismo asociados a la imagen de Alemania.
Los aliadófilos apoyaban al Reino Unido y Francia, identificadas con el progresismo. Esta tendencia dominó entre la opinión progresista, los intelectuales y los sectores financieros e industriales.
Las fuerzas obreras y sindicales defendieron la neutralidad al considerar el conflicto como una pugna entre burgueses.
Esa neutralidad tuvo importantes efectos económicos y sociales que repercutieron, de manera clara, sobre la grave crisis del sistema de la Restauración en 1917:
La Gran Guerra provocó un fuerte crecimiento de la industria y la economía española, que se dedicó a abastecer a los países en guerra, con gran aumento de las exportaciones, sobre todo industriales y agrarias. Pero no se reinvirtieron los beneficios para impulsar definitivamente nuestra atrasada industria, poniéndola al mismo nivel que la del resto de países europeos.
A pesar de ese crecimiento económico, este se realizó sobre bases frágiles y causó desajustes sociales. Dio lugar a una elevada y rápida inflación y los salarios crecieron a un ritmo menor. A eso se le unió el desabastecimiento de algunos productos básicos, por lo que se produjo un sensible descenso del nivel de vida de las clases medias y bajas. De esta manera, se amplió la brecha que separaba a las clases altas de las masas proletarias urbanas y campesinas.
Toda esa polarización económica, social y política terminó estallando en 1917. Se trató de una triple crisis en la que confluyeron tres conflictos: el militar, el político y el social:
El conflicto militar se venía gestando desde principios del siglo XX. Las causas del malestar de los militares en 1917 fueron: el bajo sueldo de los militares, el descrédito del cuerpo frente a la sociedad y, sobre todo, la reintroducción en 1910 de los ascensos por méritos de guerra: los militares destinados en Marruecos, además de cobrar más, se veían rápidamente ascendidos en el escalafón sin necesidad de una preparación “académica”.
Se fueron formando Juntas de oficiales de Infantería y de Caballería en la mayor parte de las guarniciones del país, que funcionaban a modo de sindicatos. Solicitaban la anulación de los ascensos por méritos de guerra, una subida de los sueldos y mayor respeto al Ejército, cuya misión era ser la columna vertebral del país.
La solución desde el poder fue legalizar las Juntas e intentar atraerse al Ejército como fórmula para sostener la monarquía. El resultado fue la Ley del Ejército de junio de 1918, que trajo la subida de los sueldos y la regulación de los ascensos por una Junta de Clasificación que determinaba los ascensos por estricta antigüedad. Lograda la pretensión, el Ejército volvió a convertirse en pilar de la Monarquía y del Gobierno frente al problema social; pero con una matización, ahora dominaba al Gobierno porque éste lo necesitaba.
El conflicto político unió a las fuerzas de la oposición (socialistas, nacionalistas, republicanos, etc) en la denominada Asamblea de Parlamentarios, convocada en Barcelona por Francesc Cambó. Los objetivos eran la reforma de la Constitución de 1876 en sentido democrático y el acomodamiento de los nacionalismos en España. El miedo de la burguesía ante la huelga general y el intento de formar un gobierno de unidad nacional forzado por las Juntas de Defensa, llevaron a Cambó a abandonar la Asamblea y formar parte del nuevo gobierno dinástico.
El conflicto social y sindical. La consecuencia de la inflación durante la guerra fue el aumento de la conflictividad social. Ante ello, se convocó una huelga general para el verano de 1917 por los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, en solidaridad con los ferroviarios valencianos (enfrentados a sus patronos). La huelga tuvo éxito en las principales ciudades y centros fabriles (Cataluña, Madrid, Asturias y País Vasco). El gobierno llevó a cabo una política de brutal represión utilizando al ejército y aplicando la ley marcial. Los sindicatos fueron desconvocando la huelga de forma progresiva.
La triple crisis de 1917 no terminó con el sistema pero, a partir de entonces, la inestabilidad política fue la norma. Con el fin de la Gran Guerra se rompió definitivamente el turno de partidos. Entre 1917 y 1923 hubo trece cambios de gobierno. El Rey tuvo que recurrir a gobiernos de concentración, formados por miembros de los dos partidos dinásticos, como el de García Prieto (1917) o Maura (1918). El turno, corazón del sistema, dejó de funcionar.
Además de años de inestabilidad política, este sexenio se caracterizó por un clima de verdadera guerra social, sobre todo durante el denominado trienio bolchevique (1918- 1920), en cuyo desarrollo influyó el impacto suscitado por la Revolución rusa. Se produjo un fuerte movimiento revolucionario que afectó a los jornaleros andaluces, que ocuparon tierras, y a los obreros de Barcelona, donde hubo huelgas importantes como la de la fábrica de electricidad “La Canadiense” (1919), que terminó con triunfo de los obreros, al conseguir de los patronos mejoras laborales y salariales. Fue el anarquismo el protagonista de este movimiento, recurriendo frecuentemente al terrorismo, respondido por la patronal con el pistolerismo, pagando a asesinos a sueldo, contra los líderes de la CNT. El PSOE experimentó la crisis originada por la revolución soviética, que llevó a la escisión en 1921 del ala más izquierdista, por la que nacía el Partido Comunista de España (PCE).
El problema de Marruecos.
A partir de 1906, España inició su presencia en Marruecos, intentando recomponer un nuevo imperio tras el desastre del 98 (Africanismo). En el marco del Imperialismo previo a la Primera Guerra Mundial, la Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior Tratado Hispano-francés (1912) supusieron la entrada española en el reparto de zonas de influencia africanas entre los países europeos. Así se estableció un protectorado francoespañol en Marruecos. A España se le concedió una franja en el norte, el Rif, y un enclave en la costa atlántica (Ifni y Río de Oro, posteriormente conocido como Sahara español).
Sin embargo, la presencia española en el área estuvo contestada por las cabilas bereberes, dirigidas por Abd el Krim. En 1909, los rifeños infligieron una importante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. Se decide entonces aumentar la cuantía de los efectivos y el embarque de los reservistas va a estar en el origen de la Semana Trágica de Barcelona.
En 1921 España se dispuso una vez finalizada la Gran Guerra, a hacer efectiva la ocupación de los territorios. Una operación precipitada y mal planificada dirigida por el general Fernández Silvestre dio lugar a que los rifeños derrotaran a las tropas españolas en Annual (1921), con cuantiosas pérdidas humanas (más de doce mil muertos). A ese hecho se le denominó Desastre de Annual y tuvo graves consecuencias políticas.
La cuestión de las responsabilidades produjo enfrentamientos, tensiones y un gran descontento social durante los dos años siguientes. La presión en el Parlamento de los liberales y de las fuerzas antidinásticas, sobre todo de los socialistas, consiguió que el ejército instruyese una investigación para determinar las responsabilidades políticas y militares. Se encargó al general Picasso (Expediente Picasso) y tuvo como consecuencia el procesamiento de algunos militares, pero se negó la actuación del Rey. La oposición no admitió esos límites en la depuración de responsabilidades y se creó una comisión parlamentaria para investigar el asunto. Pero ésta no pudo presentar su informe ni debatirlo a causa del golpe de Estado del general Primo de Rivera que, en septiembre de 1923, pone fin al sistema político de la Restauración. Comienza así la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).

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