Crisis del Imperio y Guerra de los Treinta Años: Causas y Primeras Etapas

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Crisis del Imperio y Guerra de los Treinta Años: Causas y Primeras Etapas

Los territorios del Imperio no atravesaban una situación fácil ni política, ni económica ni social. La convivencia entre católicos y protestantes era complicada, a lo que se sumaban los roces entre los estados que tenían la categoría de electores —los que participaban en la elección del emperador— y aquellos que no la tenían. Esta diferencia generaba tensiones, ya que unos y otros tenían distintas capacidades de influir en el emperador y en la política exterior del Imperio.

La Carta de Majestad y la Defenestración de Praga

En 1609, el emperador Rodolfo II había otorgado una Carta de Majestad al estado de Bohemia, donde predominaban los luteranos, garantizando la libertad religiosa dentro del Imperio. Esta medida buscaba atraer partidarios a su gobierno. A su muerte, fue elegido emperador su hermano Matías I, quien prometió mantener la vigencia de dicha carta y fue reconocido como emperador en 1616. Sin embargo, Matías I lideró una rebelión del bando católico y designó como sucesor a su sobrino Fernando de Estiria, un católico defensor de la Contrarreforma.

La dieta de Bohemia se reunió para exigir el respeto a sus leyes. La respuesta de Matías fue ordenar su disolución, y los parlamentarios respondieron arrojando por la ventana a dos lugartenientes y un secretario del emperador: este evento es conocido como la Defenestración de Praga. Tras la muerte de Matías, se organiza un ejército y se elige como rey a Federico V del Palatinado, quien era protestante. El resto de los estados apoyan a Fernando II, lo que transforma el conflicto en un problema europeo, ya que ambos bandos buscan alianzas.

Alianzas y Primeras Victorias Imperiales

El emperador Fernando II logra obtener el apoyo de la Monarquía Hispánica de Felipe III, de Maximiliano de Baviera y de los príncipes imperiales que forman la Liga Católica. Por otro lado, los protestantes solo consiguen el apoyo de Jacobo I de Inglaterra y de Luis XIII de Francia —a pesar de ser católico, este último tenía intereses políticos en debilitar a los Habsburgo—, así como de Venecia y Saboya, estados con poder limitado. Esta diferencia de apoyos, sumada a la disparidad de potencial entre Austria y Bohemia, permite al emperador iniciar la guerra con una serie de victorias, entre las que destaca la de la Montaña Blanca en 1620.

Como consecuencia, Bohemia pierde su carácter de monarquía electiva y pasa a integrarse a la corona de los Habsburgo. En el territorio, los católicos, fortalecidos, inician una reacción. Además de pasar a depender de los Habsburgo, Federico V pierde la dignidad territorial, que pasa a manos de Maximiliano de Baviera, aliado del Imperio. Fernando II también recompensa a Maximiliano entregándole el territorio del Alto Palatinado. A Felipe III le otorga el territorio del Bajo Palatinado y el paso de la Valtelina, un punto estratégico que aseguraba la comunicación entre Flandes y la Monarquía Hispánica en el norte de Italia.

Segunda Etapa de la Guerra: Tensiones y Nuevos Actores

La segunda etapa de la guerra no llega a su fin debido a diversas circunstancias. En el Palatinado, Federico V intenta reaccionar, pero la actitud de Fernando II no es conciliadora. Este inicia una política de represión religiosa y ejerce su cargo de emperador con autoritarismo, lo que genera malestar entre los príncipes luteranos e incluso entre algunos católicos. Además, los territorios se sienten agraviados cuando Fernando II nombra a un noble católico bohemio, Wallenstein, como máximo jefe del ejército.

La Monarquía Hispánica y el Fin de la Tregua de los Doce Años

A inicios de la década de 1620, en la Monarquía Hispánica asume un nuevo monarca, Felipe IV, y con él, el Conde Duque de Olivares, cuyo pensamiento político difiere del de Felipe III. Olivares no es partidario de mantener la paz a cualquier precio, sino que considera que un estado solo puede hacerse respetar si muestra fortaleza hacia sus enemigos, lo que implica estar dispuesto a entrar en guerra si es necesario. Esta nueva actitud frente a los Países Bajos se conecta con el conflicto del Imperio, ya que se termina la Tregua de los Doce Años, que había pacificado la región durante el reinado de Felipe II.

La Restitución de Bienes Eclesiásticos y la Intervención Danesa

Además, a inicios de la década de 1620, los príncipes católicos solicitan al emperador que se restituyan a la Iglesia los bienes que habían sido confiscados en los territorios protestantes en 1552, lo que provoca una reacción contraria del bando protestante. Otro factor que mantiene viva la guerra es la actitud de Dinamarca, gobernada por el ambicioso monarca luterano Christian IV. Este busca obtener obispados para su hijo en territorios del Imperio y controlar comercialmente el norte de Alemania para mantener su dominio sobre el comercio del Báltico, intentando evitar el ascenso de Suecia como posible aliada de los protestantes del Imperio.

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