De la Crisis de 1808 a las Guerras Carlistas: Transformaciones Políticas en España
Crisis de 1808: Guerra de la Independencia y Revolución Política
En 1788, tras la muerte de Carlos III, le sucedió su hijo Carlos IV. Su padre le dejó ministros ilustrados, como Jovellanos y Floridablanca, para asegurar una buena gobernación y mantener el despotismo ilustrado. Godoy, proveniente de la baja burguesía, se convirtió en valido de Carlos IV y dirigió la política exterior.
En 1789 estalló la Revolución Francesa, lo que puso en alerta a la corte de Carlos IV ante posibles brotes revolucionarios en España. A consecuencia de esto, se distinguen dos etapas de política exterior hacia Francia:
- Primera etapa (1789-1795): España cerró las fronteras con Francia y prohibió que se escribiera sobre su revolución, tanto en libros como en periódicos. Tras la decapitación de Luis XVI, España declaró la guerra a Francia, sumándose a otros países absolutistas como Inglaterra, Prusia y Austria. En 1795, España fue derrotada y cedió a Francia el territorio de Santo Domingo.
- Segunda etapa: Comienza con un cambio brusco en la política exterior al firmarse el Tratado de San Ildefonso (1796), por el cual España se alió con la Francia de Napoleón. Una de las causas para la firma de este tratado fue la presión que ejercía la flota inglesa contra la española. A pesar de esto, las flotas francesa y española fueron derrotadas en Trafalgar (1805) por Inglaterra, con el almirante Nelson al mando.
Tras esta derrota, Napoleón trató de hacer un bloqueo comercial a los ingleses, para lo que pretendió conquistar a su aliado Portugal. Por el Tratado de Fontainebleau (a principios de 1808) se acordó que las tropas francesas, pasando por España, junto con las españolas, invadirían Portugal, tras lo que se repartirían sus territorios. Sin embargo, en marzo de 1808, mientras Carlos IV estaba en Aranjuez, la nobleza absolutista, junto con Fernando VII (hijo de Carlos IV), puso al pueblo en contra de Godoy, provocando el Motín de Aranjuez. En este motín se obligó a Carlos a abdicar en su hijo, y Godoy tuvo que exiliarse a Francia. Esto provocó que Napoleón perdiera la confianza en la familia real española, y llamó a ambos (padre e hijo) a ir a Bayona (Francia). Allí, Napoleón obligó a Fernando a abdicar en su padre, y a este en José Bonaparte.
A partir de este incidente comenzará en España la Guerra de la Independencia, que podemos dividir en tres periodos:
Primera fase de la Guerra de la Independencia
José I se dirigió a Madrid para reinar en España. Con la intención de implantar reformas liberales, trajo la Constitución de Bayona. Se trata de una carta otorgada: desde el poder de la figura del monarca, se otorgan derechos al pueblo. Sin embargo, el 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid vio que el último miembro de la familia real salía de palacio, y consideró que los reyes habían sido secuestrados, por lo que se produjo una sublevación popular. Pronto acudieron habitantes de los pueblos madrileños a luchar contra los franceses, e incluso el alcalde de Móstoles declaró la guerra a Napoleón. Sin embargo, el 3 de mayo los franceses respondieron con una durísima represión, fusilando a muchos ciudadanos para tratar de asustar y frenar la revuelta. Pero esto causó el efecto contrario: la revolución pronto se extendió por toda España, e incluso parte del ejército español se puso del bando de los rebeldes. En Bailén, Andalucía, tropas lideradas por el general Castaños derrotaron al ejército francés. A causa de esto, José I abandonó Madrid y Napoleón entró en España con la Grande Armée, un ejército de 250.000 hombres. Con él, sitió ciudades y finalmente acabó derrotando a los rebeldes, con lo que José I fue restituido en el poder.
Segunda fase de la Guerra de la Independencia
El pueblo español comenzó entonces a organizarse en guerrillas: pequeños grupos de soldados, voluntarios y armados, que formaban patrullas y hacían asaltos rápidos para sabotear al ejército francés.
Tercera fase de la Guerra de la Independencia
En 1812, el ejército francés estaba ya agotado. El frente ruso estaba siendo debilitado, por lo que muchos de los soldados que se encontraban en la península tuvieron que trasladarse hacia allá. Esta situación fue aprovechada por Wellington, quien entró por Portugal en la península y, con ayuda de las guerrillas españolas, derrotó a los franceses, expulsándolos de España en 1813, tras lo que se produjo la vuelta de Fernando VII.
Organización rebelde
Durante la guerra se produjo en España una revolución política: mientras el gobierno oficial era el de José I, siguiendo la Constitución de Bayona, con el Consejo de Castilla y rodeado de afrancesados, paralelamente existió toda una organización rebelde clandestina. Estaba formada por juntas locales en los pueblos, reunidas en juntas provinciales, y estas a su vez reunidas en la Junta Suprema Central. Esta última estaba formada por el Consejo de Regencia (cinco hombres que representaban a Fernando VII) y las Cortes, en las que se elaboró una constitución propia.
Dentro de la población se pueden distinguir una serie de tendencias políticas:
- Afrancesados: eran ilustrados, intelectuales, y apoyaban a José I para que este les trajera el liberalismo.
- Rebeldes: dentro de los cuales, a su vez, había tres corrientes:
- Liberales: constituyeron las Cortes de Cádiz y buscaban la abolición del Antiguo Régimen.
- Jovellanistas: partidarios de reformas más moderadas.
- Absolutistas: a favor de la vuelta de Fernando VII como monarca absolutista.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Organización rebelde
Tras las revueltas de 1808 y la posterior represión por parte de Napoleón, la España rebelde se organizó clandestinamente en juntas locales, agrupadas en juntas provinciales, y estas en la Junta Suprema Central. Esta nombró un Consejo de Regencia de cinco hombres para tomar decisiones en sustitución de Fernando VII, ya que consideraban ilegítimo a José I.
Cortes de Cádiz: Constitución y Decretos
El Consejo de Regencia convocó unas elecciones para diputados a la Corte, a través de las juntas provinciales. Las colonias americanas también tuvieron juntas, pero no tuvieron representación en las Cortes debido a las dificultades del viaje. Las Cortes se establecieron en la isla de San Fernando, en Cádiz, donde irían los representantes electos (unos 300 en total). Las sesiones comenzaron en septiembre de 1810 y acabaron en 1813. Entre los asistentes había representantes de las tres tendencias rebeldes: absolutistas (partidarios de la vuelta del absolutismo con Fernando VII), jovellanistas (que buscaban reformas moderadas) y liberales (cuya intención era la completa abolición del Antiguo Régimen). En general, eran miembros del clero y burgueses intelectuales (90 clérigos, 56 abogados, funcionarios, militares, escritores…). Antes de la llegada de todos los diputados, se llegó a unos primeros acuerdos: que el parlamento estaría formado por una única cámara, a pesar de que los moderados pedían dos: Congreso y Senado (para la representación de las clases privilegiadas), y la legitimidad de Fernando VII como monarca español.
Finalmente, se comenzó a redactar la Constitución de 1812, en la que se reconoció la igualdad de derechos entre españoles e hispanoamericanos, el principio de soberanía nacional (el poder es del pueblo) y se estableció la división de poderes (legislativo en las Cortes, ejecutivo en el rey, judicial en los tribunales). Como método de votación se propuso el sufragio universal masculino indirecto (a través de representantes). Finalmente, se reconoció la confesionalidad del Estado, se suprimió la esclavitud en las colonias y se recogieron una serie de derechos y libertades como la de imprenta, de expresión, el habeas corpus… Además de la Constitución, las Cortes elaboraron una serie de decretos que concretaban los principios de esta: se suprimieron los derechos señoriales, los gremios (que van en contra de la liberalización económica), la Inquisición… y, siguiendo con el modelo de liberalismo económico, se eliminaron los privilegios de la Mesta, y se decretó la desamortización (expropiación de tierras para aumentar la productividad) de las órdenes religiosas militares y de los jesuitas.
Absolutismo y Liberalismo. La Emancipación de la América Española
Fernando VII llegó a España en 1814, y reinó desde este año hasta 1833. Este reinado se puede dividir en tres etapas:
Vuelta al Absolutismo (1814-1820)
Tras ser José I expulsado definitivamente de España, Fernando VII, que se encontraba en Bayona, fue reconocido por Napoleón como rey, y se produjo su vuelta al país. Mientras, los miembros de las Cortes de Cádiz habían preparado un itinerario por la península para Fernando VII cuya finalidad era que firmara la Constitución de 1812 a su llegada a Madrid. Sin embargo, Fernando regresó a España por mar, y desembarcó en Valencia, donde le aguardaba un comité absolutista. Estos le entregaron el “Manifiesto de los Persas”, en el cual se le pedía que restableciera el absolutismo, y Fernando lo aceptó. Suprimió toda la tarea hecha por el gobierno rebelde a su ausencia: no aceptó la Constitución ni los decretos, disolvió las Cortes y persiguió a los liberales (que se exiliaron a Francia o Inglaterra), reinstaurando el Antiguo Régimen (lo cual estaba ocurriendo también en otras naciones europeas). Además, durante este periodo la situación económica fue delicada, debido a la guerra, por la que se había detenido parte del comercio y artesanía, a los costes para el Estado que suponía la reinstauración de los derechos señoriales, y a los gastos militares necesarios para combatir rebeldías surgidas en Sudamérica. Por todo ello, hubo varias sublevaciones liberales contra el monarca, que en 1820 alcanzaron la victoria con el pronunciamiento de Riego. Además, se inició una desamortización del clero, que consistía en la expropiación de sus tierras para venderlas en subasta, ya que estaban en arriendo y eran improductivas. Durante este periodo, comenzaron a surgir tensiones dentro de los propios liberales.
Sin embargo, mientras todo esto ocurría, Fernando VII pidió ayuda en secreto a la Santa Alianza, que era un organismo formado por las principales potencias europeas con el objetivo de defender el absolutismo y eliminar cualquier brote liberal. En 1823, esta envió a España un ejército llamado Los Cien Mil Hijos de San Luis, formado por 60.000 franceses y 30.000 españoles, que consiguió eliminar de nuevo el régimen liberal y la Constitución, para volver al Antiguo Régimen.
Década Ominosa (1823-1833)
Una vez reinstaurado el absolutismo, Fernando dictó una serie de medidas para tratar de mejorar la economía potenciando el desarrollo de la burguesía financiera y la revolución industrial. En 1830 comenzó el problema sucesorio. El heredero de Fernando había sido, hasta ese momento, su hermano Carlos María Isidro. Sin embargo, Fernando tuvo una hija, Isabel, y derogó la Ley Sálica (que solo permitía reinar a varones) con la Pragmática Sanción. Esto sería el desencadenante de las futuras guerras carlistas. Finalmente, Fernando VII murió en 1833.
Independencia de Hispanoamérica
Paralelamente, durante el reinado de Fernando se independizaron muchas de las colonias sudamericanas, entre los años 1814 y 1825. Durante la Guerra de la Independencia, Hispanoamérica también se organizó en juntas, y las medidas de liberalismo económico tomadas les favorecieron mucho, especialmente a la burguesía criolla. Sin embargo, con la reinstauración del Antiguo Régimen por parte de Fernando VII, vieron sus intereses frustrados, por lo que comenzaron su independencia. Fueron apoyados y financiados por ingleses y estadounidenses (estos últimos siguiendo la doctrina Monroe, por la que se declararon defensores de Sudamérica). Comenzó a organizarse un ejército en el virreinato de Río de la Plata, liderado por San Martín, y en el norte otro liderado por Simón Bolívar. España envió tropas a combatirlos, mientras que Inglaterra y EE. UU. financiaron a los rebeldes. Finalmente, en 1824 los dos ejércitos rebeldes se unieron en Perú, donde, en la batalla de Ayacucho, lograron la victoria, e Hispanoamérica se independizó de España salvo por Cuba y Puerto Rico. Por ello, se frenó la llegada de oro y plata al país y se vino abajo gran parte del comercio, lo que perjudicó gravemente a nuestra economía. Tras su independencia, Hispanoamérica quedó fragmentada, debido a una serie de conflictos (a pesar de que Simón Bolívar tenía la idea de formar unos Estados Unidos de Centro y Sudamérica). Dejó de depender económicamente de España para pasar a depender de Inglaterra y EE. UU., vendiéndoles materias primas a cambio de manufacturas. Finalmente, la sociedad quedó muy diferenciada: una minoría criolla poseía la mayoría de la riqueza, mientras que el resto de habitantes estaban sumidos en una gran pobreza.
Oposición al Sistema Liberal: Las Guerras Carlistas. La Cuestión Foral
Causas y Bandos de las Guerras Carlistas
Hasta 1830 el heredero al trono español era Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, ya que este no tenía descendencia. Sin embargo, Fernando tuvo una hija, Isabel, y derogó la Ley Sálica (que solo permitía reinar a herederos varones) mediante la Pragmática Sanción. Esto chocó con los intereses de su hermano y de los absolutistas, que temían que con Isabel viniera el liberalismo. Fernando, presionado, eliminó la Pragmática Sanción estando su mujer embarazada, y confiando en que tuviera un hijo varón. Pero nació otra hija, por lo que Fernando volvió a promulgar la Pragmática Sanción. Tras la muerte de Fernando VII, en 1833, su esposa María Cristina se convirtió en regente, hasta que Isabel, reina legítima, alcanzara la mayoría de edad. Entonces los absolutistas, defendiendo que Carlos María era el heredero legítimo, declararon la guerra a María Cristina.
Se desarrollaron tres guerras carlistas:
- Primera Guerra Carlista (1833-1840): con Carlos María (Carlos V) de heredero de la corona.
- Segunda Guerra Carlista (1846-1849): en la que el candidato a la corona fue el hijo de Carlos María, el conde de Montemolín (Carlos VI).
- Tercera Guerra Carlista (1872-1876): con el nieto de Carlos V (Carlos VII) como heredero.
Estas guerras supusieron una traba para el progreso del liberalismo, debido a que gran parte de los ingresos económicos eran utilizados para costear la guerra.
En estas guerras, se distinguen dos bandos: carlistas e isabelinos. Los carlistas eran absolutistas, partidarios de continuar con el Antiguo Régimen, la sociedad estamental… y defensores de los fueros, la tradición, la Iglesia, y contrarios al liberalismo económico. Eran miembros del bajo clero, campesinos, artesanos, etc. y excombatientes absolutistas de la Guerra de la Independencia. Los lugares donde el carlismo tuvo mayor apoyo fueron sobre todo en el norte: País Vasco, Navarra, norte de Castellón (el Maestrazgo) y Cataluña. Esto se debió a que los liberales eran partidarios de la eliminación de sus fueros. Los liberales apoyaban a Isabel y por tanto a la regente María Cristina. Eran partidarios de abolir el absolutismo, de establecer una constitución, suprimir los gremios y fueros, y de dar paso al liberalismo económico eliminando el mercantilismo. Eran la burguesía, los intelectuales y buena parte del ejército. Estos liberales se dividieron a su vez en progresistas y moderados.
Primera Guerra Carlista
Parte del ejército se puso de parte de los absolutistas, con generales como Maroto, Zumalacárregui y Cabrera. Comenzó el conflicto y una expedición que salió desde el Maestrazgo (Castellón), encabezada por Carlos María Isidro, llegó a las puertas de Madrid. Sin embargo, decidieron retirarse, a pesar de que el ejército liberal se había dirigido al norte para combatir en el País Vasco, y por tanto, Madrid estaba apenas sin defensas. Mientras, el general Zumalacárregui organizó el ejército carlista en el País Vasco, y fueron sitiados en Bilbao por los liberales. Allí murió Zumalacárregui. Su muerte provocó un descontrol entre los carlistas y muchos voluntarios se retiraron. A partir de este momento las derrotas carlistas se fueron sucediendo y Carlos María Isidro se exilió a Francia. Maroto comenzó entonces las negociaciones de paz con el general Espartero (isabelino), sin la aprobación de Carlos María. Se firmó el Convenio de Vergara (1839) por el que los miembros del ejército carlista se podían incorporar al ejército isabelino, respetándose sus cargos militares y se le reconocieron al País Vasco y Navarra algunos de sus fueros. De esta manera, se puso fin a la Primera Guerra Carlista. Además, en 1840, debido a sus éxitos militares, Espartero sustituyó en la regencia a María Cristina, exiliada en París.
Segunda Guerra Carlista
En 1846 comenzó una nueva guerra carlista, debido al fracaso en las negociaciones matrimoniales entre Isabel II y Carlos VI, extendiéndose revueltas por Cataluña. En este conflicto, los carlistas formaron guerrillas aisladas, que reivindicaban el regreso de los fueros. La mayoría de guerrillas carlistas fueron derrotadas por el ejército isabelino en Barcelona, pero hasta 1860 hubo actuaciones esporádicas por parte de grupos aislados.
Tercera Guerra Carlista
La Tercera Guerra Carlista comenzó después de la llegada al trono de España de Amadeo I de Saboya tras la expulsión de Isabel II, en la que se reivindicaba el derecho al trono de Carlos VII antes que el italiano. La guerra (sublevación) se situó en Cataluña, País Vasco, Navarra y zonas del Maestrazgo. El ejército liberal logró vencer a los carlistas en las batallas de Oroquieta y Montejurra. Duró de 1872 hasta 1876. Tras la guerra, y durante el reinado de Alfonso XII, parte de los excombatientes carlistas dejaron las armas para formar un partido político ultraconservador, con las mismas reivindicaciones.
Consecuencias
La sucesión de las guerras carlistas y la derrota de estos trajo una serie de consecuencias para el país:
- La derrota de las ideas y postulados del absolutismo. El liberalismo se iba a establecer definitivamente.
- Una crisis económica, causada por los excesivos gastos de la guerra, por la cual se tuvieron que llevar a cabo dos desamortizaciones.
- El ejército liberal adquirió un gran prestigio, lo que llevó a una excesiva influencia sobre el poder político por parte de grupos militares (pretorianismo).