El Contexto Filosófico e Histórico-Cultural de Ortega y Gasset
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Contexto Filosófico
Inicialmente, Ortega encuentra en Alemania la fuente de esa competencia: la ciencia ajustada al neokantismo. Sin embargo, pronto abandonará ese modelo, ya que participa del idealismo al que va a considerar causa de la crisis de la modernidad. Por tanto, la superación del idealismo (que es «el tema de nuestro tiempo») no era para Ortega sólo una cuestión filosófica, sino la solución a los problemas de España y Europa. Según nuestro autor, si el principio de racionalidad con el que nace la Edad Moderna es superado por otra idea más básica (la razón vital), se abrirá una nueva época.
El vitalismo de Nietzsche y la fenomenología de Husserl serán decisivos en la configuración de la propuesta orteguiana para superar el idealismo. Del primero asumirá su concepción perspectivista de la verdad y la defensa de los valores vitales, aunque siempre evitando su irracionalismo y su relativismo. Por eso, al vitalismo nietzscheano Ortega enfrentará su raciovitalismo. De Husserl heredó la preocupación por hacer que la filosofía descansara en un fundamento firme descubierto a partir de una reflexión autónoma. Sin embargo, para la fenomenología dicha realidad radical será la conciencia y para Ortega la vida.
Los existencialismos de Heidegger y Sartre, autores que Ortega enmarca en su generación, la del 14, configuran su contexto filosófico más cercano. Los tres autores, gracias a su paso por la fenomenología, guardan una clara afinidad. La descripción orteguiana de las categorías de la vida supone un proyecto muy cercano al análisis heideggeriano de la existencia humana. Ortega comparte con Sartre la idea de que el ser humano carece de naturaleza, puesto que, según nuestro autor, la vida es un «quehacer». También coinciden al afirmar que el hombre es un «náufrago» en la existencia, y que continuamente tiene que decidir la vida que ha de vivir. No obstante, Ortega se separa del nihilismo y angustia vital del existencialismo.
Finalmente, señalemos que la influencia del historicismo de Dilthey fue decisiva en el concepto orteguiano de razón vital e histórica: el ser humano es incomprensible fuera de su vida y su historia. También recoge de este autor su concepción de la vida como realidad radical, y como elemento desde el que hay que partir para «comprender» al hombre. Este no se puede «explicar» a través del método propio de las ciencias de la naturaleza.
Contexto Histórico-Cultural
En 1875 el golpe de Estado del general Martínez Campos proclama a Alfonso XII Rey de España. Da comienzo así la Restauración Borbónica. En el nuevo sistema, que sustituye a la Primera República, los partidos Conservador y Liberal se alternan en el poder de manera pactada sirviéndose de los caciques. Tras la muerte de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, Alfonso XIII da continuidad desde 1902 a este sistema político separado de la sociedad; impide la participación del resto de fuerzas: socialistas, sindicalistas, anarquistas, republicanos, regionalistas... Síntoma de la crisis es el desastre del 98: la liquidación del imperio español sume a la sociedad en el pesimismo.
La situación socioeconómica a principios del siglo XX también muestra inoperancia política: una esperanza de vida de 34 años, una gran mortandad infantil y un altísimo analfabetismo. La escasa industria se concentra en el País Vasco y Cataluña, mientras el 70% de la población vive en el campo en condiciones míseras. La única salida es la emigración.
La Gran Guerra (1914-18) traumatizó a Europa. Aunque España no participó y el conflicto benefició a las empresas, la demanda europea encareció los productos, lo que perjudicó a obreros y campesinos. Así, aumentó la conflictividad social: huelgas generales, el «pistolerismo», atentados anarquistas... A esta tensión sociopolítica se suma en 1921 el desastre de Annual. Esta situación provocó la desconfianza hacia los partidos tradicionales y abonó el campo a los totalitarismos. Es el miedo que trasluce Ortega en El tema de nuestro tiempo, conocedor de las consecuencias de la Revolución rusa de 1917 y de la llegada al gobierno italiano del fascismo (1922). En España, se produce el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923) que abre una dictadura de casi ocho años, a la que Ortega se enfrentará.
Sin embargo, este periodo de crisis socio-política coincide con la Edad de Plata de la cultura española: Picasso y Sorolla en pintura, Gaudí en arquitectura, Albéniz y Falla en música, Eugenio D'Ors, Pérez de Ayala y el propio Ortega en el campo del pensamiento, y Ramón y Cajal en ciencia, componen una riqueza sólo comparable al Siglo de Oro.
Ortega da continuidad a los movimientos que aspiran a resolver esos «males de la patria»: el regeneracionismo de Joaquín Costa, la renovación pedagógica de Giner de los Ríos o la generación del 98. Nuestro autor sostiene que, para resolver los males de España, es necesario dotarla de una capacidad científica, de una «competencia».