Consecuencias del Desastre Colonial de 1898 y Tratado de París

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Repercusiones del Desastre

Económicas y humanas

En el orden económico, no hubo una crisis generalizada a pesar de la pérdida de los territorios coloniales y de la deuda causada por la guerra. Para la industria textil catalana, sin embargo, representó un duro golpe puesto que el mercado reservado cubano absorbía buena parte de su producción, y ahora debía contentarse con el mercado interior, con un bajo poder adquisitivo. El viraje hacia una política proteccionista, que ya había comenzado en 1891, se vio favorecido. Por otro lado, la repatriación de los capitales españoles invertidos en la isla caribeña sirvieron para impulsar la industrialización española y fueron canalizados por los grandes bancos existentes o nuevos, muchos de ellos vascos. Otra consecuencia fue el encarecimiento de los precios, que afectó a los sectores más humildes de la sociedad, los mismos que soportaron las pérdidas humanas del conflicto.

Culturales e ideológicas

La derrota militar avivó y extendió el debate, iniciado ya antes del desastre, sobre 'los males de la patria'. El denominador común de esas reflexiones fue la necesidad de regenerar y europeizar España en todos los órdenes (Regeneracionismo). La figura más destacada fue la de Joaquín Costa. Éste proponía la necesidad de modernizar la economía y alfabetizar a la población. También defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida e incluir el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral. Para todo ello era necesario la movilización de las clases medias (masas neutras). El regeneracionismo fue un movimiento básicamente intelectual, que no supo encausar políticamente sus planteamientos, aunque influyó en la actividad política española. Influyó en una mayor preocupación por la educación, que se manifestó en la creación del Ministerio de Instrucción Pública en 1900.

Generación del 98

El desastre promovió a un grupo de escritores conocidos como la Generación del 98, con escritores como Unamuno, Azorín, Valle-Inclán, Baroja y Machado, que se caracterizaron por su profundo pesimismo y su crítica frente al atraso español.

Políticas y sociales

La pérdida del imperio no generó una crisis política inmediata ni se cambió el sistema emanado de la Constitución de 1876, ni la imagen de la monarquía salió perjudicada. Sin embargo, colaboró a la desintegración del régimen de la Restauración. El regeneracionismo político alcanzó a los partidos dinásticos, que pretendieron llevar intentos de reforma del sistema. Los principales factores que alteraron el funcionamiento del régimen fueron la propia evolución de los partidos conservador y liberal, pues tras la muerte de Cánovas en 1897 y Sagasta en 1903, la falta de líderes carismáticos ocasionó una creciente inestabilidad política. Esta inestabilidad se intensificó con la mayoría de edad y la llegada al trono de Alfonso XIII. Los primeros 10 años del reinado de Alfonso XIII estuvieron marcados por intentos de llevar a cabo reformas del sistema político. Las propuestas más sólidas fueron las representadas por los gobiernos del conservador Antonio Maura y del liberal José Canalejas. Maura ocupó la presidencia del gobierno en varias ocasiones, entre 1907 y 1909. Las propuestas más avanzadas de transformación del sistema político correspondieron al liberal José Canalejas, presidente del gobierno entre 1910 y 1912. Las reformas se centraron en la Ley del Candado, que limitó la creación de nuevas órdenes religiosas para frenar la influencia de la iglesia. También en este período se aprobó la Ley de Cabildos (1912), que mantuvo la unidad provincial en Canarias y creó un cabildo para cada isla. Además, se hizo obligatorio el servicio militar y Maura promovió la legislación social para intentar controlar el movimiento obrero. En 1912, Canalejas murió víctima de un atentado anarquista. A partir de ese momento, se inició un proceso de fragmentación política y se comenzó a cuestionar el turnismo pacífico. Las propuestas de renovación desde fuera del sistema provinieron de los republicanos, de los nacionalismos periféricos y del movimiento obrero, pero la escasa representación de estas opciones no permitió que se articularan en una alternativa viable. El republicanismo proponía la ampliación de las bases sociales del régimen. Su crecimiento estuvo condicionado por su fragmentación. La respuesta regeneracionista más profunda provino de los nacionalismos periféricos, entre los que destacó el catalanismo. Su propuesta consistía en la modernización de la política y supuso su presencia activa en la vida parlamentaria. La unión de intereses entre la burguesía y los políticos nacionalistas promovió la creación de la Lliga Regionalista de Prat y Cambó en 1901, que terminó con la hegemonía de los partidos dinásticos en Cataluña.

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