Conocimiento y Realidad: Explorando la Filosofía de Platón
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El Conocimiento Humano según Platón: Reminiscencia y la Distinción entre Doxa y Episteme
Platón aborda la cuestión fundamental del conocimiento humano, un problema ya planteado por los sofistas: ¿Cómo podemos conocer algo que no conocemos? En otras palabras, ¿cómo podemos encontrar la verdad si no sabemos qué es la verdad? Para resolver esta aparente paradoja, Platón recurre a la teoría de la reminiscencia. Según esta teoría, el alma humana no *conoce* las cosas por primera vez, sino que las *reconoce*. El alma, preexistente al cuerpo, ya poseía el conocimiento de todas las Ideas en el mundo inteligible. Al encarnarse, el alma olvida este conocimiento, y la percepción sensible actúa como un detonante que despierta el recuerdo de las Ideas.
Este es uno de los pocos momentos en la filosofía platónica donde la sensación recibe una valoración positiva: sirve como un catalizador para iniciar un proceso de conocimiento que nos conduce de regreso a las Ideas.
La Correspondencia entre Realidad y Conocimiento: La Línea Dividida
Platón establece una clara correspondencia entre la estructura de la realidad y las formas de conocimiento. Según él, la calidad del conocimiento depende de la naturaleza de los objetos conocidos. Para ilustrar esta relación, Platón propone la analogía de la línea dividida. Esta línea se divide en dos segmentos principales:
- Mundo sensible: Asociado al conocimiento aparente o de mera opinión (doxa).
- Mundo inteligible: Asociado al conocimiento auténtico o de verdadera ciencia (episteme).
Cada uno de estos segmentos se subdivide a su vez en dos, resultando en cuatro partes. A cada parte, Platón le asigna un tipo de ser:
- Mundo sensible:
- Imágenes
- Entes naturales y artificiales
- Mundo inteligible:
- Entes matemáticos
- Ideas
A cada uno de estos cuatro tipos de seres, Platón le asigna una clase de conocimiento:
- Conjetura (eikasía): Conocimiento de las imágenes.
- Creencia (pistis): Conocimiento de los entes naturales y artificiales.
- Verdad deducida (dianoia): Conocimiento de los entes matemáticos.
- Verdad intuida (noesis): Conocimiento de las Ideas.
Platón también asocia cada tipo de conocimiento con una facultad específica:
- Imaginación: Para el conocimiento de las imágenes.
- Sentidos: Para el conocimiento de los entes naturales y artificiales.
- Razón discursiva: Para el conocimiento de los entes matemáticos.
- Intuición intelectual: Para el conocimiento de las Ideas.
La Jerarquía del Conocimiento: Física, Matemáticas y Dialéctica
El conjunto de conocimientos sobre los entes del mundo sensible constituye la Física. Para Platón, la Física no es una verdadera ciencia, ya que sus conocimientos no son universales ni necesarios, sino meras opiniones. El conjunto de conocimientos sobre los entes matemáticos constituye las Matemáticas, que sí son consideradas una ciencia, pues sus conocimientos son universales y necesarios. Finalmente, el conjunto de conocimientos sobre las Ideas constituye la Dialéctica, considerada por Platón como la ciencia suprema, ya que tiene por objeto los seres eternos e inmutables del mundo inteligible.
Dianoia y Noesis: Dos Tipos de Razón
Podríamos preguntarnos, ¿en qué se diferencia la noesis de la dianoia? La respuesta reside en que se dirigen a objetos de conocimiento distintos. La distinción entre dianoia y noesis ha generado numerosas disputas, tanto en relación con su naturaleza y funciones como con la posibilidad misma de su distinción. ¿Cómo se justifica la afirmación de que existen dos tipos de razón? Aunque Platón no ofrece muchas indicaciones al respecto, sí proporciona una interpretación figurada del símil de la línea a través del conocido mito de la caverna.
El Mito de la Caverna: Una Alegoría del Conocimiento
En su alegoría de la caverna, Platón describe un espacio cavernoso en el que se encuentra un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento, atados de cuello y piernas, de manera que solo pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder girar la cabeza. Detrás de ellos hay un muro con un pasillo, y más allá, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo circulan hombres que portan objetos cuyas sombras se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver, gracias a la iluminación de la hoguera.
Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Debido a las circunstancias de su prisión, están condenados a tomar por ciertas las sombras proyectadas, ya que no pueden conocer nada de lo que ocurre a sus espaldas.
El Camino hacia la Liberación y el Conocimiento Verdadero
La narración continúa describiendo lo que ocurriría si uno de estos hombres fuese liberado y obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, contemplando así una nueva realidad, más profunda y completa, ya que es la causa de la primera, que está compuesta solo de apariencias sensibles. Una vez que el hombre asume esta nueva situación, es obligado a encaminarse hacia el exterior de la caverna a través de una áspera y escarpada subida, apreciando una nueva realidad exterior (hombres, árboles, lagos, astros, etc.), identificada con el mundo inteligible, fundamento de las realidades anteriores. Finalmente, es obligado a ver directamente "el Sol y lo que le es propio", metáfora que representa la Idea de Bien.
El Retorno a la Caverna y la Resistencia al Conocimiento
La alegoría concluye con el regreso del prisionero al interior de la caverna para "liberar" a sus antiguos compañeros de cadenas. Sin embargo, estos se ríen de él, creyendo que sus ojos se han estropeado al verse cegado por el paso de la claridad del Sol a la oscuridad de la cueva. Cuando el prisionero intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos dice que estos son capaces de matarlo y que, efectivamente, lo harán si tienen la oportunidad. Esta parte de la alegoría alude al esfuerzo de Sócrates por ayudar a los hombres a alcanzar la verdad y a su fracaso, que culminó con su condena a muerte.