Conocimiento neuropsicofuncional}

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Ortega y Gasset es uno de los filósofos españoles más importantes y conocidos del Siglo XX. Esta época se corresponde con la eclosión del Modernismo, novecentismo, la Generación del 98… con pensadores y literatos preocupados por los problemas e idiosincrasia de España (sumida en una profunda decadencia). Entre ellos destaca, además de Ortega y Gasset y la figura de Miguel de Unamuno.

Una de las principales carácterísticas del pensamiento español es la reflexión sobre el tema de España, determinar su realidad social y tratar de explicar y equilibrar las dos corrientes antagónicas de pensamiento predominantes (liberal y reaccionario), frecuentemente enfrentadas. Para Unamuno, es el misticismo lo que define al pensamiento español, su principal aportación a Europa; de donde nace su deseo de “españolizar Europa”. Sin embargo, Ortega y Gasset toma el camino contrario, interésándose por dejar atrás el misticismo y “europeizar España”. Ortega estaba convencido de que la unidad de Europa era esencial, y esta unidad respondería a la suma de la cultura germánica (determinada por el Racionalismo y universalidad) y la latina (centrada en los aspectos más sensibles de la vida)
; pudiendo así completarse y compensarse mutuamente.

Esta uníón entre ambas culturas es la realización práctica del objetivo principal de su filosofía: conseguir una síntesis equilibrada entre cultura y espontaneidad, entre razón y vida. Ortega no es un irracionalista, como Nietzsche, ya que considera que la razón es necesaria para la vida.Sin embargo, la suya no es una razón abstracta y legisladora universalcomo la de Kant, sino limitada e integrada en la vida, que es cambio, circunstancia:
Una razón vital (“yo soy yo y mis circunstancias”). 

El raciovitalismo reivindica la experiencia vital e histórica del individuo frente a la abstracción e impersonalidad de la cultura, sin restar valor a la importancia de esta última en la vida humana. Ortega sostiene que la vida es la realidad primaria (negando la primacía de la razón de los racionalistas), y la función de la razón no es por tanto someterla a sus esquemas, sino tratar de entenderla. La vida como realidad radical implica, además, que esta es la raíz de las demás realidades, ya que toda realidad por el hecho de serlo debe estar presente de algún modo en nuestra vida. A mayores, Ortega distingue tres dimensiones básicas comunes a toda vida humana: el pensar, el sentir y el querer.

La introducción de la razón vital orteguiana supone un cambio de rumbo en la tradición cultural de Occidente, un intento por derribartanto el dogmatismo como el relativismo. Donde la razón ocupaba la totalidad del conocimiento, Ortega introduce nuevos valores en el campo filosófico, y a su vez responde a Nietzsche y su crítica anterior a la cultura Occidental (a la que este acusa de desviarse de la vida a partir de Platón y envolverse por completo en el velo de la razón). Occidente fue fiel a la razón a base de renunciar a la vida, y con el raciovitalismoOrtega pretende precisamente sumar ambas dimensiones, sustituyendo a la razón abstracta por la razón vital e histórica para abordar la vida y la historia.

La razón vital sí comprende la vida humana, limitada por la circunstancia. Esta idea es un componente esencial de su teoría, ya que la vida depende de  las circunstancias en las que está implantada, y es esta circunstancialidad la que caracteriza la vida humana (“la belleza de la vida humana estriba en hacer de su materia fatal una figura noble”). Cada individuo posee un punto de vista sobre la realidad insustituible, que describe fielmente la circunstancia que le tocó vivir. Así, resultaría imposible suplantar la personalidad de otra persona, ya que cada quien proporciona algo único e insustituible: la visión de la realidad desde el ángulo de sus propias circunstancias.


La suma de la totalidad de los distintos puntos de vista es lo que compone la verdad. La realidad existe, no la crea el sujeto (refuta el relativismo) pero este sólo conoce una pequeña parte de ella (la de la circunstancia que le ha tocado vivir, la que corresponde a su propia perspectiva). La verdad es parcial (se opone a total), ya que se complementa con las verdades de los demás individuos: si son auténticos y describen su correspondiente parte de la realidad, todos los puntos de vista son verdaderos. La sola perspectiva falsa, según Ortega, será aquella que pretenda ser la única (rechazando todo dogmatismo). 

La razón vitalse complementa con la razón histórica, encargada de situar a cada vida en una determinada generación que comparte creencias, ideas, acontecimientos… Ortega afirma que cada persona es hija de su época, pues está sumergida en un ambiente y temporalidad concretos. Todos aquellos individuos que compartan el mismo tiempo vital serán contemporáneos, pero no coetáneos (ya que no comparten la misma o similar edad).

No todos los seres contemporáneos comparten una misma visión de los acontecimientos que se les presentan, puesto que la edad juega para esto un papel fundamental. Este hecho lleva a Ortega a hablar de la idea de generación, ya que todos los miembros de una misma generación, aunque puedan poseer puntos de vista contrarios, tienen más en común entre sí de lo que podrían tener con cualquier persona de otra generación (a pesar de que esta coincida en mayor medida con sus ideas). Cada generación cuenta con una sensibilidad vital propia, y la variación de esta indica un cambio generacional. Ortega explica que sobre esta también existe una sensibilidad histórica, que conforma la manera en que una época se siente y percibe (sus valores morales, gustos estéticos, sistema político…).

A lo largo de la historia, el pensamiento permitíó al ser humano conocer mejor el mundo y a sí mismo, y por encima de todo cumplíó una función vital: saber distinguir con rigor lo útil de lo inconveniente para la propia vida. El conocimiento es esencial para la vida, y Ortega lo divide, según el grado de certeza, en dos niveles: las ideas, que forman parte de nuestro pensamiento de manera viva y consciente, con las que nos identificamos y sentimos propias; y las creencias, una especie de sustrato intelectual sobre el que vivimos y que raramente cuestionamos. Vivimos en creencias, pero requerimos de la dialéctica de la razón para poder defender nuestras ideas.

Para Ortega,el ser humano es algo esencialmente temporal: el hombre vive en el presente, apoyándose en el pasado y dirigíéndose hacia el futuro. No es, por tanto, algo hecho, sino algo que se hace (una tarea, un haciendo, un faciendum y no un factum), y que se hace a sí mismo. A diferencia de los demás animales, el ser humano es arrojado al mundo con una vida vacía que él mismo debe llenar.

Así, la esencia del “yo” no es su alma ni su cuerpo, sino aquello que quiere llegar a ser, el proyecto que se le presenta, su vocación. El ser humano es libre (excepto a la hora de nacer y de elegir su propia libertad) e inventor de sí mismo y de su proyecto vital. Este proyecto lo construye en base a sus circunstancias, que lo limitan, pero no determinan, ya que existe libertad dentro de los límites que marcan (será su responsabilidad elegir la mejor o peor opción). Cada ser humano posee un proyecto, un ideal de vida único e irrepetible, y ser auténtico significará ser fiel al propio “yo” y a la propia vocación. 

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