Confrontación Filosófica: Aristóteles y Santo Tomás de Aquino - Razón, Fe y el Orden Divino
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Ocho siglos separan a Aristóteles y Santo Tomás de Aquino
En el siglo XIII, la filosofía aristotélica vivió un periodo de esplendor gracias a sus comentaristas árabes, especialmente Averroes. Santo Tomás sigue a Aristóteles en la concepción del ser humano como una unidad sustancial de cuerpo y alma, donde el alma es la forma del cuerpo y el cuerpo la materia del alma. De ahí que el conocimiento ya no sea una tarea exclusiva del alma. Todo conocimiento comienza por los sentidos, que son de naturaleza corporal, y sólo en un segundo momento el alma podrá extraer de este material un conocimiento espiritual.
Razón y Fe: Dos Vías hacia el Conocimiento
Existen para Santo Tomás dos niveles distintos:
- Un nivel natural, en el cual el hombre puede alcanzar las verdades filosóficas por el uso de la razón a partir de los datos de los sentidos.
- Un segundo nivel sobrenatural, que depende de la gracia divina y que sobrepasa la capacidad del hombre revelándole verdades teológicas.
Razón y fe son, pues, dos fuentes distintas de conocimiento con objetos distintos, pero Santo Tomás defiende también la existencia de verdades accesibles a la razón y también reveladas por Dios: es el campo de la teología natural, que incluye la demostración de la existencia de Dios (las cinco vías tomistas) y la existencia de la ley natural. Santo Tomás les llama preámbulos de la fe.
De modo que el hombre con su razón puede descubrir la existencia de Dios y también la ley natural inscrita en el orden de la naturaleza. Basta para ello con descubrir la causa final inmanente a los procesos naturales.
La Influencia Platónica y Neoplatónica en Santo Tomás
Teniendo en cuenta el esquema criaturas-creador y tomando algunos principios de Platón y el neoplatonismo, para Santo Tomás, Dios no es sólo principio de todas las cosas, sino fin último de todas las cosas. Para el Santo, todo está ordenado hacia Dios. Este orden se puede comprender desde premisas platónicas. Así, Santo Tomás considera, en primer lugar, que todas las cosas participan de la bondad de Dios, adoptando la idea de participación que había rechazado el aristotelismo. De este modo, podemos jerarquizar la realidad en la medida en que las cosas participan más o menos de la bondad divina. En segundo lugar, tomando en cuenta la idea de causalidad ejemplar, para Santo Tomás, Dios es el supremo ejemplar o modelo que imitan imperfectamente las criaturas. Por último, adoptando la idea neoplatónica de los grados del ser, Santo Tomás establece una imagen jerárquica del Universo en función de la cercanía o lejanía de los seres respecto de Dios.
La Finalidad de la Acción Humana y el Gobierno Divino
Puesto que todo está ordenado hacia Dios, es precisamente también desde Dios desde donde tenemos que interpretar la acción humana como orientada hacia él. Al igual que Aristóteles, para Santo Tomás, la finalidad de todos los actos humanos es la felicidad. En el Santo, esta implica un tipo de conocimiento de Dios que va más allá del conocimiento que nos puede proporcionar la luz de la razón: es una visión beatífica que requiere de una luz especial que nos lleva a contemplar a Dios en la otra vida, es decir, es un tipo de felicidad que no se realiza en esta vida.
Si Dios orienta todas las cosas hacia Él, para Santo Tomás es necesario hablar de un gobierno divino del mundo. Según el Santo, existe una ley divina de la que parten los preceptos morales. Dios gobierna el mundo mediante una ley eterna que se encuentra participada en las criaturas como ley natural, es decir, un conjunto de preceptos que son captados por la razón. Desde un punto de vista claramente estoico, esa ley natural nos dice, en primer lugar: “Hay que hacer el bien y evitar el mal”. Más adelante, nos dice: “el orden de los preceptos de la ley natural sigue el orden de las inclinaciones naturales”. Estos principios prácticos se encuentran infundidos de forma natural en el ser humano. De la ley natural emanan las leyes humanas positivas, que serán aceptadas si no contradicen la ley natural y rechazadas o consideradas injustas si la contradicen. Pese a sus raíces aristotélicas, vemos, pues, que Santo Tomás ha conducido la moral al terreno teológico, al encontrar en la ley natural un fundamento trascendente en la ley eterna.
La Subordinación del Poder Político al Poder Espiritual
La política también tiene que estar ordenada hacia Dios. Si el fin de todos los actos humanos es la visión de Dios en la otra vida, necesariamente también el poder político, es decir, el Estado, tiene que estar subordinado a este fin, y por lo tanto, al poder espiritual, es decir, a la Iglesia. Santo Tomás reconoce que el Estado es relativamente autónomo de la Iglesia en lo que se refiere al bien común, pero, en definitiva, no deja de estar subordinado a la Iglesia, del mismo modo que la razón a la fe.