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6.Temas

El poema está formado por motivos del caudal de la tradición, que expresan verdades aceptadas en la Edad Media. Jorge Manrique, desde su propia experiencia recrea esos temas y el resultado es una obra que nos conmueve por su autenticidad y emoción:

El mundo es un lugar de paso, un escenario improvisado para el hombre, que tiene la oportunidad de conseguir la salvación de su alma mediante por medio de sus buenas obras. Al ser su estancia transitoria, no debe aferrarse a él y ese desapego ha de mostrarlo con la renuncia a los bienes terrenales, pues estos son engañosos, fugaces e inestables. La fugacidad  e inconsistencia de los bienes mundanos se debe a tres factores que actúan sobre ellos: la fortuna, la muerte y el tiempo. Este tópico es el menosprecio del mundo (De contemptu mundi), con raíces en la tradición cristiana medieval.

La fortuna es una azar ciego y arbitrario que conlleva a tragedias. Se la representa como una rueda inestable; se trata de una interpretación pagana.
Esta imagen de la fortuna no es viable en el cristianismo. Para algunos autores, como el marqués de Santillana, equivalía a la Providencia divina, que regía los destinos de los hombres. Entre la opción pagana y la cristiana, Manrique se aproxima más a la pagan, pues su naturaleza mudable es un motivo más para rechazar los bienes materiales de este mundo.


El tiempo es fugaz, lo introduce como la idea del fluir constante (la vida como río, como carrera, como trampa...Son metáforas sencillas que recogen el pensamiento clásico). El presente es imposible retenerlo y no existirá antes de que nos demos cuenta. El futuro es un conjunto de presentes aprensibles, por lo que todo se reduce al pasado; a un no ser, y el pasado es irreversible. Puesto que el mundo se sustenta en el tiempo, y este es efímero, es inútil que el hombre deposite sus esperanzas en lo terrenal.

En cuanto a la muerte, tiene un poder igualatorio que no establece preferencias ni respeta jerarquías (a diferencia de la vida), pues llega a todos sin importar su rango social. Además, Manrique destaca su capacidad para destruir la vida, su carácter ineludible, su imagen inspiradora de terror y finalmente, su implacable crueldad, pues se ensaña sin conmoverse frente al rostro desencajado de sus víctimas.
Superando esta concepción terrorífica de la muerte, Manrique señala su sentido trascendente. El hombre debe aceptarla con serenidad, como un hecho natural que nos librará de las penalidades terrestres y como la puerta de acceso a la eternidad tras una vida cargada de sentido.




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