El Concilio Vaticano II y los Pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI

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EL CONCILIO VATICANO II

En 1962, el papa Juan XXIII sorprendió al mundo con la apertura del Concilio Vaticano II, concluido en 1965 por su sucesor, el papa Pablo VI.

El Concilio Vaticano II trazó un importante programa de renovación cristiana, capaz de reportar grandes bienes a la Iglesia. Por medio de sus documentos, especialmente por sus Constituciones sobre la Iglesia (Lumen Gentium), sobre la Sagrada Escritura, sobre la Liturgia y sobre la relación de la Iglesia con el mundo actual (Gaudium et Spes), puso de relieve algunos puntos fundamentales de la doctrina y del comportamiento de los cristianos.

El Vaticano II subrayó la llamada universal a la santidad, la importancia del esfuerzo ecuménico, los aspectos positivos de la modernidad, la ampliación del diálogo con otras religiones y con la cultura.

Pero después del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI tuvo que afrontar un periodo difícil, la llamada “crisis posconciliar. Algunas voces, apelando a un supuesto “espíritu del Concilio” (y no a lo que el Vaticano II había expresado en sus documentos) quisieron romper con la tradición de la Iglesia y emprender un camino de reforma alejados de la autoridad del Magisterio. Fueron años de crisis, sobre todo, en la identidad sacerdotal: se produjo un descenso radical en las vocaciones sacerdotales y religiosas, muchos clérigos dejaron los hábitos, prácticamente se abandonó el latín en las celebraciones, se difundían corrientes de pensamiento teológico en abierta oposición con la fe o la moral de la Iglesia, etc.

Tanto Pablo VI como sus sucesores, con paciencia y doctrina, lograron sacar los mejores frutos del Concilio Vaticano II y, en su tiempo, se crearon o consolidaron muchos movimientos y nuevas realidades eclesiales.

EL PONTIFICADO DE JUAN PABLO II

Tras la muerte de Pablo VI y el fugaz pontificado de Juan Pablo I, el 16 de octubre de 1978 fue elegido Papa el cardenal Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que tomó el nombre de Juan Pablo II.

La Misa de inicio de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, nos da las claves de la que fue su misión:

  • Llegar al mundo entero para servir a la humanidad con la potestad de Cristo. Para eso viajó, escribió, aprendió lenguas y pronunció miles de discursos.
  • Abrir a la potestad salvadora de Cristo los Estados, los sistemas económicos y los políticos. Por eso fue uno de los principales artífices de la caída del bloque soviético y sufrió un atentado en 1981. Él atribuyó siempre a la Virgen de Fátima no haber muerto en el atentado.
  • Iluminar, con la luz de Cristo, el sentido de la vida de todos y cada uno de los hombres, en particular del no-nacido y del anciano o enfermo. Él mismo vivió la enfermedad de parkinson, siendo Papa, de 1992 a 2005, dando un testimonio personal del valor salvífico del dolor.

Fue también el Papa de los Jóvenes, a quienes consideraba la esperanza de la Iglesia. Inventó para ellos las JMJ y presidió las 10 primeras.

Murió el sábado 2 de abril de 2005, víspera del domingo de la Divina Misericordia, fiesta que él mismo había instituido. En la plaza de san Pedro, ese día y el de su funeral, cientos de personas pidieron que fuera canonizado a la voz de: “Santo Subito”. El papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014, junto con el beato Juan XXIII.

EL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

El cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa el 19 de abril de 2005, a los 78 años de edad. Escogió como nombre de pontífice el de Benedicto XVI en homenaje a san Benito de Nursia.

Benedicto XVI conocía bien las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Centró su papado en la enseñanza de las verdades de la fe, el testimonio de los santos y la interpretación del Vaticano II. Su pontificado se distinguió por:

  • Insistir en poner a Jesucristo en el centro de la vida y la mirada de la Iglesia. Para ello escribió los tres volúmenes de Jesús de Nazaret.
  • El servicio a la Verdad. Este “Papa-profesor”, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es un convencido del valor de la razón humana. Sus encíclicas y discursos han ayudado a ver cómo la fe y la razón se ayudan mutuamente. También ha dejado claro que existe la Verdad y que no podemos renunciar a buscarla.
  • El ecumenismo. Frente al prejuicio que tenían algunos de que iba a ser un papa duro, “de la Inquisición”, Benedicto XVI ha hecho con dulzura y suavidad grandes avances para la unidad de la Iglesia.
  • El cuidado de la Liturgia. El Papa Benedicto, con su enseñanza y su delicadeza en el cuidado de la liturgia y del arte sacro, nos ha enseñado que lo primero para un cristiano es la adoración a Dios, de la que nace todo lo demás.

Durante el pontificado de Benedicto XVI estalló con fuerza uno de los hechos que ya denunciara el Papa siendo prefecto de la Congregación de la Fe: el abuso de menores por parte de algunos sacerdotes y religiosos. Benedicto XVI aplicó la doctrina de tolerancia cero y para ello tuvo que remover de sus cargos a varios obispos, pedir perdón, reunirse con las víctimas y poner en marcha visitas apostólicas a las diócesis afectadas.

El 11 de febrero de 2013 sorprendió al mundo con su renuncia a la Sede de Pedro. La sede romana quedó vacante y Benedicto XVI se retiró a Castelgandolfo hasta la elección de su sucesor, el papa Francisco.

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