Conceptos Clave de la Filosofía de David Hume: Causalidad, Costumbre y Asociación
Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 6,29 KB
Relaciones de Ideas y Cuestiones de Hecho
Todos los objetos de la razón pueden dividirse en dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
- Relaciones de ideas: Son operaciones del pensamiento de las cuales se pueden realizar proposiciones independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del universo. Para Hume, son el objeto de conocimiento propio de la Geometría, del Álgebra y de la Aritmética. Son características de las disciplinas en las que se emiten afirmaciones intuitiva o demostrativamente ciertas. El criterio de verdad de estas ciencias consiste en la certeza demostrativa. Se trata, claro está, de demostraciones formales, especulativas, puramente racionales, en las que no necesitamos recurrir a los hechos. Las proposiciones de las ciencias que tratan relaciones de ideas son una simple operación del pensamiento.
- Cuestiones de hecho: Razonamientos que pertenecen al mundo de los hechos y de las cosas (el universo empírico) y se fundan en la relación causa y efecto. El conocimiento de las cuestiones de hecho nunca se alcanza por conocimientos a priori, es decir, independientes de la experiencia. En otras palabras, a las cuestiones de hecho solo las conocemos por nuestra experiencia y no por nuestra razón. Los efectos son totalmente distintos e independientes a la causa y, en consecuencia, no puede ser descubierta la causa en el efecto.
El Problema de la Causalidad
El problema de la causalidad radica en que si todos los argumentos acerca de la existencia se fundan en la relación causa-efecto, y nuestro conocimiento de esa relación se deriva totalmente de la experiencia, entonces todas nuestras conclusiones experimentales se darán a partir del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado. Intentar la demostración de este último supuesto por argumentos probables o argumentos que se refieren a lo existente, evidentemente supondrá moverse dentro de un círculo y dar por supuesto aquello que se pone en duda. Es por esto que no podemos tener certeza de que esta relación siempre nos explique todo.
Costumbre, Hábito y Creencia
- Costumbre: Disposición que se crea en nuestra mente a partir de la experiencia reiterada de algo. Según Hume es, más que la propia razón, la guía de la vida humana y el fundamento de nuestras inferencias causales y de nuestras expectativas respecto de los acontecimientos futuros.
- Hábito: La repetición de una acción crea en nosotros la disposición o facilidad para la realización posterior de dicha acción. Los hábitos se producen por la repetición de un acto, repetición que produce una disposición para renovar el mismo acto.
- Creencia: Hume la define como toda idea acompañada por un fuerte, intenso o firme sentimiento de la verdad de dicha idea. Por ejemplo: “Julio César murió en la cama”. Este sencillo ejemplo le llevó a considerar que tener una creencia no es lo mismo que concebir una idea, que la creencia debe añadir algo a la mera concepción o comprensión de una idea: la creencia “es una idea concebida de una manera peculiar”.
El Sujeto Asociacionista
La asociación es la disposición natural de la imaginación por la que nuestra mente tiende a relacionar varias ideas. Como consecuencia de la asociación de ideas, la presencia en nuestra mente de una idea trae consigo la aparición de otra u otras. Las ideas o contenidos mentales se suceden unas a otras y se combinan unas con otras siguiendo un cierto orden y regularidad: cuando en nuestra mente está presente una idea, y no hacemos uso del pensamiento voluntario, sino que dejamos que espontáneamente los distintos contenidos mentales fluyan uno tras otro, a esta idea le sucederá otra con la que está vinculada o unida. Unas ideas atraen a otras, del mismo modo, sugiere Hume, que en el mundo físico un cuerpo atrae a otro merced a la gravedad.
Las leyes de la asociación describen estas fuerzas por las cuales unas ideas tienden a evocar a otras. Dado que las fuerzas que unen unas ideas con otras son, como dice Hume, "fuerzas suaves", la sucesión de una idea por otra no es una sucesión que se tenga que dar de forma absolutamente necesaria, por lo que las leyes que describen dichas regularidades no son leyes estrictas: nos dicen simplemente que si la idea "A" está vinculada con la idea "B", y en nuestra conciencia aparece la idea "A", es muy probable que aparezca después la idea "B".
Gracias a dichas conexiones naturales formamos espontáneamente las ideas complejas a partir de las ideas simples; las leyes de la asociación describen dichas conexiones y son consecuencia de la imaginación, no de la razón. Hume presenta la ley de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio y la de la causa y efecto como las más importantes leyes de la asociación de ideas.
El Problema de la Identidad Personal
¿Cómo debemos entender el yo y nuestra mente? Hume nos propone la siguiente metáfora: “la mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se presentan en forma sucesiva; pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y mezclan en una variedad infinita de posturas y situaciones. No existe en ella con propiedad ni simplicidad en un tiempo, ni identidad a lo largo de momentos diferentes, sea cual sea la inclinación natural que nos lleve a imaginar esa simplicidad e identidad. La comparación del teatro no debe confundirnos: son solamente las percepciones las que constituyen la mente, de modo que no tenemos ni la noción más remota del lugar en que se representan esas escenas, ni tampoco de los materiales de que están compuestas.”
El problema con el que se encuentra esta teoría es el relativo a un dato de experiencia: nosotros sentimos que somos uno y que somos los mismos a lo largo del tiempo (al menos en lo esencial). Ante esto, Hume respondería que no tenemos un fundamento racional para la creencia de la identidad personal, y que sólo la memoria, (que nos muestra la sucesión de impresiones parecidas) nos garantiza la tesis de la continuidad de nuestra vida psíquica. La memoria y la imaginación crean en nosotros la ilusión de un objeto continuo y persistente: nuestro yo.